Read Tormenta Online

Authors: Lincoln Child

Tags: #Aventuras, Intriga

Tormenta (2 page)

BOOK: Tormenta
3.4Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Cuando lo vio llegar, la mujer tendió un brazo.

—¿El doctor Crane?

Se dieron la mano.

—Si.

—Por aquí, por favor.

Se llevó a Crane del helipuerto hacia una escalerilla y una pasarela de metal, que acababa en una escotilla como de submarino. No había dicho su nombre.

Un marinero con uniforme y rifle los saludo con la cabeza, abrió la escotilla y la atranco a su paso.

Al otro lado había un pasillo muy iluminado, con puertas abiertas a ambos lados. No se oía el zumbido imparable de las turbinas, ni el retumbar de los instrumentos de perforación. El olor a petróleo era tan débil que parecía que se hubieran esforzado por eliminarlo.

Con el equipaje al hombro, Crane siguió a la mujer mientras lanzaba miradas de curiosidad a las puertas. Vio laboratorios llenos de pizarras blancas y ordenadores, salas de informática y centros de comunicación.

Decidió aventurar unas preguntas.

—¿Los buzos están en una cámara hiperbarica? ¿Ya puedo verlos?

—Por aquí, por favor —repitió ella.

A la vuelta de la siguiente esquina, una escalera bajaba a otro pasillo más ancho y largo. Las habitaciones de los lados, talleres y almacenes de instrumentos de alta tecnología que Crane no identifico también eran más grandes. Frunció el entrecejo. Aunque
Storm King
tuviera todo el aspecto de una plataforma petrolífera, evidentemente ya no se dedicaba a la extracción de crudo.

.Que narices pasaba allí dentro?

—Han traído de Islandia a algún especialista vascular o de pulmón? —preguntó.

Se encogió de hombros por la falta de respuesta. Después de un viaje tan largo, no le costaba nada esperar unos minutos.

Ella se paro ante una puerta gris metálica.

—Le esta esperando el señor Lassiter.

Lassiter? No le sonaba de nada. La persona que había hablado por teléfono con el para informarle del problema de la plataforma se llamaba Simón. Miró la puerta. Había una placa de plástico negro con letras blancas donde ponía:
E. LASSITER, RELACIONES EXTERNAS.

Se volvió hacia la mujer de la chaqueta impermeable, pero ya se iba por el pasillo. Se acomodo el equipaje y llamó a la puerta.

—Adelante —dijo una voz escueta.

Lassiter era un hombre alto y delgado, con el pelo rubio muy corto. Al ver a Crane se levantó, salió de detrás del escritorio y le dio la mano. La falta de uniforme no impedía que su estampa fuera muy militar, por el corte de pelo pero también por la economía y precisión de sus gestos. La desnudez de la mesa parecía exagerada, voluntaria. Solo había un sobre cerrado y una grabadora digital.

—Si quiere, puede dejar el equipaje al fondo —dijo Lassiter, señalando un rincón—. Siéntese, por favor.

—Gracias. —Crane ocupó el asiento que le ofrecía—. Estoy impaciente por saber algo más de la emergencia. Mi acompañante no me ha dado muchas explicaciones.

—Yo tampoco se las voy a dar. —La sonrisa de Lassiter fue un visto y no visto—. Mi cometido es hacerle unas preguntas.

Crane digirió sus palabras.

—Adelante —dijo al cabo de un momento.

Lassiter pulsó un botón de la grabadora.

—Grabación correspondiente al 2 de junio, en presencia de quien habla, Edward Lassiter, y del doctor Peter Crane. Se realiza en la Base Auxiliar de Suministros. —Miró a Crane desde el otro lado del escritorio—. ¿Doctor Crane, es consciente de que su misión no tiene una duración determinada?

—Si.

—¿Y de que se le prohíbe rigurosamente divulgar lo que vea o referir lo que haga en estas instalaciones?

—Si.

—¿Esta dispuesto a comprometerse a ello por escrito?

—Si.

