Read El Caso De Las Trompetas Celestiales Online

Authors: Michael Burt

Tags: #Intriga, misterio, policial

El Caso De Las Trompetas Celestiales (32 page)

BOOK: El Caso De Las Trompetas Celestiales
4.32Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Y más tarde, una vez que Adam y Carmel regresaron de su coloquio en el jardín, reanudamos nuestro Consejo de los Cuatro.

6

Según tío Piers —quien regresó a casa para beber su ración de cerveza del mediodía, poco después de las doce—, la investigación de la muerte de Puella Stretton había despertado escaso interés entre el público. No obstante, pudo proporcionarnos algunos pormenores adicionales sobre la vida y antecedentes de la mujer.

Aparentemente, New Scotland Yard había cumplido su misión con su habitual rapidez y eficacia, pues cuando Thrupp y mi tío llegaron al Ayuntamiento encontraron al hasta entonces desconocido Comandante de Escuadrón «Bill» aguardándolos con cierta ansiedad nerviosa, quizás comprensible en vista de las circunstancias. El joven se presentó a Thrupp como el Comandante de Escuadrón Peter Nadin-Miles, del Escuadrón de Cazas Nocturnos número, con asiento en Wrington Priors, Hants, y al principio manifestó ignorar por completo el motivo por el cual le habían elegido para asistir a la investigación de la muerte de una mujer cuyo trágico fin admitía lamentar, pero la cual, según sus propias palabras, no había significado en vida nada especial para él.

Faltaban unos diez minutos para la hora fijada para la investigación, tiempo que Thrupp dedicó a interrogar rápida pero minuciosamente al aviador. Según Sir Piers, quien escuchó todo el interrogatorio con el mayor descaro, Nadin-Miles, no obstante sus afirmaciones iniciales de saber poco menos que nada acerca de la vida de Puella Stretton, pudo en realidad aportar una serie de datos ignorados por Thrupp hasta entonces. Admitió haber conocido a Puella durante varios años. No quiso dar fechas concretas, pero Puella Graham, según fuera su nombre de soltera, había ido a la misma escuela que su hermana Rosemary y había pasado con frecuencia temporadas en su casa durante las vacaciones, y Rosemary Nadin-Miles había sido, cinco o seis años atrás, dama de honor en el casamiento de Puella con el Capitán Thomas Majendie Barkwood Stretton, del Real Cuerpo de Ingenieros.

Desgraciadamente, había dicho Nadin-Miles —si bien su tono indicaba exactamente lo contrario, es decir, por suerte—, el matrimonio no había marchado bien, y apenas tres años más tarde tuvo lugar el divorcio. A pesar de un esfuerzo superficial por mostrar imparcialidad, el aviador había dejado muy pocas dudas entre sus interlocutores acerca del objeto de su simpatía entre los dos cónyuges, y aunque reveló que Puella había sido la demandada en un juicio en el cual no se defendió, señaló con énfasis que la «pobre chica» había sido empujada virtualmente al adulterio por la frigidez, el abandono y la actitud en general imposible de su marido, cuyas aptitudes maritales había juzgado muy mal antes del matrimonio.

