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Authors: Lincoln Child

Tags: #Aventuras, Intriga

Tormenta (15 page)

BOOK: Tormenta
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19

Crane se apartó del ocular de goma negra, parpadeo y se frotó la cara con las manos. Después miró el laboratorio, mientras se le acostumbraba la vista. Las imágenes se definieron poco a poco: un técnico médico trabajando al otro lado en un valorador, otro introduciendo datos en un ordenador… Y justo al otro lado de la mesa, Michelle Bishop, que también usaba un visor portátil. Levantó la cabeza mientras Crane la observaba; sus miradas coincidieron.

—Parece tan cansado como me siento yo.

Crane asintió. Era verdad, se caía de cansancio. Llevaba veinte horas trabajando, primero en una operación de microcirugía angustiosa y agotadora para coser los dedos cortados de Conrad y después en el seguimiento de la hipótesis de la intoxicación por metales pesados, que parecía interminable.

Al cansancio se añadía la decepción de ver que de momento no se detectaban rastros significativos de metales pesados entre el personal de Deep Storm. El examen de las muestras de pelo y orina, entre otras, no había dado resultados. Crane y Bishop estaban estudiando las imágenes del espectrómetro de fluorescencia de rayos X de dispersión de energía, pero los resultados seguían brillando por su ausencia. Las zonas públicas del Complejo también estaban limpias.

Suspiró profundamente. Con lo convencido que había estado de que era la respuesta… Todavía podía serlo, claro, pero cada test negativo reducía las posibilidades. Otra decepción era la criba de datos de Jane Rand, tan estéril como todo lo demás.

—Necesita un descanso —dijo Bishop—, no se nos vaya a convertir en paciente…

Crane se desperezo con otro suspiro.

—Supongo que tiene razón.

La tenia, si. Pronto sus ojos estarían demasiado cansados para interpretar correctamente las imágenes. Se levantó, se despidió de Bishop y del resto del equipo y salió del centro médico.

Para el, la mayor parte del Complejo seguía siendo terreno desconocido, pero conocía suficientemente bien el camino del centro médico a su habitación para recorrerlo maquinalmente. Primero hasta Times Square, luego a la izquierda, pasando por la biblioteca y el teatro, luego al piso de arriba con el ascensor, otra vez a la izquierda y dos giros seguidos a la derecha. Bostezo al abrir la puerta del camarote con su tarjeta. Ya no pensaba con claridad. Seis horas de sueno pondrían el problema en perspectiva, y quizá le brindarían la respuesta que se le escapaba.

Entro con otro bostezo y dejó el portátil sobre la mesa. Al volverse se quedó de piedra.

Howard Asher estaba sentado en el sillón de las visitas, junto a un desconocido con bata de laboratorio.

La sorpresa hizo fruncir el entrecejo a Crane.

—Que están…?

Asher le hizo callar con un movimiento brusco de la mano derecha. Después hizo un gesto con la cabeza al hombre de la bata. Crane vio que el desconocido cerraba con llave la puerta principal, y la del cuarto de baño.

Asher carraspeo un poco. Crane apenas le había visto desde el partido de squash. Tenía cara de cansancio y dolor, así como un brillo de angustia en los ojos, como si se hubiera enfrentado a sus demonios.

—¿Como esta el brazo? —preguntó Crane.

—Ayer y hoy me ha dolido bastante —reconoció Asher.

—No baje la guardia. La insuficiencia vascular puede degenerar en una ulcera, y hasta en gangrena, si se da un deterioro de la función nerviosa. Debería dejarme que…

Asher le interrumpió con otro gesto.

—No hay tiempo. Tenemos que hablar en voz baja. Ahora mismo Roger no esta en la habitación de al lado, pero puede volver en cualquier momento.

Era lo último que se esperaba Crane. Asintió, extrañado.

—¿Por que no se sienta?

Asher señaló la silla de la mesa, y espero a que Crane estuviera sentado para seguir hablando.

—Esta a punto de cruzar una frontera —dijo sin levantar la voz—. Voy a contarle algo, y cuando lo haya hecho ya no habrá vuelta atrás. Nada volverá a ser lo mismo para usted. Nada. Vera el mundo de un modo radicalmente distinto. ¿Me entiende?

—¿Por que tengo la sensación de que esta a punto de decirme que tenia razón en la pista de squash? —dijo Crane—. ¿Que en realidad esto no tiene nada que ver con la Atlántida?

Por las facciones de Asher pasó una triste sonrisa.

—La verdad es infinitamente más extraña.

A Crane se le hizo un nudo en la boca del estomago.

Asher apoyó los codos en las rodillas.

—¿Le suena de algo la discontinuidad de Mohorovicie?

—Si, me suena, pero ahora mismo no me situó del todo.

—También la llaman discontinuidad M, o simplemente Moho.

—Moho… Recuerdo algo que explico mi profesor de geología marina de Annapolis.

