Tarzán en el centro de la Tierra (3 page)

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Authors: Edgar Rice Burroughs

BOOK: Tarzán en el centro de la Tierra
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—¿Dónde está ese hombre? —preguntó Gridley.

—La misión del doctor von Harben está en el país de Urambi, a unas cuatro jornadas al oeste del sitio en que nos encontramos —señaló el hombre mono.

Aquella misma noche los dos hombres discutieron los planes del proyecto, pues Tarzán se hallaba ahora muy interesado, y al día siguiente se dirigieron hacia el país de Urambi y la misión del doctor von Harben, adonde llegaron al cuarto día de marcha, siendo recibidos por el doctor von Harben, su hijo Erich y la mujer de este último, la hermosa Favonia de Castrum Mare.

No es mi intención molestar a los lectores con el relato de los detalles de la organización y equipo de la expedición a Pellucidar, aunque los que se refieren a la búsqueda y descubrimiento de la mina conteniendo el singular metal que ahora se conoce como harbenita, son detalles llenos de aventura y emoción que dignamente podrían llenar un volumen por sí solos.

Mientras Tarzán y Erich von Harben ponían la mina en explotación y transportaban el metal hacia la costa, Jason Gridley estaba en Friedrichshaffen, negociando con los ingenieros de la compañía que había escogido para construir el dirigible en el que intentarían llegar al mundo interior.

Se hicieron pruebas exhaustivas con las muestras de harbenita llevadas a Friedrichshaffen por Jason Gridley. Se trazaron planos, y cuando llegó el envío del metal ya estaba todo dispuesto para empezar inmediatamente la construcción, lo cual se llevó a cabo en secreto. Seis meses después, cuando el O-220, como fue bautizado oficialmente, estuvo listo para despegar, todo el mundo creyó que se trataba de un nuevo tipo de dirigible destinado a prestar servicio en una de las numerosas rutas comerciales europeas. 

El gran dirigible en forma de puro que era el O-220, tenía 997 pies de longitud por 150 de diámetro. El interior del dirigible estaba dividido en seis grandes compartimentos estancos, tres de los cuales, que ocupaban toda la longitud de la nave, estaban situados por encima de la línea media del dirigible, y los otros tres, debajo. En el interior del casco y en ambos lados del dirigible, entre los compartimentos estancos donde se había hecho el vacío, había largos corredores en los que se encontraban los motores, bombas y aparatos, así como los depósitos de gasolina y de aceite.

La situación interna de la sala de máquinas se había hecho pensando en evitar en lo posible los riesgos del fuego, peligro siempre presente en los dirigibles que utilizan hidrógeno para elevarse. Igualmente toda la construcción del dirigible se había realizado a prueba del fuego, de modo que podía decirse que todas las partes del dirigible estaban compuestas de harbenita, excepto algunos utensilios y muebles de las cabinas, y los forros y soportes de los motores, generadores y hélices. 

Uniendo la parte de babor y la de estribor de la aeronave, había dos corredores transversales que a su vez se unían a aquellos en los que estaban situados las máquinas y el combustible, uno de ellos en la proa y el otro en la popa del dirigible; además, dividiendo en dos partes iguales a los dos corredores transversales, había dos tubos que iban desde el fondo hasta la parte más alta del dirigible.

La parte alta del tubo de la proa terminaba en una pequeña cabina de tiro y observación, y en toda la extensión superior del dirigible se encontraba un estrecho pasadizo, similar a una pequeña terraza, que iba desde la parte delantera de la aeronave hasta una torreta situada en la cola del aparato, en la que se había dispuesto todo para instalar una ametralladora.

La cabina principal, que se extendía a lo largo de la quilla, formaba parte del casco, y a causa de la construcción completamente rígida de todo el dirigible, lo que eliminaba la necesidad de haber construido otras cabinas bajo el casco, el O-220 iba equipado de un juego de aterrizaje formado por seis grandes ruedas, provistas de excelentes neumáticos, fijado bajo la cabina principal. En la popa de esta cabina de la quilla, iba instalado un pequeño aeroplano para realizar funciones de exploración, ajustado y dispuesto de tal modo, que podía ser bajado hasta el fondo del dirigible y lanzado al aire mientras el O-220 se hallaba en pleno vuelo.

Ocho motores de aire frío impulsaban otras tantas hélices, dispuestas por parejas a cada lado de la aeronave, e instaladas de tal forma que el aire expulsado por las delanteras no se mezclaba ni se confundía con el de las situadas más atrás.

Las máquinas, que desarrollaban una potencia de 5.600 caballos, podían conseguir que el dirigible alcanzase una velocidad de 105 millas por hora.

