El juego de los abalorios (56 page)

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Authors: Hermann Hesse

Tags: #Clásico, Drama

BOOK: El juego de los abalorios
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LEYENDO A UN ANTIGUO FILÓSOFO

Lo que ayer todavía colmado estaba

de encanto y belleza que los siglos

maduraron en fino pensamiento,

se marchita de pronto, y del pentagrama

bórranse las notas y los sostenidos,

se hunde el centro de gravedad, y todo

lo que era armonía con eco eterno

vacila y se disuelve y se evapora.

Así también un viejo rostro sabio

que admiramos, se arruga finalmente

y, maduro de muerte, hace temblar el alma

en el vano y penoso juego de los surcos.

Así también un alto sentimiento

se corrompe, se altera y nos disgusta,

como si bien supiera que al fin todo

se marchita, se cae y luego muere.

Y sobre la montaña de muertos,

doloroso y puro, el espíritu levanta

ardientes faros de deseo y lucha

contra la muerte y se torna inmortal…

EL ULTIMO JUGADOR DE ABALORIOS

Con su juego de cuentas de colores, piensa

inclinado sobre sus manos, y en torno,

el país asolado por la guerra. Crece

la hiedra en las ruinas; zumban abejas…

Una cansada paz, con salterio apagado,

susurra por el mundo su vejez tardía.

El viejo cuenta sus perlas de colores,

aquí pone la azul, allí la blanca,

allá una grande, acá una pequeña elige,

y en círculos las junta como en juego.

Un día fue grande en símbolos y signos.

de muchas artes y lenguas gran maestro,

conocedor del mundo, en todas las regiones

famoso y conocido y venerado,

por alumnos y pares entre pares.

Sobrevive ahora, viejo, cansado y solo,

no conquista a los jóvenes, no invita

a los colegas para dirimir criterios.

Todos se han ido, Templos, libros y escuelas

de la antigua Castalia ya no existen… Descansa

entre ruinas el viejo, las perlas en la mano,

enigmas de elocuencia un día lejano,

hoy trastos de cristal indigno apenas.

Las perlas ruedan silenciosamente

de la mano, perdiéndose en la arena…

POR UNA «TOCCATA» DE BACH

El primitivo silencio se endurece.

Se hace noche y un rayo irrumpe de la nube

rasgada, asiendo mundos en la ciega nada.

Construye espacios, la tiniebla rompe,

muestra abismos, cumbres y declives,

suelta vientos azules, endurece la tierra.

El rayo parte en dos lo grávido y germina

fuego de guerra, el mundo brilla

y surge encendido en su terror;

va donde cae de la luz la semilla,

se apaga, y lanza la suntuosa loa

a la vida, al Creador, a la clara victoria.

Y vuelto hacia Dios, sigue su vuelo

e impulsa en lo creado su oleaje

a todos los espíritus hacia el Padre.

Es anhelo e imagen, lengua y canto

instinto y alma y lucha y dicha y amor…

UN SUEÑO

En un claustro de montaña huésped,

entré yo, cuando todos fueron a rezar,

en una biblioteca. Al brillo del último sol

resplandecían allí con inscripciones

maravillosas mil lomos de pergamino.

Lleno de anhelo de saber, miré

un primer libro a prueba, lo tomé, leí:

«El paso extremo a la cuadratura del círculo».

¡Este libro —pensé— lo llevaré conmigo!

Otro libro «in quarto», todo dorado,

en su lomo decía una cosa extraña:

«Cómo fuera que Adán de otro árbol comió…»

¿De otro? ¿Cuál? ¡El de la vida, pues!

¿Adán es inmortal? No en vano, por lo tanto,

estaba allí. Pero noté un «in folio»

que en lomo, corte y ángulos

los colores lucía del arco iris.

Su título rezaba en pinceladas:

«De colores y matices el sentido:

De cómo de un color saliendo

fatalmente responde otro matiz».

¡Abismales, los coros de colores

brillaban a mis ojos! Y entonces comprendí

y cada anaquel me lo fue demostrando:

era la biblioteca del Señor.

A todas las preguntas que me hacía,

a la sed del saber que me quemaba,

allí podían hallarse todos los frutos,

de espíritu aún. Porque cuando yo un libro

con rápida mirada interrogaba,

un loco contestaba sin dudar.

Para todo saber había su tomo:

allí podían hallarse todos los frutos,

que temblando buscara el escolar curioso,

que el maestro en su duda demandara.

