Read Agentes del caos II: Eclipse Jedi Online
Authors: James Luceno
Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción
—¿Que han falsificado qué? —preguntó Han.
Los sensores auditivos de
Confuso
eran capaces de percibir hasta el más mínimo susurro, pero la pregunta, casi un grito por la perplejidad, pudo escucharse por encima del abigarrado clamor de la terminal del espacio-puerto.
—Permisos de viaje de alguna clase —dijo
Confuso
distraídamente.
Conectado a un banco de datos en forma de columna, el androide volvió a acceder al torrente de información, mientras alrededor de ellos circulaban, grupos de refugiados de mil especies; pilotos, traductores y oficiales sin uniforme, en un frenesí de colores y olores.
—Por lo que puedo determinar —informó
Confuso
un instante después—, los compañeros de clan de Droma están acusados de haber falsificado documentos de tránsito que han permitido a varios cientos de exiliados, incluidos treinta y siete ryn que se encontraban en el Campo 17, partir hacia Ruan a bordo de un transporte comercial.
Han se pasó la mano por la cara en un gesto de fastidió.
¡Partir!
Droma y él habían llegado demasiado tarde. Los ryn no estaban allí, pero Droma estaba arrestado… por ser un ryn.
—Intenta averiguar el nombre de la nave.
Confuso
hizo algunos ajustes en el regulador de la conexión.
—La nave se llama
Trevee
—anunció como si leyera la pantalla, cuando en realidad los datos entraban directamente en su procesador neural—. Está registrada en Nar Shaddaa.
Han gruñó antes de apretar los labios. Quizá no se trataba de los hombres de Tholatin. Transportar refugiados también era un negocio legal y seguro al que se dedicaba toda clase de grupos. El
Trevee
bien podía pertenecer a uno de ellos, aunque estuviera registrado en el sector espacial hutt. Los ryn probablemente se habían unido a un grupo de refugiados desesperados y tuvieron que recurrir a la falsificación para asegurarse el embarque.
—¿Por qué se preocupa Salliche de un grupo de refugiados que viajan con documentos falsificados? —preguntó por fin—. La idea es conseguir recolocarlos a todos, ¿no?
Confuso
dividía su atención entre Han y el veloz flujo de datos.
—Aunque Salliche Ag ha redoblado sus esfuerzos para que los refugiados llegados a Ruan permanezcan en este mundo, normalmente la compañía no exigiría castigo por una infracción así. No obstante, en este caso, los ryn no sólo están acusados de falsificación, sino también de conspiración. Al parecer, el capitán y la tripulación del
Trevee
ya eran sospechosos de fraude. Durante los últimos meses, en lugar de cumplir con su obligación de ofrecer transporte a otros mundos seguros, se han dedicado a abandonar a sus pasajeros en destinos que no eran los prometidos.
Refunfuñando para sí mismo, Han trazaba círculos por el ya rayado suelo. El jefe de seguridad de Tholatin les había dicho que los refugiados eran abandonados muy a menudo en aquellos mundos que iban a sufrir un ataque de los yuuzhan vong, lo cual significaba que los compañeros de clan de Droma podían haber saltado de la sartén al fuego sin saberlo.
—Busca si el
Trevee
informó de su plan de vuelo al control de Ruan. El androide se puso a la tarea.
—Sí, aquí está —dijo con los fotorreceptores brillando—. El
Trevee
se dirige a Abregado-rae.
Las cejas de Han se alzaron por la sorpresa. Abregado-rae, otro mundo del Núcleo, podía ser un destino, aunque fuera temporal, más apetecible que Ruan, pero, desde el punto de vista de los yuuzhan vong, el planeta tenía menos valor estratégico que Gyndine o Tynna.
—Qué extraño —exclamó
Confuso
de repente.
—¿Qué? ¿Qué es extraño?
El androide se volvió hacia él y lo miró fijamente.
—Una anotación añadida al plan de vuelo señala que el salto hiperespacial del
Trevee
no parecía enfocado a un destino del Borde como Abregado-rae, sino a un planeta de la Ruta Comercial de Rimma… quizás Thyferra o Yag’dhul.
Han meditó la noticia. Yag’dhul, el tempestuoso mundo de los exoesqueléticos givin, tenía menos sentido incluso que Abregado-rae. Pero Thyferra, la principal fuente de bacta de toda la galaxia, parecía ser tanto un destino tentador como un objetivo potencial, por bien defendido que estuviera.
Reanudó su paseo nervioso. Si partía de inmediato hacia Thyferra tenía una buena oportunidad de encontrar a los compañeros de clan de Droma antes de que los yuuzhan vong atacasen ese mundo, pero no sabía lo que podía ocurrirle a Droma durante su ausencia. En cambio, quedándose en Ruan para intentar liberar a Droma, arriesgaba la vida de los treinta y siete ryn perdidos.
