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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu

Por qué fracasan los países (20 page)

BOOK: Por qué fracasan los países
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El resto del mundo siguió trayectorias institucionales distintas. La colonización europea preparó el camino para la divergencia institucional en América, donde, frente a las instituciones inclusivas desarrolladas en Estados Unidos y Canadá, aparecieron instituciones extractivas en América Latina, lo que explica los modelos de desigualdad que vemos en el continente americano. Las instituciones políticas y económicas extractivas de los conquistadores españoles en Latinoamérica han perdurado, condenando así a gran parte de esta región a la pobreza. Sin embargo, a Argentina y Chile les ha ido mucho mejor que a la mayoría de los países de la región. Había allí pocos pueblos indígenas y escasas riquezas minerales, por lo que los españoles «no les prestaron atención» y se concentraron en las tierras ocupadas por las civilizaciones azteca, maya e inca. No es ninguna casualidad que la parte más pobre de Argentina sea el noroeste, la única zona del país que estuvo integrada en la economía colonial española. Su pobreza persistente, como legado de las instituciones extractivas, es similar a la que creó la mita
de Potosí en Bolivia y Perú (véase el capítulo 1).

África fue la parte del mundo que tuvo instituciones menos capaces de aprovechar las oportunidades que ofreció la revolución industrial. Como mínimo durante los últimos mil años, excepto pequeños núcleos y durante períodos de tiempo limitados, África ha quedado rezagada con relación al resto del mundo en tecnología, prosperidad y desarrollo político. Es la parte del mundo en la que los Estados centralizados se formaron más tarde y de forma muy frágil. Una vez formados, era probable que fueran tan absolutistas como el Congo y, a menudo, tenían una vida corta, ya que normalmente desaparecían. África comparte esta trayectoria de falta de centralización estatal con países como Afganistán, Haití y Nepal, que tampoco han podido imponer el orden en su territorio y crear algo parecido a la estabilidad para lograr un mínimo de progreso económico. A pesar de encontrarse en partes del mundo muy distintas, Afganistán, Haití y Nepal tienen mucho en común institucionalmente con la mayoría de los países del África subsahariana, por lo que son algunos de los más pobres del mundo hoy en día.

La manera en la que las instituciones africanas evolucionaron a su forma extractiva actual ilustra de nuevo el proceso de deriva institucional marcado por coyunturas críticas, pero esta vez a menudo con resultados muy perversos, sobre todo durante la expansión del tráfico de esclavos a través del Atlántico. Al llegar los comerciantes europeos, se crearon nuevas oportunidades económicas para el reino del Congo. El comercio de larga distancia que transformó Europa también transformó al reino del Congo, pero, de nuevo, cobraban importancia las diferencias institucionales iniciales. El absolutismo congoleño pasó de ser una sociedad completamente dominante, con instituciones económicas extractivas, que se limitaba a apropiarse de toda la producción agrícola de sus ciudadanos, a esclavizar en masa a la población y enviarla a los portugueses a cambio de armas y productos de lujo para la élite congoleña.

Las diferencias iniciales entre Inglaterra y el Congo supusieron que las oportunidades del nuevo comercio a larga distancia que crearon una coyuntura crítica para las instituciones políticas plurales en Inglaterra también eliminaran cualquier esperanza de derrotar al absolutismo en el Congo. En gran parte de África, los beneficios sustanciales procedentes de la esclavitud condujeron no solamente a su intensificación e incluso a derechos de propiedad más inseguros para las personas, sino también a una guerra intensa y a la destrucción de muchas instituciones existentes; al cabo de pocos siglos, cualquier proceso de centralización estatal había cambiado completamente de sentido y muchos de los Estados africanos habían desaparecido. A pesar de que se crearon algunos nuevos y, en ocasiones, potentes, para explotar el tráfico de esclavos, estos Estados se basaban en la guerra y el saqueo. La coyuntura crítica del descubrimiento de América pudo ayudar a Inglaterra a desarrollar instituciones inclusivas, pero hizo que las instituciones de África fueran todavía más extractivas.

Aunque el tráfico de esclavos acabara en general después de 1807, el colonialismo europeo posterior no solamente revirtió una modernización económica incipiente en algunas partes del sur y el oeste de África, sino que también eliminó cualquier posibilidad de reforma institucional indígena. Aquello significó que, incluso fuera de áreas como el Congo, Madagascar, Namibia y Tanzania —zonas en las que el saqueo, el caos en masa e incluso el asesinato a gran escala eran la norma—, fuera muy poco probable que África cambiara su camino institucional.

