Read Tarzán en el centro de la Tierra Online
Authors: Edgar Rice Burroughs
Primero presentó a Jana, y luego, volviéndose hacia Thoar, añadió:
—¡Este, teniente Dorf, es Thoar, el hermano de la bella Flor Roja de Zoram!
Al oír aquellas palabras, Jason Gridley experimentó algo parecido a un fuerte golpe en el pecho, un golpe doloroso. Se alegró de que, en aquel momento, no hubiera nadie mirándole, y se rehizo en un instante, pero interiormente quedó aplastado, como un hombre al que acabaran de infligir una herida moral. ¡Todos sus compañeros habían estado enterados de aquello, y ninguno había sido capaz de decírselo! Sintió una enorme cólera contra todos ellos, hasta que fue capaz de pensar que quizá todos sus camaradas creían que él también lo sabía. Pero a Jana, en cualquier caso, no podía perdonarla. Sin embargo, ¿qué más daba? Estaba seguro de que, hermana o compañera de Thoar, la Flor Roja de Zoram no sería nunca para él. ¡Demasiado claro se lo había hecho ver a Jason la actitud de la muchacha, diciéndoselo con más elocuencia que si hubiera empleado cualquier tipo de palabras!
Cuando el dirigible reanudó su vuelo, los oficiales, reunidos en el gran salón, se contaron interminablemente sus aventuras y discutieron, también interminablemente, sus planes para el futuro. Bajo ellos, sobre la azul superficie del mar, navegaba con su mismo rumbo la flota de Ja. Sólo la ausencia de von Horst ponía una nota de tristeza en la feliz reunión de los oficiales del O-220.
Cuando al fin la distante costa del país de Korsar apareció en lontananza, Ja fue subido a bordo del dirigible y se discutieron los planes para el rescate de David. Después, el mezop volvió a bajar a su nave, siendo entonces subidos al dirigible Lajo y sus dos camaradas korsars.
Los tres prisioneros experimentaron una terrible emoción y un gran temor cuando Jason y Tarzán les guiaron a través del dirigible. Los dos amigos explicaron a los korsars, después de mostrárselo detenidamente, todo el armamento de la aeronave, insistiendo, sobre todo, en el terrible poder destructor de las bombas que llevaban a bordo.
—Una sola de esta bombas —explicó Jason a Lajo—, podría reducir a polvo, volándolo por los aires, el mismísimo palacio del Cid, y podéis observar que llevamos a bordo varias de ellas. ¡Si quisiéramos, sería fácil destruir vuestra ciudad y todas vuestras naves en muy poco tiempo!
Mientras la flota de Ja quedaba todavía a considerable distancia de la costa, el dirigible se adelantó velozmente hacia la ciudad de Korsar, pues el plan trazado para la liberación del emperador, si tenía éxito, podía lograr el rescate de David Innes sin llevar a cabo ningún derramamiento de sangre. Este era el objetivo primordial, ya que de producirse el ataque a la ciudad, tanto si se producía por mar como por aire, la vida del emperador podía correr un elevado riesgo, sin contar con que el espíritu de venganza del Cid podía tomar represalias contra David, o incluso asesinarlo, antes de que cayera en manos de sus amigos.
A medida que el dirigible volaba silenciosamente sobre la ciudad de Korsar, calles, plazas y patios se fueron llenando de gente, que miraban hacia lo alto con gestos de temor y de asombro.
El dirigible se detuvo a tres mil pies sobre la ciudad, y entonces Tarzán mandó llamar a los tres korsars que llevaban a bordo.
—Como ya sabéis —les dijo—, si quisiéramos podríamos destruir vuestra ciudad en muy poco tiempo. Habéis visto la gran flota que viene detrás de nosotros a rescatar al emperador de Pellucidar. También sabéis que cada uno de los guerreros que viajan a bordo de esas naves va armado con una poderosa arma, mucho mejor y más eficaz que las vuestras. Incluso es posible que únicamente con sus lanzas, cuchillos y flechas pudieran apoderarse de vuestra ciudad sin necesidad de utilizar sus rifles, sin contar, además, que en cada una de esas naves va montado un cañón. En definitiva, sólo la flota podría tomar la ciudad de Korsar; pero es que, además, está el dirigible, y vuestras armas nunca conseguirían hacer blanco en esta nave aérea, mientras que ella se pasearía tranquilamente por encima de Korsar, reduciéndola a polvo con sus bombas. En consecuencia, creo que podríamos apoderarnos fácilmente de Korsar, ¿no es así?
—Sí, lo conseguiríais fácilmente —contestó Lajo.
—De acuerdo —siguió diciendo Tarzán—. En ese caso, voy a enviarte a vuestra ciudad con un mensaje para el Cid. ¿Prometes contarle la verdad de lo que has visto?
—Lo prometo —contestó Lajo.