—¿Tiene antecedentes penales?

—No.

—¿Es estadounidense de nacimiento o nacionalizado?

—Naci en Nueva York.

—¿Actualmente se medica por algún problema de salud?

—No.

—¿Consume alcohol o drogas de forma abusiva?

La sorpresa de Crane crecía con cada pregunta.

—No, a menos que considere ≪abusivo≫ tomarse unas cuantas latas de cerveza el fin de semana.

Lassiter no sonrió.

—¿Es claustrofóbico, doctor Crane?

—No.

Lassiter paro la grabación, cogió el sobre, lo abrió con un dedo y saco media docena de hojas que deslizo por la mesa hacia Crane.

Crane las cogió; su lectura le hizo pasar de la sorpresa a la incredulidad. Había tres compromisos distintos de confidencialidad, una declaración que se acogía a la ley de secretos oficiales y algo que recibía el nombre de ≪iniciativa vinculante de cooperación≫. Todos los documentos llevaban el sello del gobierno, todos requerían su firma y todos amenazaban con graves consecuencias en caso de infracción de alguna de sus clausulas.

Dejó los documentos sobre la mesa, bajo la atenta mirada de Lassiter. Se estaban pasando. Quizá lo mejor fuera dar amablemente las gracias y decir que lo sentía mucho pero que volvía a Florida.

Si, pero ¿como? A AmShale le había costado mucho dinero llevarle hasta la plataforma, y encima el helicóptero ya se había ido. En ese momento de su vida, Crane dudaba entre dos proyectos de investigación. Por otro lado no era una persona que huyera de los desafíos, sobre todo cuando eran tan misteriosos…

Cogió el bolígrafo y firmo todos los documentos sin pensárselo.

—Gracias —dijo Lassiter. Volvió a poner la grabadora en marcha—. Que conste en la transcripción que el doctor Crane ha firmado todos los formularios. —La apago y se levantó—. Sígame, doctor Crane, si es tan amable. No creo que tarde en tener las respuestas que quería.

Salió al pasillo y llevó a Crane por un laberinto de despachos. Subieron en ascensor a una biblioteca bien surtida de libros, revistas y ordenadores. Lassiter señaló una mesa al fondo, donde solo había un monitor.

—Volveré a buscarle —dijo, antes de dar media vuelta y salir de la sala.

Crane se sentó donde le habían indicado. No había nadie más en toda la biblioteca. Justo cuando empezaba a preguntarse cual seria el siguiente paso, se encendió la pantalla y apareció la imagen de un hombre canoso y muy moreno, más cercano a los setenta anos que a los sesenta. ≪Algún video introductorio≫, pensó Crane, pero luego la cara sonrió, y se dio cuenta de que no estaba mirando la pantalla de un ordenador, sino de un circuito cerrado de televisión, con una cámara minúscula incorporada a la carcasa en la parte superior.

—Buenos días, doctor Crane —dijo la imagen. Una sonrisa lleno de arrugas su cara bondadosa—. Me llamo Howard Asher.

—Encantado —dijo Crane a la pantalla.

—Soy el director científico de la National Oceanic Agency. ¿Le suena?

—¿No es el organismo de gestión marítima de la National Oceanographic Division?

—Efectivamente.

—No lo entiendo muy bien, doctor Asher. Por que es doctor, ¿verdad?

—Si, pero llámeme Howard.

—Howard. ¿Que tiene que ver la NOA con una plataforma petrolífera? ¿Y donde esta el señor Simón, la persona que hablo conmigo por teléfono y que ha organizado todo esto? Dijo que vendría a recibirme.

—La verdad es que no existe ningún señor Simón, doctor Crane, pero aquí me tiene, encantado de explicarle todo lo que pueda.

Crane frunció el entrecejo.

—Me habían dicho que era una cuestión médica, relacionada con los buzos que mantienen el equipo submarino de la plataforma. También era mentira?

