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Authors: David Bravo

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BOOK: Copia este libro
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Baquia.
El Supremo de EEUU se mete en la guerra del copyright
. 29/10/2004.

Free Culture
. Lawrence Lessing. Traducido por Antonio Córdoba.

Mark Twain. Audiencia en el Congreso. Año 1906.

Caco Senante.
Autores, Músicos y Artistas. Su papel en la revolución de los contenidos
.

La invitación al miedo

Puedes hacer clic, pero no te puedes esconder.

Eslogan de la campaña de la MPAA contra las descargas de películas a través de Internet.

La catástrofe está a punto de pasar. Tal vez no será hoy ni mañana pero sabes que es inminente. No conoces la identidad de quién la ejecutará ni por qué. Hace tanto tiempo que tienes miedo que ya no recuerdas exactamente a qué temes. No es a nada. Es a todo. Tu vecino no es de fiar y estás seguro de que tu amigo está a punto de apuñalarte por la espalda. Probablemente pierdas tu empleo. Probablemente suspendas el examen. No enfades a tu jefe. No enfades a tu profesor. No armes bronca. Solo hay una forma de retrasar que las calamidades te exploten en la cara y sabes muy bien que es cerrando la boca. Cuando tengas el agua hasta el cuello, ni te muevas.

La amenaza, el coscorrón y la invitación al miedo son los recursos más utilizados por los expertos en amaestrar ciudadanos y domesticar ideales. Bien sabe el poder que el terror es la mejor arma de control. Bien sabe el poder que la porra no llega tan lejos como el miedo a la porra.

Caza al pirata

No pensamos hoy denunciar a los usuarios.

Pedro Farré, el 19 de Abril de 2005, tranquilizando con palabras que caducan a las 24 horas.

Poco antes del verano de 2003 se difundió la noticia en Internet de que una futura reforma del Código Penal convertiría en delito la descarga de obras intelectuales. Según esa información, el legislador español había decidido convertir en criminales a buena parte de la sociedad. Comenzaba con este anuncio una carrera desbocada hacia la invitación al pánico.

Cuando esta alarma saltó por el mundo virtual sus habitantes actuaron como si estuvieran divisando un meteorito enorme acercándose a su planeta y decidieron aprovechar el poco tiempo que les quedaba. Fue así como la lujuria del Carpe Diem, propia de los últimos meses de vida de toda una generación, se adueñó de las conexiones a Internet que bajaban sin parar toda clase de material. Había que hacerse con la mayor cantidad de reservas posible: películas, discografías y libros para poder soportar en los refugios el Armageddon. Y fue así como System of a Down, y ToteKing y La Naranja Mecánica, y Miles Davis, y Sabina, y Annie Hall, bajaron a toda prisa para hacernos más soportables los tiempos post-holocausto; para darnos su compañía en los terribles momentos que se avecinaban.

Lo que nadie esperaba es que en plena bacanal de descargas varias empresas, impacientes porque se les devolviera su monopolio, habían decidido denunciar a los usuarios de redes P2P que se hacían, sin pasar por caja, con estas preciadas obras. La denuncia en cuestión pediría hasta 4 años de cárcel además de importantes sumas económicas cuya cuantía sería el resultado de multiplicar cada archivo descargado por su precio de venta al público.

Xavier Ribas, que decía ser el abogado de estas empresas, aseguró que la denuncia tenía por objeto sensibilizar a los usuarios de P2P. «Campaña de sensibilización» es como a algunos les gusta llamar a enseñar los dientes. «Sensibilizados» es el nombre que reciben los que huyen espantados.

El pánico fue generalizado, pero, con el paso de los días, el hecho de que Ribas no diera el nombre de las empresas que supuestamente estaban tras la denuncia y las numerosas contradicciones a la hora de narrar su interposición, hizo que Internet suspirara de alivio. Aquello sonaba al tradicional «que viene el coco», así que todo hacía prever que la profecía se había equivocado: ni era el fin del mundo, ni el mar se iba a convertir en sangre, ni iba a haber diluvio universal.

