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Authors: Margaret Atwood

Tags: #Ciencia Ficción

El Año del Diluvio (32 page)

BOOK: El Año del Diluvio
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Corpsegur podría haber acabado con los disturbios de Happicuppa. Podrían haber pulverizado al grupo, más a algunos cámaras de televisión que anduvieran cerca. Claro que no podían eliminar por completo la cobertura de tales sucesos: la gente usaba las cámaras de los móviles. Aun así, ¿por qué Corpsegur no actuaba abiertamente, cargándose a la gente a la vista de todos, e imponía un gobierno totalitario, puesto que eran los únicos que disponían de armas? Incluso dirigían el ejército ahora que éste se había privatizado.

Una vez había planteado esta pregunta a Zeb. Él le respondió que oficialmente eran una empresa de seguridad privada empleada por las corporaciones y que esas corporaciones aún querían ser vistas como honestas y confiables, agradables como amapolas, cándidas como conejos. No podían permitirse ser vistos por el consumidor promedio como mentirosos, despiadados y carniceros tiranos.

—Las corpos han de vender, pero no pueden forzar a la gente a comprar —dijo—. Todavía no. Así que la imagen limpia sigue considerándose imprescindible.

Ésa era la respuesta breve: la gente no quería el gusto de la sangre en sus Happicuppas.

Muffy, su niñera en la célula trufa, se mantenía en contacto con Toby apuntándose ella misma a tratamientos de AnooYoo. De vez en cuando, traía noticias: Adán Uno estaba bien, Nuala le enviaba saludos, los jardineros continuaban extendiendo su influencia, pero la situación era inestable. De vez en cuando traía a una fugitiva necesitada de una ocultación temporal. Ella vestía a la mujer con ropa de mujer como la suya —colores de matronas ricas de SolarSpace, azul pastel, beis crema— y la apuntaba a tratamientos.

—Tú sólo ponle barro y envuélvela en toallas y nadie notará nada —decía, y resultaba cierto.

Una de estas invitadas de emergencia era Pez Martillo. Toby la reconoció: sus manos inquietas, los ojos de mártir de un azul intenso, pero ella no reconoció a Toby. Así que al fin y al cabo Pez Martillo no había logrado una vida más tranquila en Oregón, pensó Toby: seguía en la zona, arriesgándose, huyendo siempre. Lo más probable era que la hubieran absorbido en la guerrilla urbana verde; en cuyo caso sus días estaban contados, porque se decía que Corpsegur iba a eliminar a todos esos activistas. Tenían muestras de su antigua identidad de HelthWyzer, y una vez que entrabas en su sistema no volvías a salir, salvo que aparecieras en forma de cadáver con dentadura y ADN coincidente con sus registros.

Toby pidió para Pez Martillo, y un Exfoliante Profundo extra. Tenía aspecto de necesitarlos.

Había un riesgo grave en AnooYoo: Lucerne era cliente habitual. Venía todos los meses, con un vestuario de esposa de empleado de complejo de nivel alto. Siempre pedía Brillo Voluptuoso, el Reafirmante Piel de Ciruela y en de de AnooYoo. Daba la impresión de que tenía más estilo que con los Jardineros: no es difícil, pensó Toby, porque con un saco de plástico tendrías más estilo que un Jardinero, pero también parecía más vieja y más seca. Aquel exuberante labio inferior se había hundido, a pesar de todo el colágeno y los extractos de planta que Toby sabía que le habían inyectado, y sus párpados estaban adoptando la textura arrugada de los pétalos de amapola. A Toby estas señales de declive le resultaban gratificantes, aunque la consternaba cargar con una emoción tan mezquina y celosa. «Déjalo —se decía a sí misma—, sólo porque Lucerne se esté convirtiendo en una seta arrugada no significa que tú seas una tía cañón.» Por supuesto habría sido catastrófico que Lucerne hubiera aparecido de repente de detrás de un arbusto o una cortina de ducha y hubiera gritado el verdadero nombre de Toby. Así que Toby tomaba medidas evasivas. Revisaba las reservas para saber con exactitud cuándo iba a aparecer Lucerne. Le asignaba sus operadoras más vigorosas —Melody, con sus anchos hombros, Symphony con sus manos firmes— y se mantenía alejada de su línea de visión. Además, como Lucerne normalmente estaba tumbada y con los ojos tapados, era poco probable que localizara a Toby; e incluso si la veía, seguro que miraría directamente a través de ella. Para mujeres como Lucerne, las mujeres como Tobiatha no tenían rostro.

