Read Antología de novelas de anticipación III Online
Authors: Edmund Cooper & John Wyndham & John Christopher & Harry Harrison & Peter Phillips & Philip E. High & Richard Wilson & Judith Merril & Winston P. Sanders & J.T. McIntosh & Colin Kapp & John Benyon
Tags: #Ciencia Ficción, Relato
Barris se puso rígido.
—¿Han descubierto algo importante?
En la pantalla, el rostro de Smith continuó tan inexpresivo como antes.
—Unas cuantas cosas, creo; si se deja usted caer por aquí, le enseñaré lo que hemos hecho.
Barris cruzó
Nueva York
y se dirigió a los laboratorios de la
Unidad
. Los centinelas le obligaron a identificarse antes de permitirle el paso. Encontró a Smith y a sus hombres atareados alrededor de un montón de piezas ensambladas provisionalmente.
—Aquí está —dijo Smith.
—Parece distinto.
—Hemos hecho todo lo que estaba a nuestro alcance para reconstruir los elementos averiados —explicó Smith—. Y hemos instalado un sistema auditivo para recoger lo que quedaba en el almacén de datos. Datos fragmentarios, por supuesto. Escuche...
Smith conectó el altavoz, Se oyó un zumbido y una serie de sonidos roncos. El jefe de los mecánicos manipuló en los mandos.
—Dentro de unos instantes se oirá mejor —aseguro Smith.
—De acuerdo. Ajuste bien los mandos y veré lo que puedo captar.
Smith y sus hombres se marcharon. Barris se acercó más al altavoz. Perdidos entre la niebla de sonidos, había débiles rastros de palabras. Barris aguzó el oído.
«...bifurcación progresiva de elementos sociales de acuerdo con nuevas pautas anteriormente.., agotamiento de formaciones minerales no plantea ya el problema que se presentó durante la...»
Vulcan II
no era consciente; como un disco fonográfico, aquellos impulsos eran helados, muertos. Aquellas afirmaciones eran antiguas, correspondían al pasado.
Vulcan II
no funcionaba desde hacía mucho tiempo. Lo que surgía a través del altavoz había sido almacenado hacía muchos años, cuando el cerebro electrónico funcionaba normalmente.
«...determinados problemas de identidad anteriormente objeto de conjeturas y nada mas... necesidad vital de comprender los factores integrales implicados en la transformación del simple conocimiento a la plena identidad...»
Barris encendió un cigarrillo y escuchó. Las frases fragmentarías surgían por el altavoz, mezcladas con el incesante zumbido de los parásitos.
Transcurrió el tiempo. Barris seguía esperando.
De repente, todo su cuerpo se tensó.
«...este proceso se encuentra ampliamente desarrollado en el III... si las tendencias puestas de manifiesto en el I y en el II continúan evolucionando, podría plantearse la necesidad de omitir ciertos datos...»
Las palabras se apagaron. Barris pegó su oído al altavoz. Al cabo de unos instantes, las palabras se hicieron de nuevo audibles.
«...el Movimiento activaría demasiadas tendencias inconscientes... posiblemente, III no se ha dado cuenta todavía de ese proceso... información sobre el Movimiento podría crear una situación crítica en la cual III podría empezar a...»
Barris profirió una exclamación. Las palabras habían vuelto a apagarse. Rabiosamente, tiró el cigarrillo y esperó, lleno de impaciencia. Dill le había dicho la verdad, indudablemente... Se inclinó hacia el altavoz, esforzándose en captar cada una de las palabras.
«...la aparición de facultades cognoscitivas operando a un alto nivel demuestra el ensanchamiento de la personalidad, superando lo estrictamente lógico... III difiere fundamentalmente en la manipulación de valores irracionales de un tipo definitivo.., construcción incluidos factores reforzados y acumulativos que permiten a III llegar a conclusiones esencialmente asociadas a elementos que no son mecánicos ni... sería imposible que III funcionara a ese nivel sin una facultad creadora más bien que analítica.., tales juicios no pueden ser emitidos a un nivel puramente lógico... el ensanchamiento de III en niveles dinámicos crea una entidad completamente nueva, incomprensible en términos conocidos hasta ahora...»
Por un instante, el altavoz permaneció en silencio. Luego, las palabras volvieron a fluir con una especie de rugido.
«...nivel de operación no puede ser concebido de otro modo... si la construcción real de III es ésa... III está vivo en esencia...»
¡Vivo!
Barris se estremeció. Las palabras siguieron fluyendo, ahora apenas audibles.
«...con la voluntad positiva de orientar a seres vivientes... en consecuencia, III, al igual que cualquier otro ser viviente, está básicamente preocupado por la supervivencia... conocimiento del movimiento podría crear una situación en la cual la necesidad de supervivencia induciría a III a... el resultado podría ser catastrófico... ser evitado en... a menos que... III... si...».
