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Authors: Michael Burt

Tags: #Policiaca

El caso de la joven alocada (38 page)

BOOK: El caso de la joven alocada
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Entró con su llave y estaba buscando a Khushdil cuando llegó la policía. Agregó que no había podido dar con el pathan y que tenía la impresión de que si se había cometido un crimen, la policía no necesitaba buscar al criminal…

Debe tenerse en cuenta que la policía desconocía la existencia de Khushdil Khan hasta que Barbary habló de él por teléfono, y aunque parecía poco probable que un asesino se apresurara a comunicar el crimen a los parientes de la víctima, era evidente que debía ser entrevistado a la brevedad posible. De acuerdo a lo que él mismo manifestara había sido testigo presencial del crimen y su declaración resultaba sumamente importante. Thrupp propuso ir personalmente a
Mark Street
a escuchar la historia del
pathan
y comunicar al mismo tiempo a Barbary las últimas noticias, mi estado y demás.

Boex y su séquito continuarían examinando el teatro del crimen, mientras la policía local, cuyos representantes habían llegado, buscaba a Xantippe y a su compañero y allanaba la casa en la que el joven África había entregado el mensaje.

Boex se manifestó de acuerdo y, por consiguiente, Thrupp trepó al auto y se dirigió a
Market Street
. Cuando llegó, encontró el piso cerrado y aparentemente desierto. Llamó y golpeó sin resultado mientras comenzaba a incubar la idea de que tal vez fuera Khushdil el asesino y que después de asesinar a Barbary hubiese escapado. Thrupp quiere a Barbary como si fuera su hermana y el escándalo que armó hizo aparecer al encargado que estaba en el sótano. Trajo un duplicado de la llave y entraron al piso. No había señales de seres humanos, ni muertos ni vivos.

Había dos posibilidades: primero, que Khushdil Khan hubiera asesinado a Barbary y la hubiese llevado a algún lado; y segundo, que hubiera abandonado el piso por voluntad propia, obedeciendo al muy natural impulso de trasladarse a mi lado, mientras hubiera la menor esperanza de que yo estuviera vivo.

En verdad, esta última solución era la correcta.

Mi prima no sabía de mi traslado al sanatorio y por lo que le había dicho Khushdil imaginaba que mi cuerpo sangrante debía estar todavía
chez Xantippe
. Después de interrogado llegó a la conclusión de que el pathan no había examinado mi cuerpo, así que alentaba todavía la esperanza de que pudiera estar vivo. De cualquier manera, había que llegar a mí, y como una especie de instinto le indicaba que no convenía perder de vista a Khushdil, lo llevó consigo.

Su decisión fue natural, pero resultó trágicamente desafortunada.

Éste es un mundo desgraciado y, como ocurre siempre en ocasiones semejantes, no pudieron encontrar taxi para trasladarse hasta
Mark Street
. Antes de perder tiempo esperando uno, Barbary prefirió ir caminando. Podrían tardar diez o doce minutos cuando mucho.

El conocimiento que de los atajos y cortadas del
West End
tiene mi prima es, como el de Sam Weller, extenso y peculiar, y aprovecharon bien el tiempo mientras corrían o caminaban hacia su meta.

Por fin desembocaron en el
Market
, y Barbary vió los autos de la policía parados frente a la puerta azul y amarilla del 99.

En ese momento, cuando faltaban doce metros para llegar, se oyó un inesperado plop y Khushdil cayó en el pavimento, a su lado.

4

A
LAS ONCE
de la noche de ese martes, que —¡válgame Dios!— era mi cumpleaños, la situación era la siguiente:

ALFA: Yo, Roger Poynings, estaba dudando entre la vida y la muerte en el sanatorio de la pava real, mientras que el camello y el escocés esperaban con ansiedad el resultado de la operación a que me habían sometido.

BETA: El hermoso cuerpo de Khushdil Khan yacía en la húmeda mesa de mármol de la morgue más próxima.

GAMMA: Xantippe Gnox y su acompañante, un amarillento y verrugoso joven que responde al nombre de Ronald Custerbelle Lowe, estaban todavía en la oficina del superintendente Boex, sometiéndose al interrogatorio que permiten las leyes de nuestro país. Los habían encontrado comiendo juntos, sin ocultarse, en el
Priapus
, un pequeño restaurante caro de Picadilly. Ambos negaban su participación en todo asunto criminal. Aparentemente, no se los podría condenar por haber bebido agua desde las 6,30 p. m. en adelante.

DELTA: El detective Sargento Summer, que comía y bailaba de incógnito en un club nocturno conocido como
Chez ma tante
en
Bun Street
, había informado que Luke, el popular y arrogante dueño del local, se había mostrado cortés y aparentemente despreocupado desde que Summer había llegado a las ocho y cuarto. Hasta las 11 p. m., Summer, que estaba haciendo un consumo principesco, no había descubierto nada que se pudiera relacionar con alguna oculta actividad.

