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Authors: Michael Burt

Tags: #Policiaca

El caso de la joven alocada (33 page)

BOOK: El caso de la joven alocada
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—Eso dije —repitió mi prima, sorprendida—. Por lo menos es cuanto me dijeron Dolly y Potty Ryon, y ellos deben estar enterados. (Potty y Dolly son, como todos sabéis, la hija y el hijo mellizos de Lord Larspur, el Barón de la prensa. Viven juntos, van a todas partes y saben cuánto ocurre, especialmente ciertos aspectos de la vida londinense que ni el dudoso diario de su padre se atreve a comentar.

Que esta pareja brillante de noctámbulos infatigables hubiera identificado a la
Bestia Rubia
como a Luke de
Chez ma Tante
resultaba de sumo interés. Ahora me arrepentía de no haber prestado más atención a las indirectas de Raffaela, condesa de Chalke. Sin embargo, el asunto tenía remedio. Después de decir unas palabras para reprimir la curiosidad de mis compañeros llegue al teléfono, consulté la guía y disqué el número de la casa de
Charles Street
.

Raffaela, Condesa de Chalke, se estaba bañando, lo que no parecía obstáculo para comunicarse con ella. Oía correr el agua mientras me hablaba.

—¡Mi muchachito malo! —dijo con terneza y risa falsa de contralto cuando hice mi pregunta—. ¿Más datos de
Chez ma Tante
? ¡Qué vergüenza, Roger!… ¡Y a tu edad!… ¿Qué dices?… No, nunca estuve allí… ¿Cómo te atreves a sugerirlo?… pero me han contado… por supuesto, un pajarito…

¡Oh!, qué sinvergüenza. Ya sabes cuánto aborrezco la adulación… pero esas cosas se saben, ¿verdad?… Sí, toda la diversión del mundo… ¿Que quién lo explota?… Algún judío. ¿Que cómo se llama?… ¿A ver?… ¿Paul? ¿Saul? ¿Mattnew? ¿Mark?… un nombre apostólico, muchacho… ¡Ah!, ya sé… Luke… Sí, Luke… No, nunca lo he visto, pero un pajarito me contó que es divino… ¿Eh? Sí, exactamente… Bueno, bueno, ¡no seas malo! ¿Tu
Bestia Rubia
? No creo… Sin embargo, tal vez… es rubio… y en cuanto a «Bestia»… ¡Pero, muchacho!… ¿Cómo podría saberlo?… ¡A mi edad!… ¡Bribón!, ¡bribón!, ¡bribón!…

Y así prosiguió hasta que conseguí recordarle que se enfriaba el baño. Aun después de colgar seguía oyendo el choque de las olitas perfumadas contra las curvas empalagosas de Raffaela.

20

U
NA HORA
después, Thrupp se puso de pie y se dispuso a partir. Habíamos conversado concienzudamente, discutiendo el problema desde todos los ángulos.

—Pongámonos de acuerdo —dije—. Esta tarde trataré de ver a Xantippe Gnox y la atacaré siguiendo el programa que nos trazamos. Mientras tanto, tú elegirás a uno de los jóvenes más apuestos de la
Yard
para que trate de averiguar algo en
Chez ma Tante
.

—Ésa es la idea —asintió Thrupp—. Si el joven Summers está disponible hará su papel a la perfección.

—¿No podría ir con él? —rogó Barbary—. Podría maquillarme como la otra noche. Seguramente sería mucho más conveniente que el joven Summers llevara compañera.

—Creo que no, Barbary. Quiero mantenerla a usted en reserva, si no lo toma a mal. Además, dará más resultados que el joven Summers evidencie una pasión por alguna de las damas del local o compañeras de baile, como las llaman, porque estas damas generalmente conocen los pormenores del club; y hablan si se las sabe tratar.

Está bien. Sin embargo insisto en que debería usted arrestar a Luke.

Thrupp suspiró.