Silencio.
Barris salió precipitadamente de la estancia. Después de ordenar a Smith que no permitiera la entrada a nadie y que colocara centinelas armados en la puerta, regresó a su oficina.
Dill le había dicho la verdad... pero esto había dejado de tener importancia. Ahora habían surgido a la superficie los motivos de
Vulcan II,
motivos que Dill ignoraba.
Vulcan III
no funcionaba sobre una base analítica lógica; su "
personalidad
" se había ensanchado, había alcanzado niveles nuevos. Si
Vulcan II
estaba en lo cierto, si un impulso de supervivencia se había desarrollado en la enorme máquina...
Dill había captado la amenaza de
Vulcan III
, y otros la habían captado: millones de hombres y mujeres corrientes, todo el
Movimiento de los Curadores
.
Vulcan II
había sido destruido para que no pudiera continuar asesorando a Dill. Era evidente que
Vulcan III
había destruido al
Vulcan II
. ¿Estaba enterado
Vulcan III
de la existencia de los
Curadores
?
Barris se estremeció. El género humano en manos de una máquina.
Más que una máquina.
Un gigantesco ser viviente, dueño de todos los conocimientos acumulados por el hombre, un enorme organismo pensante. Pensante... y sensible.
Vulcan III
era algo más que una máquina, algo más que un cerebro electrónico; estaba vivo. Y, en su calidad de cosa viviente, tenía voluntad y deseo de sobrevivir. ¿Qué ocurriría cuando descubriera que millones de hombres y mujeres estaban organizados contra él?
¿Qué haría cuando descubriera que existía un
Movimiento
con el exclusivo propósito de destruirle? ¿Que desde hacía dos años estaba tratando de llegar hasta él?
¿Qué podría hacer?
Barris llegó a su oficina. Su telepantalla de circuito cerrado emitía una frenética señal; la conectó rápidamente.
—¡Barris! —gritó el aterrorizado rostro de Dill—. ¿Dónde diablos estaba?
—Con los restos de
Vulcan II.
Mis mecánicos consiguieron reconstruir algunos de sus elementos. He podido comprobar la historia que usted me contó... y algo más. Conozco los motivos de
Vulcan II.
Sé lo que...
—¡Escuche, Barris! —gritó Dill—. ¡Ha sucedido!
—¿Qué es lo que ha sucedido?
—Lo que había estado temiendo; finalmente se ha producido. Sabía que no podría evitarlo durante mucho más tiempo. Escúcheme, Barris:
Vulcan III
ha obtenido la información... acerca de los
Curadores
. Larson se la suministró.
—¿Está usted seguro?
Dill estaba temblando de terror.
—Vulcan III
ha convocado urgentemente al Consejo. Todos los Directores. Para destituirme... y juzgarme por traición... Necesito su ayuda, Barris.
Vulcan III
lo sabe todo acerca de mí... y acerca de los
Curadores
.
Barris cortó la comunicación, y llamó al aeródromo.
—Preparen inmediatamente mi nave. Y dos patrullas armadas. Puedo verme en dificultades.
Salió de su oficina para dirigirse al aeródromo. Al salir del edificio de la
Unidad
, adquirió repentina conciencia de un sonido. Un murmullo semejante al rugido del mar.
Una enorme muchedumbre avanzaba a lo largo de la calle, una masa de hombres y mujeres que crecía a cada instante. Y entre ellos había varias figuras vestidas con túnicas pardas y calzadas con sandalias.
Los
Curadores
... avanzando hacia el edificio de la
Unidad
.
William Barris penetró en el edificio del
Mando de la Unidad
en
Ginebra
, rodeado de hombres armados. Encontró a Jason Dill en la parte exterior del salón de sesiones.
—¡Dios mío! —murmuró Dill—. Creí que no iba a llegar usted nunca.
—Los
Curadores
se están moviendo; he tenido dificultades para venir. La policía está movilizada, pero no confío demasiado en Cartwrigh.
Dill estaba rodeado por su propia guardia personal. Tenía aspecto de agotamiento; estaba pálido y respiraba penosamente.
—Veo que se ha traído usted protección. El Consejo está a punto de reunirse. La mayoría de los Directores ya han llegado. ¿Cuántos hombres se ha traído?
—Sesenta.
—¿Puede obtener alguno más?
—No. El resto se ha agregado a la policía. Los
Curadores
están atacando abiertamente los edificios de la
Unidad
en
Norteamérica
.
—También aquí. Sesenta hombres. Y yo dispongo de unos doscientos. Con el resto no podemos contar.
—Cuénteme exactamente lo que ha sucedido.
—Esta mañana, a las ocho, he recibido un informe urgente de un agente secreto que trabajaba en el equipo de alimentación. Larson había empezado a suministrar a
Vulcan III
parte del material que yo había rechazado. Me encaminé rápidamente a la fortaleza, pero era demasiado tarde. Los datos estaban ya en poder de
Vulcan III.