Estaba allí el sentido íntimo y puro

de todo saber, la ciencia y la poesía;

estaba allí la fuerza del ensalmo

con clave y diccionario, la más fina

sugerencia del alma, en incontables

secretos libros viejos conservada;

también las cifras más ocultas

de misteriosos problemas, a merced

de quien favorecía la hora del hechizo.

Puse, con manos temblorosas, al fin

sobre el atril un tomo y la escritura

descifré de la magia fantaseante,

como en sueños a veces lo que no aprendimos

surge casi jugando y está en lo cierto.

Y pronto hálleme en espacios constelados

del alma, estuve en el Zodiaco,

donde todo aquello que una sabia

intuición de los humanos figurado leyó;

por vieja experiencia de mundos,

armonioso en el cielo siempre nuevo

se reencontraba y refería perfecto:

vieja sabiduría, inventos y símbolos

hacia otros más altos persiguiendo;

así que en breve lectura de minutos

rehice de los hombres el muy largo camino

y de sus viejos y nuevos conoceres

en el alma retuve el íntimo sentido…

Las imágenes vi en esos tomos

fundirse y aparearse y crecer

y ordenarse en danza y fluir una de otra,

y en nuevas formas volcarse, espejismos

de simbólicas notas y palabras

cambiantes inagotablemente de sentido.

Y cuando así cegado de mirar atento

en descanso mis ojos levanté,

no estaba solo allí: un anciano,

archivista tal vez entre los libros

estaba en un rincón atareado:

lo vi serio y atento en su labor,

ocupado con tomos y más tomos. Extraños

del celoso trabajo modos y sentidos

cobraron importancia para mí. El proyecto

con su delicada mano experta un libro

tomaba, leía su título en el lomo,

soplaba con su pálida boca fina

este título prieto de profunda belleza

—¡rico en horas de preciosa lectura!—,

lo borraba despacio con el dedo

y sonriendo escribía otro más nuevo

totalmente diverso. Y comentó a vagar

y de aquí tomó un libro y otro de allá,

siguió borrando y a escribir volvió…

Desorientado lo miré gran tiempo,

con la mente reacia a comprender;

volví a mi libro, en que leído había

muy poco, pero las fantasmagorías

antes felices ya no estaban allí…

Se disolvió, huyendo apresurado,

el mundo de signos en que penetrara

hallando al fin el sentido del cosmos;

osciló girando y pareció nublarse

y, fluyendo al huir, sólo dejó atrás

el brillo gris del nudo pergamino.

Una mano sentí sobre mi hombro

y alcé los ojos: el anciano estaba

a mi lado curioso. Tomó sonriendo

ése mi libro (sentí un estremecimiento,

un frío de hielo), pasó su largo dedo

como esponja en el lomo y en el vacío

escribió otro título, duda o promesa,

respuesta nueva a un problema muy viejo,

con gran cuidado y deletreando.

Luego se fue, llevando pluma y libro…

SERVICIO

Al comienzo reinaron príncipes piadosos

para consagrar el campo, el grano y el arado,

el derecho del hombre y la medida

para la raza mortal que tiene sed

de la justicia, por el Invisible

que sol y luna en su girar conserva

y cuya luz eternamente bella

no conoce del mondo el dolor y la muerte.

Hace mucho esta estirpe hija de Dios

pereció dejando a la humanidad tan sola

en vértigo de dolor y placer y duda,

eterno devenir sin pausa ni hermosura.

Nunca murió la idea de aquella vida

y en nuestra decadencia nos compete

con signos de juego, símbolos y cantos

seguir guardando norma del respeto santo.

Tal vez un día la tiniebla se pierda,

tal vez un día los tiempos se repitan

y el sol como Dios otra vez nos gobierne

y acepte sobre el ara nuestra ofrenda de amor.

POMPAS DE JABÓN

Destila en el estudio y el pensamiento

muchos años más tarde aquel anciano

la obra de su vida, en que por ciclos

jugando tejía la dulce sabiduría.

Y lanza allí celoso un estudiante

que mucho manejó libros y notas,

y se consume de orgullo juvenil,

una obra colmada de genial idea.

Sentado sopla un niño en una caña,

llena irisadas pompas de jabón y canta

a cada una todas las loas del salmo,

y el alma en el soplar aplica y dona.