—Thyferra parece infinitamente más adecuado que Yag’Dhul —señaló
Confuso
casualmente.
—¿No dijiste que desde tu activación en Fondor no te habías movido de Ruan? —preguntó Han desconfiado.
—Cierto…, por todo lo que sé. Aunque a veces me pregunto si no habré viajado más de lo que mi memoria electrónica registra.
Han entrecerró los ojos.
—¿Estás seguro de que no estudiaste el funcionamiento de los androides de guerra con un ruuriano llamado Skynx?
—Casi seguro.
—«Casi» —bufó Han—. Para ser un androide obrero, eres bastante bueno buscando datos.
—Ah, eso tiene una explicación muy sencilla —admitió
Confuso—.
Antes de que fuera nombrado taxista, trabajé en la sede central de Shaquille Ag, supervisando la redistribución de los androides retirados de los trabajos agrícolas.
—Trabajo de escritorio.
—En realidad no, dado que realizaba la mayoría de mis tareas de pie —hizo una breve pausa antes de seguir—. Señor, si desea liberar a su socio de la prisión, podría serle de ayuda.
—No es mi socio —cortó Han.
—Su compañero de viaje, entonces.
Han estudió pensativamente al androide un segundo; después, suspiró ostensiblemente.
—De acuerdo, te escucho.
Confuso
no respondió inmediatamente, y, cuando lo hizo, había una nota de gravedad en su voz que no estaba antes.
—¿Puedo confiar en que mantendrá en secreto todo lo que estoy a punto de decirle o mostrarle, al margen de la decisión que tome respecto al ryn?
Han no disimuló su risa.
—¿Y eres un androide obrero…? Y un cuerno.
—¿Tengo su palabra, señor?
—Claro —aceptó Han—. Soy genial guardando secretos —vio cómo
Confuso
hacía otro ajuste al regulador de conexión—. ¿Qué haces ahora?
—Sólo aviso a algunos de mis camaradas de que vamos a reunirnos con ellos.
—Confuso
se desconectó de la columna de datos y empezó a moverse, pero se detuvo casi de inmediato—. Si tiene la bondad de seguirme, señor…
Se deslizaron a través de una puerta de aspecto inocuo situada en el muro este de la terminal del espaciopuerto tan subrepticiamente como les fue posible, y subieron a un ascensor operado con cables con el que atravesaron varios sótanos y subsótanos. Al salir del ascensor,
Confuso
guió a Han entre varias plantas llenas de ensordecedoras turbinas, por un laberinto de pasillos situados bajo las plataformas de aterrizaje y las bodegas de atraque del espaciopuerto. Por el camino se les unieron otros dos androides: un operador 8D8 de altos hornos, larguirucho y vagamente humanoide, y un androide de sistemas de control con aspecto arácnido propulsado por un juego de piernas telescópicas. Finalmente, entraron en un almacén provisto de sólidas puertas y apenas iluminado, en el que se encontraban no menos de treinta androides de diversos modelos.
Examinando las máquinas, Han descubrió una vieja unidad P2, con brazos rematados en garras y que surgían de su cabeza abovedada; un androide de protocolo militar con la cabeza en forma de casco; un U2C1 doméstico, con largas mangueras plegadas como brazos; un áspid cuya cabeza parecía la máscara de un soldador; un obrero J9 de ojos insectoides; dos C2-R4 con cintas rodantes como los tanques y cuerpos en forma de barril; incluso un esquelético Cybot LE de reparaciones ya obsoleto.
Han se sintió como si hubiera sido tragado por un rondador de arena jawa, pero se lo guardó para él.
Unos momentos de relampagueante código máquina fue todo lo que tardó
Confuso
en poner al día a los demás de los problemas de Han. Entre el parloteo posterior, Han creyó oír la palabra «ryn»…, al menos en la forma en que la articulaban las máquinas. Cabezas y sensores de todo tipo y color fueron girando poco a poco hasta quedar fijos en él.
Ligeramente nervioso, Han dejó escapar una breve risa.
—Hace mucho que no hablo androide, amigos.
Confuso
se disculpó por todos.
—A veces olvidamos que la velocidad de los cerebros orgánicos es mucho menor que la de nuestros procesadores.
—No intentes venderme la moto —Han frunció el ceño—. Cuéntame en qué me he metido.
Confuso
gesticuló hacia el androide de control de sistemas que se había unido a ellos en los túneles de mantenimiento.
—Pip ha conseguido localizar a Droma. Como suponía, no está retenido en el Campo 17, sino en el cuartel general de Salliche Ag, donde será acusado y sentenciado —el androide hizo una pausa para escuchar los gorgoteos de la unidad P2—. Si lo declaran culpable de conspiración, la pena mínima serán cinco años de trabajos forzados.