En el O-220, el tronco del eje central, que atravesaba toda la aeronave de un extremo a otro, consistía en un enorme tubo de harbenita del que irradiaban brazos más pequeños, semejantes a los radios de una rueda, hasta los cilindros tubulares, a los que estaban completamente soldadas unas placas de harbenita, que por el otro extremo también estaban soldadas al forro exterior del eje.

Gracias a la extrema ligereza de la harbenita el peso total de la aeronave era de unas 75 toneladas, mientras que los tanques o compartimentos estancos, al hacerse en ellos el vacío, podían elevar y sostener en el aire hasta 225 toneladas.

Para efectuar las maniobras del dirigible y facilitar el aterrizaje, cada uno de los tanques de vacío o compartimentos estancos iba equipado con una serie de ocho válvulas de aire que se manejaban desde el cuadro de mandos de la cabina principal de proa, en el extremo delantero de la quilla, mientras que seis bombas, tres en los corredores de estribor y tres en los de babor, estaban destinadas a expeler el aire de los tanques cuando era necesario hacer el vacío. Timones especiales y elevadores también eran maniobrados desde la cabina delantera, así como desde el corredor de babor en la popa para el caso de que el cuadro de mandos situado en la cabina del timón se averiase. 

En la enorme cabina principal de la quilla se hallaban situados los camarotes de los oficiales y la tripulación, los depósitos de armas, municiones y víveres, las cocinas, los depósitos de gasolina y aceite, así como los grandes tanques que contenían el agua. Estos últimos estaban construidos de tal forma, que su contenido podía ser vaciado instantáneamente en caso de peligro, mientras que una parte de los tanques de gasolina y del aceite también podía ser transportada inmediatamente al fondo del dirigible, desde donde podía ser arrojada en caso de peligro extremo, cuando se hiciera necesario y urgente reducir de modo instantáneo el peso de la carga.

Este era, en definitiva, el enorme dirigible en el que Jason Gridley y Tarzán de los Monos esperaban descubrir la entrada del Polo Norte que conducía al mundo interior, para rescatar a David Innes, el emperador de Pellucidar, de las mazmorras de Korsar.

Capítulo II
Pellucidar

P
oco antes del amanecer de un día claro de Junio, el O-220 salió lentamente del hangar por sus propios medios. Completamente equipado y cargado, se hallaba preparado para realizar su primer vuelo de prueba en condiciones idénticas a las que tendría que enfrentarse cuando partiese para su largo viaje. Los tres tanques de vacío inferiores iban aún llenos de aire, y como el dirigible llevaba, además, una gran carga de agua como lastre, suficiente para mantener su equilibrio, cuando avanzó sobre el césped del aeródromo lo hizo con total seguridad, dejándose dirigir y maniobrar con la misma facilidad que un automóvil.

 Una vez fuera del hangar, las bombas expulsaron el aire de los tres tanques, luego se descargó poco a poco el lastre del agua e inmediatamente el inmenso dirigible comenzó a elevarse lenta y majestuosamente en el espacio.

Toda la tripulación que iba a bordo durante aquel viaje de prueba era la misma que se había escogido para la expedición. Zuppner, que era quien había sido designado como capitán, también era el que se había encargado de la construcción del dirigible, y el que había diseñado en gran parte los planos y dibujos. Además había dos pilotos, Dorf y von Horst, que anteriormente habían sido oficiales en la aviación del Imperio, al igual que el piloto navegante, el teniente Hines. Por último, iban a bordo doce ingenieros, ocho mecánicos, un cocinero negro y dos muchachos filipinos para el servicio de las cabinas.

Tarzán era el comandante en jefe de la expedición y llevaba como segundo a Jason Gridley, mientras que las fuerzas del dirigible consistían en Muviro y nueve de sus guerreros waziris.

Cuando el dirigible comenzó a elevarse graciosamente sobre la ciudad, Zuppner, que iba en el cuadro de mandos, apenas pudo contener su entusiasmo.

—¡No he visto en mi vida una cosa más dulce y suave! —exclamó—. ¡Responde al más ligero movimiento de mis manos!

—No me extraña —contestó el teniente Hines—. Estaba seguro de que sería así. Por eso insisto en que llevamos el doble de la tripulación necesaria para manejar el dirigible.

—Ya lo sé, teniente —dijo entonces Tarzán, sonriendo—, pero no crea que mi insistencia para que lleváramos a bordo una tripulación excesiva obedecía a mi falta de confianza en la nave; piense que viajaremos a un mundo misterioso y extraño. Quizá nuestra ausencia dure mucho tiempo. Si conseguimos llegar a nuestro destino, seguramente tendremos que luchar, como ya he dicho repetidamente a todos los hombres que vienen con nosotros, de modo que, si bien es verdad que ahora sobra la mitad de la gente, en el viaje de regreso tal vez nos falten hombres porque no todos volveremos.

