El arca (11 page)

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Authors: Boyd Morrison

Tags: #Intriga, arqueología.

BOOK: El arca
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El peso de la responsabilidad cayó como una losa sobre los hombros de Tyler, pero el ejército no había invertido para nada cientos de miles de dólares adiestrándolo hasta alcanzar el empleo de capitán, sino que recuperó con creces la inversión. Aspiró aire con fuerza. Precisión, firmeza y calma.

—En primer lugar, reunir a todo el mundo en el área de seguridad.

Esa zona, situada bajo el helipuerto, constituía la última esperanza para aquellos que no fuesen capaces de alcanzar las barcas de salvamento. Estaba forrada por paredes resistentes a las explosiones y disponía de un suministro de oxígeno independiente.

—Hecho —dijo Finn, que golpeó con fuerza un enorme botón rojo. Tres breves bocinazos resonaron en la plataforma, seguidos por el sonido de una voz femenina.

«Esto no es un simulacro. Diríjanse al área de seguridad situada en la cubierta siete. Esto no es un simulacro.»

—En segundo lugar, cierra las válvulas del tendido marino.

—No estoy autorizado para hacer tal cosa, a menos que se produzca un incendio.

—Dentro de unos minutos se declarará uno, si antes no logramos dar con el paradero de esos explosivos.

Tyler comprendió que Finn sopesaba las consecuencias de obedecer aquel consejo. Cerrar las válvulas que controlaban el flujo de petróleo de los pozos de la plataforma y, por tanto, el acceso al crudo, suponía una decisión crucial. Una vez cerradas, llevaría días reiniciar la producción.

—¿Estás seguro de que son bombas? —preguntó.

—Totalmente —confirmó Tyler. Había activado y desactivado tantos explosivos en su vida que el olor del C-4 era tan familiar para él como el olor del antiséptico para un médico—. Y no querrás descubrir por la vía dura lo bueno que soy en mi trabajo. —Otra mirada al reloj—. Nos quedan once minutos y cuarenta y cinco segundos.

A regañadientes, Finn asintió a Hobson, que presionó el botón de parada de emergencia, el cual cerraba las válvulas de extracción.

—Cerradas —anunció el operario—, pero aún recibimos gas de la Scotia Two. Sin posibilidad de comunicarnos por radio, no podemos informarles de que cierren el conducto. —El gas natural de la Scotia Two pasaba por la Scotia One, y desde allí fluía por un gasoducto hasta la costa.

Tyler comprendió por qué razón el intruso tenía que aislar la plataforma de cualquier contacto con el exterior. No sólo imposibilitaría las llamadas de auxilio, sino que, además, también les impediría solicitar a la Scotia Two la interrupción del suministro de gas. El gas natural avivaría a cada segundo cualquier incendio que se declarara tras la explosión de los artefactos.

También las saboteadas barcas de salvamento constituían una parte crucial del plan de aquel tipo. Quiso asegurarse de que nadie sobreviviría. Quien no pereciera de resultas de las explosiones iniciales, o de los incendios que se declararan, caería al mar, donde si no lo mataba la caída lo haría la hipotermia producida por las frías aguas del Atlántico Norte. Los investigadores concluirían que se había tratado de un terrible accidente.

El intruso sabía exactamente cómo destruir la plataforma petrolífera sin que nadie a bordo sobreviviera. Tyler comprendió que ese conocimiento podía resultar de gran ayuda: saber el objetivo del saboteador podía resultar clave a la hora de localizar las bombas antes de que hicieran explosión.

—Esta plataforma es enorme —dijo Finn—. ¿Cómo vamos a encontrar esos explosivos en menos de doce minutos?

Tyler no respondió. Fue como si el tiempo se congelara mientras intentaba ponerse en la piel de alguien decidido a destruir la Scotia One. Era un ejercicio que había realizado en más de una ocasión en el ejército, cuando buscaba explosivos improvisados en Irak. Intentar pensar como el enemigo. ¿Dónde pondría Tyler las bombas si fuese él el encargado del sabotaje?