Opinaba que las bailarinas no eran ni mejores ni peores que lo acostumbrado y que, aunque había intimado con dos, no tenía nada criminal de que dar cuenta.

ÉPSILON: El Inspector Cheseldine, de la policía local, a quien habíase encomendado el allanamiento de la casa de
Shepherd Market
, había hecho descubrimientos importantes. Entre otros, una pistola automática calibre 32 con la que se había hecho un disparo poco antes, escondida en una valija de cuero, con las iniciales M.U.CH. en un dormitorio desocupado; y una habitación cerrada, que se había ahora violentado, amueblada y equipada de manera tan extraordinaria que, el Inspector Cheseldine, dueño de una mente pura, opinaba que debía de usarse para funciones teatrales de aficionados.

ZETA: Los interrogatorios de rutina efectuados en la Oficina de la India, antes de los acontecimientos de la noche, habían revelado que el Teniente Coronel M.U.C Hurst, I. A., estaba en Inglaterra con licencia desde principios de año. Su domicilio era, según el registro, el Club de Servicio de India, Whitehall Court, pero no se conocía su paradero actual.

ETA: El Club del Servicio Indio había declarado bajo amenazas, que el Coronel Hurst no estaba ahora en Londres. Y que se le mandaba la correspondencia a
Lime Tree Cottage, Llanflwech, North Wales
.

THETA: El Comisario de Llanflwech,
North Wales
, informó telefónicamente que un Coronel Hurst y Mrs. Huso vivían en
Lime Tree Cottage
desde hacía tres semanas. Parecían una pareja de londinenses en vacaciones, y el Comisario podía declarar sin equivocarse que el Coronel Hurst no se había ausentado de Llanflwech desde hacía tres semanas. Su impresión era que el Coronel Hurst y su señora estaban pasando su luna de miel o viviendo en pecado, tan poco era lo que salían de la casa.

IOTA: Investigaciones posteriores, llevadas a cabo en la Oficina de la India, dieron como resultado que el Coronel Hurst ya había enterrado a dos mujeres y estaba viudo nuevamente. Su segunda mujer, una tal Mrs. Wilde había muerto en la India dos, años antes. Si al llegar a Inglaterra el Coronel se había casado por tercera vez había —por cierto— omitido la formalidad de notificar a la
Office
de la India.

KAPPA: Todo el maldito asunto estaba lamentablemente oscuro.

5

A
UNQUE
apoyaba los derechos y las libertades del individuo, el Comisario Auxiliar de la Policía Local era lo suficientemente enérgico para arriesgarse cuando las circunstancias lo requerían. En el sentido estricto y técnicamente legal de la palabra, no tenía pruebas suficientes para arrestar a nadie que apareciera como autor implicado en el atentado de asesinato contra mí, puesto que su único testigo valedero, Khushdil Khan, había sido asesinado antes de que pudiera atestiguar formalmente lo que había visto. «Lo que dijo el soldado no sirve como prueba», es un axioma perfectamente legal, a pesar de su origen jocoso, y la versión de segunda mano que podía ofrecer Barbary tenía poco valor ante el jurado a menos que la respaldaran buen número de pruebas circunstanciales o directas que no había habido tiempo de reunir. No obstante, el Comisario Auxiliar era de la clase de hombres que asume sus responsabilidades. Ordenó la detención de Xantippe Gnox y de Ronald Custerbell Lowe en la Comisaría de Cannon Row esa noche y hasta que fueran debidamente interrogados. Les informó muy cortésmente del derecho que les asistía de llamar a sus abogados defensores, pero después de corta consulta decidieron que lo harían al día siguiente.

Ambos protestaron enérgicamente contra la indignidad ultrajante a que se los sometía. Con referencia al asesinato de Khushdil Khan, no había prueba alguna, aparte del testimonio de Barbary y el de un chofer de la policía que lo había visto caer. El arma de fuego con la que lo habían matado estaba provista de un silenciador, y nadie había visto al que disparó el tiro. La dirección se había establecido aproximadamente lo mismo que el calibre de la bala, pero nada más. La escasa información tampoco resultaba de gran ayuda para descubrir la identidad del asesino, ni su paradero.

Cuando se ordenó la detención de Xantippe Gnox, y de Ronald Custerbell Lowe, Thrupp era un hombre muy cansado. No era para menos.

Confrontando las alternativas de irse a casa a dormir y continuar devanándose los sesos en la
Yard
, llegó a una conclusión muy razonable, por la cual, en vez de irse hasta Roehampton, donde vive, llamó por teléfono a Barbary. La encontró todavía despierta y le pidió un sitio donde tenderse esa noche. Mi desafortunada prima acababa de volver del sanatorio de la pava real y se encontraba, por culpa mía, en un lamentable estado de ansiedad.

Thrupp y ella intercambiaron sus nuevas, llegaron a la conclusión de que esa noche no tenían nada que hacer, y se las compusieron para dormir.

