Read The Unknown University Online
Authors: Roberto Bolaño
Tags: #Poetry, #General, #Caribbean & Latin American
To get close to the stranger you’ve got to stop being
the invisible man.
She says, with all her actions, that the only mystery is the
coming confession.
Is the invisible man’s mouth getting closer to the mirror?
Get me out of this text, I’ll want to say, show me things clear and
simple, clear and simple screams, fear, death, her Atlantis moment eating dinner
with family.
El otoño en Gerona: la Escuela de Bellas Artes, la plaza
de los cines, el índice de desempleo en Cataluña, tres meses de permiso para residir
en España, los peces en el Oñar (¿carpas?), la invisibilidad, el autor que contempla
las luces de la ciudad y por encima de éstas una franja de humo gris sobre la noche
azul metálico y al fondo las siluetas de las montañas.
Palabras de un amigo refiriéndose a su compañera con la cual vive
desde hace siete años: «es mi patrona».
No tiene sentido escribir poesía, los viejos hablan de una nueva
guerra y a veces vuelve el sueño recurrente: autor escribiendo en habitación en
penumbras; a lo lejos, rumor de pandillas rivales luchando por un supermercado;
hileras de automóviles que nunca volverán a rodar.
La desconocida, pese a todo, me sonríe, aparta los otoños y se sienta
a mi lado.
Cuando espero gritos o una escena, sólo pregunta por qué me pongo
así.
¿Por qué me
pongo
así?
La pantalla se vuelve blanca como un complot.
Autumn in Gerona: the School of Fine Arts, the plaza by
the cinema, the unemployment rate in Catalonia, three months’ permission to live in
Spain, the fish in the Oñar (carp?), invisibility, the author contemplating the city
lights and above them a strip of gray smoke over the metallic blue night, and in the
background the silhouette of mountains.
A friend’s words describing the girl he’s lived with for seven years:
“she’s the boss.”
It makes no sense to write poetry, old men speak of a new war and
sometimes the recurrent dream comes back: author writing in dim-lit room; faraway
buzz of rival gangs fighting for a supermarket; rows of cars that will never run
again.
The stranger, in spite of everything, smiles at me, she pushes aside
the autumns and sits beside me.
While I expect screaming or a scene, she just asks
why I’m acting like this.
Why am I
acting
like this?
The screen goes blank like a conspiracy.
El autor suspende su trabajo en el cuarto oscuro, los
muchachos dejan de luchar, los faros de los coches se iluminan como tocados por un
incendio.
En la pantalla sólo veo unos labios que deletrean su momento
Atlántida.
The author sets aside his work in the dark room, the
boys stop fighting, the car headlights come on as if sparked by fire.
On the screen
I see only some lips spelling out their Atlantis moment.
La muerte también tiene unos sistemas de claridad.
No
me sirve (lo siento por mí, pero no me sirve) el amor tentacular y solar de John
Varley, por ejemplo, si esa mirada lúcida que
abraza
una situación no puede
ser otra mirada lúcida enfrentada con otra situación, etc.
Y aun si así fuera, la
caída libre que eso supondría tampoco me serviría para lo que de verdad deseo: el
espacio que media entre la desconocida y yo, aquello que puedo mal nombrar como
otoño de Gerona, las cintas vacías que nos separan pese a todos los riesgos.
El instante prístino que es el pasaporte de R.
B.
en octubre de 1981,
que lo acredita como chileno con permiso para residir en España, sin trabajar,
durante otros tres meses.
¡El vacío donde ni siquiera cabe la náusea!
Death, too, has some systems of clarity.
It does me no
good (too bad for me, but it does me no good).
The solar and tentacular love of John
Varley, for example, does me no good if that lucid gaze that
embraces
a
situation can’t be another lucid gaze when confronted with another situation, etc.
And even if it were like that, the free fall it would entail wouldn’t do me any good
either in getting what I truly desire: the space that comes between the stranger and
me, that thing I can imperfectly call autumn in Gerona, the blank tapes that
separate us in spite of all the risks.
The pristine moment that is R.B.’s passport in October 1981, which
says he’s a Chilean with permission to live in Spain, without working, for three
more months.
A void where there’s not even space for nausea!
Así, no es de extrañar la profusión de carteles en el
cuarto del autor.
Círculos, cubos, cilindros rápidamente fragmentados nos dan una
idea de su rostro cuando la luz lo empuja; aquello que es su carencia de dinero se
transforma en desesperación del amor; cualquier gesto con las manos se transforma en
piedad.
Su rostro, fragmentado alrededor de él, aparece sometido a su ojo que
lo reordena, el caleidoscopio ideal.
(O sea: la desesperación del amor, la piedad,
etc.)
So, it’s hardly surprising that there’s an abundance of
posters in the author’s room.
Quick fragments of circles, cubes, cylinders, give us
an impression of his face when the light presses him; his lack of money morphs into
love’s desperation; any gesture of his hands morphs into a plea.
His face, in fragments around him, materializes at the mercy of his
eye which reorganizes it, the ideal kaleidoscope.
(That is: love’s desperation,
pleading, etc.)
Mañana de domingo
.
La Rambla está vacía, sólo
hay algunos viejos sentados en las bancas leyendo el periódico.
Por el otro extremo
las siluetas de dos policías inician el recorrido.
Llega Isabel: levanto la vista del periódico y la observo.
Sonríe,
tiene el pelo rojo.
A su lado hay un tipo de pelo corto y barba de cuatro días.
Me
dice que va a abrir un bar, un lugar barato adonde podrán ir sus amigos.
«Estás
invitado a la inauguración.» En el periódico hay una entrevista a un famoso pintor
catalán.
«¿Qué se siente al estar en las principales galerías del mundo a los 33
años?» Una gran sonrisa roja.
