Un manual de vida (4 page)

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Authors: Epicteto

BOOK: Un manual de vida
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46. NOMBRAR

No te llames filósofo, ni hables bellas máximas ante los profanos; sino haz lo que tales máximas prescriben. Por ejemplo, en un festín, no digas cómo hay que comer, sino come como hay que hacerlo. Y recuerda que Sócrates, rechazó toda ostentación y fastuosidad, tanto que, cuando los jóvenes le pedían les recomendara un filósofo, él mismo les conducía, sin quejarse, por el poco caso que de él hacían.

Si se da la ocasión de hablar de cosas bellas entre profanos, guarda silencio: pues hay el gran peligro de tener que dar cuenta de lo que tú no has digerido. Y cuando alguien te reproche que nada sabes, y tu no te molestes, sábete que comienzas a ser filósofo. Pues no es por cuánta hierba han comido, que las ovejas muestran a los pastores, su producto, sino, luego de que hayan digerido la pasta en su interior, es por la lana y leche que ellas producen. Igual tú, no expongas ante los profanos bellas máximas, sino, si las has bien digerido, hazlas aparecer a través de tus acciones.

47. OSTENTAR

Si te has acostumbrado a llevar una vida sencilla y a dominar tu cuerpo, no te envanezcas por ello, y, si no bebes sino agua, no andes diciendo a cada momento que tu no bebes sino agua. Si quieres ejercitar la paciencia y la tolerancia, hazlo por y para ti y no por y para los otros; no muestres tu devoción, y en la sed más ardiente, toma el agua en tu boca, tírala, y no le digas a nadie.

48. DIFERENCIA

Actitud y manera de ser del no filósofo: Él no espera nunca de sí mismo su provecho o perjuicio, sino siempre de los otros. Actitud y manera de ser del filósofo: Él no espera sino de sí mismo, todo provecho tanto como todo perjuicio.

Algunas señales del que progresa en el estudio de la sabiduría: a nadie censura, a nadie alaba, no se queda de nadie, y no acusa a nadie, no habla de sí como si él fuera o supiera algo. Cuando encuentra un obstáculo o alguien le impide lo que él desea, no las emprende sino consigo mismo. Si alguien le alaba, él se burla en secreto de su devoto, y, si se le reprende, no busca nunca justificarse; sino que, como los convalecientes, él explora y se examina, de temor de turbar e impedir cualquier cosa en ese comienzo de curación, antes de que su salud esté enteramente fortificada.

Ha suprimido en sí, todo deseo exterior, y ha volcado su aversión sólo sobre las cosas que, dependiendo de nosotros, están en contra de la naturaleza. Tiene hacia todas las cosas sólo movimientos amables y sujetados. Si se le trata de simple e ignorante, no se apena. En una palabra, está siempre en guardia contra sí mismo como contra un hombre que le tiende continuamente trampas y que es su peor enemigo.

49. PRACTICAR

Cuando alguien se jacte de comprender e interpretar los escritos de Crisipo, dice: Si Crisipo no hubiera escrito de modo tan complejo, este hombre no tendría entonces nada de lo que pudiera glorificarse. En cuanto a mi, ¿qué es lo que yo deseo?. Conocer la naturaleza y seguirla. Busco entonces quién lo ha explicado mejor; se me dice que Crisipo. Voy a Crisipo, pero no lo entiendo, busco entonces alguien que me lo explique. Hasta ahí, no hay nada de que vanagloriarse.

Cuando haya encontrado un buen intérprete, me faltará aún poner en práctica los preceptos que él me explique y sólo esto merece estima. Pues, si me contento con la explicación y admiro a quien la dice, ¿qué soy? Un gramático y no un filósofo, con la diferencia de que, en lugar de a Homero, yo explico a Crisipo, Cuando alguien me diga entonces, “explícame a Crisipo”, tendré más vergüenza y confusión, al no poder mostrar mis acciones en conformidad con sus preceptos.

50. SIN PRISA PERO SIN PAUSA

Mantente firme en la práctica de todas estas máximas, y síguelas como a ley que no puedes violar sin impiedad. Y no prestes atención a lo que de ti se habrá de decir; pues esta, siendo una de las cosas que no están en tu poder, no es cosa tuya.

51. PRACTICAR

¿Hasta cuando diferirás tú el juzgarte digno de las más grandes cosas y de ponerte en estado de no transgredir los dictados de la razón? Haz recibido preceptos a los cuales debes dar tu consentimiento, y lo has dado. ¿Qué maestro esperas entonces para encargarle tu bienestar? Ya no eres un niño, sino un hombre hecho. Si te descuidas y emperezas, y siempre vas cambiando de propósito, si todos los días dejas para otro día el cuidar de ti mismo, sucederá que, ni te darás cuenta de que no haces progreso alguno, y perseverarás sí, pero en tu ignorancia, tanto al vivir como al morir.

