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Authors: Michael Burt

Tags: #Intriga, misterio, policial

El Caso De Las Trompetas Celestiales (37 page)

BOOK: El Caso De Las Trompetas Celestiales
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Pero Barbary había corrido a su lado y estaba protegiéndola como sólo puede hacerlo mi insustituible Barbary. Fue un momento de tensión para todos nosotros, y nuestras voces vacilantes intentaron murmurar palabras cortadas de simpatía y consuelo. Y mientras Barbary comenzaba a llevar a su protegida hacia la puerta, tío Odo dijo, para beneficio de Carmel y en nombre de todos:

—Estoy seguro, hija mía, de que tiene usted razón. Nunca supuse otra cosa. Su hermana no podía darse cuenta… ¡Pobre niña! —dijo en voz baja, al cerrarse la puerta detrás de las dos muchachas.

Su partida contribuyó a disminuir la tensión reinante, pero nadie de los que quedábamos tenía prisa, aparentemente, por romper el silencio. Miré a Adam. En su rostro apuesto había aparecido un pronunciado ceño, y sus ojos tenían un resplandor que, según pensé, habría costado caro al ciudadano Drinkwater si de pronto hubiera aparecido entre nosotros. Durante unos instantes, nuestros ojos se encontraron y se miraron con expresión elocuente. Casi subconscientemente, los suyos formularon una pregunta, y los míos dieron su respuesta… afirmativa. No sabría decir si Sir Piers había interpretado o no nuestro mensaje, pero cuando dirigí la mirada hacia él hizo espontáneamente un imperceptible gesto afirmativo, como indicando que una idea, tácitamente entendida, contaba con su decidida aprobación y apoyo, si bien en el momento no podría haber definido con exactitud dicha idea. Por una circunstancia más curiosa aún, cuando mis ojos se movieron de nuevo para detenerse en Thrupp, éste hizo otro gesto de asentimiento tan imperceptible, pero a la vez tan definido como el de mi tío.

En conjunto, fue un episodio bastante extraño.

Fue Thrupp quien, por fin, rompió aquel silencio cargado de interrogantes. Agitando la cabeza como un hombre atontado por un golpe inesperado, se volvió hacia tío Odo.

—¿Me sería permitido abusar de la paciencia de Su Ilustrísima unos instantes más? —preguntó en tono de disculpa—. Quisiera señalar que en presencia de todo este asunto me encuentro en una situación muy peculiar. Soy un detective, un funcionario de la ley, y me enviaron aquí para investigar un caso de muerte violenta. Las circunstancias eran reconocidamente misteriosas, pero en realidad no más misteriosas que muchos otros casos que he investigado durante mi carrera. La respuesta no surgió inopinadamente en mi cerebro, pero no tenía dudas de que tarde o temprano la hallaría. Lo que es más, aún ahora es posible explicar la muerte de Puella Stretton por medios enteramente racionales. Creo que ni siquiera el Ministro del Aire es infalible; o bien, como ha sugerido Sir Piers, el aeroplano que se oyó aquella noche podía ser muy bien extranjero. Sea como fuere, ésta es la única teoría a la cual yo, en mi calidad de detective, puedo prestar una atención oficial seria. Es la única teoría que puedo presentar a mis superiores en Scotland Yard. Soy un hombre de trabajo y debo ganarme el sustento. Si acudiera al Subjefe y le expusiera la opinión de que Mrs. Stretton no cayó desde un avión, sino que era una bruja que sufrió una caída fatal de su escoba, temo que muy pronto me encontraría ganándome la vida, o por lo menos tratando de ganármela, en alguna otra actividad. Y lo tendría bien merecido, por otra parte…

Thrupp rió con un sonido hueco, al cual todos hicimos eco.

—No; tendré que atenerme a la teoría del aeroplano —prosiguió—. Y aun cuando no logre localizar el aeroplano y explicar la caída de Mrs. Stretton de dicho aeroplano en estado de completa desnudez, siempre me irá mejor que relatando una historia fantástica sobre brujas y palos de escoba. Todos fracasamos alguna vez, y mis antecedentes en Scotland Yard son suficientemente buenos como para que pueda permitirme alguna derrota periódica. Por fortuna, no soy un individuo exageradamente ambicioso, y las funciones de Jefe implican demasiados papeleos y expedientes para que desee desempeñarlas. Estoy, pues, resignado por completo a la perspectiva de abandonar este caso, como un misterio no resuelto. Oficialmente no será más que eso.