—Entonces sabrá que es el límite entre la corteza terrestre y el manto.

Crane asintió.

—La profundidad a la que se sitúa el Moho es variable. Debajo de los continentes, por ejemplo, la corteza es mucho más gruesa que debajo de los mares. El Moho puede estar a ciento diez kilómetros por debajo de la superficie de los continentes, pero en algunas dorsales oceánicas la distancia se reduce a unos pocos kilómetros.

Asher se inclino hacia Crane y bajó aun más la voz.

—La plataforma petrolífera
Storm King
esta construida justo encima de una de esas dorsales.

—O sea, que aquí debajo el Moho esta cerca de la corteza.

Asher asintió.

Crane trago saliva. No tenia la menor idea de por donde iban los tiros.

—A usted le contaron lo mismo que a todos los trabajadores de los niveles no restringidos de Deep Storm: que durante una operación rutinaria los técnicos de la plataforma
Storm King
encontraron indicios de una antigua civilización en el fondo del mar. Hasta aquí todo es verdad.

Se saco un pañuelo del bolsillo y se seco la frente.

—Pero no es toda la verdad. Resulta que no encontraron objetos, edificios antiguos ni nada por el estilo. Lo que detectaron fue una señal.

—¿Una señal? ¿Como las ondas de radio?

—La naturaleza exacta de la señal plantea problemas. Es como una especie de pulsación de sonar, pero de un tipo desconocido. Lo único que podemos asegurar es que no es de origen natural. Se lo demostrare antes de salir de la habitación.

Crane abrió la boca, pero no dijo nada. En su interior se mezclaban la incredulidad, la curiosidad y la perplejidad.

Al ver su cara, Asher volvió a sonreír, pero esta vez fue una sonrisa casi melancólica.

—Si, Peter. Ahora viene lo difícil. Resulta que la señal procedía de debajo del Moho. De debajo de la corteza terrestre.

—¿De debajo? —murmuro Crane, estupefacto.

Asher asintió.

—Pero eso querría decir que…

—Exacto. Lo que transmite la señal, sea lo que sea… no lo pusimos nosotros. Lo pusieron otros.

20

El camarote quedó un momento en silencio. Crane, inmóvil, pugnaba por asimilar lo que acababa de oír a medida que el significado de las palabras de Asher se asentaba en su interior.

—Tómese un minuto, Peter —dijo amablemente Asher—. Ya se que cuesta acostumbrarse a la idea.

—No se si me lo creo —acabo contestando Crane—. Esta seguro de que no hay ningún error?

—Ninguno. El ser humano no tiene la tecnología necesaria para introducir un aparato por debajo de la corteza terrestre, y menos todavía uno capaz de emitir una señal así. El cambio de fase natural a la que esta sujeto el Moho hace que los sistemas de captación de señales de la superficie terrestre carezcan de la sensibilidad y la tecnología que harían falta para detectar determinados tipos de onda procedentes de debajo de la corteza. Lo que ocurre es que en esta zona el Moho esta más alto de lo normal, a causa de la dorsal del Atlántico Medio; este factor, sumado a la profundidad de los pozos de la
Storm King,
explica el descubrimiento fortuito de la señal.

Crane cambió de postura.

—Siga.

—Como comprenderá, el gobierno estableció como meta prioritaria desenterrar la fuente de la señal y establecer sus características. Se tardó bastante en poner en marcha el proyecto e instalar el equipo necesario. La profundidad a la que trabajamos lo dificulta mucho. Este Complejo estaba hecho para cumplir otras misiones, no para funcionar a esta profundidad, ni mucho menos. De ahí la cúpula protectora.

—¿Cuanto duraron exactamente los preparativos?

—Veinte meses.

—¿Tan poco? —Crane no salía de su asombro—. En veinte meses General Motors ni siquiera puede diseñar un prototipo de coche.

—Esto demuestra que el gobierno se toma el proyecto muy en serio. La cuestión es que ahora ya hace casi dos meses que excavamos a un ritmo de locos, y hemos progresado bastante. Ya disponemos de un conducto vertical debajo del Complejo, y estamos excavando hacia la fuente de la señal.

—¿Como puede ser? ¿A esa profundidad la roca no esta derretida?

—La corteza es relativamente fina, los valores geotérmicos bajos y la producción de calor radiogenico bastante inferior a lo que encontraríamos en la corteza continental. Las ondas P y las ondas S indican que la litosfera solo esta a tres kilómetros debajo de nosotros; claro que el ≪solo≫ es relativo…

Crane sacudió la cabeza.

—Tiene que haber alguna explicación lógica, terrestre; algún invento ruso o chino, o algún fenómeno natural. Si algo aprendí en el curso de geología marina es que apenas sabemos nada sobre la composición de nuestro propio planeta, aparte de la capa más fina y superficial.