Casualmente fue justo en el momento en el que la tranquilidad se hizo pública, cuando reapareció la noticia de que la denuncia se interponía definitivamente con el agravante de que ya eran 38 las importantes empresas de software que se adherían a ella. El miedo se estaba perdiendo y había que reinyectarlo doblando la dosis.

Según las nuevas informaciones dadas a la prensa se estaba tomando acta notarial de las declaraciones publicadas en los foros de Internet. Esto, traducido al lenguaje común, significa: «cuidadito con lo que hablas». Ahora no solo la gente debía estar asustada de si iba a compartir litera con un violador de menores por bajarse el último de Ramoncín, sino que las posibilidades aumentaban si hablaban más de la cuenta. De todos es sabido que el amenazado mudo está más guapo. Es molesto pisarle el pie a alguien y que encima tengamos que soportar sus quejidos. Al cazador le ofenden los rugidos del león que caza.

Finalmente, las demandas demostraron ser lo que parecían ser, y jamás se interpusieron, pero la campaña del terror no frenó. No solo la televisión, la prensa y la radio avisaban de los futuros desastres que traería la piratería sino que incluso Dios, por medio de sus representantes en la tierra, avisó de que en el infierno se estaban haciendo obras de ampliación para dar cabida a todos aquellos pecadores que se bajaban archivos de la red. Aunque parezca mentira la
Christian Music Trade Association
dice que Dios dice que bajar música de Internet es un pecado capital porque incumple el mandamiento de «no robarás». El robo es, según la legislación española, apoderarse con ánimo de lucro «de las cosas muebles ajenas empleando fuerza en las cosas para acceder al lugar donde éstas se encuentran o violencia o intimidación en las personas». Sin embargo, desde el cielo, se pretende ampliar el concepto.

A la misma conclusión llegaron cuarenta teólogos reunidos por iniciativa de la Conferencia Episcopal y que concluyeron que Internet traía nuevos pecados y, entre ellos, «la obtención de música y películas ilegales». Esta práctica terrenal que multiplica los panes y los peces de la cultura puede cerrarte las puertas del cielo si te dejas llevar por las malas compañías de la Red.

Mientras tanto, en España, Antonio Guisasola, presidente de Promúsicae, asegura que esas leyes divinas rigen también en la tierra. Según explicó al periódico Expansión demandará «a alguien» para demostrarlo. Este método científico, que se basa en echar a la pirula quién será el tipo al que angustiarás durante un buen trozo de su vida, no fracasará aunque fracase en los tribunales. Guisasola sabe que independientemente de lo que el juez sentencie, el pleito ya es de por sí escarmiento ejemplar.

Defensores de la cultura

Orrin Hatch
.

Desde Estados Unidos, Orrin Hatch, miembro del Congreso, propuso idear un sistema por el cual se consiguiera destruir por control remoto los ordenadores de aquellas personas que usan las redes P2P. Pero no crean que Orrin es una persona intolerante, él, por supuesto, daría dos avisos al internauta y si a la segunda éste silba y mira para otro lado se procedería a la destrucción de la máquina. Según las propias palabras del simpático senador: «Si encuentran la manera [de frenar las descargas de música] sin destruir los ordenadores, estamos dispuestos a escuchar. Pero si es la única manera, estoy de acuerdo en destruir los ordenadores. Cuando haya unos cientos de miles, creo que la gente se dará cuenta de la seriedad de sus actos. No hay excusa para cualquiera que viola las leyes del copyright».

Como era de esperar, la Red se llenó de acaloradas críticas a la contundente propuesta de Hatch. Pero eso no hizo cambiar de opinión al senador que, mediante un comunicado, se reafirmó en todas y cada una de sus posturas. Se defendió diciendo que estaba preocupado por los derechos de autor y que, para protegerlos, trataba de encontrar «soluciones eficaces».

Fue Lawrence Simón, programador informático en paro de Houston, el que aprovechó su tiempo libre para dar una lección al chiflado de Orrin. Husmeando en la página web del senador pudo descubrir que contenía software de la empresa Milonic Solutions sin contar con la correspondiente licencia de uso, vulnerando, así, el copyright. Se propuso entonces por la comunidad internauta la destrucción inmediata del ordenador del propio senador pirata. Hatch aprendió así dos lecciones inolvidables: no abuses de la cafeína a la hora de hacer propuestas de ley y no enfades a los informáticos en paro.