Dicho esto, nos miró a todos con su sonrisa contagiosa.

—¡Ah! —murmuró tío Odo—. ¿Y extraoficialmente?

—Extraoficialmente, y en términos más amplios, considero que ya está resuelto —dijo Thrupp—. Entre nosotros, explicaré mi situación en términos claros. Por mucho que al admitirlo sea contrario a mi razón, existen dos o tres «hechos», en apariencia absurdos, que simplemente no puedo ignorar. Primero, desde aquella extraña experiencia psíquica que yo mismo sufrí, estoy convencido de que este individuo Drinkwater no es un hombre como los demás. Sólo Dios sabe qué es. Quizás sea una encarnación del Diablo, o de ese Arcontes sobre quien nos han hablado, o de algún demonio menor, o puede que sea un hombre poseído por un espíritu maligno, pero de cualquier manera, no es un hombre vulgar como ustedes o como yo. Es… sobrenatural, y ésta es la única palabra con que puedo calificarlo. En segundo lugar, y en forma igualmente increíble, creo la historia de Carmel Gilchrist de que vio cabalgar a su hermana por el espacio, en una escoba. Y creo, aunque el testimonio es menos directo y más circunstancial, que la segunda bruja que vio Carmel aquella noche era la mujer muerta, Fuella Stretton. Tercero, aunque por desgracia no tuve oportunidad de conversar con él en persona, creo en la historia que contó el difundo Padre Pío. He establecido a mi entera satisfacción que no hubo ningún contacto entre él y Carmel, y la confirmación mutua que representan sus respectivas historias equivale, a mi juicio, casi a una prueba positiva. Contra todas las leyes de las probabilidades y de la razón, creo en estas tres cosas, por lo menos. Y ahora la cuestión es: ¿adónde nos conduce esto?

Nadie respondió durante unos minutos. Luego, Adam decidió tentarlo, y dijo:

—¡Oficialmente no tiene necesidad conducir a ninguna parte, salvo de regreso a Londres! Nos ha hablado ya del informe que piensa elevar a Scotland Yard. Contrariamente a lo que nos ocurre a algunos de nosotros, usted tendría derecho ahora a encogerse de hombros y huir de Sussex a la máxima velocidad posible. Como usted nos ha recordado, es un detective, y no le pagan para luchar contra «principios y poderes»…

—Oficialmente —confirmó Thrupp—, el caso está terminado y cerrado, y puedo, como usted dice, salir de aquí tan pronto como me haya asegurado de que no es posible localizar el aeroplano. Pero extraoficialmente, la verdad es que no soporto la idea de irme y dejar las cosas como están. Quizás no sea más que un maldito «entrometido», con el perdón de Su Ilustrísima, pero también soy un ser humano, y la curiosidad no es el menor de los defectos que me acosan. De modo que, a menos que quieran deshacerse de mí…

Se oyó un coro unánime de protestas, dirigido por el mismo Adam.

—¡Por Carmel, le ruego que se quede y nos acompañe hasta el fin de este asunto! —le rogó con insistencia.

Thrupp hizo un pequeño gesto.

—Por todos nosotros, creo conveniente aclarar este asunto. Ninguno de nosotros tendremos tranquilidad de espíritu hasta que lo hayamos
liquidado
, y yo no podría regresar a Scotland Yard y olvidarme del asunto, en la misma forma en que me sería imposible robar el paraguas del Primer Ministro. Como ustedes ven, aun aceptando los aspectos sobrenaturales del caso, no puedo evitar sentirme interesado, y casi digo «profesionalmente» interesado, por el «mecanismo» de lo ocurrido, si en verdad puedo utilizar el término en este sentido. Quiero decir que, aun cuando aceptemos que Drinkwater, alias Boileau, alias Bevilacqua, es un mago, o bien un espíritu materializado, y que tiene el poder de hacer que la gente vuele por los aires, ¿cuál es la historia que se oculta detrás de la muerte de Puella Stretton? ¿Puede decirme alguien, por ejemplo, qué clase de proceso mágico o secreto se encuentra, según la tradición, detrás de… ¿cómo lo has llamado, Roger?… ¿la capacidad de volar?

—¿Transvección? —sugerí—. Es el término técnico.

—Exactamente. Bueno, ¿cuál es el secreto detrás de la transvección de las brujas? ¿Reside el poder de la transvección en la bruja misma, en el palo de escoba, o bien en el «diablo» que la domina? Cuando una bruja vuela al
sabbat
, ¿se trata de un acto voluntario, o bien se transmite el poder a ella por voluntad del Señor del
sabbat
?