El androide de control de sistemas se asentó en sus muchas piernas y proyectó el holograma ligeramente azulado de un extenso complejo construido en la ladera de una colina que se erguía frente a una extensión casi infinita de campos cultivados.
—La zona donde mantienen actualmente a Droma está prohibida a los androides —siguió
Confuso—,
pero un humano como tú no debería tener ningún problema en llegar hasta él.
Una parte iluminada del holograma se amplió hasta centrarse en la colina, donde un sistema de piscinas de contención y acueductos dirigían el agua hacia un laberinto de profundos canales de irrigación.
—¿Qué se supone que tengo que hacer? ¿Simplemente entrar ahí y llevármelo? —preguntó Han.
Confuso
trinó a Pip, que inmediatamente desplegó hologramas de uniformes y placas de identidad, algunos de los cuales tenían el logotipo corporativo de Salliche Ag.
—Podemos proporcionarle la ropa y documentación necesarias —explicó
Confuso—,
además de mapas y todo lo que necesite para familiarizarse con la distribución del cuartel general y su entorno más próximo. También podemos proporcionarle pases para los dispositivos de seguridad, aunque tendrá que encargarse de persuadir a los seres de carne y hueso con los que entre en contacto de que usted es realmente quien dicen sus credenciales.
También será su responsabilidad localizar y rescatar Droma, y huir con él por cualquier ruta que elijan tomar.
Han rodeó la proyección holográfica rascándose la barbilla.
—Necesitaría un arma que pudiera llevar oculta.
—Podemos proporcionarle un arma.
—No quisiera parecer desagradecido, pero tengo la sensación de que no estáis haciendo esto para mostrar que vuestra programación incluye la bondad. ¿Dónde está el truco?
Los androides pitaron y zumbaron unos segundos.
—A cambio de nuestra ayuda —explicó
Confuso—,
quisiéramos pedir algo. —Nuevos hologramas flotaron en el aire, mostrando vistas detalladas del interior del edificio principal—. En un cuarto del quinto nivel del ala este se encuentran los controles principales de un sistema de emisores/receptores que sirve para monitorizar los varios miles de androides obreros del distrito…, androides equipados con sensores de desconexión que pueden activarse por control remoto.
Han estudió el holo de los controles principales.
—Así que ese transmisor funciona como una especie de control remoto que activa y desactiva a los androides.
—Podría describirse así.
Han sonrió abiertamente.
—Y quieres que lo desactive.
—Podría usarse la palabra «sabotaje» —aclaró
Confuso.
—Si podéis hacer que yo pase los escáneres de seguridad del edificio, ¿por qué no lo hacéis vosotros mismos?
—El transmisor es autosuficiente, y el ala este sólo es accesible a los seres de carne y hueso. Para entrar hay que pasar por un escaneado de la palma de la mano…
—Que vosotros podéis proporcionarme —acabó Han, deseando que Droma estuviera allí para escucharlo. Dejó de estudiar los controles holográficos—. ¿No se necesita algún código para desconectar el sistema?
—Como nunca hemos podido acceder al transmisor, creemos que el trauma causado por un golpe es el curso de acción más eficaz. Sin embargo, le proporcionaremos una tarjeta electrónica con un virus incorporado que cumplirá el mismo fin.
—¿Qué pasará entonces?
—Con el transmisor anulado, los miles de androides desactivados por Salliche Ag podrán escapar de su confinamiento.
Han paseó la mirada de androide en androide.
—Permitidme aclarar una cosa —dijo en medio de un silencio escalofriante—. Salliche tiene un montón de androides congelados… ¿Por qué?
—Salliche Ag ha hecho creer a todo el mundo que empleando seres de carne y hueso puede publicitar sus productos como «recogidos a mano». Pero la verdad es que la compañía está dejando de utilizar androides para satisfacer las tendencias anti-máquina de los yuuzhan vong. Cuando los invasores lleguen al Núcleo, el regalo de bienvenida de Ruan será decenas de miles de androides desactivados.
Han tragó saliva con dificultad. La tripulación del
Trevee
había seleccionado Ruan porque los agentes de los yuuzhan vong ya habían estado allí.
—Sabéis que apagar el transmisor hará que resuenen todas las alarmas del complejo —advirtió.
—Sí, pero podemos silenciar a la mayoría —aseguró
Confuso—.
Es más, muchos de nuestros camaradas desactivados se almacenan en el propio complejo. Una vez se reactiven, podremos abrir las cámaras donde se encuentran. La confusión ayudará a que puedan escapar.
—Sí, y Droma y yo pasaremos desapercibidos en medio de una desbandada de androides reactivados —susurró Han—. Pero ¿qué le impedirá a Salliche reparar el sistema y volver a desactivar a todos los androides que hayan despertado?
—Podemos extraer los sensores de control remoto de la mayoría en un tiempo mínimo…, como ya hemos hecho con todos los que estamos aquí.