El discípulo de la Fuerza Oscura (46 page)

BOOK: El discípulo de la Fuerza Oscura
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Kyp llegó a los niveles inferiores de la atmósfera, y por fin encontró el
Triturador de Soles
. La nave era como un faro, como un ojo abierto en el embudo que formaban las líneas de campo de la Fuerza.

El Maestro Skywalker había repetido una y otra vez que el tamaño no importaba. Kyp rodeó el
Triturador de Soles
con su mente, envolviéndolo y tocándolo con sus nuevas e ilimitadas manos invisibles. Pensó en tirar de él hasta levantarlo y sacarlo de las profundidades de Yavin 4, pero enseguida desechó aquella idea.

En vez de eso, y siempre con la ayuda de Exar Kun, lo que hizo fue utilizar su capacidad innata para volver a activar los controles. Movió las palancas y pulsó botones para alterar el curso almacenado en la memoria del
Triturador de Soles
, haciendo que saliera de su prisión.

Kyp siguió observando el avance del arma, concentrándose en la gigantesca esfera del planeta que ya se elevaba por encima de las copas de los árboles envueltas en nubes de neblina. El
Triturador de Soles
no tardó en aparecer bajo la forma de un puntito plateado. Emergió de las capas de nubes más altas pareciendo no más grande que un átomo, y cruzó velozmente el espacio dirigiéndose hacia la luna verde esmeralda en la que aguardaba Kyp.

Kyp alzó la mirada hacia el cielo y esperó, abriendo los brazos para recibir el arma indestructible.

El
Triturador de Soles
se fue aproximando como un largo y afilado espino hecho de aleaciones cristalinas, moviéndose en línea recta a lo largo de su eje vertical. El lanzador toroidal de torpedos de resonancia colgaba del fondo de su largo gancho, y parecía increíblemente hermoso.

El
Triturador de Soles
fue descendiendo a través de la atmósfera de la luna de las junglas, bajando a toda velocidad como una lanza que se dispusiera a atravesar el Gran Templo. Kyp lo controló y fue reduciendo poco a poco la velocidad de su descenso hasta que la superarma se detuvo del todo y quedó suspendida en el aire flotando delante de él.

El cielo ya estaba iluminado por la claridad del planeta, y las aleaciones del casco del
Triturador de Soles
parecieron brillar con un resplandor tan puro e impoluto como el de una gema con facetas de fuego. Las enormes temperaturas y presiones del núcleo de Yavin lo habían limpiado, eliminando hasta el último rastro de oxidación o suciedad. El
Triturador de Soles
parecía impecablemente limpio y mortífero, y estaba preparado para que Kyp lo utilizara.

—Gracias, Exar Kun —murmuró.

Luke Skywalker despertó de otra serie de pesadillas y se irguió en su catre, pasando del sueño a ser consciente de cuanto le rodeaba en sólo un instante. Había captado una gran perturbación en la Fuerza. Algo andaba mal.

Se levantó y se movió cautelosamente mientras enviaba sus pensamientos para averiguar qué estaban haciendo sus estudiantes. Kirana Ti, Dorsk 81, la embajadora calamariana llamada Cilghal que acababa de llegar al Gran Templo. Tionne, Kam Solusar... Todos se encontraban bien, y no parecía haber nada raro. Dormían profundamente y, de hecho, estaban durmiendo demasiado profundamente, como si alguien hubiera arrojado una red de sueño sobre ellos.

Luke siguió extendiendo su sondeo mental y quedó atónito al percibir la fría oscuridad de un remolino de Fuerza deformada que giraba alrededor de la cima del templo. El contacto con el remolino le dejó perplejo y aturdido.

Corrió hacia la puerta de su habitación, vaciló un instante y acabó volviendo sobre sus pasos para coger su espada de luz. Después fue rápidamente por los pasillos, y trató de disipar su miedo mientras iba en el turboascensor que llevaba hasta los niveles superiores de la vieja pirámide.

«Tienes que conservar la calma...» Sí. Yoda se lo había repetido una y otra vez.

Pero lo que vio bajo el cielo del amanecer cuando llegó a la cima de la pirámide era tan terrible y sorprendente que faltó muy poco para que Luke perdiera el control de sí mismo.

El
Triturador de Soles
flotaba encima del templo, con el casco desprendiendo hilachas de vapores que se disipaban en la fresca atmósfera del alba, resucitado de su tumba en el núcleo del gigante gaseoso. Kyp Durron giró sobre sí mismo para clavar la mirada en Luke, y su capa negra se arremolinó a su alrededor impulsada por la rapidez del movimiento.

Luke retrocedió tambaleándose sin poder creer en lo que estaba viendo.

—¿Cómo te has atrevido a recuperar esa arma? —exclamó—. Ese acto va contra todos los conocimientos Jedi que te he enseñado...

Kyp se rió de él.