—Mi querida —dijo resignado, le prometo formalmente que arrestaré a Luke en cuanto descubra cualquier prueba fehaciente que lo asocie directamente con la muerte de Bryony. Por ahora, como ya expliqué, todas son presunciones, y aunque en nuestra mente asumen proporciones de certeza, ningún juez ha de sentenciado por lo que le digamos. ¿Qué es lo que conocemos? Primero, que estuvo en Merrington la tarde anterior al crimen. Segundo, que Bryony le tenía miedo. Tercero, que Bryony y él, tal vez, se habían saludado de lejos en un club nocturno hace algunas semanas. No se puede colgar a un hombre por eso. Como no estamos ni en Moscú ni en Berlín, no podemos torturarlo para arrancarle una confesión. Tenemos que encontrarlo. Desapareció del
Green Maiden
de Merrington anoche, y no tenemos idea de cómo localizarlo. Hasta hace una hora no teníamos ni siquiera por dónde empezar a buscarlo. Gracias a su excelente pesquisa lo hemos identificado y podríamos dar con él muy pronto. Una vez que lo encontremos no le perderemos pisada, de modo que no se preocupe y lo mismo digo de Ronald Custerbell Lowe y del obrero telefónico fantasma. Debemos dar pronto con ellos, y los vigilaremos. Tendremos muy poca suerte si Luke o Lowe no nos conducen hasta ese obrero.

—A ti te corresponde resolver todo esto —observé—, y sabemos que lo que dispongas será lo más acertado. ¿Cuándo tendremos noticias tuyas?

Thrupp reflexionó:

—Tengo mucho que hacer, Roger, y no creo que pueda dormir esta noche. ¿Estarás levantado a eso de las diez o las doce? Me gustaría saber cómo te va con Xantippe…

—Muy bien. Podremos cambiar ideas y hacernos un plan de acción para mañana. A propósito, ¿dices que el jueves es el interrogatorio?

—Sí; a las diez y media en la comisaría de Merrington. Tendrás que declarar como testigo y yo también, así que te llevaré hasta allí mañana a la noche o. el jueves por la mañana temprano.

Barbary puede ir el jueves en su coche. El entierro se ha fijado para las dos y media de la tarde.

—¿No tendré que declarar yo también? —preguntó Barbary—. Y de todos modos, ¿por qué no puedo ir con ustedes?

—Estoy arreglando las cosas para que no se la interrogue en la primera sesión, que será breve y formal. ¿Por qué? Pues porque ha de ir Ann Yorke y no quiero correr el riesgo de que la reconozca como a la Miss Revel que la visitó la otra noche. El interrogatorio ha de ser breve: atestiguar la identidad, y los informes médicos, luego he de pedir la orden para el entierro, y una suspensión de una semana.

—Me parece muy bien —comenté. ¿Y dices que el Padre Prior se encarga de los preparativos del entierro?

—Él y Browning se han de ocupar. No hay parientes a quienes recurrir. La pobre muchacha parece no haber tenido predilección por ninguno y los cementerios de Londres son tan fríos e impersonales que…

—Me alegro —dijo Barbary lentamente—. Me gustaba y me agradará tenerla cerca.

Le dirigí una mirada agradecida. Por Lulú y por la misma Bryony, había deseado que la muchacha asesinada descansara en nuestro humilde cementerio entre las apacibles colinas, pero no lo había manifestado por temor a lo que dijeran Barbary y el Padre Párroco. Eso estaba solucionado.

Se me ocurrió otra cosa.

—Hablando de parientes, Thrupp, ¿qué hay del padre de Bryony? Lulú y él se habían separado y él se había vuelto a casar, pero de todos modos, era el padre legal de Bryony. ¿Le vas a comunicar oficialmente o quieres que le mande un telegrama? Nunca me gustó, pero se me ocurre que hay que avisarle.

—Yo me encargaré —dijo Thrupp—. ¿Dices que está en la India? ¿Conoces la dirección?

