Y quién miente mejor, ¿los hombres o las mujeres?
Las mujeres suelen mentir un poquito más hábilmente. Cuando los hombres mienten el lenguaje de su cuerpo suele ser muy evidente, pero cuando las mujeres mienten, como se les suele dar mejor eso de hacer varias cosas a la vez, pueden aparentar que están ocupadas…
Existe un video muy interesante
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en el que podemos comprobar cómo cuando alguien miente su cuerpo le traiciona. Es el video de Bil Clinton, el ex presidente de Estados Unidos, declarando en el Senado sobre su relación con la becaria Monica Lewinsky, un ejemplo histórico de una mentira que acabó siendo confesada.
Durante su mandato presidencial, Clinton tuvo episodios de sexo oral con esa becaria en su despacho de la Casa Blanca. Se le acusó de delito de perjurio, bajo la figura del
impeachment
(literalmente, bochorno, algo parecido para nosotros a una moción de censura), que permite procesar a un cargo público. El Senado se encargó del juicio, que planteó muchas dudas acerca de los límites entre la vida pública y la vida privada, aunque no se juzgaba al presidente por su encuentro sexual con la becaria, sino por mentir acerca de esa relación. La declaración previa —a la que se refiere constantemente Clinton en el video— decía que había tenido una relación inapropiada, pero no sexual, con Monica Lewinsky. Finalmente, Clinton fue absuelto. Al cabo de un tiempo, reconoció: «Como ustedes saben, en una declaración hecha en enero, se me hicieron preguntas sobre mi relación con Monica Lewinsky. Respondí a sus preguntas sobre mi vida privada… preguntas que ningún ciudadano norteamericano querría nunca responder. Aun cuando mis respuestas eran legalmente exactas, no di toda la información. En realidad tuve una relación con Monica Lewinsky que no era apropiada. En efecto, era incorrecta. Constituyó un error de juicio y una falta personal de mi parte de la cual sólo yo soy responsable».
En el curso de un estudio científico, dirigido por el doctor Hirsch, psiquiatra y neurólogo del St. Luke's Medical Center en Chicago, se comprobó que hay veintitrés indicios verbales y físicos que delatan a los mentirosos. En la declaración de Clinton en el Senado, se cumplían veintiuno de los veintitrés indicios. Las señales fisiológicas que muestra son muy claras. Aquí recogemos algunas de ellas:
Durante el interrogatorio, que duró cuatro horas, Clinton no sabía qué había declarado Monica Lewinsky. Lo que viene a continuación es un extracto de su intervención. Interroga a Clinton un abogado de la parte demandante, Solomon Wisenberg.
Solomon Wisenberg: Si Monica Lewinsky afirmase que, mientras estaban en el Despacho Oval, usted le tocó el pecho, ¿estaría mintiendo?
Clinton apoya los codos en la mesa, se toca la nariz, sonríe en un momento incómodo y se echa hacia delante.
B.C.: Déjeme decirle algo acerca de todo esto…
S.W.: Lo único que necesito de usted, señor presidente…
Clinton desvía la mirada, se chupa los labios. No contesta directamente, no termina la frase.
B.C.: Ya lo sé…
S.W.: Necesito que conteste a la pregunta, porque sólo tenemos cuatro horas, y sus respuestas son muy largas…
B.C.: Proceda, haga sus preguntas…
S.W.: La pregunta es, si Monica Lewinsky dice que estando en el Despacho Oval usted tocó su pecho, ¿mentiría?
B.C.: No es así como lo recuerdo… Lo que yo recuerdo es que no tuve relaciones sexuales con la señorita Lewinsky, y me voy a ceñir a mi declaración previa en este sentido.
Junta las manos. No mira de frente y tartamudea.
S.W.: Si ella dice…
B.C.: Mi, mi, mi… declaración previa fue que no tuve relaciones sexuales definidas como tales.
S.W.: Si ella dice que besó usted su pecho, ¿mentiría?
B.C.: Voy a atenerme a mi declaración previa.
S.W.: Está bien. Si Monica Lewinsky dice que mientras estaban en el Despacho Oval usted tocó sus genitales, ¿mentiría?
El presidente aprieta los labios, frunce el ceño y la cara. Sigue sin mirar de frente.
S.W.: ¿Esto es un sí, un no o se atiene a su declaración anterior?
B.C.: Me atengo a mi declaración anterior.
S.W.: Si Monica Lewinsky dice que usted utilizó un puro como juguete sexual en el Despacho Oval, ¿mentiría? ¿Sí, no o no contesta?
Cara de sorpresa exagerada. Sonrisa incómoda. Aprieta los labios.
B.C.: Me atengo a mi declaración previa.
S.W.: Si Monica Lewinsky dice que usted tuvo sexo telefónico con ella, ¿mentiría?
Clinton: Bueno… Creo que eso, al menos en términos generales, está contemplado en mi declaración previa… Creo que lo he cubierto allí… Y no creo que…
Tartamudea, no termina las frases, desvía la mirada, no contesta directamente, sonríe de boquilla —no con los ojos— y de forma inapropiada… Frunce el ceño y bebe agua.
S.W.: Deje que le defina lo que entendemos por sexo telefónico: se da cuando una de las personas que está al teléfono se masturba mientras la otra le habla de una forma explícitamente sexual. La pregunta es que si Monica Lewinsky dijera que tuvieron sexo telefónico, ¿mentiría?
B.C.: Creo que esto está contemplado en mi declaración previa.
Listado básico que resume los gestos que delatan a un mentiroso:
– Tocarse la nariz es un indicio interesante. La nariz está compuesta por tejidos eréctiles como el pene, por lo que se lena de sangre cuando mentimos. Por ello, quienes mienten suelen tocarse la nariz, porque están incómodos con la sangre que fluye a esa zona; en ese caso, se habla del «efecto Pinocho».
– Echarse hacia delante.
– Desviar la mirada.
– Juntar las manos, apoyar los codos, apretar los brazos contra el cuerpo. Todo ello denota una actitud defensiva.
– Estar físicamente tenso. De nuevo, actitud defensiva.
– Tartamudear, no terminar las frases. Signos bastante evidentes de nerviosismo.
– Poner énfasis verbal en lo que NO has hecho: negar la evidencia.
– Sonreír con sonrisa de «cortesía» (sin mover los músculos de los ojos) y de forma inapropiada.
– Beber y tragar saliva.
¿Cómo sería la vida si todos supiesen mentir a la perfección o, por el contrario, si nadie pudiera hacerlo?
Si nunca pudiéramos mentir, mantener relaciones con los demás sería muy difícil. No habría cortesía, no suavizaríamos las cosas, no ocultaríamos los sentimientos a veces inoportunos o injustos que tenemos a lo largo del día. Diríamos «qué fiesta tan aburrida», «qué mal aliento tienes esta mañana» o «estás feísima», dificultando enormemente nuestra vida en común. Imaginemos que nuestro compañero de trabajo, amigo o amante fuera alguien que expresase sus emociones como un niño de pocos años. ¡Terrible perspectiva! Decir todo lo que se te pasa por la cabeza no es algo que sea deseable.
Cuando Darwin regresó del largo viaje en el que había sentado las bases de su teoría de la evolución, también lo hizo convencido de que sólo las emociones constituían el lenguaje universal y básico de la especie humana. Por ello disfrazar las emociones no es fácil. Necesitamos emociones para convivir, colaborar y comunicarnos. A diario, nos toca decidir cuándo es justo o necesario expresar estas emociones abiertamente o cuándo es mejor callar o disimular para facilitar nuestra convivencia y no herir a los demás inútilmente.