El discípulo de la Fuerza Oscura (42 page)

BOOK: El discípulo de la Fuerza Oscura
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»No habrá ningún aviso de nuestra llegada, y dispararemos todas nuestras baterías turboláser despejando un pasillo que nos permitirá ir en línea recta hacia la Ciudad Imperial. Cualquier nave que se interponga en nuestro camino quedará convertida en una nube de metales ionizados.

La animación creada mediante ordenador fue mostrando la táctica que se utilizaría mientras Daala seguía hablando. Los dos Destructores Estelares avanzaron a toda velocidad hacia la capital de la Nueva República.

—La embestida suicida utilizada por el comandante calamariano que destruyó el
Mantícora
me proporcionó la idea de este ataque, y será una buena forma de administrarles una dosis mortífera de su propia medicina.

Daala contempló el rostro impasible del general Odosk, la mezcla de incredulidad y estupor que se había adueñado de los rasgos del capitán Mullinore y el hosco e inflexible apoyo a cualquier decisión tomada por su oficial superior que se leía en los del comandante Kratas.

—Será nuestro ataque por sorpresa más terrible y letal —siguió diciendo Daala—. Causará los daños suficientes para que nuestros nombres vivan por siempre en los anales de la historia imperial. Asestaremos un golpe de muerte al gobierno rebelde.

»La tripulación reducida de voluntarios del
Basilisco
iniciará una cuenta atrás de autodestrucción en cuanto nos aproximemos al sistema. El
Gorgona
emitirá interferencias hasta que hayamos alcanzado nuestro objetivo, momento en el que alteraremos el rumbo. El
Basilisco
entrará en la atmósfera de Coruscant moviéndose a la máxima velocidad que puedan proporcionarle sus motores. No habrá forma alguna de detenerlo.

El Destructor Estelar alteró el curso en la imagen simulada justo antes de entrar en contacto con la piel de aire, y se desvió trazando una apretada órbita alrededor de Coruscant para alejarse velozmente hacia el espacio mientras la primera nave quedaba envuelta en llamas y caía en picado a través de la atmósfera, dirigiéndose hacia el centro de población más grande del planeta.

—Cuando el
Basilisco
estalle... —murmuró Daala.

Después guardó silencio mientras la imagen planetaria desarrollaba un deslumbrante anillo de fuego que envió ondulaciones incendiarias a través de toda la atmósfera. Todas las luces del lado nocturno del planeta se apagaron de repente, y aparecieron grietas llenas de llamas en las masas de tierra.

—La explosión será lo suficientemente poderosa como para destruir todos los edificios en la mitad de un continente —siguió diciendo Daala—. La onda expansiva que viajará a través del núcleo planetario podría destruir ciudades situadas al otro lado del mundo. Los depósitos de agua subterráneos se romperán, y las olas gigantes causarán grandes daños a lo largo de todas las costas. Podemos devastar Coruscant pagando el precio de perder un Destructor Estelar a cambio de ello.

Odosk contempló a Daala con hosca admiración.

—Es un buen plan, almirante —dijo.

—Pero mi nave... —empezó a decir el capitán Mullinore.

—Será un sacrificio glorioso —le interrumpió el comandante Kratas—. Sí, creo que es un plan magnífico —añadió, formando un puente con los dedos e inclinándose sobre la reluciente superficie de la mesa.

La muerte simulada de Coruscant siguió desarrollándose, y la imagen mostró los incendios que se iban extendiendo por las ciudades, las perturbaciones sísmicas y la destrucción que continuaba haciendo estragos mucho tiempo después de que el
Gorgona
se hubiera desvanecido en el hiperespacio dejando tras de sí un puntito de luz incandescente.

—Pero ¿y nosotros? —preguntó Kratas de repente—. ¿Qué haremos después?

Daala cruzó los brazos sobre su pecho.

—Como ya he dicho, habremos llevado a cabo nuestras dos misiones —replicó—. Cuando el
Basilisco
haya destruido Coruscant, el
Gorgona
y todo nuestro personal volverán a la Instalación de las Fauces, donde la defenderemos hasta la muerte utilizando todos los recursos a nuestra disposición. Los rebeldes saben que está allí, y podemos tener la seguridad de que tarde o temprano aparecerán para husmear.

La necesidad de venganza que devoraba a Daala había templado su corazón convirtiéndolo en una masa al rojo blanco que amenazaba con estallar, tal era la apasionada velocidad con que palpitaba dentro de su pecho.

—En una ocasión el Gran Moff Tarkin dijo que los reveses y derrotas no son más que una oportunidad para que causemos el doble de daños la segunda vez.

El capitán Mullinore parecía todavía más pálido de lo habitual, y su piel de un blanco lechoso estaba puntuada por los alfilerazos de los vasos sanguíneos. Su cabellera rubia había sido cortada casi al cero, lo que hacía que pareciese calvo según cual fuera el ángulo de la luz.