—No tengo la menor idea. Pero la encontrarás en la lista del Ejército de la India, o te informarán en la Oficina de la India. Ann Yorke me dijo que ahora es Coronel (probablemente sea teniente coronel) y su nombre es Maurice. M. U. C. son las iniciales, Maurice Ulrich Christopher Hurst. Siempre me pareció lamentable que no fueran M. U. C. K.
[7]
, pues le hubieran descripto muy bien. No obstante…

—Yo me encargaré de él —dijo Thrupp, y cerró su libreta. Se alejó, saludando con la mano.

21

D
UDÉ ENTRE
llamar a Miss Gnox por teléfono y pedirle una entrevista o visitarla por sorpresa e intentar, que me recibiera. En resumen, el segundo plan me pareció el que ofrecía más probabilidades de sorprenderla con las manos en la masa. Me puse un traje más adecuado y salí al fresco de la noche en dirección a
Shepherd Market
.

Fui a pie, para decidir cuál sería el mejor plan de ataque. Thrupp y yo habíamos ya discutido la actitud que debía asumir, pero la situación era engorrosa, y no queda cometer errores. Que esta rara poetisa
soidisant
estaba complicada en el asesinato de Bryony, era casi seguro. Tal vez la hipótesis fuera equivocada, pero no lo parecía. La cadena de conclusiones era demasiado sugestiva.

In primis
, existía el terror casi histérico de Bryony en la galería del órgano, cuando descubrió a la
Bestia Rubia
en la iglesia.

Item
, existía la admisión de Bryony de que la
Bestia Rubia
no sólo pertenecía a la banda que la perseguía, sino que participaba en las «fiestas» que ésta organizaba, «era el jefe, el más peligroso del grupo».

Item
, existía el testimonio de Ann Yorke de que la
Bestia Rubia
y Xantippe Gnox habían compartido una mesa en
Bird in fue Bush
una noche y la conjetura de la misma testigo de que las mesas no eran lo único que compartían.

Item
, poseía pruebas documentadas, además de la declaración verbal de Ann Yorke, de que Bryony había sido íntima amiga de Xantippe y de que participaba de las «fiestas» que ésta organizaba.

El círculo se completaba, y si Luke, la
Bestia Rubia
, era responsable del asesinato de Bryony (y para mí no había dudas), estaba justificado suponer a Xantippe Gnox su cómplice antes y después del crimen.

Siendo así, me quedaba proceder con suma cautela. Era evidente que debía mentir algo. Pero mis mentiras tenían que ser tan sutiles, tan parecidas a la verdad, que aunque. no consiguieran engañar a Xantippe, lograran por lo menos intrigarla. Es un axioma tenido en cuenta por los buenos mentirosos (o si no es cierto, debiera serlo) que de todas las formas de mentira que puede propagar el intelecto humano, las más eficaces son las que son verdad a medias, o mejor aún, las que tienen tres cuartas o siete octavas partes de verdad. Sólo los neófitos más ingenuos usan la mentira al ciento por ciento, arma muy peligrosa que puede resultar de doble filo y destruir también a su dueño. No, una mentira de efecto verdadero debe tener por base una verdad valedera y concreta. En resumen y dentro de lo razonable, cuanto mayor sea la proporción de verdad, tanto más insidiosa y dañina ha de resultar la mentira.

Yo, Roger Poynings, autor de libros, que miento para ganarme la vida cuando escribo para vuestro solaz estos libros excelentes, os aconsejo y os pido a todos, que tengáis en cuenta mis sabias palabras. La próxima vez que os veáis obligados a mentir, decid la verdad, si es posible sólo la verdad, pero claro, no toda la verdad. Recordad también que es más seguro
suppressio veri
que
suggestio falsi
aunque la última sea digna de tenerse en cuenta.