—No es ruso ni chino, y me temo que hay demasiadas cosas que no cuadran para que su origen sea natural, por ejemplo la geología del impacto. Normalmente, cuando algo se incrusta tan profundamente lo previsible es que vaya acompañado de una serie de perturbaciones geológicas considerables, el equivalente submarino de un cráter meteórico, pero en este caso las capas de sedimentación situadas encima de la anomalía están sincronizadas casi a la perfección con la matriz que las rodea. Imagínese un niño que hace un agujero en la playa, mete una concha y vuelve a echar la arena. Eso no puede explicarlo ningún fenómeno terrestre.

—Pero alguno tiene que haber…

—No. Me temo que la verdadera explicación esta en otra parte. Debe saber que se han encontrado una serie de… artefactos.

Asher hizo una señal con la cabeza al hombre de la bata. Este, que no había dicho nada, fue a una de las paredes del fondo y se arrodillo para abrir un contenedor de plástico. Saco algo, se levantó y se lo dio a Asher.

Crane lo miró con curiosidad. Era un objeto de forma cubica con una especie de protección metálica. Asher volvió la cabeza, y su mirada y la de Crane se encontraron.

—Acuérdese de lo que le he dicho, Peter. Lo del umbral.

Retiró suavemente el envoltorio y tendió el cubo a Crane.

Era hueco, de plexiglás transparente, con todos los bordes escrupulosamente sellados. Dentro había algo. Crane lo levantó de las manos de Asher, lo miró de cerca… y ahogo un grito de sorpresa.

Justo en el centro del cubo flotaba un objeto pequeño, no mayor que una ficha de domino. Emitía una especie de luz laser, un haz fino como un lápiz e intensamente blanco que apuntaba hacia el techo. Por imposible que pareciera, el objeto no tenía un color único y definible, sino que titilaba con todos los del arco iris: oro, violeta, añil, canela… Y muchos otros que Crane jamás habría imaginado, todos en un estado de cambio constante. Era como si los colores brotasen de lo más profundo y salieran despedidos desde un núcleo central, como si aquel pequeño objeto ardiese con un extraño fuego interno.

Crane dio varias vueltas al cubo de plexiglás sin apartar la vista de su contenido. Daba igual hacia donde lo girase, por que el objeto del interior siempre se quedaba en el centro. Examino las características del cubo, buscando cables o imanes escondidos pero era un simple cubo de plástico, sin trucos.

Lo sacudió con suavidad. Después de manera más brusca. La cosa brillante y palpitante del centro apenas subió y bajo. Siempre acababa parándose en el centro exacto, donde se quedaba flotando plácidamente, mientras el fino haz de luz blanca apuntaba hacia arriba.

Crane acercó el cubo a sus ojos y lo contemplo boquiabierto. Reparó en que los bordes de la especie de ficha de domino en realidad no estaban definidos con exactitud. De hecho el objeto palpitaba ligeramente. A veces los bordes se definían, y otras se atenuaban. Parecía que la masa y la forma del objeto estaban sujetos a una fluidez constante.

Levantó la cabeza. Asher sonreía con las manos tendidas. Crane vaciló un poco y le entrego el cubo a regañadientes. El director científico volvió a guardarlo en el envoltorio metálico y se lo dio a su ayudante, que lo introdujo otra vez en el contenedor.

Crane se apoyó en el respaldo, parpadeando.

—¿Se puede saber que es? —preguntó al cabo de un rato.

—Desconocemos su función exacta.

—¿De que esta hecho?

—Tampoco lo sabemos.

—¿Es peligroso? ¿Podría ser la causa de los problemas de la estación?

—Yo me he hecho la misma pregunta, como todos, pero no, es inofensivo.

—Están seguros?

—Las primeras pruebas que hicimos eran para saber si emitía alguna radiación aparte de la luz, pero no, es completamente inerte. Lo han confirmado todas las pruebas posteriores. La razón de que lo haya metido en el cubo de plexiglás es que es un poco difícil de manipular. Siempre encuentra el centro exacto de la sala donde esta, y se queda flotando.

—¿Donde lo encontraron?

—Salió a la luz durante la excavación del pozo. Al día de hoy han aparecido más de una docena. —Asher hizo una pausa—.Cuando empezamos, el plan estaba claro: excavar lo más deprisa que permitieran los parámetros de seguridad hacia la fuente de la señal. —Señaló el contenedor con un gesto—. Pero después, cuando empezamos a descubrir todo esto… se complicaron las cosas.

Asher se sentó y añadió con un susurro cómplice:

—Son algo extraordinario, Peter. Más de lo que parecen a simple vista. Para empezar, todo indica que son esencialmente indestructibles. No les afecta nada de lo que hemos probado en entornos controlados. Absorben algunas agresiones, como las radiaciones, y reflejan las demás. Ah, y parece que actúan como condensadores.

—¿Condensadores? —repitió Crane—. ¿Como baterías?

Asher asintió con la cabeza.

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