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Authors: Jens Lapidus

Dinero fácil (63 page)

BOOK: Dinero fácil
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Una parodia de sueño. Primero no conseguía dormirse. Cuando se dormía se despertaba varias veces cada hora. Fue al baño. Tuvo pesadillas. Le recordaba a las noches anteriores a la fuga de Österåker.

Estaba hecho una mierda. Vale ver porno y tan contentos, pero no violar y apalear en vivo delante de la cámara.

¿A quién le recordaba la chica violada?

Rebuscaba en la memoria.

Se sentía a gusto por haber acribillado al chulo y a la madame.

Ahora les tocaba a Mrado, el otro tío de la película y Radovan.

Los iba a machacar.

J-boy os está pisando los talones.

Por la mañana se tomó un café cargado. Tenía que ponerse en marcha. Tenía que olvidar. Era el gran día de Abdulkarim.

Iba a llegar el gran cargamento.

Jorge participó en los preparativos; iba a vigilar el envío junto con JW. Desde Arlanda hasta las naves de almacenaje refrigeradas.

En una hora se reuniría con Abdulkarim, Fahdi y JW para planificar.

Era una pasada. Lo que había visto en la película la noche anterior era más fuerte. Pero había que concentrarse.

El cargamento llegaría pronto.

* * *

¡ATENCIÓN! ¡URGENTE!

Confidencial.

Atn: inspector Henrik Hansson. Grupo especial
Número de fax: 08-670 45 81
Fecha: 22 de junio
Número de páginas (incluida ésta): 1

Asunto: operación Nevada, proyecto Nova

Se inicia la Operación Nevada
La operación Nevada se inicia mañana a las 10.00. Todas las unidades se reunirán en Bergsgatan, sala 4 D, para una sesión informativa interna.

Breves antecedentes
Johan Karlsson, infiltrado desde hace tiempo dentro del marco del proyecto Nova (bajo el nombre de Micke), tiene informaciones de que el objetivo planifica la recepción de un cargamento de cocaína muy grande. El cargamento llegará a Arlanda en el vuelo B 746-34 de Londres a las 8.00 horas de mañana. A continuación se llevará dentro de contenedores en camiones de la compañía de logística Schenker Vegetables a las naves de almacenaje refrigeradas de Västberga. El lugar exacto de la descarga no está confirmado por el momento.

Acciones planeadas
Hay muchas posibilidades de que varias de las personas de mayor rango dentro de la red mafiosa yugoslava de Estocolmo se encuentren presentes en la recepción del cargamento de cocaína. Por lo tanto, según las instrucciones actuales, la operación Nevada se esperará a realizar acciones hasta que sea posible capturar al mayor número de esas personas como sea posible. Actualmente trabajamos en la recopilación de información exacta sobre la hora de la descarga y en breve volveremos a informar sobre este extremo.
Las fuerzas de operaciones especiales, la dirección de investigación del proyecto Nova así como el grupo de narcóticos forman parte de la operación Nevada. Este fax se envía a todos los jefe de mando y de sección.

Capítulo 56

JW y Jorge estaban sentados en una furgoneta alquilada.

Esperaban, no hablaban mucho sino que estaban en silencio.

JW había realizado la planificación. Dos camiones de Schenker Vegetables recibirían los contenedores en Arlanda. Los tíos que conducían irían directamente a las naves de almacenaje refrigeradas de Västberga. Eran lo bastante espabilados como para entender que lo que transportaban era valioso, pero también como para no hacer preguntas innecesarias. JW y Jorge esperaban para seguir a los camiones. Vigilar que no se desviaran de la ruta, que no se llevaran algo del cargamento, que no se pusieran en contacto con personas sospechosas. Abdulkarim y Fahdi se reunirían con ellos en las naves. Cuando los conductores se fueran del lugar era el momento de que el árabe, JW, Jorge y varios más partieran los repollos y volvieran a empaquetar la farlopa. Llevársela, recolocarla. Ganar un pastón.

Por supuesto, lo que Abdul no sabía era que JW era el mayor quintacolumnista de la década. Había informado a Nenad de cada parte de la planificación. Según lo que habían acordado, Nenad llevaría armas, se haría con el control como pudiera, quizá ataría a la gente, JW incluido, y se llevaría la carga. Todo iría bien y con facilidad.

Abdul estaba acabado como artista.

Y nadie le echaría la culpa a JW.

Era estupendo.

Por la mañana, Abdulkarim había convocado una reunión ejecutiva de preparación. Había saludado con la mano abierta, como si hubiera hecho la mili. JW, Jorge, Fahdi, Petter estaban animados, preparados y sobre todo eran millonarios de coca potenciales.