—No me has enseñado gran cosa, Maestro Skywalker —dijo—. He seguido avanzando mucho más allá de tus insignificantes enseñanzas, y he aprendido mucho. Pretendes ser un gran instructor y alardeas de ello, pero en realidad no te atreves a aumentar tus conocimientos. —Kyp volvió la mirada hacia el
Triturador de Soles
—. Haré lo que debe hacerse para acabar con el Imperio de una vez por todas y para siempre. Tú puedes permanecer aquí y practicar tus sencillos trucos Jedi mientras yo convierto la galaxia en un lugar seguro para todos, pero debes saber que tus ridículos ejercicios no son más que juegos de niños.

—Has sido atraído por el lado oscuro, Kyp, pero debes volver —dijo Luke manteniendo su voz firme y tranquila y dando un paso hacia él—. Has sido engañado y manipulado. Vuelve antes de que el poder que el lado oscuro ejerce sobre ti se haga demasiado fuerte... —Tragó saliva—. Hace tiempo yo también fui por el camino que lleva hasta el lado oscuro, pero regresé. Puede hacerse..., si eres lo bastante fuerte y valiente. ¿Lo eres?

Kyp dejó escapar una carcajada llena de incredulidad.

—Ah, Skywalker, me resulta muy incómodo oírte hablar... No te atreves a correr ningún riesgo, pero aun así quieres tener el derecho a ser llamado Maestro Jedi. Bien, pues la cosa no funciona así... Has limitado y deformado el adiestramiento de tus otros candidatos debido a tu propia estrechez de miras. Quizá debería derrotarte aquí y ahora, y así podría encargarme de su adiestramiento después de haberlo hecho.

Luke se llevó la mano al costado sintiendo el temblor de sus dedos y el miedo y la consternación que ardían en su pecho, y la cerró sobre la empuñadura de su espada de luz. Después tiró de ella y activó la espada de luz oyendo la mezcla de crujido y siseo que tan familiar le resultaba. La deslumbrante hoja verdosa brotó de la empuñadura, zumbando y preparada para la batalla.

Un Jedi no podía atacar a un oponente desarmado, y no podía recurrir a la violencia hasta no haber agotado el resto de recursos... pero Luke conocía muy bien el potencial mortífero con el que contaba el más dotado de sus estudiantes. Si Kyp había sucumbido ante el lado oscuro, podía llegar a convertirse en otro Darth Vader. Quizá llegara a ser mucho peor que Vader...

—No me obligues a hacer esto —dijo Luke.

Alzó la espada de luz, pero no estaba muy seguro de cómo debía actuar. No podía matar a su estudiante, que permanecía inmóvil y desarmado ante él en la cima del templo. Pero si no lo hacía...

—Tenemos que enviar el
Triturador de Soles
de regreso al núcleo de Yavin —dijo Luke—. Tú mismo insististe en que nunca debía ser utilizado.

—Mis palabras de entonces fueron fruto de la ignorancia —replicó Kyp—, al igual que lo son las tuyas ahora.

—No me obligues a luchar contigo... —murmuró Luke.

Kyp movió una mano en un gesto despectivo, y una oleada de ondulaciones oscuras surgió de la nada y atravesó la atmósfera, moviéndose tan deprisa como la onda expansiva de una granada de demolición.

Luke volvió a retroceder. La espada de luz se enfrió repentinamente entre sus dedos. Cristales de escarcha crecieron sobre la empuñadura formando complejos y delicados dibujos. Una sombra apareció en el corazón del resplandor verde de la hoja de energía, una enfermedad negra que fue pudriendo la pureza del haz. El zumbido de la hoja vaciló y se convirtió en un chisporroteo vacilante que hacía pensar en una tos de agonía. La contaminación negra se fue extendiendo rápidamente, y no tardó en haber engullido todo el color verde del haz.

Y la espada de luz de Luke murió en su mano con un último siseo de chispas.

Luke intentó controlar el miedo que amenazaba con adueñarse de él, y de repente sintió una oleada de frío a su espalda. Giró sobre sí mismo para ver una negra silueta encapuchada. Era la imagen que había fingido ser Anakin Skywalker en la pesadilla de Luke, el hombre oscuro que había engañado y manipulado a Gantoris hasta acabar llevándole a su catastrófica pérdida de control final.

La voz de Kyp llegó hasta los oídos de Luke como si viniera de muy lejos.

—Y ahora, Maestro Skywalker, por fin puedes conocer a mi mentor... —dijo—. Su nombre es Exar Kun.

Luke dejó caer la espada de luz que ya no le servía de nada y se agazapó. Todos los músculos de su cuerpo se tensaron de repente. Invocó todos los poderes de la Fuerza y se envolvió en ellos mientras buscaba desesperadamente alguna táctica defensiva que pudiera utilizar.

Kyp extendió las dos manos con el
Triturador de Soles
flotando detrás de él y atacó a Luke con un diluvio de rayos que parecían hendiduras negras abiertas en la Fuerza. Zarcillos oscuros brotaron de las rendijas y grietas de las losas del templo, víboras ilusorias provistas de colmillos amenazadores que cayeron sobre Luke, atacándole desde todas las direcciones a la vez.

