Punto de ruptura (34 page)

Read Punto de ruptura Online

Authors: Matthew Stover

BOOK: Punto de ruptura
11.56Mb size Format: txt, pdf, ePub

Vastor interrumpió al joven korun con un revés que In derribó al suelo. Ni siquiera llegó a mirarlo; seguía con la mirada fija en Mace Windu.

El Maestro Jedi no pareció ver a Nick tumbado en el suelo, acunándose la ensangrentada boca, maldiciendo de forma continuada en su mano.

—No —dijo Mace con voz rota—. No. Tú no lo entiendes... Un sable láser Jedi...

Puede destrozarse tan fácilmente como un Maestro Jedi.

Vastor agitó los dedos como espantando una mosca, pero antes de que el guardia akk pudiera poner el mango del sable láser contra el borde de su escudo...

—Kar...

La voz de Depa tenía un extraño poder a través de la opacidad de las gasas de la howdah acortinada, y parecía provenir de todas partes a la vez.

—Enviarlo a la jungla sin su arma sería un asesinato. Kar. No es el enemigo.

Tu enemigo, no. Quizá.

—Por favor, Kar. Mantenla a salvo para él, y devuélvesela cuando se vaya.

Se irá ahora.

—No puede viajar —dijo Depa—. ¿Es que no lo sientes? Lo has herido, Kar. Lo has herido de gravedad. Necesita descanso y tratamiento médico. Deja que lo llevemos a la base. Puede viajar conmigo en el ankkox. Quédate su sable láser. Ya le has demostrado que no puede enfrentarse a ti sin él.

La mirada inhumana de Vastor examinó el blanco rostro de la howdah, pero la noche ya había caído por completo. La luz de las lumilianas arrancaba brillos a las cortinas y no podía verse nada del interior.

Por fin se encogió de hombros con irritación y extendió una mano. El guardia akk le tiró el sable láser de vuelta, y Vastor se lo guardó en la banda de cintura de sus pantalones de cuero de felino de las lianas.

Arrojó el chaleco de Mace al suelo, a los pies del Maestro Jedi.

¿Te ha dolido más sabiendo que ella miraba?

Ya no sonaba burlón; hablaba con un tono de simple curiosidad.

Mace se inclinó lenta y dolorosamente a recoger el chaleco, como un anciano protegiendo sus rodillas artríticas.

—No sé si habría podido dolerme mucho más.

Debes recordar que todo esto empezó porque tú te negaste a venir cuando te lo pedí.

Esto empezó
, pensó Mace,
cuando me llamaron al despacho privado del canciller Palpatine
. Pero no dijo nada.

Porque te negaste a hacer lo que se te decía.

—Sí —dijo Mace—. Sí, lo recuerdo.

Cogió el chaleco y se lo puso. El aguijón de la tierra en las heridas abiertas le dijo que la corteza del lamma le había desgarrado la espalda.

Si hay una próxima vez, dôshalo, será tu última vez.

—Sí, Kar. Lo sé. —Miró a Nick, que estaba sentado en el suelo, mirando siniestramente a Vastor, y le habló despacio—: Vamos. Necesito que me ayudes a subir al ankkox.

***

DE LOS DIARIOS PRIVADOS DE MACE WINDU.

Vastor estaba dispuesto a dejar que Nick me ayudase y curase mis heridas más graves con los suministros de un botiquín requisado. Estaba dispuesto a creer que la paliza que me había propinado casi me había inutilizado.

No estaba lejos de la verdad.

Nick seguía en plena ebullición cuando me ayudó a ponerme en pie, murmurando entre dientes un chorreo continuado de improperios, y definiendo a Vastor como un "tragarranas cara de lagarto", un "tiratortugas mascacostras" y otra variedad de nombres que no me siento cómodo transcribiendo, ni siquiera en un diario privado.

—Basta ya —le dije—. Me he tomado considerables molestias para mantenernos a los dos con vida, Nick. Preferiría que siguiéramos de ese modo.

—Oh, claro. Has hecho un gran trabajo.

Su voz sonaba amargada, y no quería mirarme a los ojos.

Le dije que sentía lo de sus créditos y le indiqué amablemente que nadie le había dicho que apostara por mí.

Se volvió para mirarme, instantáneamente furioso, siseando con salvajismo para mantener la voz baja, como si los perros y los guardias akk siguieran cerca de nosotros.