Otra mirada a la esfera del reloj. Once minutos y diez segundos.

—Bien —dijo—. Sólo hay tiempo para efectuar un registro de zonas concretas. Tenemos los
walkie-talkies.
Grant, tú comprueba el conducto del gas de la Scotia Two, empezando por la válvula principal. Si ese tipo sabía que no podíamos cerrarlo, probablemente sea el mejor lugar para causar un incendio. Finn, quizás el segundo punto más probable sean las bombas del sistema contra incendios. Supongo que querría asegurarse de que no pudiéramos servirnos de él para combatir el fuego.

—¿Y el tercer explosivo? —preguntó Grant.

—Yo registraré el área de seguridad. Si quisiera matar a todos a bordo, ahí es donde yo lo habría puesto.

—¡Pero si acabo de enviar allí a todo el mundo! —protestó Finn.

—Si el tercer explosivo no está ahí, es el lugar más seguro de toda la plataforma. Si está allí, no importará a dónde vaya la gente.

Finn negó con la cabeza mientras repartía los
walkie-talkies.

—Una vez localizados, avisadme —dijo Tyler mirando al jefe de la plataforma—, pero no los toquéis. Podría haber preparado trampas a su alrededor.

Se quitó el reloj y lo arrojó a Hobson, que lo cogió en el aire como si fuese un pedazo de hierro al rojo vivo.

—¿Qué hago con esto? —preguntó el operario.

—Avisa por radio cada minuto —respondió Tyler. Eso los tendría informados del tiempo que les quedaba, aunque en realidad lo que quería era evitar la distracción de mirar la esfera cada dos por tres—. Y cuando falten cuatro minutos, dirígete al área de seguridad. No te conviene seguir aquí si explotan las bombas.

—De… De acuerdo —tartamudeó Hobson.

Tyler siguió a Grant y Finn fuera de la sala de control, y de allí echó a correr hacia el área de seguridad. Había un gentío que se dirigía ya en esa dirección, lo cual lo retrasó.

—¡Paso, paso! —voceó—. ¡Dejadme pasar!

Empujó a una mujer y vio que se trataba de Dilara. Le pareció exhausta y aterrada.

—¿Qué sucede? —preguntó ella, intentando mantenerse a su altura.

—Ha surgido una emergencia —respondió Tyler, que evitó deliberadamente no emplear la palabra «bomba», por temor a asustar a quienes los rodeaban. Sin embargo, Dilara era persistente y lo asió del brazo.

—¿Qué clase de emergencia?

—No puedo dar más detalles.

—Son ellos, ¿verdad? Han saboteado la plataforma.

A su alrededor, algunos operarios murmuraron. Tyler la llevó a un lado y pegó los labios a su oído.

—Mira, digamos que te creo, que creo que hay quienes pretenden acabar contigo —susurró—. Según parece, ahora también se han empeñado en acabar con todos los que te rodean.

—¡Dios mío! —exclamó ella en voz alta, lo que atrajo más miradas—. ¿Tenía razón?

—¡Silencio! Lo último que necesitamos es crear una situación de pánico. Han puesto bombas en la plataforma.

—¿Bom…? —empezó a gritar Dilara, antes de que él le amordazase la boca con la mano.

—Tú no te separes de mí. Podría necesitar otro par de ojos para localizar los explosivos.

Dilara seguía asustada, a pesar de lo cual asintió. Entonces Tyler la soltó.

—Diez minutos —anunció por la radio la voz temblorosa de Hobson.