Luke gritó e intentó replicar al ataque, pero la sombra de Exar Kun se unió a la ofensiva añadiéndole todavía más potencia letal. El antiguo Señor Oscuro del Sith lanzó oleadas de negrura e incrustó largos carámbanos de veneno congelado en el cuerpo de Luke.

Luke siguió debatiéndose desesperadamente, pero se sentía impotente. Perder el control de sí mismo y sucumbir a la ira y la desesperación supondría un fracaso tan grande como el no hacer nada. Luke recurrió a los poderes que Yoda y Obi-Wan le habían enseñado... pero nada de lo que hizo y ninguna de las técnicas llenas de habilidad que empleó dieron el más mínimo resultado.

Ni tan siquiera un Maestro Jedi como Luke Skywalker podía vencer al poderío de Kyp Durron combinado con las armas prohibidas del espíritu muerto desde hacía mucho tiempo que en vida se había llamado Exar Kun.

Los negros tentáculos de poder maligno parecidos a serpientes se lanzaron una y otra vez sobre Luke, llenando su cuerpo con un intenso dolor que recorrió sus venas abrasándolas como corrientes de lava. Luke gritó, pero su voz fue engullida por un huracán surgido del lado oscuro.

Luke dejó escapar un último grito y cayó de espaldas sobre las losas del Gran Templo massassi, y aún tuvo tiempo de agradecer su frescor antes de que todo cuanto le rodeaba se convirtiese en una nube de negrura humeante que pareció engullirle para siempre...

33

Los dos Destructores Estelares supervivientes flotaban en silencio cerca del centro de la Nebulosa del Caldero, preparados para lanzar su ataque contra Coruscant.

La almirante Daala estaba erguida en su plataforma del puente de mando, y se sentía invadida por una decisión y una confianza en sí misma tan nuevas como electrizantes. Había pasado todo el día anterior en vela.

Sus oficiales estaban sentados en sus puestos, erguidos y llenos de impaciente expectación. Una dotación doble de soldados de las tropas de asalto iba y venía por los pasillos del
Gorgona
, armada hasta los dientes y preparada para entrar en combate. Habían pasado por una década de entrenamientos y maniobras, y por fin podrían utilizar su adiestramiento para asestar el mayor golpe por el bien de su causa que eran capaces de imaginar.

—Informe, comandante Kratas —dijo Daala.

Kratas se puso en posición de firmes y enunció su informe con voz firme y seca.

—Todo el equipo y el armamento del
Basilisco
han sido transferidos al
Gorgona
—dijo—, y a bordo del
Basilisco
ya sólo queda una tripulación mínima de voluntarios, todos ellos de las tropas de asalto. El capitán Mullinore ha informado de que está preparado para iniciar su última misión.

Daala se volvió hacia el teniente del centro de comunicaciones.

—Póngame en contacto con el capitán Mullinore —ordenó.

La imagen del capitán del
Basilisco
apareció delante de ella. El holograma temblaba un poco, pero el hombre parecía estar totalmente inmóvil y ser rígidamente dueño de sí mismo. Cuando su mirada se encontró con los ojos verde esmeralda de la almirante Daala, el rostro del capitán Mullinore estaba lleno de estoicismo.

—¿Sí, almirante? —preguntó.

—¿Está preparada su nave, capitán? —Daala hizo una pausa y juntó las manos detrás de la espalda—. ¿Y usted? ¿Está preparado?

—Sí, almirante. Hemos reconfigurado todos los sistemas de armamento para aumentar la afluencia de energía hacia nuestros escudos. Los soldados de las tropas de asalto han instalado el mecanismo de autodestrucción en nuestros reactores primarios de hiperimpulsión. —Mullinore guardó silencio durante unos momentos como si estuviera haciendo acopio de valor, pero su cabellera rubia cortada casi al cero no mostraba ni la más mínima huella de sudor—. El
Basilisco
está preparado para entrar en acción en cuanto usted dé la orden, almirante.

—Gracias, capitán. La historia recordará su sacrificio... Se lo juro.

Daala se volvió hacia la dotación del puente de mando y conectó el sistema de comunicaciones interno de la nave. Su voz firme y tranquila resonó por todo el
Gorgona
.

—¡Todo el mundo a sus puestos de combate! Prepárense para la partida. Destruiremos Coruscant y asestaremos un golpe de muerte al corazón de la Rebelión.

Kyp Durron pilotó el
Triturador de Soles
hasta el núcleo de la Nebulosa del Caldero, allí donde le había dicho Exar Kun que estaba oculta la flota de la almirante Daala.

Los controles del
Triturador de Soles
llenaban sus manos con una agradable y familiar sensación de frescor mientras permanecía inclinado hacia adelante en el no muy cómodo asiento del piloto con la mirada clavada en los paneles segmentados de los visores. Kyp había ayudado a controlar la superarma durante su huida de la Instalación de las Fauces con Han Solo.

Han Solo y Kyp habían destruido uno de los Destructores Estelares de Daala durante aquella batalla, y Kyp estaba decidido a utilizar el
Triturador de Soles
para acabar con el resto de su flota.

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