—¿Por qué hizo Larson eso?
—No lo sé. Cuando llegué allí..., estaba muerto.
—¡Muerto!
—El informe del agente decía que Larson estaba aterrorizado. Algo había sucedido. —Dill se pasó una mano temblorosa por la frente—. No lo comprendo.
Vulcan III
tiene algo
.
Puede hacer cosas; no es inofensivo, como habíamos creído hasta ahora.
—Destruyó a
Vulcan II.
Dill se estremeció.
—Eso creo yo también. Pero, ¿cómo? Estaban separados por seis pisos. Y
Vulcan III
no puede moverse... ¿Tendrá hombres que trabajan para él?
—¿Cómo murió Larson?
—Le golpearon brutalmente. Le aplastaron la cabeza con algún objeto duro. Los Directores opinan que fueron los
Curadores
. O... —los ojos de Dill reflejaron un intenso pánico—. O yo.
—¿Fue usted?
—¡Desde luego que no!
—Esto es más grave de lo que imaginaba.
Vulcan III
tiene ramificaciones de alguna clase. Me pregunto si...
En aquel momento se oyó el imperioso tañido de una campana.
—La reunión. —Dill echó andar con paso vacilante en dirección a la puerta del salón de sesiones—.
Vulcan III
envió a cada uno de los Directores una orden de comparecencia y un resumen de lo que había sucedido. Una descripción de mi traición
...
Cómo falsifiqué los datos y tendí una cortina entre él y la
Unidad
.
Barris asintió.
—Todos nosotros nos hemos preguntado por qué
Vulcan III
no se ha referido para nada a los
Curadores
.
—De modo que ahora lo sabe usted todo. Vamos, la reunión está a punto de empezar.
—¿Quién hablará por
Vulcan III?
—Reynolds, de la
Europa Oriental
.
Vulcan III
le escogió como fiscal de la
Unidad
. Contra mí.
—Reynolds... Le he visto.
—Vulcan III
le ha facilitado una detallada información. —Dill abrió y cerró los puños—. Estoy perdido; Reynolds siempre fue un hombre ambicioso.
—¿Sabe Reynolds que actuaba usted siguiendo los consejos de
Vulcan II?
—Lo ignoro. —La esperanza aleteó un momento en el rostro de Dill—. ¿Cree que puedo intentar defenderme en ese terreno? Estaba tratando de cumplir con mi deber.
Vulcan II
me sugirió que escamoteara toda aquella información.
—Lo que he sabido a través de
Vulcan II
es mucho más grave que su situación personal, Dill. De acuerdo con su teoría...
—¿Su teoría?
—...
Vulcan III
está... vivo, con la voluntad de un ser viviente, el instinto de crecer y sobrevivir. No es un cerebro electrónico racional. Todas las cosas vivientes son supraracionales, automáticamente;
Vulcan. III
es un inmenso organismo viviente.
—Comprendo. Ha adquirido una..., personalidad. —Dill parecía más asustado incluso que antes—. ¿Qué cree usted que hará?
—No tardaremos en saberlo. —Barris entró en el amplio salón, escoltado por sus hombres—. Deme usted las cintas..., las cintas del
Vulcan II.
Dill se las entregó.
—Aquí están. Pero por el amor de Dios, tenga cuidado con ellas.
El salón estaba casi lleno; cada uno de los veintitrés Directores iba acompañado de su estado mayor y de su guardia personal. Edwards Reynolds ocupaba la presidencia. Era un hombre alto y robusto, de anchos hombros y poderoso pecho. Tenía treinta y dos años; había ascendido rápida y eficazmente. Por un instante, sus fríos ojos azules se posaron en Dill y en Barris.
—La sesión va a empezar —anunció—. El Director Barris puede ocupar su escaño. —Señaló a Dill—. Usted, acérquese.
Dill avanzó hacia la plataforma, rodeado por su escolta.
Subió los peldaños de mármol con paso vacilante y ocupó un asiento enfrente de Reynolds. Barris había permanecido en pie, sin moverse.
—Ocupe su escaño —le ordenó bruscamente Reynolds.
Barris avanzó a lo largo del pasillo.
—¿Cuál es el objeto de esta reunión? ¿Con qué autoridad ocupa usted la presidencia?
Un murmullo se elevó del auditorio. Todos los ojos estaban clavados en Barris. Los Directores no las tenían todas consigo; algo estaba ocurriendo. Dill había sido destituido..., acusado de traición. La inmensa estructura de la
Unidad
, los interminables departamentos y oficinas, estaban tambaleándose peligrosamente... y en el exterior, reuniéndose para un ataque final, se encontraba el
Movimiento de los Curadores
.