—Dentro de lo que puedo afirmar a través de mis lecturas, parece que existen diversas teorías, aparentemente —dije—. He leído acerca de un «diablo» con poder para hacer volar a sus brujas por el espacio para acudir a su lado, lo deseen o no. Luego, en otro libro, leí los supuestos detalles del sortilegio mágico por el cual es posible dotar del don de volar a un palo de escoba u otro objeto apropiado. Por otra parte, numerosos libros mencionan el hecho de que las brujas pueden conferirse este poder a sí mismas mediante el uso de un ungüento misterioso con el cual cubren sus cuerpos. Un libro, cuyo nombre no recuerdo, llega a presentar la supuesta receta de este ungüento, la combinación habitual de diversas hierbas y flores recogidas a la luz de la luna en cuarto creciente, o menguante…

—¡Ah, el Ungüento de la Levitación! —murmuró el canónigo Flurry con nostalgia—. Veamos. ¿Cómo era? Verruga de Felón, Boca de Rana, Vela de Bruja, Pata de Gallo, Carne de Víbora, Alleluia, Nardo, Tormentila, Veneno Suave, Hocico de Comadreja, Capuchina, Ajenjo, Cascabel Amarillo, Cola de Gato, Arcángel, Betónica, Tábano, Celidonia, Brionia, Negra, Belladona… ¡Qué lástima! No recuerdo ni la mitad de ellas. Es un cocimiento sumamente complicado, y como decía Mr. Poynings, es necesario recoger estos ingredientes durante la fase de la luna correspondiente, con el sol en la posición correcta del Zodíaco, y los planetas en relaciones apropiadas entre sí. ¡No es extraño que tantas aspirantes a brujas no hayan logrado levantar vuelo! A menos, naturalmente, que tengan la buena suerte de obtener estramonio, datura, yerba del diablo o yerba de los magos, comoquiera llamársele, que era un instrumento tan potente para levantar cuerpos físicos que les permitiría suprimir tres cuartas partes de los otros ingredientes.

—¿Estramonio? —Sir Piers se sentó muy derecho y mostró gran interés—. Es una planta muy peligrosa. Los Thugs la utilizaban en la India para atontar a sus víctimas antes de estrangularlas, y Dios sabe cuántos asesinatos y muertes tienen lugar en la India todos los días por culpa de ese narcótico. Provoca un sueño profundo en un abrir y cerrar de ojos, por así decir. Los médicos la llaman datura…

—¿Cómo? —esta vez me correspondió saltar a mi vez, y lo interrumpí, muy exaltado—. ¿Datura, dijiste? ¿
Datuindica suaveolens
?

—¡No me hables en griego! —me ordenó bruscamente el mariscal—. Todo lo que sé es que el estramonio de la India es llamado también datura. Pues tú mismo tienes la planta en tu propio jardín, o por lo menos, la tenías el año pasado. Es una planta muy peligrosa para tener en cualquier parte, a pesar de sus bonitas flores. —¿Te refieres a mis Trompetas de los Ángeles? —interrumpí nuevamente—. ¿Las flores grandes, en forma de trompetas…?

—¿Qué has dicho? —dijo el mariscal muy enojado—. No tienes por qué decir malas palabras… Evidentemente, mi tío había oído mal, y en medio de risas y bromas se aclaró el error, pero la revelación que me hizo me dejó muy pensativo. No soy muy versado en botánica, y nunca había relacionado mis desgraciadas trompetas de los ángeles con siquiera la variedad de datura inglesa que crece en nuestros campos al comenzar el otoño. La declaración del canónigo Flurry de que la
datura indica
era un poderoso y eficaz ingrediente del llamado Ungüento de la Levitación era muy sugerente, por no decir más. No es que yo hubiera creído nunca, ni creía ahora, en una eficacia real del tradicional ungüento de las brujas, pero recientemente me había visto obligado a creer, aunque de mala gana, en tantas cosas, que hasta entonces considerara imposibles, que no había mucho sentido en rechazar un mosquito cuando me había tragado tantos camellos. El canónigo estaba hablando de nuevo. —La datura es también un ingrediente esencial del Incienso del Diablo. La mortal belladona, el ajenjo, la mirra y la datura son la mezcla tradicional que se utiliza en la Misa Negra, y si bien nuestra datura común es apropiada para este uso, la variedad de la India se prefiere en todos los casos, por su olor más persistente y su mayor potencia…

Hasta este punto nunca se me había ocurrido que las misteriosas incursiones contra mi parterre de datura pudiesen tener alguna relación posible con el caso que estábamos considerando. Barbary lo sabía, desde luego, y por casualidad se lo había comentado a Carmel, pero ni el robo de las plantas durante el mes de agosto anterior, ni el ataque más reciente por parte de la gata Grimalkin habían sido, a mi juicio, incidentes dignos de mencionar al resto de los presentes. En este momento, no obstante, decidí presentar los hechos en forma resumida.

