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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, Policíaco

Área 7 (33 page)

BOOK: Área 7
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Juliet dijo:

—El hangar principal. En el edificio desde el que se divisa todo el nivel. Hay una sala de control ahí arriba.

—Entonces iremos ahí —dijo Gant—. Lo que tenemos que hacer ahora es sencillo. Primero, tomamos el puesto de control de César Russell. Después, entre las señales de búsqueda que envía el satélite, usamos la unidad de activación y desactivación para apagar el transmisor colocado en el corazón del presidente, mientras que, un segundo después, encendemos la caja negra.

Sonrió con gesto irónico al presidente.

—Como he dicho, sencillo.

* * *

Los cinco miembros restantes de la unidad Charlie corrían agachados y a gran velocidad por un túnel bajo de hormigón.

Al trote, junto a ellos (y, debido a su altura, sin necesidad de agacharse), iba Kevin.

La unidad Charlie acababa de regresar del lago Powell, tras matar a Botha. Habían recuperado a Kevin y habían visto cómo se hundía el helicóptero de Schofield.

Habían estacionado los dos Penetrator fuera y en esos momentos estaban accediendo al complejo a través de una entrada que conectaba la instalación principal con uno de los hangares exteriores, una entrada conocida como la puerta superior.

El túnel de la puerta superior daba a la pared trasera del hueco del ascensor de personal, en el nivel del hangar principal, pared a la que se accedía por una puerta de titanio de treinta centímetros de grosor.

La unidad Charlie llegó a la puerta plateada.

Pitón Willis marcó el código de anulación correspondiente. La puerta superior era una entrada especial al Área 7 (si se disponía del suficiente rango como para conocer el código, esta podía abrirse en cualquier momento, incluso durante el cierre total de la instalación).

La puerta de titanio se abrió…

Y Pitón se quedó inmóvil.

Vio el techo del ascensor de personal parado justo debajo de sus pies.

Y, encima, se hallaban Cobra Carney y cuatro miembros de la unidad Eco.

Pitón vio por entre la trampilla del techo del ascensor que la otra mitad de Eco estaba en el interior de la cabina del ascensor.

—Joder, Cobra —dijo Pitón—, me ha dado un susto de muerte. No esperaba verlos aquí…

—César nos dijo que viniéramos —mintió Cobra—. Para asegurarnos de que todos estaban bien.

Pitón colocó a Kevin delante, en el techo del ascensor detenido.

—Hemos perdido a cinco, pero lo tenemos.

—Bien —dijo Cobra—. Muy bien.

Fue entonces cuando, a través de la trampilla del techo del ascensor, Pitón vio a cuatro hombres más en la cabina del ascensor con los hombres de Eco.

Cuatro hombres asiáticos.

Pitón frunció el ceño.

Eran los cuatro hombres que habían estado en la cámara de descompresión esa mañana: el capitán Robert Wu y el teniente Chet Li, del séptimo escuadrón, y los dos trabajadores del laboratorio chino. Los hombres que habían llevado la última cepa del sinovirus al Área 7.

—Cobra, ¿qué está pasando? —dijo Pitón de repente, alzando la vista.

—Lo siento, Pitón —dijo Cobra.

Y tras ello asintió brevemente a sus hombres.

En un abrir y cerrar de ojos, los cuatro miembros de la unidad Eco del techo del ascensor alzaron sus P-90 y dispararon una ráfaga de disparos letal a la unidad Charlie.

Pitón Willis fue alcanzado por lo que pareció ser un millón de balas. Su rostro y torso se tornaron inmediatamente en papilla. Los cuatro hombres de la unidad Charlie situados tras él también cayeron como marionetas, uno tras otro, hasta que la única figura que quedó en pie a ese lado fue Kevin, con los ojos fuera de sus órbitas, aterrorizado.

Cobra Carney dio un paso adelante y cogió con brusquedad al niño por el brazo.

—Sonríe, niño. Ahora te vienes conmigo.

* * *

En la sala de control que dominaba el hangar principal reinaba el silencio.

Boa McConnell y los otros cuatro supervivientes de la unidad Bravo yacían desplomados en un rincón, ensangrentados y sucios. Dos de los hombres de Boa tenían graves heridas. El coronel Jerome T. Harper (el oficial al mando del Área 7, pero en realidad un subordinado de César Russell) se estaba ocupando de sus heridas.

Había otra persona en la parte posterior de la sala, oculto tras las sombras. Llevaba allí sentado toda la mañana, sin pronunciar palabra alguna, tan solo observando en silencio.

El mayor Kurt Logan y lo que quedaba de la unidad Alfa también se encontraban en la sala de control. Logan estaba en esos momentos junto a César, hablando entre susurros. Su unidad Alfa no había salido mejor parada que la unidad Bravo: de su equipo inicial de diez miembros solo quedaban cuatro, él incluido.

César, sin embargo, no parecía afectado por sus bajas.

—¿Se sabe algo de la unidad Eco?

—Cobra informa de que se encuentran en el nivel 4. Ninguna señal del presidente aún.

—Maldita sea. ¡Mierda!

Era uno de los operadores de radiocomunicaciones. La pantalla de su ordenador se acababa de apagar.

Sin previo aviso. Ni siquiera un pitido.