—Quizá tenga razón —concedió Hines—. Pero la verdad es que al manejar con tanta facilidad y suavidad la nave, y contemplando esta escena de paz bajo nuestros pies, el peligro y la muerte parecen muy lejanos.

—Y espero que lo estén en realidad —repuso Tarzán—. Como también espero que todos los hombres que vienen a bordo vuelvan con nosotros cuando regresemos; pero es preciso estar preparados contra cualquier posibilidad, y a tal fin Gridley y yo hemos estado estudiando algo de navegación, y quisiéramos que usted nos diera algunas lecciones practicas antes de llegar a nuestro destino.

Zuppner sonrió.

—¡Querido Hines, parece que está usted condenado! —comentó.

El teniente esbozó una sonrisa.

—¡Estoy dispuesto a enseñarles cuanto sé! —dijo— ¡Pero apuesto la mejor comida que pueda servirse en Berlín, a que si este dirigible vuelve a Alemania yo continuaré siendo su piloto navegante!

—¡ Eso es echar la suerte a cara o cruz! —comentó sonriendo Gridley.

—Volviendo al tema que nos preocupa de este viaje —siguió diciendo Tarzán—, les voy a rogar que permitan que mis guerreros waziris ayuden a los mecánicos de a bordo. Los negros son gente inteligente que aprende pronto las cosas, y, si ocurriera alguna desgracia, siempre tendríamos a bordo hombres aptos y capaces de manejar las máquinas.

—Tiene razón —contestó Zuppner—. Me ocuparé de ello.

El majestuoso dirigible volaba firme y con seguridad hacia el norte. Ravensburgo quedó atrás, y media hora más tarde apareció bajo la aeronave la cinta gris del Danubio. El entusiasmo de Zuppner aumentaba a cada momento. 

—Tenía plena confianza en el éxito del vuelo de prueba —exclamó—, pero les juro que jamás pude soñar con una perfección semejante. Este dirigible marca una nueva era en la aeronáutica, y estoy convencido de que mucho antes de que cubramos las cuatrocientas millas que nos separan de Hamburgo, todos estaremos completamente convencidos de los méritos y de la inmensa valía de nuestra nave.

—El vuelo de prueba consistía en llegar hasta Hamburgo y después regresar a Friedrichshaffen —comentó Tarzán—, ¿pero por qué vamos a volver de Hamburgo?

Todos le miraron ansiosamente al oír su pregunta, y Gridley fue el primero en contestar.

—¡Es cierto! ¿Por qué hemos de volver desde Hamburgo?

Zuppner se encogió de hombros.

—La verdad es que vamos completamente equipados y aprovisionados —murmuró.

—Entonces, ¿por qué vamos a recorrer ochocientas millas volviendo a Friedrichshaffen? —preguntó Hines.

—Si todos están de acuerdo podemos continuar hacia el norte —dijo Tarzán.

Y así fue como el vuelo de prueba del O-220 se convirtió en el inicio definitivo hacia su viaje en dirección al interior de la Tierra; de ese modo la partida quedó en secreto, como todos habían deseado.

El plan había sido seguir el meridiano 10 Este de Greenwich, siguiendo en línea recta hasta el Polo Norte, pero, para evitar exhibiciones innecesarias, se hicieron pequeños rodeos y el dirigible pasó al oeste de Hamburgo, lanzado luego, ya por encima del Mar del Norte, en dirección a las heladas regiones polares.

Volando a una velocidad media de unas 75 millas por hora, el O-220 llegó a las cercanías del Polo Norte alrededor de la media noche del segundo día. La emoción embargó a todos cuando Hines anunció que en ese momento debían estar sobrevolando precisamente por encima del mismo polo.

A sugerencia de Tarzán, el dirigible descendió hasta unos pocos centenares de pies del suelo, trazando lentos círculos sobre aquella inmensa y quebrada llanura de hielo y nieve.

—Reconoceremos el Polo por la bandera italiana —comentó riendo el capitán Zuppner.

Pero la verdad era que, si en efecto en aquella llanura helada quedaba algún vestigio del paso de la expedición Norge, todo había quedado cubierto bajo muchas capas de nieve.

El dirigible trazó un nuevo círculo por encima la desolada llanura de hielo antes de reemprender su rumbo, ahora hacia el sur, siguiendo el meridiano 170 Este.

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