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Authors: Michael Burt

Tags: #Policiaca

El caso de la joven alocada (12 page)

BOOK: El caso de la joven alocada
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Es casi seguro que uno de los primeros Poynings quemó el incienso sobre St. Wilfrid, alrededor del año 685 A. D. Y asistió a este predicador en la endiablada y tenaz tarea de convertir a los sajones del Sur, de aquellos días. Y es asunto de simple historia que los torturadores y ejecutores del tiempo de los Tudor sacaron sus buenos caudales de la obstinada resistencia papista de varios de mis antepasados. Se desprende, entonces, que mis propios intereses religiosos están centrados en la Parroquia de
Our Lady y St. Hilary de Huesca
, a cuya sombra vivo, en cuya iglesia rezo y a cuyo Prior pago la renta como inquilino de
Gentlemen’s Rest
.

Los canónigos regulares de
St. Hilary
, domésticamente conocidos como «Hilarianos o Canónigos Rojos» tienen como origen una Orden española, fundada en Huesca, Aragón, creo que en la última mitad del siglo II. No es una Orden bien conocida y, aunque conserva todavía casas en casi todos los países de Europa, para no mencionar misiones en África y en el Lejano Oriente, nunca alcanzó la fama universal de los Benedictinos, los Dominicanos o los Franciscanos. Hablando como uno de los menos versados, yo diría que la Regla de St. Hilary es, a un mismo tiempo, demasiado estricta y comprensiva para atraer un gran caudal de adeptos, pues la vida que llevan no es totalmente contemplativa ni del todo activa. Es una mezcla de las dos y debe ser un trabajo endiabladamente duro.

La parroquia de los Canónigos Rojos de Merrington es, si se me entiende, una antigua fundación albergada en un edificio moderno.
Merrington Abbey
, como se llamaba entonces, fue un floreciente monasterio durante un par de siglos antes de la Reforma, y he leído en un libro que en alguna parte, entre ochenta y noventa sacerdotes, hermanos, novicios y postulantes fueron desposeídos de su casa como resultado de una visita personal de Thomas Cromwell, en los días de Enrique VIII. Los edificios de la Abadía «pasaron» (como dice eufemísticamente
The Times
), entonces, a uno de los principales confidentes de Enrique, quien, por la gracia de Dios, quedó completamente asado en un fuego que destruyó totalmente el profanado monasterio.

Por alguna razón, la Abadía no fue reconstruida nunca. En verdad, la historia intermedia del solar es extremadamente obscura hasta que, a mitad del reinado de la Reina Victoria, fue comprada por un cierto noble católico al caballero de la población (a quien presumiblemente había «pasado» en fecha más lejana) y lo obsequió al Abad General de los Canónigos Rojos en la casa central de Huesca. Poco después, una docena de Hilarianos, encabezados por un par de ingleses, y el inevitable irlandés, fueron enviados desde España a fundar y construir una Parroquia en el lugar de la antigua Abadía.

Este solar comprende algunos ochenta acres de terreno ligeramente ondulado, justo al pie de los
Downs
. Cuando los Canónigos Rojos llegaron, encontraron dos edificios además de las ruinas de la Abadía, ya levantados en sus tierras. El primero de éstos no era otro que la morada de Abbot del siglo XV, todavía (
mirabile dictu
) intacta en cuanto a las paredes, pero con una gran necesidad de reparación en los techos, para ser habitable. La segunda era una pequeña casa, una estructura en forma de L que databa del año 1723 —la fecha está esculpida sobre la chimenea principal— y conocida por el extraño nombre de
Gentlemen’s Rest
.

Y puesto que inevitablemente debe haber comadrejas entre los lectores, que querrán saber cómo esta casa alcanzó su nombre peculiar, estoy obligado a levantar mi voz en… un tono de ronco barítono de baño y a cantarles un trozo de esa canción en la cual Kipling exhorta a un chico sin nombre:

Vigila la pared, querido, mientras los Caballeros se escabullen.

Les recuerdo seguramente sin necesidad, que el nombre de esta canción es La canción de un contrabandista. Y finalmente, para dar por terminado de una vez por todas este asunto que no viene a cuento, les urgiría que consultaran su mapa de Sussex y que observaran que el camino que corre más allá de las puertas de
Gentlemen’s Rest
, deja de ser llamado
Monastery Lane
cuando ha llegado a cerca de media milla al Sudoeste y se convierte en una obscura senda gredosa conocida como
Gentlemen’s Way
. Bajo este título trepa en declive el escarpado
Downs
a la pequeña depresión marcada
Smuglers Gap
, y allí desaparece sobre los cerros hacia el mar. Ergo, teniendo presente que la pasión del buen Rudyard por la exactitud técnica está bastante ilustrada por su aplicación del eufemismo «caballeros» a los contrabandistas de aquellos tiempos, resultaría perfectísimamente claro al menos avisado de los lectores, que
Gentlemen’s Rest
era, en sus días, una especie de parada para el tráfico del contrabando que florecía extraordinariamente en el viejo Sussex.
Quod erat demonstrandum
.