Desde ahora entonces, comienza a juzgarte digno de vivir como un hombre, y como un hombre que ha hecho ya algún progreso en a sabiduría, y que todo lo que te parece bello y bueno sea para ti una ley inviolable. Si se presenta alguna cosa grata o desagradable, honroso o deshonroso, recuerda que hora s el momento de luchar, que los juegos Olímpicos se han abierto, que no es tiempo de diferir más, y que, depende en un solo día y de una sola acción de coraje o de cobardía, tu avance o tu pérdida.

Es así como Sócrates alcanzó la perfección, sirviéndose de todas las cosas para su progreso, y no siguiendo sino la razón. Por ti, aun cuando aún no seas como Sócrates, debes vivir como alguien que puede llegar a ser como él.

52. FILOSOFÍA

La primera y más importante parte de la filosofía es la que trata de la práctica de los preceptos; por ejemplo: No mentir. La segunda, es la que hace las demostraciones: Por qué es preciso no mentir. La tercera; es que la prueba tales demostraciones, explicando con precisión: ¿En qué consiste una demostración? ¿Qué es en efecto, demostración, ¿Qué, consecuencia?, ¿Qué, oposición?, ¿Qué, verdadero?, ¿Qué, falso?

Esta tercera parte es necesaria para la segunda, y la segunda para la primera; pero la más necesaria de todas, y en la que es preciso detenerse y quedarse es en la primera. De ordinario, invertimos tal orden; nos detenemos enteramente en la tercera, todo nuestro trabajo, todo nuestro estudio, es para la tercera, en la prueba, y descuidamos absolutamente la primera, que es el uso y la práctica. Así pues, mentimos, pero al punto demostramos que no hay que mentir.

53. SENTENCIAS

Comienza todas las acciones y empresas por esta oración: “ Guíame, Dios mío, allí, a donde Tú has destinando que yo debo ir! Te seguiré con todo mi corazón y sin duda alguna. Y cuando quiera resistir a tus órdenes, me vuelva malvado e impío, quiero, a pesar de mí, seguirte”.

Dite, enseguida: “Aquel que se acomoda como es preciso, a la necesidad, es sabio y hábil en el conocimiento de las cosas divinas”. En tercer lugar, di: “Pasemos con coraje por ahí, pues es por ahí que Dios nos conduce y nos llama. Los malvados pueden matarme, pero no perjudicarme”.

FIN
SOBRE EPICTETO

Epicteto nació en 50 d.C. en Hierápolis, poblada y rica ciudad de la Frigia meridional, provincia del Imperio romano. Llevado de niño a Roma como esclavo, estuvo al servicio de Epafrodito, un liberto, secretario de Nerón. “Tal fue Nerón –comenta Quevedo- que en su tiempo ser esclavo en Roma no era nota, sino ser ciudadano, pues era esclavo en la República, que era esclava. Todos lo eran: el Emperador, de sus vicios; la República, del Emperador; Epicteto, de Epaphrodito.! Oh, alto blasón de la filosofía, que cuando el César era esclavo y la República cautiva, sólo el esclavo era li bre!”

Las relaciones con su amo no eran muy gratas pues se cuenta que Epafrodito se divirtió una vez retorciéndole a Epicteto una pierna con un instrumento de tortura, mientras Epíteto se limitaba a advertirle que se la iba a romper, y luego cuando eso sucedió, a exclamar por todo reproche: “!Ya te dije que me la romperías!”. Seguramente, -dice el traductor de una de las versiones desde el griego al castellano, José Manuel García de la Mora- era sólo un modo de expresar el lema de Epicteto: “Resiste y abstente (de pasiones, afectos y opiniones)”.

La cojera que padeció se debió al reuma. A Epicteto, siendo esclavo, se le permitió asistir a las clases que diera el estoico Musonio Rufo, en 70 d..C., en la Urbe. El estoicismo, en la época, era el modo de oponerse, ambos ciudadanos y esclavos, a la tiranía de los Césares.

En las religiones llegadas de Oriente, la cristiana por ejemplo, abundan elementos estoicos. San Pablo (antes de su conversión, llamado Saulo), por ejemplo formado y nacido en Tarso de Cilicia, sabía de la estoa. Esta orientación del pensamiento fue fundada por Zenón, quien naciera en Citio de Chipre. Menciona José Manuel que “doctrinas como las de que todos los hombres son hermanos, descendientes o hijos de Dios, que llevan en sí una chispa de la divinidad, que todos son, por tanto, de la misma dignidad y estirpe, sin ninguna diferencia natural entre libres y esclavos; que todos deben aspirar a la mayor justicia en sus acciones; que el mundo entero es la universal y pasajera patria, entre otras, debían de parecerles muy adversas y subversivas a los endiosados déspotas imperiales, a los Calígulas y Nerones.” Incluso Vespasiano, que era relativamente tolerante, expulsó de Roma a cínicos (esclavos y plebe, estoicos) y estoicos (así llamados los estoicos de las clases elevadas), en el año 71.

El Terrorista Domiciano el Cruel, expulsó y persiguió a cristianos y a filósofos (81-96). En el año 93 Epicteto era ya liberto, vestía los atuendos de filósofo, como su maestro Rufo, y empezó a profesar públicamente el estoicismo. Fue desterrado de Italia como sus colegas. Se estableció en la floreciente Nicópolis, --ciudad de Epiro fundada por Augusto en la rivera del golfo de Ambracia para conmemorar la victoria de Accio--, donde abrió una escuela pública y vivió durante más de 40 años.