Aún peor, las estructuras del dominio colonial dejaron África con un legado institucional más complejo y perjudicial en la década de los sesenta que al comienzo del período colonial. El desarrollo de las instituciones políticas y económicas en muchas colonias africanas significó que, en lugar de instaurar una coyuntura crítica para la mejora de sus instituciones, la independencia creó una oportunidad para que los líderes sin escrúpulos consiguieran e intensificaran la extracción que los colonianistas europeos presidieron. Los incentivos políticos que crearon estas estructuras condujeron a un estilo de política que reproducía los modelos históricos de derechos de propiedad inseguros e ineficientes en Estados con tendencias absolutistas fuertes que, sin embargo, carecían de cualquier autoridad centralizada sobre sus territorios.

La revolución industrial todavía no se ha extendido a África porque dicho continente ha experimentado un largo círculo vicioso de persistencia y recreación de instituciones políticas y económicas extractivas. Botsuana es la excepción. Como veremos en el capítulo 14, en el siglo
XIX
, el rey Khama, abuelo del primer ministro de Botsuana tras la independencia, Seretse Khama, inició algunos cambios para modernizar las instituciones políticas y económicas de su tribu. Resulta excepcional que dichos cambios no fueran destruidos en el período colonial, y en parte esto fue debido a los inteligentes desafíos que Khama y otros jefes supusieron para la autoridad colonial. Su interacción con la coyuntura crítica que creó la independencia del control colonial sentó las bases para el éxito político y económico de Botsuana. Es otro caso que demuestra la importancia que tienen las pequeñas diferencias históricas.

La tendencia a ver los acontecimientos históricos como consecuencias inevitables de fuerzas profundamente arraigadas es real. Aunque hagamos mucho hincapié en cómo la historia de las instituciones económicas y políticas crea círculos viciosos y virtuosos, la casualidad, como hemos destacado en el contexto del desarrollo de las instituciones inglesas, siempre puede ser un factor determinante. Seretse Khama, que estudiaba en Inglaterra en la década de los cuarenta, se enamoró de Ruth Williams, una mujer blanca. Por esta razón, el régimen racista del
apartheid
de Sudáfrica convenció al gobierno inglés para que le prohibieran entrar en el protectorado, después llamado Bechuanalandia (cuya administración estaba bajo el Alto Comisionado de Sudáfrica), y él renunció a su reinado. Cuando volvió a dirigir la lucha anticolonial, lo hizo con la intención no de afianzar las instituciones tradicionales, sino de adaptarlas al mundo moderno. Khama era un hombre extraordinario, sin interés por la riqueza personal y entregado a la construcción de su país. La mayor parte de los países africanos no han tenido tanta suerte. Las dos cosas fueron importantes, el desarrollo histórico de las instituciones en Botsuana y los factores circunstanciales que provocaron que fueran construidas en lugar de ser derrocadas o distorsionadas como sucedió en el resto de África.

 

 

En el siglo
XIX
, un absolutismo no muy distinto al de África o Europa oriental bloqueaba el camino a la industrialización de gran parte de Asia. En China, el Estado era fuertemente absolutista y las ciudades, los comerciantes y los industriales independientes prácticamente no existían o bien eran muy débiles desde el punto de vista político. China fue una gran potencia naval y ya participaba en el comercio a larga distancia siglos antes que los europeos. Sin embargo, se alejó de los océanos justo en el peor momento, cuando los emperadores Ming decidieron, a finales del siglo
XIV
y principios del
XV,
que aumentar el comercio a larga distancia y la destrucción creativa que ello podría aportar probablemente amenazaría su control.

En la India, la deriva institucional funcionó de una forma distinta y condujo al desarrollo de un sistema de castas hereditario excepcionalmente rígido, que limitaba el funcionamiento de los mercados y la asignación de la mano de obra en las profesiones de una manera más estricta que el orden feudal en la Europa medieval. Además, también apoyó otro tipo de absolutismo bajo los gobernantes mogoles. La mayoría de los países europeos tenían sistemas similares en la Edad Media. Algunos apellidos anglosajones modernos como Baker (panadero), Cooper (tonelero) y Smith (herrero) son descendientes directos de categorías ocupacionales hereditarias. Los Baker hacían pan, los Cooper hacían toneles y los Smith forjaban metales. Sin embargo, estas categorías nunca fueron tan rígidas como las distinciones de castas indias y fueron perdiendo el significado como elemento para predecir la profesión de una persona. Los comerciantes indios comerciaban a través del océano Índico y se desarrollaba una gran industria textil, pero el sistema de castas y el absolutismo mogol impidieron el desarrollo de instituciones económicas inclusivas en la India. En el siglo
XIX
, la situación era incluso menos propicia para la industrialización dado que la India pasó a ser una colonia extractiva de los ingleses. China nunca fue formalmente colonizada por una potencia europea, pero después de que los ingleses derrotaran a los chinos en las guerras del Opio entre 1839 y 1842, y de nuevo entre 1856 y 1860, tuvo que firmar varios tratados humillantes y permitir la entrada de exportaciones europeas. China, como la India y otros países, no aprovechó las oportunidades comerciales e industriales. Asia, excepto Japón, quedó rezagada mientras que Europa occidental salía adelante.