—¡No estoy molesto por los créditos! No me importan los créditos... —se interrumpió un momento, pestañeando, y su habitual sonrisa asomó un momento a sus labios—. Caray. ¿He dicho yo eso? Vaya. Bueno, estaba mintiendo, claro. Me importan los créditos. Me importan mucho. Pero no estoy enfadado por eso.

Asentí y le dije que lo comprendía. Estaba enfadado conmigo. Se sentía como si yo le hubiera fallado.

—A mí no —dijo—. Bueno, se supone que los Jedi defienden algo, ¿no? Se supone que lucháis para defender lo que está bien. Cueste lo que cueste.

Por enfadado que pudiera estar conmigo, seguía manteniendo la cabeza bajo uno de mis brazos, sosteniéndome a lo largo de sus hombros para ayudarme a caminar.

Se lo agradecía. Se me estaban pasando los efectos de la adrenalina y de la conmoción y empezaba a darme cuenta de la paliza que había recibido. Más tarde, cuando accediera al escáner del botiquín, descubriría que tenía dos costillas rotas, un severo esguince de tobillo debido a los anillos del trepahojas, una contusión mediana y varias hemorragias internas, sin mencionar la mordedura del cuello y una asombrosa variedad de arañazos y magulladuras.

Mientras Nick me ayudaba a subir al ankkox, descubrí lo que le tenia tan furioso conmigo: era, sobre todo, que hubiera declarado que hice mal al liberar a los prisioneros.

—Me da igual lo que digas murmuró siniestramente—. Me da igual lo que diga Kar. Había niños con ellos. Y heridos. Esos balawai no eran malvados, sólo eran personas. Como nosotros.

—Casi todos lo somos.

—Hicimos lo que debíamos, y lo sabes.

Entonces me di cuenta de que Nick estaba orgulloso de sí mismo. Orgulloso de lo que habíamos hecho. Quizá fuera un sentimiento inhabitual en él: ese orgullo especialmente delicioso que nace de haber corrido un riesgo terrible al hacer algo admirable de verdad; que nace de superar el instinto de conservación, de combatir a nuestros miedos y ganarles.

El orgullo de descubrir que una persona no es un simple manojo de reflejos y respuestas condicionadas; que en vez de eso puede ser capaz de pensar, de hacer lo correcto en lugar de lo fácil, y de elegir la justicia en vez de la seguridad. El orgullo que sentía Nick por esto hacía que yo también me sintiera orgulloso de él; aunque, por supuesto, no se lo dije. Sólo habría conseguido avergonzarlo y que se lamentase de haber hablado.

Espero no llegar a olvidar nunca la feroz determinación de su rostro mientras me ayudaba a trepar por la extendida pata del ankkox, y yo me tambaleaba por su concha dorsal.

—El hecho de que Kar te sacudiera como a un gong alquilado no quiere decir que tuviera razón. Que te ganara no quiere decir que hicieras mal en desafiado. No puedo creer que dijeras esas cosas.

Su respuesta surgió de la acortinada oscuridad de la howdah, en lo alto de la curvada concha.

—Si pasas mucho tiempo con nosotros. Nick, descubrirás... —la voz de Depa era fuerte, clara, cuerda y tan amable como siempre lo había sido en mi corazón—. Descubrirás que los Jedi no siempre decimos la verdad.

Nick se detuvo y, de repente, frunció el ceño como si se sumiera inesperadamente en una meditación.

—Que no siempre..., oye... —murmuró con sospecha—. Oye, espera un momento...

Ella volvió a apartar las cortinas y abrió la pequeña puerta de la barandilla.

—Venga, entra. Da la impresión de que quieres tumbarte.

—Es posible —admití—. Éstos no han sido los mejores días de mi vida. Ella me cogió la mano para que me apoyara mientras entraba en la howdah, y me hizo un sitio en el diván.

—Debo admitirlo, Mace —dijo con una sonrisa débilmente irónica—. Sigues encajando las palizas tan bien como cualquier otro hombre de la galaxia.

A Nick se le desorbitaron los ojos como si fuera a explotarle la cabeza.

—¡Lo sabía! —agitó un puño triunfante ante mi cara—. ¡Lo sabía! ¡Sabia que podrías con él!

