Anatomía del crimen. Guía de la novela y el cine negros (3 page)

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Authors: Mariano Sánchez Soler

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BOOK: Anatomía del crimen. Guía de la novela y el cine negros
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Holmes y Watson en
Estudio en escarlata
, ilustrado por Sidney Paget.

En la década de los años veinte, Dashiell Hammett, en palabras de Raymond Chandler, «saca el crimen del jarrón veneciano y baja la novela de misterio a la calle», introduce el realismo, la delincuencia organizada., la ciudad como centro de la acción. Además, hace literatura con un estilo nuevo, donde los pensamientos y planteamientos de los personajes se conocen a partir del movimiento, por lo que hacen, no por lo que dicen. El lector comprende lo que piensan por lo que pasa.
Cosecha roja
es el exponente más claro.

Cuando todo el mundo hacía novela
hardboiled
a la manera de Hammett, o siguiendo su estela, desde esa escuela narrativa, otro heterodoxo, Raymond Chandler, se planteó describir emociones, hacer melodramas donde la descripción de personajes, de lugares, de momentos, se convierte en la clave de sus novelas. E inventa a Philip Marlowe, todo un icono de la cultura californiana
[2]
.

Se ha hecho muy buena literatura negra, sin duda, pero son muy pocas las obras heterodoxas, innovadoras, originales, que marcan nuevos caminos. Y son contados también los autores que siguen sendas nuevas: Poe, Conan Doyle, Hammett, Chandler. La novela de misterio se convierte en novela negra. La calle y el crimen marcan el ritmo de las historias. En la literatura negra norteamericana brillan con luz propia las novelas de Horace McCoy, de Edward Anderson, de David Goodis, de Jim Thompson, de Patricia Highsmith…

Desde Poe, los mejores autores de novela criminal han mostrado su alma marcada por tantas desesperaciones. Porque todos surcamos las páginas de la novela negra, como criminales en potencia o como víctimas capaces de aprender a disimular nuestra propia inmolación. Sumergidos en Poe, en Conan Doyle, en Hammett, en Chandler, hasta llegar a Chester Himes, el último gran ismaelita de la cultura norteamericana, el último heterodoxo original que aportó una mirada nueva, personal, revolucionaria, a la novelística en general y a la literatura policíaca en particular.

Como ismaelita alejado de la cultura oficial norteamericana, siempre brilló por sus ausencias. Por ejemplo, en una obra clásica para el estudioso, como es
A Catalogue of Crime
, de Jacques Barzun y Wendell Hertig Taylor (Ed. Harper & Row. New York, 1971), Chester Himes no figuraba, a pesar de que años antes, los especialistas franceses Boileau-Narcejac, en la edición de 1964 de
Le roman policier
(Payot, París), escribían que, a su juicio, los dos más grandes novelistas americanos del momento eran Horace McCoy y Chester Himes.

Cartel de
Kiss Tomorrow Goodbye
(en España,
Corazón de hielo
), basada en la novela homónima de Horace McCoy.

En la actualidad, Himes está en todas las enciclopedias y estudios como uno de los grandes renovadores del género y de la narrativa norteamericana en general.
Un ciego con una pistola
, una novela trascendental para mi generación, Himes empieza así: «Un amigo mío, Phil Lomax, me contó que un ciego había disparado con una pistola contra un hombre que le había abofeteado en el metro y había matado a un espectador inocente que leía tranquilo su periódico al otro lado del paseo. Y pensé: maldita sea, igual que las noticias de hoy, las revueltas en los guetos, la guerra a Vietnam, los actos masoquistas en el Medio Oriente. Después pensé en algún de los líderes de voz estridente que incitan los nuestros vulnerables hermanos del alma y las fustigan para que se hagan matar, y finalmente pensé que toda violencia desorganizada es como un ciego con una pistola».

Humphrey Bogart interpreta a Philip Marlowe en la película
El sueño eterno
.

3
Chandler frente a Hammett.
La creación de Philip Marlowe

«He vivido mi vida al borde de la nada».

Raymond Chandler
, en 1959

L
a mejor literatura inglesa de hoy está escrita por los americanos, pero no en ninguna tradición purista. Han vulgarizado la lengua como lo hizo Shakespeare y lo han hecho en la violencia del melodrama y desde la tribuna de prensa. Han removido las tumbas y escarnecido a los muertos. Que es como debería ser
[3]
.