El canónigo Flurry se frotó las manos.

—Mi querido amigo, si fuese aficionado a las apuestas, arriesgaría unos pocos chelines adivinando el paradero actual de sus plantas, especialmente por cuanto entiendo que este hombre Drinkwater reside en una parte alejada e inaccesible de los Downs. Estoy casi seguro de que una visita a sus jardines recompensaría la correspondiente inspección…

Otro pensamiento pasó velozmente por mi cerebro. Con mayor exactitud, diré más bien que mi subconsciente dejó escapar otra idea que hasta entonces no había advertido en ningún momento. ¿Acaso no me había dicho Carmel, sin prestar mayor atención al hecho, y como al pasar, que en cierta oportunidad había sostenido una tonta riña con su hermana por un bote de crema que aparentemente era un producto de belleza? Carmel lo había visto y había preguntado qué era, lo cual había hecho que Andrea se resintiese con violencia por su curiosidad y guardase el bote bajo llave.

En aquel instante advertí que Thrupp estaba hablando una vez más.

—¡Pues claro, canónigo —estaba diciendo—, no creerá usted que ningún ungüento que se haya inventado sea capaz de conferir la facultad de volar!

—¡No, no! ¡Decididamente, no! Sólo estaba citando de mi memoria, y tal vez no con mucha exactitud, una parte de la fórmula tradicional para la preparación de este ungüento. Es un hecho, por cierto, que con mucha frecuencia se señala el uso del mismo en los antiguos relatos de hechicería, pero, con franqueza, no creo que haya tenido nunca más que un valor simbólico. Más probable aún, es que haya sido una estratagema del Diablo para engañar a las brujas y hacerles creer que podían volar por sus propios medios. La lisonja ha sido siempre una de las armas más poderosas de Satanás, especialmente contra las mujeres. No, personalmente yo nunca he dudado de que en los casos auténticos de vuelos de brujas y no cabe duda alguna de que tales fenómenos se han registrado de vez en cuando—, la verdadera fuerza motora reside no en la bruja ni en su escoba, sino en el diablo que dirige su grupo, quien, recuerden ustedes, puede ser un mago por derecho propio o bien un emisario del Malo. No debemos hablar en forma dogmática sin poseer primero los elementos de juicio necesarios, pero a mi juicio es este «diablo» quien actúa como una especie de fuerza motriz, y que las mujeres pueden volar merced a un acto de voluntad de su parte y no de ellas mismas. —Estoy de acuerdo contigo —dijo tío Odo—. No olvidemos que estos «diablos» pueden no ser otra cosa que ángeles caídos, y que a pesar de su caída pueden conservar los poderes y atributos de un espíritu puro. Ejercen una especie de control psíquico sobre los miembros de sus grupos, y por fantástico que parezca, no veo nada inherentemente imposible en el hecho de que uno de estos espíritus materializados sea capaz de provocar una elevación o vuelo físico en la misma forma en que la Real Fuerza Aérea puede controlar los movimientos de sus aviones sin piloto, por radio, y siguiendo principios parecidos. Naturalmente, hay un sector de opinión que sostiene que los vuelos de brujas nunca se producen en el sentido físico, sino sólo en sueños provocados por los poderes psíquicos o hipnóticos del «diablo» ejercidos a larga distancia. En otros términos, el «diablo» es capaz de sostener una especie de
sabbat
telepático mediante un proceso de hipnotismo colectivo sobre los miembros de su grupo de brujas. Esta teoría explicaría, sin duda, gran número de las dificultades físicas de la transveccíón; pero, por otra parte, no es muy razonable dejar a un lado la gran masa de pruebas externas e independientes en favor de la transvección física en oposición a la psicología. Insisto, asimismo, en considerar al Padre Pío y a Carmel Gilchrist como testigos dignos de fe en este caso particular.

BOOK: El Caso De Las Trompetas Celestiales
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