A las siete de la mañana Thrupp estaba nuevamente en
Shepherd Market
. Debe recordarse que él no había tenido todavía tiempo de registrar la casa con detención, aunque naturalmente conocía los informes del Superintendente Boex y del Inspector Cheseldine. Pero a Thrupp le gusta ver las cosas con sus ojos y estuvo dando vueltas una hora.

Encontró en total, sólo cuatro cosas que podrían despertar interés. Dos figuraban ya en los informes de Cheseldine: la pistola calibre 32 y la habitación tan extrañamente decorada. En cuanto a la pistola, debo decir que yo no había sido justo para con Maurice Hurst cuando me apoderé del arma; tenía permiso policial, y la pistola estaba registrada como de su propiedad en la policía.

De todos modos, la reciente presencia del padre de Bryony en la casa de Mayfair se había confirmado por las declaraciones de Xantippe Gnox, de Ronald Lowe y del joven África. Sin embargo, no había duda alguna de que se encontraba a cientos de millas, en North Wales, en el momento del crimen.

El hecho de pertenecer a la policía le hace a uno desconfiar de toda coartada, y Thrupp procedió a revisar escrupulosamente el dormitorio y los efectos de Maurice Hurst. Fue entonces cuando descubrió algo que el Inspector Cheseldine, tan cuidadoso de costumbre, no había visto un sobre alargado de manila, que estaba en el fondo de uno de los cajones de la cómoda. La inscripción del sobre indicaba que contenía el testamento y última voluntad de Maurice Ulrich Contopher Hurst. No tenía sellos y contenía un documento. Thrupp se puso un par de guantes de gamuza, extrajo el papel con unas pinzas, y teniendo cuidado de no borrar ni alterar las marcas digitales, echó una mirada al Testamento. Como es de costumbre era breve y claro, legaba las 7/8 partes de sus bienes «a mi hija Bryony Mary Hurst» y lo restante a «mi hija Atiene Van Huysen, conocida con el nombre de Xantippe Gnox»…

El testamento estaba firmado en Londres, cinco meses antes.

6

«¡O
H
!», murmuró Thrupp y se guardó el documento para considerarlo con mayor detenimiento cuando tuviera la mente más despejada. Después reanudó la búsqueda y descubrió otro objeto que le llamó la atención. Se trataba de un cofre de seguridad, más sagazmente oculto que de costumbre, detrás de una pintura mural seudo clásica, en el dormitorio de Xantippe; un hallazgo casi inútil y desconcertante, pero dio sus frutos después de someterlo a una serie de combinaciones que sugería una tarjeta de visita, oculta debajo de una pila de medias en un cajón.

Cuando logró abrir la cerradura encontró, además de una cantidad de alhajas bastante pasables, drogas ilícitas por valor de 250 libras, cinco estuches acolchados con su correspondiente argolla de platino y una llave Yale de un diseño muy elaborado. Thrupp notó que en uno de sus lados la llave tenía grabada una estrella de seis puntas.

Después me dijo Thrupp que lo que más le satisfizo fue el hallazgo de drogas, porque daban al Comisario Auxiliar un cargo serio que hacer a Xantippe, y podía, por lo tanto, detenerla en espera de acontecimientos ulteriores.

Comunicó telefónicamente sus nuevas a la Yard, y continuó con su búsqueda sistemática. Tal vez, no sin motivos, Thrupp se sentía sobre la pista del
Saxon Club
. El hecho de que Xantippe tuviera un pequeño stock de anillos en su alhajero, grabados con los mismos signos que el de Bryony, parecía señalada como la secretaria o tesorera o alguna otra cosa del Club, y cuando examinó la habitación que daba al extremo del corredor, Thrupp creyó encontrar su lugar de reunión. Era un apartamiento largo y angosto, que se extendía a todo lo ancho del edificio, completamente blanco. Todas las paredes tenían colgaduras de seda blanco-marfil; un paño blanco-marfil ondeaba graciosamente en el cielo taso. Una alfombra blanco-marfil sedosa y tupida cubría por entero el piso. En uno de los extremos de la habitación había una plataforma o tablado con un dosel o baldaquín blanco-marfil sostenido por cuatro pilares afinados.

Aparte de estos elementos, la habitación estaba desprovista de muebles y de toda otra ornamentación. No había sillas, mesas, cuadros ni ninguna otra cosa. Thrupp me dijo después que era precisamente esa desnudez lo que daba a la habitación un aire de misterio. No podía adivinarse para qué se usaba. El dosel, en especial, burlaba la imaginación. Si la habitación hubiese tenido una silla, podría haber parecido una sala de trono; con, un altar, podía haber sido un templo; con algunos muebles pudo ser un teatro.

Pero estaba vacía, desnuda, desprovista, tan falta de mensaje como de muebles. No obstante, aunque muchos detalles estaban todavía oscuros, Thrupp se mostró satisfecho con lo que llegaba a comprender. Tiene una mente metódica y los detalles no le interesaban por el momento.

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