¿Y si me acerco a ella cuando esté en de Inmersión de Juventud Total y le disparo los láser?, se preguntaba Toby. O acorto la onda de la lámpara de calor. Se fundiría como un malvavisco. Un
snack
de nematodo. entonaría un hurra.

Querida Eva Seis, decía la voz de Adán Uno. Estas fantasías son indignas de ti. ¿Qué pensaría Pilar?

Una tarde llamaron a la puerta de la oficina de Toby.

—Pase —dijo.

Era un hombre grande con un mono verde tejano. Estaba silbando una tonada familiar.

—He venido a podar las lumirrosas —dijo.

Toby levantó la mirada, contuvo el aliento. Sabía que no debía decir nada: su oficina podía estar plagada de micrófonos.

Zeb miró por encima del hombro hacia el pasillo. Entró y cerró la puerta. Se sentó delante del ordenador de Toby, sacó un rotulador y escribió en el calendario de mesa de Toby: «Mira lo que hago.» «¿Los Jardineros? —escribió Toby—. ¿Adán Uno?»

«Cisma —escribió Zeb—. Mi propio grupo.»

—¿Han tenido algún problema con las plantas? —dijo en voz alta.

«¿Shackleton y Crozier? —escribió Toby—. ¿Contigo?» «Más o menos —replicó Zeb—. Oates. Katuro. Rebecca. Y nuevos también.» «¿Amanda?»

«Se fue. Educación superior. Arte. Lista.» Zeb había cargado una web: «E
xtintaton
: dirigido por el Loco Adán. Adán dio nombre a los animales vivos. El Loco Adán se lo pone a los muertos. ¿Quieres jugar?»

«¿El Loco Adán? —escribió Toby en su libreta—. ¿Tu grupo? ¿Sois varios?» Toby estaba eufórica: Zeb estaba allí, a su lado. Después de que hubiera pensado durante tanto tiempo que no volvería a verlo nunca más.

«Contengo multitudes —escribió Zeb—. Elige un nombre en clave. Forma de vida, extinta.»

«Dodo», escribió Toby.

«Últimos cincuenta años —escribió Zeb. No tenía mucho tiempo—. Equipo de poda esperando. Pregunta por los áfidos.»

—Hay áfidos en las lumirrosas —dijo Toby.

Estaba repasando mentalmente las viejas listas de los Jardineros: animales, peces, aves, flores, almejas, lagartos, recientemente extinguidos. «Rascón —escribió. Ese pájaro se había extinguido diez años atrás—. ¿Pueden entrar en este sitio?»

—Podemos ocuparnos de eso —dijo Zeb—, aunque se supone que llevan un repelente insecticida incorporado... Tomaré unas muestras. Hay más de una forma de despellejar a un gato.

«No —escribió—. Redes virtuales privadas propias. Encriptadas x 4. Perdona ref. despellejar un gato. Tu número.» Le escribió su nueva contraseña y un número de pase en la libreta. Luego Zeb escribió su propio número y código en el espacio reservado para el inicio de sesión.

«Bienvenido, Oso Kermode. ¿Quieres jugar con un internauta general o con un Gran Maestro?», se leyó en pantalla.