—Solo en parte. Si, reconozco que le hemos dicho muchas mentiras. Lo siento, pero no había más remedio. En este proyecto es absolutamente primordial el secreto; piense, Peter, ¿puedo llamarle Peter? que se trata ni más ni menos que del descubrimiento científico e histórico del siglo.

—¿Del siglo? —repitió Crane sin poder disimular su incredulidad.

—Hace bien en ser escéptico, pero esta vez no es un engaño. Al contrario. De todos modos, la expresión ≪descubrimiento del siglo≫ quizá no sea muy exacta.

—Lo suponía —contestó Crane.

—Debería haberlo llamado el mayor descubrimiento de todos los tiempos.

2

Crane se quedó mirando la pantalla. La sonrisa del doctor Asher era amistosa y casi paternal, pero no parecía una sonrisa de bromista.

—No podía decirle la verdad hasta que estuviese físicamente aquí, ni antes de que le hubiéramos investigado a fondo. Hemos aprovechado la duración de su viaje para completar el proceso. En realidad sigo sin poder explicarle gran cosa.

Crane miró por encima del hombro. La biblioteca estaba vacía.

—¿Por que? No es segura la línea?

—Segura si es, pero tenemos que cerciorarnos de que se implica a fondo en el proyecto.

Crane espero sin decir nada.

—Lo poco que puedo contarle es estrictamente confidencial. Aunque rechazase la oferta, seguiría teniendo que cumplir los compromisos de confidencialidad que acaba de firmar.

—Lo entiendo —dijo Crane.

—Muy bien. —Asher vaciló—. Vera, Peter, debajo de la plataforma donde esta hay algo más que un campo petrolífero. Mucho más.

—¿Que? —preguntó automáticamente Crane.

Asher sonrió de un modo misterioso.

—Solo le diré que hace cosa de dos años los perforadores descubrieron algo tan fabuloso que la plataforma dejó de extraer petróleo de la noche a la mañana y pasó a desempeñar una nueva función, en el más riguroso secreto.

—A ver si lo adivino. No puede entrar en detalles.

Asher se rio.

—No, de momento no, pero es un descubrimiento tan importante que el gobierno no esta reparando en gastos para obtenerlo. Literalmente.

—¿Obtenerlo?

—Esta enterrado en el lecho marino, justo debajo de esta plataforma. ¿Se acuerda de que lo he calificado del mayor descubrimiento de todos los tiempos? Básicamente, lo que se esta haciendo es una excavación, una excavación arqueológica sin precedentes. Estamos haciendo historia en el sentido literal de la expresión.

—¿Pero a que viene tanto secreto?

—Si se divulgase lo que hemos encontrado, aparecería instantáneamente en los titulares de toda la prensa mundial, y en cuestión de horas esto seria zona catastrófica. Media docena de gobiernos reivindicarían la soberanía, acudirían periodistas, curiosos… Es un descubrimiento tan fundamental que no podemos ponerlo en peligro. Así de sencillo.

Crane se apoyó en el respaldo de la silla, pensativo. El viaje estaba adquiriendo un cariz surrealista. Los planes de vuelo a toda prisa, una plataforma petrolífera que no lo era, secretos por doquier… Y ahora aquel rostro en la pantalla, hablando de un descubrimiento de una importancia crucial…

—Quizá le parezca anticuado —dijo—, pero me tranquilizaría mucho que se tomara el tiempo de verme en persona y hablar cara a cara conmigo.

—Por desgracia no es tan fácil, Peter; ahora bien, si se implica en el proyecto tardara muy poco en verme.

—No lo entiendo. Por que es tan difícil, si no es indiscreción?

La respuesta de Asher fue otra risa socarrona.

—Por que ahora estoy miles de metros por debajo de usted.

Crane miró fijamente la pantalla.

—¿Quiere decir que…?

—Exacto. La plataforma petrolífera
Storm King
solo es la estructura de apoyo, la base de suministros. Lo importante esta mucho más abajo. Por eso le hablo por video.

Crane tardó un poco en asimilarlo.

—¿Que hay abajo? —preguntó sin levantar la voz.