Gran parte de la verosimilitud de este cuadro se desvaneció gradualmente, no obstante, frente a la presión cordial pero implacable de las preguntas suplementarias de Thrupp. Por ejemplo, según parecía, el Capitán Stretton había mencionado no menos de cuatro amantes, señalado que posiblemente hubo otros de haberse podido conocer sus nombres. Nadin-Miles negó con gran indignación haber sido uno de los cuatro, pero un minuto más tarde Thrupp había logrado, entre sonrisas y bromas, hacerle admitir que, de haber tenido un poco de suerte, habría sido el quinto. Explorando esta incisión con mayor profundidad aún, Thrupp extrajo sin ningún dolor varias admisiones más a la intimidad del comandante de escuadrón con Puella. Esta intimidad, aparentemente, databa de mucho tiempo atrás, habiendo comenzado mucho antes del matrimonio de Puella y recomenzado al cabo de unos pocos meses de vida conyugal poco satisfactoria con su marido. El aviador insistió enfáticamente, no obstante, que no había, ni había habido nunca ningún elemento seriamente romántico ni de exclusividad en sus relaciones, y que a pesar de todo lo ocurrido entre ellos no eran tanto amantes como buenos amigos. Nadin-Miles había sentido aprensión, pero decididamente no celos, cuando Puella se comprometió con el Capitán Stretton. En cuanto a él se refería, había muchas mujeres complacientes en el mundo, y su única preocupación frente a la decisión de ella de casarse con Stretton era la sensación de que una amiga tan agradable y generosa se malgastara entregándose a un hombre que ni era capaz de apreciar sus dotes peculiares ni tampoco de conservar el interés de ella durante mucho tiempo. Nadin-Miles había llegado a exponer con moderación su punto de vista al respecto, pero al rechazar dicho punto de vista Fuella le había hecho bromas risueñas acerca de su propia situación, al haber ignorado sus numerosas oportunidades de convertirla en «una mujer honrada». A este comentario no había respuesta apropiada, excepto ofrecer ocupar el lugar de Stretton, inclusive en esta hora avanzada; pero esta solución era demasiado extrema y caballeresca para considerarla en serio.

—¡Puella —resumió el aviador con cierta torpeza—, era una muchacha divertida y una excelente camarada, pero no el tipo de mujer con quien uno se
casa
, eso es lodo!

El tiempo corría, y Thrupp llegó a la conclusión de que tenía probabilidades de lograr muchos más datos por medio de esta conversación fuera del Ayuntamiento que durante la investigación cuidadosamente planeada de antemano. Por ello salió al paso del médico forense cuando éste llegó a la puerta y le solicitó un corto aplazamiento de la iniciación del procedimiento. Afortunadamente, nuestro médico forense era un individuo inteligente y más o menos flexible, que había entablado amistad con el detective el año anterior durante el caso de Bryony Hurst, de modo que accedió a demorar su aparición en la estancia durante un cuarto de hora.

Concedida esta tregua, Thrupp continuó aprovechando aquel estado de ánimo candoroso con que el aviador trataba de protegerse. La mitad del éxito de Thrupp como interrogador reside, según estoy convencido, en los sentimientos de alivio que provocan sus modales amables y comprensivos en una persona que, atemorizada de antemano por la supuesta inminencia de un interrogatorio despiadado a cargo de un sabueso hostil, suspicaz y sediento de sangre, cuyo único fin en la vida es obtener una condena, se encuentra inesperadamente disfrutando de una charla despreocupada con un agradable y cordial hombre de mundo que ni intimida, ni, por lo menos aparentemente, intenta colocar trampas frente a su víctima. Un hombre que, además, da la impresión de saber que existen muchas cosas en la vida que no obstante ser intrínsecamente repudiables o molestas son por completo triviales y quizás ajenas al asunto principal. Este reconfortante descubrimiento provoca una reacción opuesta a la actitud defensiva y seria con que comienza la entrevista, y a continuación Thrupp cosecha los beneficios de sus métodos deliberadamente suaves.

En conjunto, los elementos de juicio que Thrupp logró extraer de Bill Nadin-Miles eran tal vez más interesantes que verdaderamente valiosos. Así, se aseguró de que Puella no tenía parientes cercanos desde la muerte de su padre, el profesor Graham, ocurrida ocho o nueve años atrás. Posiblemente había unos primos lejanos, pero no había nadie con quien Puella hubiese mantenido un contacto regular. En cuanto a su propio círculo íntimo de amistades, el aviador pudo prometer una lista de una docena de ellos, aproximadamente, de ambos sexos, quienes podrían tal vez ser de utilidad para un nuevo estudio de la correspondencia de la muchacha. Entre los amigos y relaciones locales de Puella, mencionó media docena, todas mujeres jóvenes, a quienes había conocido mientras pasaba días en su casa en Hagham. Entre éstas se hallaba Andrea Gilchrist, quien, según dijo, había sido muy «compañera» de la muerta. Después de reflexionar un rato, admitió como posible haber oído hablar de Frank Drinkwater; más aún, estaba casi seguro de haber oído mencionar ese nombre, pero nunca le había visto en persona. Señaló, no obstante, que si era realmente indispensable obtener mayores pormenores sobre las amistades de Puella en la localidad, él no estaba tan capacitado para hablar de ellas como su hermana Rosemary. Personalmente había realizado sólo dos o tres visitas breves a Hagham, mientras que su hermana, que conservaba aún su posición de los días escolares como amiga íntima de Puella, había permanecido allí en más oportunidades y durante períodos más largos. Thrupp tomó nota de la dirección de Miss Nadin-Miles y prometióse mentalmente hacer una visita a la joven en cuestión tan pronto como le fuera posible.

