Read Ángeles y Demonios Online
Authors: Dan Brown
—Somos adultos, Robert. Puedes admitirlo. Sientes un deseo. Lo veo en tus ojos. Un ansia carnal profunda. —Sonrió—. Yo también la siento. Y ese anhelo está a punto de ser satisfecho.
—¿De veras?
Se sintió envalentonado y avanzó un paso hacia ella.
—Por completo. —La joven alzó la carta del servicio de habitaciones—. He pedido todo lo que tienen.
El festín fue suntuoso. Cenaron juntos a la luz de la luna, sentados en su balcón... saboreando
frisée,
trufas y risotto. Bebieron vino
Dolcetto
y hablaron hasta muy avanzada la noche.
No era preciso ser un experto en símbolos como Langdon para leer las señales que Vittoria le estaba enviando. Durante el postre de crema de moras con
savoiardi
y
romcaffé
humeante, Vittoria apretó sus piernas desnudas contra las de él por debajo de la mesa, mientras le asaeteaba con miradas lujuriosas. Daba la impresión de desear que dejara el cuchillo y el tenedor y la levantara en brazos.
Pero Langdon no hizo nada. Siguió comportándose como un perfecto caballero.
Dos pueden jugar a este juego,
pensó, y disimuló una sonrisa traviesa.
Cuando acabaron con todo, Langdon se retiró al borde de su cama, donde se sentó solo, dando vueltas al Diamante de los Illuminati en sus manos, y haciendo repetidos comentarios sobre el milagro de su simetría. Vittoria le miraba, cada vez más confusa y frustrada.
—Encuentras ese ambigrama terriblemente interesante, ¿verdad? —preguntó.
Langdon asintió.
—Fascinante.
—¿Dirías que es la cosa más interesante de esta habitación?
Langdon se rascó la cabeza, mientras fingía reflexionar.
—Bien, hay una cosa que me interesa más.
Ella sonrió y avanzó un paso hacia él.
—¿Cuál es?
—Cómo te cargaste una teoría de Einstein utilizando atunes.
Vittoria levantó las manos.
—
Dio mio!
¡Basta ya de atunes! No juegues conmigo, te lo advierto.
Langdon sonrió.
—Tal vez en tu siguiente experimento podrías estudiar los lenguados y demostrar que la Tierra es plana.
Vittoria echaba chispas, pero las primeras insinuaciones de una sonrisa exasperada aparecieron en sus labios.
—Para tu información, profesor, mi siguiente experimento hará historia en la ciencia. Pienso demostrar que los neutrinos tienen masa.
—¿Los neutrinos tienen masa? —Langdon la miró estupefacto—. ¡Ni siquiera sabía que eran católicos!
Ella se lanzó sobre él con un ágil movimiento, y le inmovilizó sobre la cama.
—Espero que creas en la vida después de la muerte, Robert Langdon.
Vittoria le miró con ojos que despedían un fuego travieso.
—De hecho —dijo él, riendo a carcajadas—, siempre me ha costado imaginar que haya algo después de este mundo.
—¿De veras? ¿Nunca has gozado de una experiencia religiosa? ¿Un momento perfecto de éxtasis glorioso?
Langdon negó con la cabeza.
—No, y dudo muy en serio ser la clase de hombre
capaz
de tener una experiencia religiosa.
Vittoria se quitó la bata.
—Nunca te has acostado con una maestra de yoga, ¿verdad?
1.
Detective de una famosa serie de novelas publicadas en EE.UU.