—¿Qué ocurre? —preguntó el operador principal.

—¡Joder! —gritó otro operador cuando su monitor también se apagó.

El apagón se extendió por la sala de control cual virus. Todos los monitores del puesto de control, uno tras otro, se apagaron.

—Los sistemas de aire acondicionado se acaban de parar…

—El sistema de refrigeración está desactivado…

—¿Qué está ocurriendo? —preguntó con calma César Russell.

—La electricidad en el nivel de las celdas disminuye con rapidez.

—El suministro de energía del complejo está cayendo a pique —dijo el operador principal a Russell—. Pero no sé por qué…

Accedió a la pantalla de visualización del sistema.

—¡Joder!

Llevamos desde las ocho de la mañana funcionando con el suministro auxiliar! —dijo el mismo operador.

El coronel Harper dio un paso adelante.

—Pero eso debería habernos dado al menos tres horas, tiempo más que suficiente para reiniciar el suministro principal de energía.

Mientras hablaban, César contempló una de las entradas de la pantalla de ordenador:

El prefijo 007 indicaba un miembro del séptimo escuadrón. E se refería a la unidad Eco y 01 a su líder, Cobra Carney.

César entrecerró los ojos. Al parecer, durante el último periodo ventana del cierre, Cobra Carney había abierto la puerta 62-E, la puerta este blindada del nivel 6…

Jerome Harper y el operador seguían discutiendo la situación del suministro eléctrico.

—Debería, sí—dijo el operador—. Pero al parecer el sistema solo disponía de la mitad de la energía cuando entró en funcionamiento, por lo que solo ha durado hora y media.

El monitor del operador principal se apagó. Era el último que quedaba en funcionamiento.

Entonces, de repente, al unísono, las luces del techo de la sala de control se apagaron.

César y los operadores de radiocomunicaciones fueron devorados por la oscuridad.

César se dio la vuelta para mirar a través de las ventanas que daban al hangar. Vio las brillantes luces halógenas dispuestas a lo largo de este apagarse por orden, una tras otra.

El hangar (y todo lo que este albergaba: el
Marine One
, los vehículos tractores destruidos, el Nighthawk Dos reventado, el sistema de cajas del techo…) quedó sumido en la oscuridad.

—Todos los sistemas fuera de funcionamiento —dijo alguien en la oscuridad—. El complejo se ha quedado sin suministro eléctrico.

En el AWACS del nivel 2, Libby Gant y los demás se disponían a ascender por la base subterránea para localizar y hacerse con el poder de la sala de control de César Russell cuando, de repente, todas las luces del hangar subterráneo se apagaron.

El hangar quedó sumido en la oscuridad.

Una oscuridad total.

Gant encendió la linterna pequeña que llevaba el cañón de su MP-10 y el diminuto haz de luz iluminó su rostro.

—La electricidad —susurró Madre—. ¿Por qué iban a cortar la electricidad?

—Sí—dijo Juliet—. Eso les dificulta encontrarnos.

—Quizá no hayan tenido que ver en ello —dijo Gant.

—¿Y esto qué supone para nosotros? —preguntó el presidente mientras se colocaba junto a ellas.

—No cambia nuestros planes —dijo Gant—. Seguimos yendo al puesto de control. Lo que tenemos que averiguar, sin embargo, es cómo puede afectar esto a nuestro entorno.

En ese momento, desde las profundidades del complejo, oyeron un grito, un grito terrible; humano, sí, pero al mismo tiempo inhumano; el grito paralizador y aterrador de alguien seriamente trastornado.

—Oh, Dios mío —murmuró Gant—. Los prisioneros. Están libres.

Quinta confrontación

3 de julio, 9.30 horas

Diez minutos antes de que el suministro eléctrico se cortara en el Área 7, un helicóptero de transporte CH-53E Super Stallion se hundía lentamente en las verdes aguas del lago Powell.

Conformaba una imagen de lo más peculiar.

Con la sección de cola rota, la parte posterior del helicóptero se hundió primero, casi en vertical, y el agua comenzó a entrar a borbotones a través de la rampa de carga abierta. Con el agua verdosa de fondo a su alrededor, parecía como si el Super Stallion estuviera en caída libre, en silenciosa cámara lenta.

Las burbujas se abrían paso hasta la superficie del agua sobre el helicóptero, las mismas burbujas que los dos Penetrator de la Fuerza Aérea observaban por encima del lago.

Shane Schofield y Buck Riley júnior miraban hacia arriba a través del parabrisas de Lexan del helicóptero.

Vieron la superficie del agua ondulándose muy por encima de ellos, a quince metros de distancia, alejándose cada vez más.

Tras la lente distorsionada del agua podían discernir las imágenes gemelas de los helicópteros de ataque que se cernían sobre la superficie, esperando a que alguno de ellos dos emergiera, si es que se atrevían a hacerlo.

En el agua que los rodeaba, un extraño aunque increíble paisaje submarino se reveló ante sus ojos. Rocas gigantes descansaban en el lecho del lago, huellas de lo que otrora había sido un terreno seco y curvado; incluso había un acantilado gigante sumergido que se elevaba hasta desaparecer por encima de la superficie. Aquel mundo desértico sumergido era de un pálido y espectral color verde.

Libro II se volvió hacia Schofield.

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