Dejó de vivir en soledad cuando recogió a un niño abandonado y contrató a una mujer para que lo cuidara. Cuando Arriano, uno de sus discípulos, quien hubiese tomado notas para sí de las palabras del maestro, publicó El enquiridión, probablemente Epicteto ya había muerto.

NOTAS

[1]
Se entiende que al concentrarse en huir de lo que se teme, se deja de lado el lograr lo que se desea. Y como, no está en nuestro poder, el excluirnos de enfermedad, muerte, etc. ; el concentrarse en esta huída es una absurda pérdida de tiempo, tiempo en el que se hubiese logrado cosas que se desean y, que sí están en nuestro poder, puesto que de nosotros dependen.

[2]
En el Texto dice, “contente-toi de rechercher ou de fuir les coses”, buscar y rechazar, da la idea de vivir normalmente, pero atendiendo a las claves que ese mismo vivir va dando. En la nota (29) de la obra ya citada, con la que controlamos nuestra traducción, dice: “Es decir, conténtate ahora, a los comienzos de tu practicar la filosofía, con ir procurando servirte de los impulsos, instintos y tendencias espontáneas de tu naturaleza bajo la guía y el control de la razón”. Leída tal explicación desde la postura analítica, diría: procura hallar la razón, la lógica de lo inconsciente (impulsos, instintos, tendencias de tu naturaleza). La diferencia entre esta postura filosóf ica en la época que fue creada y la del psicoanálisis, en nuestra actualidad, es precisamente que, en este último, la cosa no es de la razón, pero sí de la lógica, de una lógica no formal, sino lógica, que nos preexiste. Lógica que, no por no ser formal, deja de ser “articulable” a un sistema simbólico. Destaco de este párrafo, aquello de sin prisa pero sin pausa, y la calidez que transmite, no hay presión o mandato represivo, se atiende allí, a cosa distinta que a las órdenes “super-yoicas”, sin no obstante, claramente nombrarlo.

[3]
Por aquí, se va hacia la razón, lastimosamente. Pero se parte de algo importante. ¿Qué es lo que las cosas y las relaciones con otros, real y verdaderamente representan para nosotros?. Cántaro, baño, por una parte y, por otra, Madre, hijo, cónyuge, etc. ¿En que lugar simbólico, hemos puesto, tanto a las cosas como a los objetos de amor? ¿La madre es la madre?, ¿el hijo es el hijo?, ¿el cónyuge lo es o al contrario ocupa el lugar del hijo, o del padre, o de la madre, etc.?. ¿Se da cuenta estimado lector de la variante de la lógica, lógica, imposible de haberse descubierto antes de las religiones, la filosofía, o la ciencia; pero hacia la cual, de cierta manera leídos, los autores que se ocuparon de las cosas realmente humanas, como Epicteto por ejemplo, nos dan luces?.

[4]
Es bella, me lo parece, la articulación que va haciendo el autor “Epicteto”, respecto de algo, en este caso el tema de la muerte, tomando en cuenta lo que ya se ha articulado en el pensamiento humano, en este caso, las elaboraciones de Sócrates. Pareciera sin embargo, que el producto de Sócrates es irrefutable. La muerte no es terrible porque para Sócrates no lo fue. Esta es una dificultad que los humanos en nuestro trabajo, articulado a la cultura, tenemos. ¿Por qué no cuestionar el producto socrático?, es decir, por qué no preguntarse: ¿por qué para Sócrates la muerte no era terrible?, y a partir de tal elaboración, continuar. Seguramente es un tercer momento en la elaboración propia del pensamiento humano. El primero sería, la opinión, el segundo ésta que Epicteto hace, tener en cuenta lo que ya otros han elaborado, no sin trabajar él mismo sobre algunos otros asuntos, y finalmente, partir de aquella pregunta que propongo para mí, como fórmula y dejarse llevar por el trabajo.

[5]
Tres tiempos se vislumbran aquí, luego del claro cuestionamiento a las opiniones, es decir, el plantearse la pregunta, por ejemplo: ¿qué representa un sujeto humano, en singular, con el término “terrible” con que califica a la muerte?. Esta singularidad, es otra de las enormes diferencias entre psicoanálisis y las demás variantes del intento de entender lo humano.

[6]
En la obra original griego, dice ippoz y traduce la obra citada como control, caballo. No obstante, es en nuestra época, correspondiente a un bien como el automóvil, término utilizado en la obra francesa desde la cual traduzco.

[7]
Se diría que está ya implícita la pregunta por el SER o el TENER. Complicación de la lógica - lógica, humana.

[8]
ir al numeral 4, Herencia.

[9]
Como se dice: “a lo que vinimos”, si es a bañarse, pues a bañarse y no a pelear, si es a viajar en el barco pues hecho, y no a otra cosa. De ahí la importancia de la pregunta por lo que representamos en cada objeto que tenemos como deseable.

[10]
Epicteto era cojo.

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