No es necesario señalar que tanto Thrupp como tío Piers habían prestado especial atención al hecho de que el Comandante de Escuadrón comentara al pasar que pertenecía a un escuadrón de caza nocturno, y a una unidad, además, cuyos cuarteles se hallaban a corta distancia junto al límite de Hampshire. Según su característica habitual, en un principio Thrupp no dio señales de haber atribuido ningún significado especial a este hecho, el cual causara en cambio gran ansiedad a tío Piers. Sólo cuando hubo agotado hasta la última posibilidad el valor del interrogado como fuente de pormenores personales y sociales, y como quien obedece a un impulso del momento, orientó la conversación a asuntos relacionados con la aviación. Un par de preguntas superficiales le permitieron confirmar no solamente que Nadin-Miles pertenecía a una unidad de caza nocturna, sino que en verdad era su comandante en ejercicio y, por lo tanto, estaba a cargo de toda su administración y adiestramiento.

Sin insistir mucho sobre el punto, Thrupp mencionó la teoría de que Puella podría haber caído desde un aeroplano, y, a continuación, el testimonio recogido sobre la presencia concreta de un avión que volaba sobre las mesetas durante la noche del hecho. Ello era una invitación tácita a que el aviador formulase comentarios e hipótesis, pero Nadin-Miles arqueó las cejas y apretó los labios, sin mostrar signo alguno de sorpresa. A continuación extrajo un diario de a bordo de bolsillo y movió la cabeza negativamente. Ningún aparato perteneciente a su unidad había volado durante la noche del siete al ocho de mayo. De cualquier manera, el distrito de Hagham, Rootham y Merrington se encontraba fuera de la jurisdicción de adiestramiento habitual para los escuadrones destacados en Wrington Priors. Aquel sector de los Downs correspondía a la estación de la Real Fuerza Aérea con sede en Tangmere, y en general no se permitían las incursiones de aviones ajenos a cada zona.

Nadin-Miles destacó asimismo el hecho de que la disciplina militar era más o menos estricta en Wrington Priors, y que la posibilidad de que una mujer, vestida o desnuda, subiese subrepticiamente a un aeroplano aun durante la noche era tan remota que podía considerarse casi infinitesimal. No, no había celebrado tampoco una fiesta a la cual estuviesen invitadas damas, ni ningún otro tipo de actividad social en la noche del siete. Finalmente, todos los aviones estacionados entonces en Wrington Priors eran cazas de un asiento carentes del menor espacio para llevar a un pasajero, a menos que se aferrase a un ala o se sentase a horcajadas sobre el fuselaje, ambos procedimientos sumamente arriesgados… Si bien aceptó de mala gana que convendría realizar averiguaciones en Tangmere, donde había por lo menos un escuadrón de aviones biplazas, y en otras estaciones de las inmediaciones, Nadin-Miles rechazaba evidentemente toda posibilidad, hasta la más remota, de que Puella pudiese haber caído o ser despedida de un aparato de la Real Fuerza Aérea. De un avión civil, quizás. Pero la disciplina en la Fuerza era muy estricta, afirmación que provocó al mariscal de campo que lo escuchaba un gruñido de duda y escepticismo.