—Permítame ofrecerme voluntario para permanecer a bordo del
Basilisco
en esta misión, almirante —dijo—. Me sentiré orgulloso pudiendo capitanear mi nave hasta el final.

Daala le miró e intentó decidir si estaba intentando obtener alguna clase de reacción compasiva de ella, pero acabó decidiendo que el capitán Mullinore no deseaba compasión.

—Acepto su ofrecimiento, capitán —dijo.

Mullinore se sentó y asintió con una brusca inclinación de cabeza que casi le incrustó el mentón en la garganta.

Daala se puso en pie. Los músculos de sus muslos y su espalda estaban tan tensos como manojos de alambres trenzados. Todo su cuerpo había sido como un puño apretado desde el desastre de Calamari, y Daala sabía que la única manera de disipar aquella tensión insoportable era asestar un golpe devastador a la Rebelión.

—Inicien la transferencia del personal y el equipo —ordenó—. Debemos atacar Coruscant de inmediato.

Daala lanzó una última mirada a la nebulosa en perpetua agitación que ocultaba su nave, y después salió de la sala de guerra para volver a sus aposentos, donde repasaría una vez más las cintas tácticas de Tarkin, buscando en ellas la sabiduría perdida y secreta que le garantizaría la victoria.

29

La calamariana salió de su cápsula de transporte en forma de lágrima y volvió lentamente la cabeza de un lado a otro para contemplar las frondosas junglas de Yavin 4 y los gigantescos templos. Después esperó pacientemente.

Luke se apresuró a salir del hangar e intentó no cruzar el claro de la pista a la carrera. Erredós rodó a su lado mientras atravesaba la extensión de tierra apisonada.

Enseguida vio que la calamariana era un poco menos alta que el almirante Ackbar. Vestía una holgada túnica amarilla y azul turquesa cuyos pliegues flotaban alrededor de su cuerpo, y las mangas eran tan anchas que parecían fluir como dos cascadas gemelas. Luke también percibió la mezcla de determinación y tristeza que emanaba de ella.

La calamariana vio a Luke y movió una mano-aleta en un gesto dirigido al piloto invisible de la cápsula de transporte. La nave se alzó hacia el cielo detrás de ella con un zumbido magnético, dejándola en la pequeña luna de Yavin. La calamariana no alzó la mirada para ver cómo la cápsula se alejaba hacia las nubes que flotaban a poca altura del suelo, y pareció concentrar todas sus energías y su atención en permanecer inmóvil donde estaba.

—Soy la embajadora Cilghal de Calamari, Maestro Skywalker —dijo con una especie de ronroneo aterciopelado que hizo que Luke se sintiera instantáneamente cómodo en su presencia—. Tengo un mensaje para usted.

Cilghal metió la mano en una de sus holgadas mangas y extrajo de ella un disco resplandeciente sobre el que se veían complejas pautas de oro y cobre.

—¿Erredós? —murmuró Luke.

El pequeño androide fue hacia la embajadora, y Cilghal se inclinó para introducir el disco de mensajes en el lector de Erredós. Hubo un leve zumbido que duró unos momentos, y después Erredós proyectó la imagen de Leia envuelta por una nube de iridiscencias en el aire delante de él.

Luke dio un paso atrás y puso cara de sorpresa, y después miró a Cilghal con más interés que antes en cuanto Leia empezó a hablar.

—Espero que todo vaya bien ahí, Luke —dijo la imagen holográfica—. Creo que he encontrado a alguien para tu centro de adiestramiento Jedi... La embajadora Cilghal viene acompañada por mi más entusiasta recomendación. Ha demostrado a plena satisfacción mía que es realmente eficiente a la hora de utilizar la Fuerza, y parece poseer una considerable capacidad curativa y para la predicción a corto plazo. Nos prestó una gran ayuda durante la batalla que se libró hace poco en Calamari, y te ruego que la ayudes y la adiestres. Necesitamos más Caballeros Jedi.

La imagen de Leia alzó la mirada hacia Luke y le sonrió.

—Esperamos recibir pronto la noticia de que algunos de tus estudiantes ya están preparados para ayudarnos en nuestra lucha con el Imperio —siguió diciendo—. Todavía vivimos tiempos terriblemente peligrosos, Luke... No podemos permitirnos el lujo de bajar la guardia ni un solo instante.

La expresión de Leia se suavizó un poco, y pareció mirarle directamente a los ojos.

—Te echo de menos. Los gemelos no paran de preguntar cuándo volverán a ver a su tío Luke... Espero que puedas hacernos una visita pronto, o quizá vengamos a Yavin 4. —Leia se irguió, y volvió a adoptar el tono más distante y formal que había empleado antes—. Estoy segura de que descubrirás que Cilghal es una candidata muy prometedora.

Leia cruzó los brazos delante del pecho y sonrió mientras el mensaje parpadeaba y acababa esfumándose.

Cilghal permanecía en silencio esperando a que Luke dijera algo, pero éste se hallaba muy confuso y sentía que le daba vueltas la cabeza.

—Eh... Bienvenida —logró decir por fin.