2

P
ERO
yo estaba procurando decides respecto a la Parroquia de la actualidad, cuando me interrumpieron, que ahora está en el sitio que ocupaba antes la vieja
Merrington Abbey
. Sus constructores encontraron que podían hacer su trabajo sin demoler ni el viejo
Abbots Lodging
ni el
Gentlemen’s Rest
. Estas dos casas se enfrentan, a poca distancia del Monasterio.

Abbots Lodging
, graciosamente vuelto a techar y restaurado, alberga en la actualidad la biblioteca de la Parroquia (el Prior Regente ocupa habitaciones en el nuevo edificio) y está conectado a los claustros lateralmente por un sendero cubierto.
Gentlemen’s Rest
, igualmente restaurado y modernizado con gusto, está arrendado a un tal Roger Poynings, escritor, por setenta y ocho libras anuales, pagaderas (pero raramente pagadas) por trimestres anticipados. En resumen, siendo autor el inquilino, se atrasa en el alquiler generalmente. Pero el Padre Prior es un casero amable e indulgente, y se da cuenta (como yo deseo que a todo el mundo le ocurriera) de que si se compraran bastantes ejemplares de este espléndido libro, habría una muy grande probabilidad de que eventualmente consiguiera, por lo menos, una parte del alquiler del penúltimo trimestre.

Un último párrafo o acaso dos, y después podemos abandonar todo este asunto de arquitectura y topografía, y continuar con nuestra historia. Estos exploradores Canónigos Rojos, que eran responsables de la erección de una nueva parroquia y de la restauración de los viejos edificios, hicieron un interesantísimo descubrimiento en el curso de su trabajo. Encontraron, como ya he indicado a Bryony, que los espaciosos sótanos situados bajo
Gentlemen’s Rest
estaban unidos a un pequeño reservado en
Abbots Lodging
por un pasaje subterráneo, un túnel, demasiado moderno, evidentemente, para que hubiera existido en los lejanos días de
Merrington Abbey
, y, presumiblemente, construido en el siglo XVIII, relacionado con el contrabando. Falta información precisa de los detalles, pero mi propia teoría es que, en aquellos días cuando el entonces ocupante de
Gentlemen’s Rest
estaba probablemente baja vigilancia de las autoridades preventivas, el resquebrajado
Abbots Lodging
era usado como escondrijo para el contrabando, y por razones fácilmente imaginables se consideraba prudente mantener oculta la comunicación entre los dos edificios.

Sea como fuere, el túnel existe hoy en admirable estado de conservación. En verdad, yo lo uso con frecuencia para ir a la iglesia en tiempo lluvioso. Cama literata se me concede graciosamente el uso de la biblioteca en todo momento. En rigor, como inquilino del monasterio (o como deudor inquilino), tengo una llave de repuesto que me permite ir desde
Gentlemen’s Rest
vía
Abbots Lodging
, y desde allí por el sendero cubierto, hasta los claustros.

3

S
I EL
lector ha recorrido pacientemente todo este asunto descriptivo habrá ahora alcanzado a comprender mi proyecto de hacer llegar secretamente a Bryony a
Gentlemen’s Rest
, sin que alcanzara a verla cualquiera que estuviera acechando desde el exterior.

Los domingos por la tarde, los fieles, después de todo, van a la iglesia para la Bendición, y mis providencias para hacer las veces de Barbary como organista, vinieron a las mil maravillas, puesto que se llega a la enrejada galería del órgano no desde la nave de la iglesia, sino por un rincón de los claustros, donde no se admite al público. Por consiguiente, durante el servicio, Bryony estaría a salvo conmigo en la galería del órgano, y después nos deslizaríamos a los claustros por la puerta lateral, siguiendo el camino cubierto que conduce a
Abbots Lodging
, y desde allí por el pasaje subterráneo a los sótanos de
Gentlemen’s Rest
donde Barbary estaría esperándonos. Sin embargo, yo no hubiera querido entrar en la casa por ese camino, ya que si por casualidad la casa hubiera estado bajo vigilancia, mi aparición misteriosa llamaría la atención de los observadores y los haría sospechar de algún oculto camino para llegar a la casa, descubrimiento al que yo no deseaba dar lugar aunque el pasaje «secreto» no es ningún secreto para nuestros habitantes locales.

Yo, por consiguiente, volvería a lo largo del pasaje, habiendo dejado a Bryony al cuidado de Barbary, y en seguida saldría por la puerta, principal de la iglesia, detrás del público. Si mi mensajero había cumplido fielmente su papel, mi vieja bicicleta estaría esperándome junta a la puerta de la iglesia. Montado en mi máquina volvería ya, entonces, par el camino a
Gentlemen’s Rest
en igual forma, precisamente, a la que había salida algunas horas antes.

«Un plana prueba de tontos», decía para mis adentros, conforme el «Vieja Fiel» resoplaba lentamente a través de Merringtan, y dando la vuelta a la izquierda desde
High Street
entraba en
Hill Barn Lane
. Musité una advertencia a Bryony, y un momento después sentimos que el auto iba dando vaivenes por la derecha del estrecho y poco frecuentado camino, conocido como
Abbots Walk
.