—Imagine un centro de investigación enorme, de doce plantas, lleno de instrumentos de ultimísima tecnología, construido sobre el lecho marino. Pues eso es el CER, el corazón del proyecto arqueológico más espectacular de todos los tiempos.

—¿El CER?

—Complejo de Exploración y Recuperación, aunque nosotros lo llamamos ≪el Complejo≫, a secas. El ejército, que, como ya sabe, es muy aficionado a las palabras ampulosas, lo ha bautizado como ≪Deep Storm≫.
[1]

—Si, ya me he fijado en la presencia militar. ¿Que falta hacen los soldados?

—Podría decirle, sin mentir, que el Complejo es propiedad del gobierno, y que la NOA es un organismo gubernamental, pero la autentica razón es que gran parte de la tecnología que empleamos en el proyecto de recuperación es secreta.

—¿Y los hombres que he visto trabajar arriba, sobre la plataforma?

—Casi todo es una puesta en escena. Tenemos que parecer una plataforma petrolífera en activo.

—¿Y AmShale?

—Han cobrado una fortuna por dejarnos usar la plataforma, estar de cara al público y no hacer preguntas.

Crane cambió de postura en la silla.

—Este Complejo del que habla… ¿Es donde estaría yo?

—Si. Es donde viven y trabajan todos los científicos y técnicos. Se que ha pasado mucho tiempo en entornos subacuáticos, Peter, y creo que se llevaría una sorpresa muy agradable. Más que sorprenderse, se quedaría de una pieza. Hay que verlo para creerlo. El Complejo es un milagro de la tecnología submarina.

—¿Pero tan necesario es? Me refiero a trabajar en el fondo marino. Por que no se puede dirigir la operación desde la superficie?

—Es que los… restos están enterrados a demasiada profundidad para la mayoría de los sumergibles; además, el rendimiento por inmersión de estos últimos es abismalmente bajo. Créame, lo entenderá cuando lo sepa todo.

Crane asintió despacio.

—Supongo que solo queda una pregunta: ¿por qué yo?

—Por favor, doctor Crane… Es demasiado modesto. Como ex militar con experiencia en submarinos y portaaviones, sabe que es vivir bajo presión en espacios cerrados. Y lo de presión lo digo en ambos sentidos, el literal y el figurado.

≪Evidentemente ha investigado≫, pensó Crane.

—quedó segundo de su promoción en la Facultad de Medicina Mayo, y su experiencia en la Marina, entre otras cosas, le hizo conocer a fondo los trastornos de los buzos y otros trabajadores del mar.

—O sea, que si hay un problema médico…

—Por supuesto. Hace dos meses que están terminados las instalaciones, y el proyecto de extracción funciona a todo gas, pero en las últimas semanas varios habitantes de Deep Storm han manifestado síntomas inhabituales.

—Síndrome de descompresión? Narcosis por nitrógeno?

—Mas lo primero que lo segundo; digamos que su doble condición de médico y ex oficial le hace más adecuado que nadie para tratar la dolencia.

—Duración de la misión?

—El tiempo que haga falta para diagnosticar y tratar el problema. Yo calculo que estará con nosotros entre dos y tres semanas; de todos modos, aunque lograse una curación milagrosa, el mínimo de tiempo que pasaría en el Complejo seria seis días. No entrare en detalles, pero a estas profundidades la presión atmosférica es tan fuerte que hemos creado un proceso de aclimatación muy especial. El lado bueno es que permite trabajar mucho más a gusto que hasta ahora; el malo es que se invierte mucho tiempo en entrar y salir de la estación. Como supongo imaginara, en este caso son inútiles las prisas.

BOOK: Tormenta
3.4Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Conceived Without Sin by Bud Macfarlane
Hidden Dragons by Bianca D'Arc
Banquet for the Damned by Adam Nevill
The Killing Season by Pearson, Mark
The Girl Death Left Behind by McDaniel, Lurlene
Expectations of Happiness by Rebecca Ann Collins
Tender Deception by Heather Graham