Read Anatomía del crimen. Guía de la novela y el cine negros Online
Authors: Mariano Sánchez Soler
Tags: #Ensayo
Edición americana de
El sueño eterno
.
Un ejemplo de esta creación de emociones está en la presentación del detective Philip Marlowe, en su primera aventura, cuando llega a la mansión de los Sternwood. Mientras espera en la entrada, relata: «Encima de la puerta de entrada, había un vitral en el que figuraba un caballero con armadura oscura rescatando a una dama que se hallaba atada a un árbol, sin más ropa encima que una larga y muy oportuna cabellera. Tenía levantada la visera de su casco, como muestra de sociabilidad, y jugueteaba con las cuerdas que ataban a la dama, al parecer sin resultado alguno. Me detuve un momento y pensé que, de vivir yo en esa casa, tarde o temprano tendría que subir allí y ayudarle, ya que parecía que, en realidad, él no intentaba desatarla»
[8]
.
Esta simple descripción explica ya la magnitud del personaje como objetivo literario. Por eso, cuando el general Sternwood le pregunta sobre su persona, Marlowe le responde: «Hay poco que decir. Tengo treinta y tres años; fui al colegio y, si es necesario, aún puedo hablar inglés. Y no hay gran cosa en cuanto a mi profesión. Trabajé para mister Wilde, el fiscal del distrito, como investigador. Su investigador principal, un hombre que se llama Bernie Ohls, me telefoneó y me dijo que usted quería verme. Soy soltero, porque no me gustan las mujeres de los policías».
«—Y un poco cínico —dijo el anciano, sonriendo—. ¿No le gustaba trabajar para Wilde?
»—Fui despedido por indisciplina. Mi índice de indisciplina es alto, general».
El nuevo caballero andante racional, individualista y callejero se ha puesto en marcha. Duro, desengañado, impertinente, sin más locura que la de caminar al borde del abismo y sortear la legalidad para cumplir, a su manera, un código ético personal y dar rienda suelta a una visión sentimental a prueba de cambalaches.
Bogart «enamora» a Lauren Bacall en
El sueño eterno
, de Howard Hawks.
L
A FICHA DE UN DETECTIVE
Philip Marlowe nació en el pueblo californiano de Santa Rosa, al norte de San Francisco, un lugar en el que también había vivido la familia del novelista Raymond Chandler. La fecha de nacimiento de Marlowe se desconoce, si bien pudo ser en el año 1905, ya que, cuando se encargó del chantaje al general Sternwood, en 1938, dijo tener treinta y tres años, que en la versión de Hawks elevaron a cuarenta. Sin embargo, como detective privado que maneja la información a su antojo, en 1953 dijo que tenía cuarenta y dos años y, en 1958, confesó cuarenta y tres años y medio.
Tampoco su padre literario desveló este detalle cuando, el 19 de abril de 1951, respondió por carta a un admirador llamado D. J. Ibberson, en la que dibujó una pequeña biografía de Marlowe. A Chandler le molestaba la curiosidad de los lectores por este tipo de detalles, porque a él lo que le interesaba realmente era la personalidad, los sentimientos y la actitud ante la vida del personaje.
Marlowe jamás habló de sus padres ni se le conocen parientes vivos. Estudió un par de años en la Universidad de Oregón, en Eugene, si bien pasó también por la Universidad Estatal de Oregón, con sede en Corvalis. Dejó los estudios por motivos desconocidos, regresó a California y se instaló en la ciudad de Los Ángeles, donde trabajó como investigador de una compañía de seguros, y después en la oficina del fiscal del distrito bajo las órdenes del investigador principal, Bernie Ohls. Perdió el empleo por causas jamás desveladas. Indisciplina, impertinencia… pero se asegura que ocurrió por un exceso de celo profesional para desvelar algunos asuntos que a sus superiores no convenía que salieran a la luz
[9]
. Sacó licencia como detective privado y, en el sexto piso del Cahuenga Building de Los Ángeles, montó una oficina compuesta por una pequeña sala de espera y un despacho. Desde entonces, trabaja tan solo que ni siquiera tiene secretaria, por lo que pierde clientes a menudo. Cobra normalmente veinticinco dólares diarios más gastos, aunque puede cambiar la tarifa según la catadura del cliente. Vive en un apartamento barato, acorde con sus posibilidades económicas. Lleva armas porque lo exige la profesión, pero sólo las utilizaría en defensa propia o en momentos desesperados. Fuma y bebe con normalidad, sin excesos. Aunque el
gimlet
(mitad gin, mitad lima de Rose) es su combinado favorito, no se muestra demasiado exigente en asunto de bebidas. La única afición que se le conoce es el ajedrez, aunque sin apasionamientos. Odia la corrupción, desprecia a los ricos (a quienes identifica frecuentemente con el gran crimen, mientras a los delincuentes de poca monta suele presentarlos como el resultado de la injusticia social) y mantiene una relación crítica con la policía. «En esta ciudad, la ley protege al que paga», afirma en
Adiós, muñeca
. «Mientras ustedes [los policías] no sean dueños de sus propias almas, no lo serán de la mía», dice en
La ventana siniestra
.
Cartel de
Adiós, muñeca
, con Robert Mitchum como Philip Marlowe.