No bien el auto se detuvo, Barbary murmuró «Sin novedad», y los ocultos pasajeros descendimos, un tanto arrugados y cansados, pero, no obstante, con buen ánimo. Mi prima hizo seguir el coche, sin demora, mientras que Bryony y yo saltamos rápidamente los escalones hacia el seto que conduce desde esta punta a las terrenos de la Parroquia.

Para ocultar sus rojos cabellos, hice que se pusiera la mantilla. Tenía un aspecto notablemente formal y virginal, en tanto que sus pícaros ojos estuvieran velados por sus largas pestañas.

Al principio estuvo silenciosa y sumisa, pero en seguida habló.

—Roger, usted es un tipo raro, ¿no es cierta? Tan pronto es bonísimo conmigo como completamente perverso. Estoy dándole mucho que hacer, y ni siquiera chisto. Pero lo odiaba a usted cuando habló a Barbary en esa forma. ¿Por qué la hizo? No lo comprenda, Roger.

Su tono era interrogativo. Procedí en consonancia con mi barba (que no es una barba suave y diplomática, sino un modela indómita y feroz) y dije:

—Entonces no es usted tan perceptiva, como yo pensaba, jovencita. Se le podía haber ocurrido a usted que siendo yo, digamos, civil e incivil a un mismo tiempo, era porque la había contemplado desde dos diferentes puntos de vista.

Consideró lo dicho y sugirió:

—¿Quiere usted decir que es bueno conmigo por Lulú y malo por mí misma?

—¿No es esto razonable? —pregunté.

Se detuvo en su camino, detrás de mí, y me miró con dureza un instante; después continuó andando en silencio. Seguí dando zancadas, con mi barba bien en ristre, pero continuaba mirando de reojo su vestido de lino verde, temiendo que se escapara. En verdad, una o dos veces vi que vacilaba, como si se preparara a hacerlo. Pero continuó a mi lado, y a su debido tiempo llegamos a destino.

Las grandes campanas de la iglesia seguían aún tañendo, vigorosamente, cuando entramos, y nos deslizamos en silencio a través de la reja hacia la enorme puerta de roble que conduce a un rincón de los claustros. Desde este rincón una obscura escalera de caracol conducía a la galería del órgano.

Al volver la cabeza para hacer señales a Bryony de que me siguiera, mi subconsciente sintió como una vaga discrepante impresión: la sensación de que estaba viendo algo raro o inesperado, aunque no tenía idea en aquel momento de lo que era. Estaba a mitad de camino en la escalera de caracol, cuando me di cuenta de lo que sucedía. Quedé tan sobrecogido, que tuve que detenerme un instante.

Una pequeña ventana gótica filtraba un estrecho rayo de luz justamente detrás de mí. Me volví y vi a Bryony, cuyo rostro estaba entonces al nivel de la ventana. Como si contestara a una muda pregunta mía, percibí una microscópica partícula de humedad colgando todavía en su suave y blanca frente. Me di cuenta de que mis ojos y mi subconsciente habían registrado su impresión con acierto: la impresión de Bryony tomando agua bendita cuando pasábamos por el patio exterior.

La interrogante de sus ojos igualaba a la mía cuando se acercó.

—Acabo de recordar —dije como explicación en voz baja— que Lulú era papista. Lo que quiere decir que usted…

Se mordió los labios y apartó la vista.

—Lulú cumplió con su deber —admitió en seguida—, a pesar de Mauricio y de todo lo demás. Usted sabe que yo estaba en el colegio de Poles y Lulú me llevaba siempre a la iglesia mientras vivió. Yo… yo no fui muy a menudo desde entonces —y terminó desafiante—: ¿Qué diablos se saca con ello?

No contesté y continué subiendo.

4

L
A GALERÍA
del órgano en
Priory Church
es un recinto generosamente proporcionado. Está en la parte posterior de la iglesia, y la consola del órgano, separada del instrumento mismo, enfrenta directamente a la nave hacia el altar mayor. Toda la galería está oculta por un enrejado de roble cincelado, lo que permite al organista observar el santuario sin ser visto. No se podía haber pensado un escondite mejor para nuestro propósito. Los Canónigos Rojos no emplean un coro seglar, sino que cantan ellos mismos el Divino Oficio desde sus asientos, en el santuario. Y puesto que el órgano funciona eléctricamente, la presencia de Bryony en la iglesia virtualmente no podía ser descubierta.

No soy un buen organista por la adecuada razón de que tengo los pies muy grandes. Ejecuto los manuales bastante bien para asuntos rutinarios, pero una buena ejecución de pedal requiere pies apropiados, los que me negó la Señora Naturaleza. Barbary ejecuta verdaderamente bien, y es la organista reconocida, siempre que está en Merrington. En su ausencia, soy lo suficientemente bueno para reemplazarla, pero no estoy muy fuerte en recitales corrientes. Sin embargo, para un simple Oficio como el Compline me las arreglo bastante bien.

BOOK: El caso de la joven alocada
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