Y los tres, el anciano, el niño y el estudiante,

de la espuma de Maya crean mundos,

ensueños de magia sin valor en sí,

pero donde sonriendo se refleja eterna

la eterna luz y brilla mis alegre.

POMPAS DE JABÓN

Destila en el estudio y el pensamiento

muchos años más tarde aquel anciano

la obra de su vida, en que por ciclos

jugando tejía la dulce sabiduría.

Y lanza allí celoso un estudiante

que mucho manejó libros y notas,

y se consume de orgullo juvenil,

una obra colmada de genial idea.

Sentado sopla un niño en una caña,

llena irisadas pompas de jabón y canta

a cada una todas las loas del salmo,

y el alma en el soplar aplica y dona.

Y los tres, el anciano, el niño y el estudiante,

de la espuma de Maya crean mundos,

ensueños de magia sin valor en sí,

pero donde sonriendo se refleja eterna

la eterna luz y brilla mis alegre.

DESPUÉS DE LA LECTURA DE LA
«SUMMA CONTRA GENTILES»

Un día, nos parece, la vida era sincera,

el mundo bueno, las almas, sí, más claras,

saber y ciencia una cosa sola.

Vivían más plenos, más alegres aquellos

de que en Platón, los chinos y otros libros

leemos tantas bellas maravillas…

¡Ay! Cuantas veces en el templo entramos

de la Suma perfecta de Tomás de Aquino,

nos pareció de lejos saludarnos

el mundo de la dulce clara verdad madura.

¡Todo tan claro! La naturaleza, espíritu,

de Dios a Dios el hombre conformado,

la ley y el hombre prietos en las fórmulas,

todo fundido sin una sola grieta.

En cambio ahora parece que estuviéramos

en desiertos a la lucha condenados,

a dudas sólo y amargas ironías

y solamente llenos de amarga nostalgia…

Puede ocurrir alguna vez lo mismo

a nuestros nietos: nos verán brillando

como sabios felices porque oyen

de nuestra queja vital el coro amargo

como un eco armonioso, como mitos

de nuestras luchas en versos bien narrados.

Y aquel que por lo menos insistiendo

mucho pregunta y duda, sea tal vez

quien con la acción alcance el devenir

y de su ejemplo la juventud se nutra.

Y aquel que tiene duda de sí mismo

tendrá su gloria como de un beato

que no supo de miedo y de miseria

y en su tiempo era vivir un gozo

y su dicha fue par a la dicha de un niño.

Porque también dentro de nuestra carne

vive el espíritu del espíritu eterno,

hermano de todos de hoy y de mañana:

Aquel que sobrevive el hoy, no yo ni tú…

GRADOS

Toda flor se marchita y toda juventud

cede a la edad; florecen los peldaños de la vida,

florece todo saber también, toda verdad

a su tiempo, y no puede perdurar eterna.

Debe el corazón a cada llamamiento

estar pronto al adiós y a comenzar de nuevo,

para darse con todo su valor más firme

alegremente a toda forma nueva.

Y en cada comienzo está un hechizo

que nos protege y nos ayuda a vivir.

Debemos ir alegres por la tierra

sin aferramos nunca como a una patria;

el espíritu no quiere encadenarse.

Grado a grado, nos eleva y ensancha.

Apenas se acomoda nuestra vida

y nos confiamos, todo se disuelve;

sólo quien está pronto para irse

puede escapar del hábito que mata.

Nos enviará de nuevo a espacios nuevos,

el llamar de la vida nunca tendrá fin…

Tal vez la hora de la muerte aún.

¡Arriba, corazón, di, pues, tu adiós y sana!

EL JUEGO DE ABALORIOS

Música magistral de universo

oiremos con respeto, conjurando

a la fiesta más pura venerados

espíritus de los tiempos de gracia.

Que nos eleve el mágico misterio

de la extraña escritura en cuyo encanto

concluyó lo infinito, y tormentoso,

la vida misma en clara alegoría.

Cantan cristalinas formas de estrellas

que servimos conscientes con la vida:

porque cayendo fuera de sus círculos

siempre estaremos en el mismo centro.

LOS TRES «CURRICULA VITAE»
EL HACEDOR DE LA LLUVIA

FUE hace muchos miles de años, y las mujeres estaban en el poder: en la tribu y en la familia se rendía respeto y obediencia a la madre y a la abuela; en los nacimientos valía mucho más una niña que un varoncito.

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