—Bien; el mensaje es muy corto —prosiguió Tarzán—. Sencillamente le dirás, que hemos venido a efectuar el rescate del emperador de Pellucidar, y le explicarás los medios de que disponemos para reforzar y hacer realidad nuestras pretensiones. También le dirás que si consiente en enviar al emperador a bordo de una de nuestras naves, sano y salvo, estamos dispuestos a regresar a Sari sin realizar un solo disparo. ¿Lo has comprendido?
—Sí, está bastante claro —contestó Lajo.
—Perfectamente —dijo Tarzán, que a continuación se volvió hacia el teniente Dorf—. ¿Quiere darle eso, teniente?
Dorf se acercó a Lajo, llevando un paquete en la mano.
—Póngase esto —le dijo.
—¿Qué es? —preguntó Lajo.
—Lo llamamos paracaídas —contestó Dorf.
—¿Y qué es un paracaídas? —insistió Lajo.
—Verá usted. Mire, pase los brazos por aquí, así, eso es...
Un momento después, el paracaídas había sido ajustado al cuerpo de Lajo. Entonces intervino Jason.
—Vamos a conferirte un gran honor, Lajo —dijo—. Vas a efectuar el primer salto en paracaídas que se ha visto alguna vez en Pellucidar.
—¡No entiendo lo que quieres decir! —murmuró Lajo aturdido.
—Ahora lo comprenderás, amigo mío —repuso Jason—. Vas a llevar el mensaje de Lord Greystoke al Cid.
—¡Pero será preciso que el dirigible descienda cerca de tierra, para que pueda bajar! —dijo Lajo.
—Al contrario, amigo mío —contestó Jason—. El dirigible no va a moverse en absoluto de donde se encuentra en este momento. Vas a ser tú el que se arroje al espacio.
—¿Cómo? —exclamó Lajo vivamente—. ¿Acaso pensáis matarme?
—¡No, hombre, no! —exclamó Jason riendo—. Escucha con atención lo que voy a decirte, y verás como llegas a tierra sano y salvo. Ya has visto a bordo de este dirigible muchas maravillas, de modo que no debes extrañarte de esta otra que ahora voy a mostrarte, y que es producto de la civilización del mundo exterior. Esto no te va a hacer daño alguno. Todo lo contrario, te garantizo que será una experiencia que te agradará enormemente. Mira esta anilla: ¡cógela con la mano derecha! ¡Eso es! Cuando saltes del dirigible, tira de ella con fuerza, y verás como flotas en el aire e iras descendiendo suavemente hasta el suelo, con la ligereza de una pluma.
—¡Me mataré! —dijo el salvaje desolado.
—No pensé que fueras un cobarde —objetó Jason—. Quizá alguno de tus compañeros se sienta más valiente que tú, y esté dispuesto a hacer la prueba. ¡Te digo que no pasará nada!
—Está bien —aceptó Lajo—. No soy ningún cobarde. Me arrojaré.
—Dile al Cid —señaló entonces Tarzán—, que si dentro un rato no vemos a uno de sus barcos dirigiéndose al encuentro de la flota, empezaremos a bombardear la ciudad.
El teniente Dorf condujo a Lajo junto a una de las puertas del dirigible, situada en uno de los costados de la cabina, y la abrió. El salvaje todavía vacilaba.
—¡No se olvide de tirar de esa anilla! —le recordó el teniente; y en el mismo instante, empujó violentamente al korsar, precipitándole de cabeza al vacío.
A los pocos segundos, todo el mundo pudo observar desde el dirigible como el paracaídas se abría en el aire, como una inmensa flor blanca. El mensaje de Tarzán sería comunicado enseguida al Cid.
Lo que ocurrió en la ciudad no pudo saberse nunca a bordo de la aeronave, pero, en breve, todos pudieron observar a una gran multitud que, saliendo del palacio del Cid, se dirigía hacia el río, en el que se encontraban ancladas numerosas naves. De inmediato, una de ellas zarpó, empezando a navegar río abajo, en dirección al mar, yendo a toda vela al encuentro de la flota de Sari.
El dirigible siguió a aquel navío que se hacía a la mar, y poco después, el barco de Ja de Anoroc se acercaba al encuentro de la nave que llegaba. De ese modo, el emperador de Pellucidar, David Innes, fue rescatado y devuelto a su pueblo.
Cuando el buque korsar hubo regresado a tierra, el dirigible descendió hasta casi rozar la nave capitana, y entonces se intercambiaron cariñosos saludos entre David y sus libertadores, hombres de otro mundo a los que nunca había visto.
El emperador estaba medio muerto de hambre, muy delgado y débil a causa de las privaciones sufridas, pero por fortuna no le habían hecho daño alguno. Así es que a bordo de las naves reinó un inmenso júbilo cuando la flota de Sari empezó a surcar el Korsar Az, en busca de sus tierras nativas.
Tarzán temía que, si acompañaban con el dirigible a la flota hasta Sari, se les acabara el combustible, y luego no pudieran regresar al mundo exterior. Por tanto, sólo acompañarían a la flota el tiempo preciso para que David les diera instrucciones exactas acerca del punto en el que se encontraba la abertura polar.