 

 

El camino del desarrollo institucional que trazó Japón en el siglo
XIX
ilustra de nuevo la interacción entre coyunturas críticas y pequeñas diferencias creadas por la deriva institucional. Japón, como China, estaba bajo el dominio absolutista. La familia Tokugawa se hizo con el poder en 1600 y gobernó con un sistema feudal que también prohibía el comercio internacional. Japón asimismo se enfrentó a una coyuntura crítica provocada por la intervención occidental cuando cuatro buques de guerra estadounidenses, dirigidos por Matthew C. Perry, entraron en la bahía de Edo en julio de 1853 y exigieron concesiones comerciales similares a las que había obtenido Inglaterra de los chinos en las guerras del Opio. Sin embargo, esta coyuntura crítica se desarrolló de una forma muy distinta en Japón. A pesar de su proximidad y de las frecuentes interacciones, en el siglo
XIX
, China y Japón ya se habían distanciado institucionalmente.

El dominio Tokugawa en Japón era absolutista y extractivo, pero ejercía un control frágil sobre los líderes de los otros grandes dominios feudales y podía ser cuestionado. Por el contrario, y aunque hubiera rebeliones de campesinos y conflictos civiles, el absolutismo de China era más fuerte, la oposición estaba menos organizada y tenía menos autonomía. No había equivalentes de los líderes de los otros dominios en China que pudieran cuestionar el dominio absolutista del emperador y marcar un camino institucional alternativo. Esta diferencia institucional, en muchos aspectos pequeña de acuerdo con las diferencias existentes entre China y Japón y Europa occidental, tuvo consecuencias decisivas durante la crítica coyuntura que se produjo por la contundente llegada de ingleses y norteamericanos. China continuó su camino absolutista después de las guerras del Opio, mientras que la amenaza estadounidense fortaleció la oposición al dominio Tokugawa en Japón y condujo al país a una revolución, la restauración Meiji, como veremos en el capítulo 10. Esta revolución política japonesa permitió que hubiera más instituciones políticas inclusivas y muchas más instituciones económicas inclusivas que desarrollar y sentó las bases para el rápido desarrollo japonés posterior, mientras China languidecía bajo el absolutismo.

La forma de reaccionar de Japón ante la amenaza de los buques de guerra estadounidenses fue empezar un proceso de transformación institucional fundamental, lo que nos ayuda a entender otro aspecto de la situación en la que nos encontramos: las transiciones del estancamiento al rápido crecimiento. Corea del Sur, Taiwán y finalmente China lograron un ritmo de crecimiento económico de vértigo a partir de la segunda guerra mundial por una vía similar a la de Japón. En cada uno de estos casos, este desarrollo económico fue precedido por cambios históricos en las instituciones económicas de estos países, aunque no siempre en sus instituciones políticas, como deja claro el ejemplo chino.

También existe una relación con la lógica de cómo los episodios del rápido desarrollo económico llegaron a un fin abrupto e involucionaron. Del mismo modo que los pasos decisivos hacia las instituciones económicas inclusivas pueden iniciar un rápido desarrollo económico, un cambio radical respecto a las instituciones inclusivas puede conducir al estancamiento económico. Sin embargo, es más frecuente que el colapso del rápido desarrollo económico sea consecuencia de que el crecimiento bajo instituciones extractivas haya llegado a su fin, como fue el caso de Argentina o la Unión Soviética. Como hemos visto, esto puede suceder debido a luchas internas por el botín de la extracción, lo que conduciría al colapso del régimen o por la falta inherente de innovación y destrucción creativa bajo instituciones extractivas que ponen límites al desarrollo sostenido. En el siguiente capítulo, se analizará en detalle cómo los soviéticos toparon seriamente con estos límites.

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