Le dije que bajara la voz porque Vastor y los guardias akk seguían moviéndose entre los árboles cercanos, y no tenía ni idea de lo agudos que podían ser los oídos del lor pelek. No le dile que además se callara, porque no habría servido de nada.

—Te tengo calado. ¿Me oyes? ¡Tengo escaneado tu culo de Jedi hasta el duodécimo decimal! Debí saber lo que preparabas en cuanto empezaste a meterte así con Kar. Lo estabas provocando para hacer que el enfrentamiento fuera más personal. Cuanto más lo insultaras, menos se preocuparía de meterse conmigo. Y seguiste pinchándole ¡hasta hacer que disfrutara tanto sacudiendo tu cuerpo de Jedi que prácticamente acabaría perdonándote porque dejaras marchar a los balawai!

Le dije que se equivocaba a medias.

—¿En qué mitad?

Depa respondió por mí

—En la parte de dejarse ganar por Kar.

Me conoce demasiado bien.

—¿Quieres decir que te venció realmente? —Nick no parecía poder creérselo—. ¿De verdad te venció realmente?

—Ahora compartimos un lazo en la Fuerza. Nick. ¿Sientes que me dejase vencer?

Él negó con la cabeza.

—Te siento como si fueras la piel de un tambor de smazzo.

—Tú mismo lo dijiste antes: Vastor es un hombre al que es difícil mentir. Si me hubiera contenido, él lo habría notado. Entonces, la paliza habría sido mucho peor, y bien podría haberme matado. Lo que hice fue elegir una pelea que sabia que yo no podría ganar.

—¿No podrías?

—Vastor es... muy poderoso. Tiene la mitad de mi edad y el doble de mi tamaño. El entrenamiento y la experiencia pueden compensar eso sólo hasta cierto punto. Y es feroz por naturaleza de un modo que ningún Jedi puede duplicar.

—¿Me estás diciendo que le retorciste así la nariz, sabiendo que iba a darte tal paliza que sangraría hasta tu familia?

—Es el punto de ruptura de Kar —murmuró Depa—. Lo viste desde el principio.

Yo asentí. Nick no estaba familiarizado con el término, así que negó con la cabeza cuando le describí un "punto de ruptura" como una debilidad crítica.

—Yo no vi nada débil.

Tras mirar de reojo el ceño pensativo de Depa cité a Yoda: "Ves, pero no ves".

—La gran fortaleza de Kar reside en su conexión instintiva con el pelekotan. La jungla vive en él, tanto como él en ella. Y como no dejo de decirte: hay reglas hasta en la jungla.

Le expliqué que la pelea entre Kar y yo era inevitable. Éramos dos machos alfa en la misma manada. Pude olerlo en él durante la batalla del campamento, la primera vez que nos vimos. La única esperanza que me quedaba de obtener un buen resultado era convertir el enfrentamiento en algo personal e inmediato.

Y sin armas.

Si la pelea no hubiera tenido lugar, los guardias akk y él podrían habernos matado a Nick y a mí por liberar a los prisioneros. Si él y yo nos hubiéramos enfrentado sable contra escudo, ahora mismo yo estaría muerto —aunque yo hubiera podido matarlo, los guardias y los perros me habrían hecho trizas— y también a Depa, de haber intentado salvarme. Apenas conseguimos sobrevivir al ataque de tres akk en el Circus Horrificus.

Contra una docena...

Bueno. No acabó pasando eso porque, tal y como estaba, dominado por sus instintos de macho alfa, yo sabía lo que Kar quería.

Quería que me sometiera.

Y tal y como sucede con los cazadores de otras manadas, una vez sometido su rival, sus instintos le indujeron a consentir que ese rival olisqueara pacíficamente en los márgenes de la manada, siempre y cuando yo no renovase mi desafío.

—¿Por eso le entregaste el sable láser? ¿Para que no se sintiera amenazado?

Negué con la cabeza, y por un momento me sentí tentado a sonreír.

—No, habría dejado que lo cortara.

—¿Le habrías dejado?

—¿Si así se hubiera sentido más seguro y hubiera dejado que me quedara?, por supuesto. Un sable láser puede repararse o reconstruirse. Pero admito que la idea de Depa fue un golpe de genio.

—Estoy un tanto orgullosa de mí por eso —comentó Depa, sonriéndome.

Nick volvió a manifestar su confusión, y yo lo expliqué.