Luke no había dejado de sentirse inquieto y preocupado ni un solo instante desde su enfrentamiento con Kyp Durron, y no tenía ni idea de dónde había ido el joven después de robar la nave de Mara Jade. La horrenda muerte de Gantoris unida a la rebelión de Kyp habían sido más que suficientes para que los viejos temores volvieran a resucitar en la mente de Luke. Sus mejores estudiantes empezaban a torcerse, se impacientaban y trataban de extender al máximo los límites de sus capacidades.

Pero Luke también había percibido la existencia de una amenaza más grande y profunda que parecía vibrar dentro de las mismas piedras del Gran Templo. Era algo maligno, y estaba muy bien escondido. Luke se había esforzado a solas intentando descubrir su fuente, y había deslizado los dedos a lo largo de los bloques de piedra de las paredes tratando de detectar aquella sombra helada..., pero no había encontrado nada. De momento sólo tenía sus sospechas.

¿Cómo podía haber llegado a enterarse Kyp de los detalles de la Gran Guerra Sith? ¿Cómo se las había arreglado Gantoris para aprender a construir su espada de luz, y qué había visto aquella última noche terrible antes de quedar calcinado? ¿Qué magia temible había intentado llevar a cabo? Luke carecía de una pieza muy importante del rompecabezas, y no podría hacer nada contra la amenaza hasta que la hubiera encontrado.

La embajadora Cilghal cambió el peso de un pie a otro y volvió a mirarle.

—Parece estar preocupado, Maestro Skywalker —dijo—. ¿Piensa quizá que Leia cometió un error al sugerirme que viniera aquí?

Luke la miró, y sintió el peso de la responsabilidad sobre sus hombros.

—No, no —se apresuró a decir—. No se trata de eso... Si Leia cree que tiene potencial Jedi, entonces será un honor para mí acogerla en mi Academia Jedi. De hecho, tener entre nosotros a una calamariana de temperamento tranquilo y estable supondrá un cambio muy agradable —bromeó—. Sígame —añadió sonriendo—. Le encontraremos un alojamiento dentro del templo.

Los estudiantes del centro de adiestramiento de Luke continuaban con sus lecciones de autodescubrimiento, y trabajaban con nervioso entusiasmo o con reflexiva lentitud en la tarea de refinar y desarrollar sus capacidades.

Mara Jade estaba escuchando con gran atención las descripciones del ataque a Calamari que le hacía Cilghal, y acosaba a la embajadora con preguntas muy precisas y detalladas sobre los Destructores Estelares y el número de escuadrones de cazas TIE que habían transportado en sus hangares. El viejo Streen estaba sentado al lado de Kirana Ti en un banco de contornos redondeados, escuchando cómo Tionne, la joven de los cabellos plateados, ensayaba sus nuevas baladas. Los otros candidatos Jedi se hallaban en las salas comunes o estudiaban en sus habitaciones, o habían ido a caminar por las junglas.

Una vez satisfecho de sus actividades. Luke volvió a los pasillos desiertos y fue a la habitación que había escogido como alojamiento. Erredós apareció de repente doblando una esquina y le silbó una pregunta, pero Luke meneó la cabeza.

—No, Erredós —dijo—. No quiero que nadie me moleste durante un rato.

Entró en su cámara de paredes de piedra, la pequeña habitación en la que se había alojado cuando era un piloto de caza X de la Alianza. Luke había sacado los otros catres y había amueblado la habitación a su gusto, pero ésta parecía desnuda y muy austera, ya que sólo contenía un catre para dormir y algunos pequeños artefactos de la raza massassi.

El cubo traslúcido del Holocrón Jedi estaba colocado sobre una repisa de piedra negra veteada por impurezas rojas como la sangre.

Luke selló su puerta por primera vez desde que había vuelto al templo abandonado. Después sostuvo el Holocrón en la palma de su mano, lo activó y empezó a buscar la información que necesitaba en sus profundidades.

—Deseo ver al Maestro Vodo-Siosk Baas —dijo.

La imagen espectral del Maestro Jedi achaparrado y de nariz peculiarmente curva surgió del cubo, vestida con su túnica y cubierta de abalorios y apoyándose en un largo báculo de madera nudosa.

—Soy el guardián del camino —dijo la imagen—. Soy el Maestro Vodo-Siosk Baas.

Luke se sentó en el suelo delante de la imagen holográfica interactiva.

—Necesito que me proporciones cierta información, Maestro Vodo —dijo—. Fuiste un Caballero Jedi durante los tiempos de la Gran Guerra Sith. Nos has hablado de Exar Kun, su estudiante, y de cómo creó la Hermandad Sith; y también nos has contado que intentó imponerse a los otros Jedi leales a la Antigua República. —Luke respiró hondo—. Necesito saber más cosas —siguió diciendo—. ¿Cómo cayó exactamente Exar Kun al final de la guerra? ¿Qué le sucedió? ¿Cómo murió..., o conseguiste hacer que acabara volviéndose nuevamente hacia el lado de la luz?

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