Son palabras de Raymond Thornton Chandler, nacido en Chicago el 26 de julio de 1888, educado en Inglaterra y fallecido en la población californiana de La Jolla casi setenta y un años más tarde. Así habla un crítico literario valioso y uno de los grandes novelistas norteamericanos de la segunda mitad del siglo
XX
, un renovador de la novela criminal y, sin duda, uno de los escasos autores modernos que ha aportado un personaje universal a la literatura y al arte cinematográfico: su detective Philip Marlowe. A decir de muchos, el más importante detective de la literatura mundial, sólo comparable al Sherlok Holmes de Arthur Conan Doyle.

En Philip Marlowe se concentra la aportación literaria de Chandler, un escritor de formación clásica, poeta en sus comienzos, traductor de Cicerón al inglés directamente del latín como ejercicio estilístico y que llegó a la literatura criminal por avatares del destino.

Cuando se lanzó al relato policial, tras su despido de una empresa petrolera, Raymond Chandler era ya un hombre maduro que, en sus escritos, cultivaba un inglés británico. Tenía cuarenta y cinco años cuando envió su primer relato a
Black Mask
después de cinco meses redactándolo. Según sus propias explicaciones, para escribirlo había tenido que «aprender el inglés americano igual que si fuera un idioma extranjero»
[4]
.

M
ÁS ALLÁ DE
D
ASHIELL
H
AMMETT

Durante sus cinco años en
Black Mask
, siguió los pasos del maestro Dashiell Hammett y se curtió en la gran escuela del relato
hard-boiled
, forjado alrededor del personaje del detective duro y desengañado.

Portada de la revista
Black Mask
, en la que publicaron entre otros Dashiell Hammett, Raymond Chandler y Erle Stanley Gardner.

«Hammett sacó el asesinato del jarrón de cristal veneciano y lo tiró al callejón», escribiría Chandler en
El simple arte de matar
. «Yo no inventé el relato criminal y nunca he ocultado mi opinión de que Hammett tiene, si no todo el mérito, al menos casi todo. Todo el mundo imita cuando empieza. Es lo que Stevenson llamó ser "un simio diligente"»
[5]
.

Raymond Chandler.

Admirador de Hammett, con quien sólo coincidió personalmente en una ocasión, Raymond Chandler poseía una soltura verbal de la que carecía el autor de
La llave de cristal
. Su lenguaje era capaz de decir cosas que Hammett «no sabía expresar o no sentía la necesidad de decir». Según Chandler, el lenguaje del maestro «no dejaba ecos, no evocaba imágenes», y desde la escuela de
Black Mask
, él estaba buscando su propia ascensión hacia el objeto literario.

«Todos crecimos juntos, por así decirlo —ha explicado Chandler—, y todos escribíamos en el mismo idioma, y todos nos hemos ido apartando más o menos de él. Muchos relatos de
Black Mask
sonaban igual, del mismo modo que suenan igual muchas obras de teatro isabelinas. Siempre ocurre lo mismo cuando un grupo explota una tendencia nueva»
[6]
.

Las historias tenían que ser violentas por convención. Y algunos, como él, trataban de escapar de la fórmula. «Exceder los límites de una fórmula sin destruirla es el sueño de todo escritor de revista que no sea un simple ganapán». Y Chandler quería ser un poco más humano, superar a Hammett en este tratamiento de las historias criminales, interesarse más por la manera de vivir de la gente que por la forma violenta de morir.

Así lo explicaría el propio Chandler, posteriormente: «Hace mucho tiempo, cuando escribía para los
pulps
, introduje en un relato una línea como ésta: "Salió del coche y caminó por la soleada acera hasta que la sombra del toldo de la entrada cayó sobre su rostro como el tacto del agua fría". La suprimieron cuando publicaron el relato. Sus lectores no apreciaban estas cosas, sólo les interesaba la acción. Me propuse probar que estaban equivocados. Mi teoría era que los lectores sólo se imaginaban que les interesaba únicamente la acción; que, en realidad, aunque no lo sabían, la acción les preocupaba muy poco. Lo que les gustaba, igual que a mí, era la creación de emociones a través de la descripción y el diálogo»
[7]
.

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