Luego de esta fructífera conversación, la investigación misma resultó estéril y carente de todo interés informativo. La asistencia de público fue escasa. Las tres muchachas Smudge —Lubricia, Lascivia e Impudicia— estaban presentes, además de una o dos muchachas más, que aparentemente buscaban un motivo para experimentar nuevas sensaciones. Thrupp comprobó con satisfacción, no obstante, que le sería posible ahorrarse una fatigosa excursión por los Downs hasta Bollington, pues en compañía de Andrea Gilchrist estaba un hombre bien parecido pero de rasgos algo enjutos, de edad indefinida, quien, por mi descripción, no podía ser otro que Frank Drinkwater. Observó asimismo que éste estaba aparentemente mucho más interesado en su hermosa compañera que en el procedimiento. Por otra parte, las hermanas Smudge y las otras jóvenes entre la concurrencia no lograban ocultar su interés por Drinkwater y continuamente cambiaban saludos, guiños y sonrisas con él, cada vez que él levantaba la vista.

El procedimiento fue breve. Un vaquero de cierta edad y un trabajador de una granja relataron su descubrimiento durante las primeras horas de la mañana del cuerpo de Puella sobre el techo de un establo en Rootham. Andrea Gilchrist y el Comandante de Escuadrón Nadin-Miles prestaron testimonio de identificación, como asimismo la criada de medio día de la difunta. El doctor Michael Houghligan aportó los datos de interés médico y con mucha urbanidad rechazó la sugerencia del médico forense, no muy entusiasta por otra parte, de que presentase alguna hipótesis sobre la forma en que la víctima halló la muerte. El Superintendente Bede de la Comisaría de West Sussex describió de manera breve las medidas adoptadas consecutivamente a la denuncia del hallazgo, y agregó que el caso se hallaba ahora en manos del Inspector-Jefe Thrupp, del Departamento de Investigación Criminal. En cuanto a Thrupp, se mostró más lacónico aún, y dijo simplemente que las investigaciones seguían su curso, solicitando por último el aplazamiento del veredicto a fin de completar dichas investigaciones. Nuestro aleccionado médico forense propuso catorce días, plazo que Thrupp aceptó agradecido.

Hecha la decisión por el médico forense, se levantó la sesión.

7

Como nos dijera Thrupp más tarde, era lo más natural del mundo que conversase unas palabras con Andrea al terminar la investigación, para obtener de esta manera, sin haberla buscado aparentemente, una presentación al acompañante de la muchacha. Este le fue presentado, según previera el detective, como Mr. Drinkwater. Aparte de un convencional saludo mientras se estrechaban las manos, Drinkwater pareció acoger la presentación con una reacción totalmente neutral.

Thrupp, a su vez, no reveló emoción alguna, al menos exteriormente, sino tan solo un interés de hombre bien educado en la identidad de Drinkwater, dirigiéndose casi exclusivamente a Andrea e ignorando virtualmente la presencia del otro durante la mayor parte de la entrevista. En su interior, en cambio, se sintió presa de una serie de sensaciones que, según comentó posteriormente, eran a la vez nuevas y perturbadoras en extremo. Aun mirando el episodio en sentido retrospectivo no alcanzaba a analizarlas, aparte de manifestar que eran sensaciones tanto físicas como psíquicas, pero de un tipo en alto grado extraño. En su mente, había tenido conciencia de una antipatía que llegaba casi a la repulsión, o tal vez a esa especie de rechazo electrostático que en determinadas condiciones hace que las dos hojas idénticas de un electroscopio de hojas de oro se separen una de la otra como disgustadas mutuamente…

BOOK: El Caso De Las Trompetas Celestiales
4.32Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Reckoning by Lili St Crow
The Vanquished by Brian Garfield
Ride The Storm by Honey Maxwell
Betrayal by Lady Grace Cavendish
Lucian by Bethany-Kris
Prince of Wolves by Loftis, Quinn
Shakespeare by Bill Bryson
The Life Plan by Jeffry Life
[manhatten men 2] A Marrying Man by Sandrine Gasq-Dion
The Ball by John Fox