El árabe repasó las reglas. Por supuesto, nuevas tarjetas y nuevos móviles. Después de la descarga se destruirían teléfonos y tarjetas y Abdulkarim repartiría nuevos teléfonos. Todos deberían llevan guantes puestos; el método tradicional de evitar dejar huellas dactilares. Fahdi llevaría en el coche la radio de la policía; el método más sencillo de enterarse de lo que sabía la policía y si sabían algo, hacia dónde se dirigían. Llevarían puestos vaqueros y jerséis de algodón azules, no muchos lo sabían pero los técnicos criminalísticos detestaban las fibras azules de algodón. En teoría era imposible relacionar una persona con esas prendas, ya que era con mucho el rastro textil más común que dejaban las personas tras de sí. En los bolsillos, pasamontañas, si la bofia aparecía y conseguías escapar era mejor que nadie te viera la cara.

Finalmente, justo antes de que se fueran a marchar y, como una sorpresa negativa, Abdulkarim hizo su último movimiento: hizo que Fahdi les diera armas a Jorge y a JW.

—Chicos, necesitamos esto. Como los tíos de Inglaterra. No somos peores que ellos. Ahora es en serio. Si los cabrones de la pasma intentan joder, usáis esto directamente.

A JW le dieron una pistola negra. Brillaba. Era una sensación peligrosamente hermosa. Se sentó en el sofá de Abdulkarim y la sopesó en la mano. Una Glock 22. Fahdi le mostró las funciones: seguro, gatillo extra con mecanismo de seguridad y el cargador. Luego hizo una demostración de la manera correcta de usarla, para recibir el retroceso.

A Jorge le dieron un revólver. Se lo tomó con calma. JW se sentía indeciso; una mezcla de miedo y entusiasmo.

Jorge estaba tranquilo. Tenía ojeras y se quejaba de que había dormido de pena. Tenía el pelo más liso que de costumbre. JW pensó: ¿se había olvidado de usar las tenacillas?

Estaban aparcados delante de las verjas del vallado del muelle de mercancías y carga de Arlanda. Esperaban a los camiones. JW en el asiento del conductor y Jorge a su lado. El chileno miraba por la ventanilla.

El coche en el que estaban sentados olía a nuevo.

Tras diez minutos Jorge se giró hacia JW. Tenía una expresión extraña. Pensativo pero al mismo tiempo cansado.

—JW, ¿tienes alguna hermana?

JW tardó en contestar. En la cabeza le surgían preguntas caóticas. ¿Por qué preguntaba Jorge eso? ¿Sabía algo sobre Camilla? ¿Sophie le había contado algo?

JW asintió.

—Tengo una hermana. ¿Por qué?

Jorge contestó:

—Nada en especial. Sólo preguntaba. Yo también tengo una hermana. Paola. Sólo la he visto una vez desde la fuga. Resulta duro. Siempre la llevo conmigo.

JW perdió el interés. Jorge sólo quería charlar. No parecía conocer la historia de Camilla. Que su hermana estaba desaparecida, que había estado liada con su profesor de la Komvux y éste le había dado notas máximas a cambio de sexo. Que se había montado en un Ferrari amarillo con un yugoslavo desconocido. Que algo había ido jodidamente mal.

Jorge era un tío legal. Cumplía el mito de patero duro de gueto. Al mismo tiempo era una buena persona que había demostrado su agradecimiento a JW por haberle recogido del bosque.

JW dijo:

—Yo también llevo a mi hermana conmigo. Tengo una foto suya en la billetera.

Jorge volvió la cara hacia JW.

No dijo nada.

La conversación murió.

Observaron las rejas.

JW pensó que Jorge parecía no sólo cansado, también parecía estresado.

Tras media hora salieron los camiones, dos, con el texto
Schenker Vegetables
en letras verdes en los laterales de los contenedores. Habían visto varios vehículos similares y se sentían estresados. No podían pasar por alto los vehículos correctos. Imagina que fueran detrás de la carga equivocada. Acabar con un montón de repollos sin coca. Tanto JW como Jorge tenían en la mano notas con las matrículas apuntadas; en esta ocasión se trataba de los camiones correctos.

JW metió primera. Empezó a seguirles lentamente. Los camiones subieron por la rampa y bordearon la terminal. JW les seguía.

El único hueco de la planificación era justo la entrada a Arlanda. En teoría los conductores podrían habérsela jugado en el interior. Sólo ellos tenían derecho a acceder al muelle de carga en el interior de la zona de Arlanda. Pero el riesgo de que hubieran cambiado la mercancía por mierda sin valor era mínimo. Los conductores lo sabían; si se la jugaban a Abdulkarim y los demás, lo pagarían. Según el árabe, con la vida.

El cometido, importante. No perder de vista ni a los camiones ni a los conductores. Aunque los conductores no supieran exactamente lo que llevaban, eran demasiados kilos como para correr el más mínimo riesgo.

Los camiones pararon unos segundos junto a uno de los aparcamientos del exterior de Arlanda. Lo suficiente como para que a Jorge le diera tiempo a salir. Comprobar que el tío correcto iba en su respectivo vehículo. Si hubieran sido los tipos equivocados los habría hecho bajar, los habría metido en el coche. Luego se los habría llevado a Abdulkarim y a Fahdi para que se encargaran.