—No puedo distinguir a Kar de la jungla que nos rodea ni siquiera empleando la Fuerza. Es tan parte de ella, y ella de él, que es prácticamente invisible. En cambio, mi sable láser...

—¡Ya lo entiendo! —jadeó Nick—. Mientras él lo lleve...

—Exacto —puedo sentirlo incluso ahora, sé cuál es su situación precisa respecto a mí sin pararme a pensar siquiera—. Es un cascabel que Depa se las ha arreglado para colocar en el collar de un felino de las lianas especialmente feroz.

—Caray. Digo, caray. Todo el mundo dice lo terribles que son los Jedi, pero esas historias no cuentan ni la mitad. Vuestros verdaderos poderes no tienen nada que ver con sables láser o con coger cosas con la mente... —Nick meneó la cabeza sin comprender—. No es natural... No hablo de recibir la paliza, sino lo de inclinarse así... y después pensar cosas como lo de dar a Kar el sable láser...

—Eso requiere cierto distanciamiento mental. Las respuestas suelen ser muy obvias cuando no hay emociones de por medio.

—Sigue sin ser natural. ¿Puedo deciros que los dos me producís escalofríos?

—Cuando yo era estudiante de Mace —musitó Depa—, él solía recordarme que no hay nada natural en ser un Jedi.

—Yo pensaba que os dejabais llevar por la situación y que usabais vuestros instintos y esas cosas...

—La diferencia estriba en los instintos en sí —dije yo—. Es posible que un usuario de la Fuerza sin entrenamiento alguno tenga tanto poder como el más grande de los Jedi. Como Kar. Pero sin el entrenamiento, acaba recurriendo a los instintos que le ha otorgado la naturaleza. Es otra de las paradojas básicas de los Jedi: los "instintos" que utilizamos no son nada instintivos, son el resultado de un entrenamiento tan intenso que reemplazan a los instintos naturales. Por eso los Jedi deben entrenarse desde una edad tan temprana. Para reemplazar los instintos naturales de territorialidad, egoísmo, ira, miedo y demás, por los "instintos" Jedi de servicio, serenidad, generosidad y compasión. El niño de más edad que se ha aceptado para ser entrenado tenía nueve años, y se debatió mucho esa cuestión. Un debate que, añado, se ha prolongado durante más de diez años.

"Ser Jedi es una disciplina impuesta a la naturaleza, al igual que toda civilización es, en su raíz, una disciplina que se impone a los impulsos naturales de los seres inteligentes.

"Porque la paz es un estado antinatural.

"La paz es producto de la civilización. El mito del salvaje pacífico es precisamente eso, un mito. Sin civilización, toda existencia es jungla. Busca a tu salvaje pacífico y quémale la cosecha, mata sus rebaños o échale de sus territorios de caza. Entonces descubrirás que no seguirá siendo pacifico durante mucho tiempo. ¿No es justamente eso lo que ha pasado aquí, en Haruun Kal?

"Los Jedi no luchan por la paz. Eso es sólo un eslogan, y es tan engañoso como cualquier otro. Los Jedi luchan por la civilización porque sólo la civilización crea la paz. Luchamos por la justicia porque la justicia es la piedra angular de toda civilización; una civilización injusta está edificada sobre arena. No sobrevivirá mucho tiempo a la tormenta.

"El poder de Kar nace del instinto natural, pero también está gobernado por el instinto de una forma que nunca lo estará un Jedi. Un solo Jedi que sucumba a sus ansias naturales de poder, respeto, éxito o venganza podría hacer un daño literalmente inimaginable.

—Mace —le interrumpió Depa en voz baja—, ¿seguimos hablando de Kar? ¿O hablas de Dooku?

¿O, me pregunté en silencio, era sobre ella...?

Suspiré y bajé la cabeza, consciente de pronto de lo agotado que estaba. Pero, aun así, acabé mi discurso, más por Depa que por Nick.

Y por mí.

—Nuestra única esperanza contra los seres dominados por sus instintos es controlar los nuestros de una forma completa y absoluta.

Other books

The Wild Boys by William S. Burroughs
Final Words by Teri Thackston
Basque History of the World by Mark Kurlansky
Love Disguised by Lisa Klein
Hieroglyph by Ed Finn
Revenge by Sam Crescent
Nevernight by Jay Kristoff
Reaper Inc. by Thomas Wright
And Then You Dye by Monica Ferris