Este senador, que entre 1999 y 2004 recibió 159.860 dólares de las industrias de la televisión, el cine y la música para sus campañas, sabe bien quiénes son sus clientes y ante quién debe responder. La importancia que a los derechos de autor otorga Hatch quedó claramente definida en una de sus sinceras declaraciones: «Quiero resolver este problema por la industria grabadora, la industria cinematográfica y la industria editorial. Nos tienen que importar un bledo los derechos de autor».

Genaro Ojeda
.

Aunque el bueno de Orrin parece insuperable, la verdad es que Genaro Ojeda es uno de mis fanáticos favoritos. Este director de IFSA, una de las distribuidoras cinematográficas del Paraguay, tiene una idea también interesante. A él no le basta con denunciar a los piratas sino que también habría que fotografiar a los que compran en las mantas para mayor escarnio. Él lo expresa así de directo y sin anestesia: «tenemos que denunciar, salir a la calle, sacarles fotos a los que compran, a los que colaboran con la piratería».

En Perú, la idea de Genaro se convertirá en show televisivo. Como anuncia Bruno Pinasco, en su programa
Cinescape
van a incluir una sección donde sorprenderán a personas comprando objetos piratas. Ese segmento del programa que se llamará «el pirata de la semana» es «una forma de llamar la atención para que no se cometa este tipo de infracciones».

Howard Berman
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Simpático congresista demócrata que en Julio de 2002 presentó una propuesta de ley, la Peer-to-Peer Piracy Prevention Act, que pretendía dar inmunidad a las empresas propietarias del copyright para que sabotearan los ordenadores de los usuarios de redes P2P sin tener que preocuparse de molestos riesgos legales. Berman lo justificaba diciendo que «en cuanto las redes P2P puedan crear nuevas formas más eficaces de intercambio de ficheros, las discográficas y los estudios deben ser libres de utilizar todo tipo de técnicas para frenar esa actividad».

José Miguel Álvarez, músico y compositor
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«La solución [a la piratería] es cambiar la ley, intentar no permitir lo que es la copia privada, meter mano dura en Internet, por supuesto que la gente cumpla la ley y que con los discos piratas castiguen tanto al que vende como al que compra».

¡Relájate, fiera!

Disney
.

El imperio de Disney se basa en la adaptación de obras del dominio público. Cenicienta, Blancanieves o Pinocho, son cuentos rescatados y actualizados. No tiene nada de malo que estos tres personajes hayan recobrado vida gracias a que eran del dominio de todos, pero resulta sorprendente que esta empresa, que es lo que es por el dominio público, sea también la que más ha hecho por hacerlo desaparecer. Cada vez que el ratoncito Mickey se hacía viejo y le acechaba la posibilidad de la jubilación, las leyes, como por arte de magia, aumentaban el límite temporal del copyright. Si comparamos la edad de Mickey Mouse con las sucesivas reformas de ampliación veremos que no dejan demasiado lugar a la duda de quién promovió las reformas para que esos límites se estiren hasta el infinito.

Pero no solo del dominio público se ha nutrido Disney, también el plagio parece haber sido una de sus fuentes de inspiración. El plagio es, como sabe todo el que conozca a Ana Rosa Quintana, la atribución de la paternidad de una obra que es ajena, y esto es, probablemente, lo que ha hecho Disney con su película
El Rey León
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En esta famosa película de dibujos animados de 1994, se cuenta la historia de Simba, un león que a la muerte de su padre decide exiliarse. El padre de Simba le anima y apoya apareciéndose en el cielo para decirle que ha de ser valiente y recordar que él es el Rey.

Treinta años antes, Osamu Tezuka, había contado la misma historia. En ella, un pequeño león queda solo a la muerte de su padre debiendo convertirse en el rey de la selva, bajo la guía de su difunto progenitor que se le aparece representado en la luna. Sin embargo, también hay diferencias: el futuro rey de la selva no se llama Simba, como en la obra de Disney, sino Kimba (repárese en que la inicial del nombre es radicalmente distinta).

No es solo la historia, algunas de las imá genes son sencillamente idénticas:

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