Tyler dejó que ella encabezara la marcha abriéndose paso entre los operarios que se dirigían al área de seguridad. El cometido habitual de esa zona consistía en servir de enorme almacén bajo la cubierta donde se posaba el helicóptero, pero también hacía las veces de refugio en caso de emergencia. Las paredes a prueba de explosiones rodeaban la sala, y la puerta estaba reforzada con una doble capa de resistente acero. El área de seguridad contaba con un suministro propio de oxígeno que protegería a quienes se encontrasen dentro del humo de los incendios declarados en la plataforma. Estaba tan bien acondicionada que Tyler estaba seguro de que el intruso había colocado dentro uno de los explosivos.

Más de un centenar de personas se había reunido en el área de seguridad. La sala era lo bastante espaciosa para albergar a todos los operarios de la plataforma. Si el C-4 hacía explosión en su interior, los efectos resultarían catastróficos.

—Empieza por ese lado y ve acercándote a mi posición —ordenó Tyler a Dilara—. Yo me encargaré del otro extremo.

—¿Qué se supone que debo buscar?

—Tendrá el tamaño y la forma de un ladrillo. Mira dentro de cajones y taquillas.

—¿Y si lo encuentro?

—Avísame. Y por el amor de Dios, ni se te ocurra tocarlo.

—No estoy loca —aseguró Dilara, que empezó a abrir las puertas de las taquillas.

Tyler repasó rápidamente con la vista el suelo y el techo, y cada pieza del equipo que había amontonado. El intruso no habría cambiado nada de sitio para colocar el explosivo. Se habría limitado a buscar un lugar que pasase desapercibido, puesto que no esperaba un registro exhaustivo. Abundaban los baúles de almacenaje, que contenían toda clase de trajes de supervivencia y equipos de seguridad, y Tyler tuvo la certeza de que allí era donde el saboteador había escondido el explosivo. Buscó en todos y cada uno de ellos, sacándolo todo.

Su
walkie-talkie
emitió un ruido de estática.

—Ty, Grant al habla. He encontrado uno, justo al lado del conducto principal de gas.

—¿Qué aspecto tiene? —preguntó Tyler sin interrumpir el registro.

—Es negro, rectangular, mide unos treinta por diez centímetros, y diez de altura. La lectura del detonador coincide con el cuarto de hora que se había dado de margen ese tipo. La caja del detonador cubre el C-4.

Eso no era buena señal. Sería más difícil desactivar el explosivo.

—¿Interruptor de mercurio? —preguntó Tyler. Un sensor de movimiento bastaba para activar algunas bombas.

—Esto… nueve minutos, muchachos —advirtió Hobson.

—Gracias, Frank —le contestó Tyler—. Lo estás haciendo muy bien.

—Respecto a lo del interruptor de mercurio, negativo —respondió Grant—. No pudo ponerlo ahí, y luego armarlo. Supongo que pensó que la vibración podría haberlo hecho explosionar prematuramente. Estaba ahí, escondido bajo una tubería. Ni siquiera estaba pegado al conducto.

Eso en cambio era una buena señal. Quería decir que podían moverlo. Claro que no era posible arrojarlo por la borda de la plataforma. El oleaje podía arrastrarlo hasta un conducto de gas, lo que provocaría una explosión submarina. Tal vez la bomba topase con uno de los pilares que sostenía la plataforma, y si cualquiera de ellos cedía toda la estructura acabaría hundida bajo las aguas del océano. Mejor eliminar ambas posibilidades.

—¿Eliminación? —preguntó Grant.

—Estoy pensando en ello. Ve a ayudar a Finn a buscar el segundo explosivo. —De acuerdo.

Tyler siguió registrando el lugar tan rápido como pudo. Había cubierto media pared cuando Hobson llamó por radio.

—Ocho minutos.

Maldijo entre dientes y siguió adelante. Quizás haber asignado a Hobson el reloj no había sido buena idea. Entonces oyó a Dilara llamarlo a gritos desde el extremo opuesto de la sala.

—¡Tyler, ven!