Jorge guiñó un ojo. Significaba luz verde: detrás del volante de cada vehículo el tío que se había acordado.

Siguieron conduciendo.

Era un día bonito. El cielo estaba azul con dos nubes solitarias.

Jorge parecía ausente. ¿Estaba asustado?

JW preguntó:

—¿Qué hay? ¿Estás estresado?

—No. He estado estresado en varias ocasiones. Sé lo que es. Cuando salí corriendo de Österåker, cuatrocientos metros a velocidad de récord, entonces estaba estresado de cojones. Una señal de eso es que huelo. Huelo a estrés.

—No te lo tomes como algo personal, pero tienes un aspecto lamentable —dijo JW y se rió. Pensó que Jorge se reiría.

Pero no lo hizo. Por el contrario, dijo:

—JW, ¿podría ver la foto de tu hermana?

Los pensamientos de JW volvieron a la anarquía. ¿Qué hostias quería Jorge? ¿Por qué toda esa charla sobre Camilla?

JW sujetó el volante con la mano izquierda. Con la derecha se tocó el bolsillo trasero. Sacó la billetera delgada de piel con el monograma:
Louis Vuitton.
Sólo llevaba billetes y cuatro tarjetas de plástico: Visa, permiso de conducir, la tarjeta de OKQ8 y la tarjeta de socio de NK.

Se la pasó a Jorge y dijo:

—Mira debajo de la Visa.

Jorge sacó la tarjeta de plástico. Debajo, en el mismo compartimento, había una foto de pasaporte.

El chileno miró a su hermana.

JW mantuvo la concentración en la carretera.

Jorge le devolvió la cartera. JW la puso en la guantera.

—Os parecéis.

—Ya lo sé.

—Es guapa.

Después, silencio.

Los camiones iban a poca velocidad. Las órdenes de Abdulkarim eran que bajo ninguna circunstancia podía ni pensarse en conducir con exceso de velocidad; la autopista de Arlanda era la vía favorita de la policía de tráfico.

Apenas una hora más tarde atravesaron las áreas del sur de la ciudad. Todo había transcurrido tranquilo.

JW llamó a Abdul.

—Estaremos en la entrada en cuarenta minutos. Los camiones han ido despacio. Los conductores están bien. Todo parece funcionar.


Abbou.
Nosotros llegamos en veinte. Allí nos vemos,
inshallah.

Pese a los nuevos teléfonos y números Abdulkarim había decidido que todas las cifras, horas y similar se dividieran por cuatro. Es decir, JW y Jorge en realidad estaban a diez minutos de las naves de almacenaje refrigeradas de Västberga. Abdulkarim, Fahdi y los demás estarían ahí en cinco. Según JW, era un poco exagerado, si la policía les estaba vigilando estarían perdidos de todas formas.

Jorge parecía estar casi dormido en el asiento del copiloto. JW no le hacía caso. Fantaseaba sobre las finanzas perfectas del futuro. Se había puesto una meta: cuando hubiera ganado veinte kilos dejaría la coca. Lo estupendo de los cálculos: el objetivo se habría conseguido en un año.

Habían pasado catorce minutos. Los camiones iban marcha atrás hacia los muelles de carga, dársenas cinco y seis, junto a las naves de almacenamiento refrigeradas. JW aparcó el coche. Le dijo a Jorge:

—Este va a ser un día genial. Así que tú tranqui, tronco.

Jorge no parecía escuchar. ¿Estaba concentrado en otra cosa? ¿Qué coño estaba haciendo?

Bajaron del coche y se dirigieron a los camiones. Los dos conductores habían bajado. JW les dio las gracias y discutieron brevemente cuándo podrían recoger los vehículos. Luego les pagó, a cada uno trescientas coronas, en la mano, y se puso de buen humor. Quizá pensaban que se trataba de tabaco, alcohol o alguna pequeñez de mierda. Era mínimo el riesgo de que se dieran cuenta de que acababan de llevar cien millones de coronas en cocaína al grupo de camellos más nervioso en ese momento a este lado del Atlántico.

Jorge bajó del coche y se dio una vuelta por los muelles. Estaba encargado de comprobar la zona.

Petter, que había llegado con Abdulkarim y Fahdi, se fue en dirección contraria. También observó la zona. Comprobó que todo estaba limpio.

Fahdi salió de una puerta de acero de la dársena cinco del muelle de carga.

Asintió a JW. Cruzó la mirada con Jorge a distancia. Significado: por ahora todo tranquilo.

Abdul abrió el contenedor de uno de los camiones para que JW pudiera mirar dentro. En la oscuridad divisó un palé y seis hileras de cajas.

Pasó de largo. En cambio, buscó con la mano en el interior de una de las cajas del palé que había detrás y cogió un repollo.

Fahdi tenía la mirada fija en el repollo.

JW lo sujetaba en la mano izquierda.

Presionó con el puño derecho entre las hojas blancas y tersas.

La notó claramente: la bolsa de plástico.

Capítulo 57

A veces no se puede hacer nada más que dar el siguiente paso; y el que va después.

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