De sus aventuras amorosas, la única que llegó a matrimonio fue su relación con Linda Loring, hija de un magnate de la construcción y cuñada de Terry Lennox, a la que conoció en 1953, durante
El largo adiós
, y con la que reanudó su relación en 1958, en el último capítulo de
Playback
. Al año siguiente, se casó con ella y se fue a la zona residencial de Poodle Springs, pero no acabó su matrimonio porque a Chandler le llegó el
sueño eterno
el 26 de marzo de 1959. Cuando esto ocurrió, Marlowe vivía entre los ricos de Poodle Springs, gracias a la fortuna de su mujer, pero se resistía a ser y actuar como uno de ellos. Así se lo explicó al mayordomo: «Técnicamente, eres un sirviente. De hecho, eres un amigo. Parece que hay un protocolo para estas cosas. Tengo que respetar el protocolo igual que tú. Pero, detrás de todo esto, sólo somos un par de tipos»
[10]
.
En sus encargos, Marlowe ha preferido muchas veces no cobrar el trabajo, simplemente porque descubrir la verdad le dejaba más que satisfecho. En esta búsqueda de la verdad está el objeto de su aventura literaria, la reflexión de Chandler sobre el mundo que le ha tocado vivir y sobre la condición humana. Como en cualquier obra de arte que se precie.
Del mismo modo que Dickens había creado Londres y Balzac París para que las generaciones futuras conocieran esas ciudades esenciales, en cuerpo y alma, Raymond Chandler
creó
Los Ángeles del siglo
XX
como ciudad literaria total; como escenario que abarcaba todos sus escondrijos y personajes, sin distinción. Y lo hizo a través de los ojos y las peripecias de su detective:
«Tienes nombre de duque, pero eres un don nadie», le dice Claire Trevor en
Murder, my sweet
(1944), la primera aparición del detective Marlowe, como tal, en la pantalla cinematográfica
[11]
. Había nacido un héroe-antihéroe neorromántico
[12]
, un rebelde moderno salido de las clases populares, acostumbrado a deambular por las cloacas. Como escribió el propio Chandler: «No niego al escritor policíaco el privilegio de hacer de su detective la persona que más le guste; filósofo, poeta, estudiante de cerámica o egiptología o un maestro en todas las esencias… Lo que no puedo soportar es la afección de nobleza que no le va a este trabajo y que es, de hecho, una expresión inconsciente de esnobismo… Quizá el problema reside en que yo mismo soy un producto de la escuela pública inglesa y conozco a estos tipos por dentro y por fuera. El único exalumno de una escuela pública que podría ser un verdadero detective sería el exalumno rebelde, como George Orwell».
Marlowe dice en una ocasión a su antiguo jefe de la oficina del fiscal del distrito: «Yo soy un romántico, Bernie. Si oigo voces llorando en la noche, tengo que salir a ver qué es lo que pasa. Por este camino no ganaré ni un centavo. Esto no da ningún porcentaje».
Tenemos un personaje literario nacido de las historias cortas que Chandler escribió en los
pulps
, en cuyas páginas fue gestándose su detective bajo nombres como John Dalmas, Ted Carmady o Mallory. Al principio, el personaje tenía las características típicas del género que se publicaba en revistas baratas como
Black Mask
y
Dime Detective Magazine
: el detective era duro, fuerte, atractivo para las mujeres, un hombre honesto en un trabajo corrompido. Un personaje común en la novela norteamericana, desde Mark Twain (Huckleberry Finn) a Hemingway (Nick Adams), pero Chandler convirtió a su detective en el narrador de las historias, el único suministrador de información, el ojo que ofrece su punto de vista y destila en él su propia personalidad, mientras interpreta el mundo que le rodea.
Y en ese territorio, Phillip Marlowe era un tipo ocurrente enfrentado a personajes, en ocasiones, tan sarcásticos como él. En
La ventana siniestra
, pregunta a Kenny Haste, reportero de la sección policial del
Chronicle
, sobre el dueño de un garito: «¿Morny es peligroso con las mujeres?». Y el periodista le responde: «No seas puritano, amigo. Las mujeres no lo llaman peligro»
[13]
.
Pero también un aficionado a las causas perdidas, con debilidad por los más frágiles. En
El largo adiós
, por ejemplo, un petulante guardacoches orgulloso de su uniforme blanco, ve a Marlowe cargando con el viejo borracho Terry Lennox y le espeta: «Si por mí fuera, lo dejaría caer en la primera cloaca y seguiría viaje. Estos malditos borrachos no hacen más que crearle a uno dificultades, sin dar ninguna ventaja. Tengo mi filosofía sobre estas cosas. Tal como anda la competencia en nuestros días, la gente tiene que reservar sus fuerzas para defenderse en los cuerpo a cuerpo». Y el detective le contesta: «Veo que gracias a eso ha logrado usted mucho éxito».
Elliot Gould era Marlow en
El largo adiós
, dirigida por Robert Altman.
Tras la frase afilada y el comentario jocoso, mordaz a veces, incisivo casi siempre, se escucha en la voz del personaje lo que Chandler calificó como «la controlada emoción semipoética».
La obra maestra de Chandler,
El largo adiós
, trata sobre la amistad y la traición. No me resisto a reproducir un fragmento del diálogo con su viejo amigo Terry Lennox, que le ha utilizado para sus planes criminales y ahora vive bajo otra identidad y con otro rostro. Marlowe le advierte:
"Usted compró mucho de mí y por nada, Terry. Por una sonrisa, una inclinación de cabeza, un saludo con la mano y algunas copas tomadas de vez en cuando en un bar tranquilo y confortable. Fue agradable mientras duró. Hasta la vista amigo. No le digo adiós. No se lo dije cuando tenía algún significado. Se lo dije cuando era triste, solitario y final.