—Pero antes hemos de hacer otra cosa —señaló Jason a Tarzán—. Es necesario llevar a Jana y a Thoar hasta Zoram.
—Cierto —contestó el hombre mono—, y también tenemos que bajar a tierra a estos korsars que vienen con nosotros, cerca de su ciudad natal. Ya había pensado en ello, y nos sobrará combustible para llevarlo a cabo.
—No obstante, tengo que comunicarte que no voy a volver con vosotros —dijo entonces Jason—. Por eso quisiera que me dejarais bajar a bordo del barco de Ja.
—¿Qué? —preguntó Tarzán con inmensa sorpresa—. ¿Vas a quedarte aquí?
—Esta expedición fue organizada a instancias mías —contestó Jason—. Por tanto, me siento responsable de la vida de todos y cada uno de los que me acompañaron a Pellucidar, y no pienso regresar a nuestro mundo mientras la desaparición de von Horst siga siendo un misterio.
—¿Pero cómo vas a encontrar a von Horst si viajas hasta Sari con la flota? —preguntó Tarzán.
—Pediré a David Innes que organice una expedición para buscarle —contestó Gridley—, y ya que esa expedición estará formada por pellucidaros, tendré muchas más posibilidades de encontrarle, que si lo hiciera desde el dirigible.
—Entonces, no me queda más remedio que estar de acuerdo contigo —dijo Tarzán—. Así que, si verdaderamente estás convencido de llevar a cabo tu proyecto, haré que te desciendan inmediatamente a bordo del navío de Ja.
Mientras el dirigible empezaba a descender, haciendo señales a la nave capitana para que se detuviera, Jason estuvo haciendo inventario de lo que le iba a hacer falta llevar con él, incluyendo rifles, revólveres y gran cantidad de municiones. Todo el equipo fue bajado en primer lugar al navío de Ja, mientras Jason procedía a despedirse de sus compañeros de expedición.
—¡Adiós Jana! —dijo Jason, después de haber estrechado la mano de los demás.
La muchacha, en vez de contestarle, se volvió hacia su hermano.
—¡Adiós Thoar! —dijo.
—¿Adiós? —repitió Thoar—. ¿Qué quieres decir?
—¡Que me voy a Sari con el hombre al que amo! —contestó la Flor Roja de Zoram.
Tarzán, el personaje más célebre de los creados por Burroughs, llega a Pellucidar en esta cuarta entrega de la serie. Está práctica, denominada "cross-over" (es decir, la aparición de un personaje de una novela en otra, más o menos relacionada) es bastante habitual en otros medios como la televisión o el cómic, pero no resulta tan frecuente en la producción literaria.
Muestra, por un lado, el concepto que Burroughs tenía de todas sus series como parte de un continuo único y, por otro, su evidente olfato comercial, al traer a su personaje más exitoso para revitalizar las ventas de Pellucidar.
Tarzán ha aparecido en todo tipo de medios. De ellos, quizá aquel en el que haya menos documentación sea la televisión. Aprovechamos esta introducción para cubrir este hueco con datos que esperamos sean útiles para los aficionados a los universos de Burroughs.
La primera aparición de Tarzán en televisión fue en el telefilm Tarzán the Fearless (1964), protagonizado por Buster Crabbe, pero la primera serie de televisión dedicada a Tarzán data de Septiembre de 1966. Duró un total de 57 episodios, hasta su cancelación en abril de 1968. Estaba protagonizada por Ron Ely y en España fue emitida en su tiempo, con éxito relativo. En ella, Tarzán (Lord Greystoke), bien educado y totalmente civilizado, regresa a la jungla y, asistido por Cheetah y un huérfano llamado Jai (Manuel Padilla, jr) se enfrenta a diversos malvados en la jungla.
Ron Ely también protagonizó cuatro películas de Tarzán para la gran pantalla: Tarzan's Jungle Rebellion (1965), Tarzan and the Perils of Charity Jones (1967), Tarzan and the Four O'Clock Army (1968) y Tarzan's Deadly Silence (1970).
En 1976, Tarzán regresó a las pantallas (al menos, a las estadounidenses), como una serie de dibujos animados, titulada "Tarzan, Lord of the Jungle" (36 episodios), producida por Filmation. En el original, la voz de Tarzán provenía de Robert Ridgely. Esta serie es recordada por los amantes de la animación por su uso de una innovadora técnica denominada "rotoscopia". Y en España es famosa, entre otras cosas, por la música de los títulos ("¡Ooooh, Tarzán, Tarzán!").
En 1978, hubo una segunda serie de animación, digna de olvido, todo sea dicho, llamada "Tarzán and the Super 7". Estos "Super 7" erán diversos superhéroes (Batman, Aladino, Shazam...) que se enfrentaban a todo tipo de malvados. En 1980, se produjo "The Tarzan / Lone Ranger Adventure Hour", serie de animación de corta vida en la que se alternaban episodios de Tarzán de los monos y del Llanero Solitario, a los que posteriormente se uniría el Zorro.