Zeb hizo clic en Gran Maestro. «De acuerdo. Busca un campo de juego. Ahí te encontrarás con el Loco Adán.» «Observa», escribió Zeb en el calendario. Entró en un sitio que anunciaba trasplantes de mohair, pasó por una pasarela de píxel camuflada en el ojo de una oveja de pelaje magenta, entró en el estómago azul de un anuncio de antiácido de Helthwizer, que lo condujo a la ávida boca abierta de un cliente de SecretBurger pillado a medio mordisco. Entonces se desplegó un amplio paisaje verde: árboles en la distancia, un lago en primer plano, un rinoceronte y tres leones bebiendo. Una escena del pasado.

Una línea de letras se desplegó por delante: «Bienvenido al campo de juego del Loco Adán, Oso Kermode. Tienes un mensaje.»

Zeb hizo clic en «Recibir mensaje».

«El hígado es el mal y hay que castigarlo.»

«Vale, Crake —escribió Zeb—. Todo está bien.»

Entonces cerró el navegador y se levantó.

—Llámeme si hay alguna recurrencia de áfidos —dijo—. Estaría bien que comprobara nuestro trabajo de vez en cuando y nos mantuviera informados.

Escribió en su libreta: «El pelo está genial, cielo. Me encantan los ojos rasgados.» Y se marchó.

Toby recogió todas las páginas del taco. Por suerte tenía unas cerillas para quemarlas; había estado guardando cerillas para su Ararat, almacenándolas en un contenedor etiquetado Merengue de Limón Facial.

Después de la visita de Zeb se sintió menos aislada. Se conectaba a Extintaton a intervalos irregulares y trazaba el camino al campo de juego del Gran Maestro Loco Adán. Las palabras en clave y los mensajes revoloteaban por la pantalla: «Rinoceronte Negro a Oso Kermode: novatos en camino. Pico de Marfil a Zorro del Desierto: No temas al gorgojo. Nogal Antillano y Lotis Azul: ratón modificado, un diez. Crake a Loco Adán: autopistas de malvavisco, ¡genial!» No tenía ni idea de lo que significaban la mayoría de estos mensajes, pero al menos se sentía incluida.

En ocasiones había boletines electrónicos que parecían información secreta de Corpsegur. Muchos de ellos eran sobre extrañas irrupciones de nuevas enfermedades, o infecciones peculiares: el híbrido castorespino que devoraba las correas de ventilador de los coches, el gorgojo del café que estaba diezmando las plantaciones de Happicuppa, el microbio comeasfalto que fundía las autopistas.

Luego la cadena de restaurantes Rarity quedó destrozada por una serie de bombas letales. Veía las noticias regulares, en las que se acusaba de estos sucesos a ecoterroristas no específicos; pero también había leído un análisis detallado de Loco Adán. Habían sido los Lobos de Isaías quienes habían puesto las bombas, dijeron, porque Rarity había introducido un nuevo elemento en el menú: el leonero, un animal sagrado para los Lobos de Isaías. Loco Adán había añadido una posdata: «Advertencia a todos los Jardineros de Dios: os culparán a vosotros. Desapareced.»

Poco después de eso, Muffy vino al balneario de manera inesperada. Su aspecto tenía la elegancia habitual: sus maneras no delataban nada.

—Caminemos por el parterre —dijo.

Cuando estuvieron en campo abierto y lejos de micrófonos ocultos, Muffy susurró:

—No he venido por ningún tratamiento. Sólo he de decirte que hemos de marcharnos, no puedo decirte adónde. No te preocupes. Sólo es urgente para infiltrados.

—¿Estarás bien? —preguntó Toby.

—El tiempo lo dirá —dijo Muffy—. Buena suerte, querida Toby. Querida Tobiatha. Báñame en luz.

Ella y su marido figuraban en la lista de bajas de un accidente aéreo al cabo de una semana. Corpsegur era bueno organizando percances de clase alta para los sospechosos con estatus, le había dicho Zeb: gente que desaparecía sin dejar rastro causaba un revuelo entre los ungidos de las corporaciones.