A un lado del texto, dos fotos del pintor con sus
cuadros.
«Trabajo 12 horas al día, es un horario que yo mismo me he impuesto.» Junto
a mí, en la misma banca, un viejo con otro periódico empieza a removerse; realidad
objetiva, susurra mi cabeza.
Isabel y el futuro propietario se despiden, intentarán
ir, me dicen, a una fiesta en un pueblo vecino.
Por el otro extremo las siluetas de
los policías se han agrandado y ya casi están sobre mí.
Cierro los ojos.
Mañana de domingo
.
Hoy, igual que ayer por la noche y que
anteayer, he llamado por teléfono a una amiga de Barcelona.
Nadie contestó.
Imagino
por unos segundos el teléfono sonando en su casa donde no hay nadie, igual que ayer
y anteayer, y luego abro los ojos y observo el surco donde se ponen las monedas y no
veo ninguna moneda.
Sunday morning
.
The Rambla is deserted, just a
few old guys sitting on benches reading the paper.
At the far end, the silhouettes
of two cops begin their rounds.
Isabel arrives: I raise my head from the newspaper and stare at her.
She smiles, her hair is red.
Beside her, a guy with short hair and a four-day-old
beard.
He tells me he’s going to open a bar, a cheap place where his friends can go.
“You’re invited to the opening.”
In the newspaper there’s an interview with a famous
Catalan painter.
“What do you think about being in the world’s best galleries at
only 33?”
A big blushing smile.
Beside the text, two photos of the painter with his
pieces.
“I work 12 hours a day.
It’s a schedule I’ve imposed upon myself.”
Next to
me, on the same bench, an old guy with a different paper begins to stir; objective
reality, my head whispers.
Isabel and the future proprietor say goodbye, they’re
trying, they tell me, to get to a party in a neighboring town.
At the far end of the
street, the silhouettes of the cops have grown bigger and they’re already almost on
top of me.
I close my eyes.
Sunday morning
.
Today, same as last night and the day before,
I called a friend from Barcelona.
No one answered.
I imagine for a few seconds the
phone ringing in her house where there’s no one, same as yesterday and the day
before, and then I open my eyes and stare at the coin slot and don’t see any
coins.
El desaliento y la angustia consumen mi corazón.
Aborrezco la aparición
del día, que me invita a una vida, cuya verdad y significación es dudosa para mí.
Paso las noches agitado por continuas pesadillas.
FICHTE
En efecto, el desaliento, la
angustia, etc.
El personaje pálido aguardando ¿en la salida de un cine?, ¿de un campo
deportivo?, la aparición del hoyo inmaculado.
(Desde esta perspectiva otoñal su
sistema nervioso pareciera estar insertado en una película de propaganda de
guerra.)
Dejection and angst consume my heart.
I curse the arrival of day, which
calls me to a life whose truth and significance are doubtful to me.
I spend my
nights plagued by continuous nightmares.
FICHTE
Indeed, dejection, angst,
etc.
The pale protagonist waiting, at the exit of a theatre?
of a sports
field?
the arrival of the immaculate grave.
(From this autumnal perspective his
nervous system may seem spliced into a war propaganda film.)
Me lavo los dientes, la cara, los brazos, el cuello,
las orejas.
Todos los días bajo al correo.
Todos los días me masturbo.
Dedico gran
parte de la mañana a preparar la comida del resto del día.
Me paso las horas muertas
sentado, hojeando revistas.
Intento, en las repetidas ocasiones del café,
convencerme de que estoy enamorado, pero la falta de dulzura —de una dulzura
determinada
— me indica lo contrario.
A veces pienso que estoy
viviendo en otra parte.
Después de comer me duermo con la cabeza sobre la mesa, sentado.
Sueño
lo siguiente: Giorgio Fox, personaje de un cómic, crítico de arte de 17 años, cena
en un restaurante del nivel 30, en Roma.
Eso es todo.
Al despertar pienso que la
luminosidad del arte asumido y reconocido en plena juventud es algo que de una
manera absoluta se ha alejado de mí.
Cierto, estuve dentro del paraíso, como
observador o como náufrago, allí donde el paraíso tenía la forma del laberinto, pero
jamás como ejecutante.
Ahora, a los 28, el paraíso se ha alejado de mí y lo único
que me es dable ver es el primer plano de un joven con todos sus atributos: fama,
dinero, es decir capacidad para hablar por sí mismo, moverse, querer.
Y el trazo con
que está dibujado Giorgio Fox es de una amabilidad y dureza que mi cara (mi cara
fotográfica) jamás podrá imitar.
I brush my teeth, wash my face, arms, neck, ears.
Every
day I go down to the post office.
Every day I masturbate.
I devote a large part of
the morning to cooking food for the rest of the day.
I kill time sitting, flipping
through magazines.
I try, over repeated cups of coffee, to convince myself that I’m
in love, but the lack of tenderness — of a certain
kind
of tenderness
— suggests the contrary.
Sometimes I think I’m living somewhere else.
After eating I fall asleep at the table, sitting.
I dream the
following: Giorgio Fox, a comic book character, 17-year-old art critic, dines at a
30th floor restaurant in Rome.
That’s it.
When I wake up I think that the brilliance
of art undertaken and recognized in the prime of youth is something that has
absolutely drifted away from me.
Sure, I was in paradise, as an observer or a
castaway — there where paradise had the form of a labyrinth — but never as a
performer.
Now, at 28, paradise has drifted away and the only thing I can see is a
close up of a young man with all his attributes: fame, money, in other words the
ability to speak for himself, to move, to want.
And the line with which Giorgio Fox
is drawn has a friendliness and strength that my face (my photographic face) will
never be able to imitate.