Echó a correr, convirtiéndose en el centro de todas las miradas. A esas alturas, la gente había reparado en el hallazgo de Dilara, y quien más quien menos todos habían empezado a especular al respecto, pero Tyler no tenía tiempo de calmar los ánimos.

—Creo haberlo encontrado —dijo la arqueóloga, señalando el objeto.

Era tal como lo había descrito Grant. El C-4 quedaba oculto tras unas máscaras de gas, sobre el estante superior de una taquilla. Después de la inspección de rigor, no vio nada que apuntase a la presencia de un interruptor de mercurio. Sacó el explosivo para examinarlo a la luz.

—Quedan siete minutos —informó Hobson. Las llamadas parecían cada vez más frecuentes, pero Tyler intentó ignorarlas y concentrarse en la bomba.

No había visto nada tan sofisticado desde que abandonó el ejército. El bloque de C-4 bastaba para destruir toda el área de seguridad. El detonador estaba situado en la parte superior del bloque, envuelto en torno al explosivo. Si intentaba extraerlo, la bomba podía explotar. Si abría la caja, sería capaz de desactivarlo, pero no podía con las tres bombas en menos de siete minutos.

Recibió otra llamada de Grant por el
walkie-talkie.

—Tyler, estoy con Finn. Hemos localizado la segunda bomba. Estaba debajo del generador diesel principal del servicio contra incendios, justo donde dijiste que estaría.

—Estupendo. He localizado la tercera.

—¿Las desactivamos?

—¡Dios mío! —exclamó Hobson—. ¡Sólo quedan seis minutos!

—No hay tiempo —dijo Tyler.

La única elección que tenían era deshacerse de los explosivos. Debía idear el modo de apartarlos lo más lejos posible de la plataforma. Entonces cayó en la cuenta de que había tenido delante de las narices todo ese tiempo el modo de lograrlo.

—Grant —llamó Tyler por el
walkie-talkie
—, ¿conservas la caja de paredes acolchadas?

—He metido las dos primeras dentro. Ahí no hay peligro de que entren en contacto.

—De acuerdo. Se me ha ocurrido una idea.

Capítulo 13

Tyler pidió a Grant que se reuniera con él en la cubierta de las barcas de salvamento con las dos bombas. Luego miró a su alrededor en busca de una barra de metal recia, preferiblemente un hacha, algo que pudiera utilizar para golpear con contundencia.

—¡Un hacha! —voceó dirigiéndose a la multitud—. ¡Una barra! ¡Necesito una herramienta pesada!

Respondió un tipo vestido con mono azul y un cinto de herramientas a la cintura.

—¿Qué le parece un martillo? —preguntó, levantando uno que acto seguido ofreció a Tyler.

—Perfecto —dijo, y volviéndose hacia Dilara añadió—: Tú quédate aquí.

—Pero…

Cubrió la distancia que los separaba y le susurró al oído:

—Si la bomba explota ahí arriba, el lugar más seguro de toda la plataforma es justo donde te encuentras tú ahora.

Pero no pareció que esas palabras la consolaran. El miedo dominaba la expresión de su rostro.

—No te preocupes —añadió Tyler—. Tengo un plan.

Eso mejoró un poco las cosas y ella no volvió a protestar.

Martillo en mano, con la bomba en la otra, Tyler franqueó la salida y bajó la escalera. Un tramo más abajo oyó la voz de Hobson anunciar por el
walkie-talkie
que le colgaba del cinturón:

—¡Cinco minutos!

Tyler alcanzó su lugar de destino: la sala de almacenaje químico. Abrió la puerta de par en par, y ante su mirada se dibujaron los estantes llenos de botellas de productos químicos. Cristal, plástico y contenedores de metal amontonados sin orden ni concierto, lo que podía resultar peligroso. Repasó con la yema de los dedos las etiquetas, en busca de un botellín de acetona, el principal componente químico del quitaesmalte. En la plataforma lo usaban como desengrasante multiuso.

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