Algún día escribiré un libro acerca de la mentira, y las cosas que diré van a acercarse tanto a la verdad, que sólo los mejores mentirosos de la tierra (por ejemplo los diplomáticos y los dignatarios de la Iglesia) podrán percibir que todo el libro no es más que un embuste del principio al fin. Estará falsamente dedicado al Deán de Ditchester y tendrá un prólogo fraguado del Profesor Yosh.

Pero eso ocurrirá en el futuro. En realidad, estos últimos párrafos los escribí para que no os impacientarais mientras llegaba a
Shepherd Market
. Ahora, hemos llegado…

22

… Y
PERCIBIMOS
que la puerta del Nº 99 está pintada de amarillo brillante con los paneles marcados en azul Francia.

Impresionados, pero no intimidados, nos acercamos al policromo portal, y observamos que en medio de la puerta —concepción original— sobresale la imagen pequeña pero suficiente de un pecho de mujer pintado de azul con el extremo amarillo.

Con los labios contraídos ante tamaña falta de delicadeza, apretamos el timbre y esperamos. Mirando a nuestro alrededor, descubrimos en el tranquilo
Market
dos fantasmas dialogando en un sombreado rincón: uno, una joven de sombrero verde, el otro, el espectro
café au lait
de un tal Arlen. Estamos por saludar a este último, por tratarse de un colega, cuando se abre la puerta del Nº 99 y aparece un negrito gracioso y flexible. Tal vez tenga quince años, negra la mota, dientes lavados y los ojos de la mamá. Está vestido con pantalones verde pasto y una chaqueta al estilo Eaton, de terciopelo color café.

La mirada es la de un crítico precoz y parece la de un chico bueno que tiene como misión proteger a su señorita; de las molestias que pueda ocasionarle la escoria blanca.

Nos sentimos algo desanimados y echamos de menos nuestra barba. Pero damos el nombre y el título y en apariencia sobrevivimos al escrutinio, porque muy cortésmente nos informa que la señorita está en casa y que tal vez nos reciba. Nos invita a pasar.

Entramos… y al mismo tiempo reconocemos que ésta es la casa más extraña que hayamos visitado. El hall de entrada por ejemplo, parece un acuario, las paredes, son tanques de vidrio empotrados que se extienden desde el cielo raso hasta el piso, poblados por cientos de pececillos fosforescentes. Hay debajo de cada tanque luz difusa que ilumina el corredor con resplandor verdedorado. Iluminación corriente, no existe. De frente, al extremo del hall, hay un grupo escultórico: un Tritón de tamaño natural que lucha amorosamente con un par de ninfas marinas.

Abrimos la boca sorprendidos, nos santiguamos subrepticiamente, y, al mismo tiempo, comienza a asaltarnos la idea de que estamos malditos. Empero, nos cuadramos militarmente, endurecemos nuestro labio superior, echamos fuera la mandíbula inferior y seguimos al joven África hacia lo desconocido.

Nos introduce en una habitación pequeña y cuadrada. Las paredes son de un rosa brillante y está alfombrada de negro. La habitación tiene un solo mueble, un diván bajo tapizado con brocado de oro. También está iluminada con una luz difusa que emana un resplandor rosado a la altura de donde colgarían los cuadros de un hogar cristiano normal. Pero no hay cuadros; no hay más que las paredes rosadas, la desnuda alfombra negra y el diván dorado en medio. Llamando en nuestro auxilio las reservas de
savoir faire, sang froid y phlème britannique
nos dejamos caer cautelosamente en el borde del diván y esperamos los acontecimientos.

Estos precipítanse. Surge otro adolescente cuya aparición hace que nos sintamos espectadores de un curioso desfile. Esta vez sé trata de un joven del color del trigo, tal vez uno o dos años mayor que el joven África, pero tan ario como el otro, negro. Es bonito con ganas, con facciones de dios griego exquisitamente cinceladas, delgado, gracioso, de miembros ágiles. Está vestido con pijamas blancos de mucho vuelo, una larga túnica verde y un elaborado
chaplis
de cuero.

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