Toby no se acercó a la sala de chat del Loco Adán durante meses después de eso. Esperaba la llamada en la puerta, el escándalo de cristales rotos, el zipzip de un pulverizador. Pero no ocurrió nada. Cuando finalmente reunió el coraje para volver a entrar en Loco Adán, había un mensaje para ella.

«A Rascón de Oso Kermode: el Jardín está destruido. Los Adanes y las Evas han oscurecido. Observa y espera.»

Día de la Polinización
Día de la polinización
Año 21

De los árboles y de los frutos en sus temporadas

Narrado por Adán Uno

Queridos amigos y compañeros mamíferos: Hoy es día de banquete, pero por desgracia no tenemos banquete. Nuestra huida fue rápida, nuestro escape por los pelos. Ahora, fieles a su naturaleza, nuestros enemigos han destrozado el Tejado. Pero sin duda algún día volveremos al Edén en el Tejado y restauraremos ese lugar bendito a su antigua gloria. Puede que Corpsegur haya destruido nuestro Jardín, pero no ha destruido nuestro espíritu. Al final, volveremos a plantarlo.

¿Por qué nos atacan las corporaciones? Vaya, nos estábamos haciendo demasiado peligrosos para su gusto. Muchos tejados estaban floreciendo como la rosa; muchos corazones y mentes estaban optando por una tierra restaurada al equilibrio. Sin embargo, en el éxito están las semillas de la ruina, pues quienes ocupan el poder ya no pueden pasarnos por alto como tiquismiquis ineptos: nos temen como profetas de una era por llegar. En resumen, amenazamos sus márgenes de beneficio.

Además, nos relacionaron con los ataques biológicos realizados contra sus infraestructuras por el cismático y herético grupo que se denomina Loco Adán. Los ataques con bombas de la semana pasada a la cadena de restaurantes Rarity —aunque perpetrado sólo por los Lobos de Isaías— les dio una excusa para desatar un ataque generalizado contra todos los que se han puesto del lado de creada por Dios.

¡Puede que se revelen tan ciegos en visión material como lo han sido durante mucho tiempo en visión espiritual! Porque aunque nuestros días de instar abiertamente a los carnívoros al arrepentimiento en las calles de las plebillas han terminado, las lecciones del Camuflaje Animal no las hemos olvidado. Disfrazados para fundirnos con el fondo, nos colamos bajo las narices de nuestros enemigos. Hemos tirado nuestros vestidos lisos y nos hemos ataviado con ropa de centro comercial. La camisa con el monograma de golf, el
top
de color verde lima, el conjunto de punto de color pastel que con tanto coraje se puso Nuala: así es nuestra armadura defensiva.

Algunos de vosotros habéis elegido disipar las sospechas comiendo con audacia la carne de nuestros compañeros animales; pero no intentéis hitos que superen vuestras fuerzas, queridos amigos. Morder un SecretBurger y luego atragantarnos con él atraerá un escrutinio no deseado. Si tenéis dudas respecto a vuestros límites, debéis ceñiros al helado SoYummie. Esos semialimentos pueden tragarse sin excesiva tensión.

Demos las gracias a la célula trufa de Fernside, que ha convertido esta Calle de los Sueños en un refugio disponible para nosotros. El letrero en la puerta dice G
enes
Verdes
, que afirma ser una empresa de diseñadores de híbridos botánicos. El segundo cartel —el que dice C
errado
por
reformas
— es nuestra protección. Si os preguntan, decid que estamos teniendo problemas con el contratista de obras. Ésa siempre es una explicación plausible.

Hoy es el Día de , en el que recordamos las contribuciones a la preservación del bosque realizadas por santa Suryamani Bhagat de , san Stephen King del bosque Pureora de Nueva Zelanda y san Odigha de Nigeria entre muchos otros. Esta festividad se consagra a los misterios de la reproducción de las plantas, sobre todo la reproducción de esos árboles extraordinarios, las angiospermas, con especial énfasis en las drupas y las frutas pomáceas.

BOOK: El Año del Diluvio
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