El perro pastor que perdió su rebaño (6 page)

BOOK: El perro pastor que perdió su rebaño
7.31Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—Me gustaría poder reflexionar más —contestó Topo después de pensarlo unos instantes—. Todo es muy reciente, pero, en principio, pienso que no debo quedarme estancado en mi comportamiento habitual, sino tener una disposición abierta a probar nuevas vías de actuación. Debo demostrarme que puedo vencer los miedos, desarrollar la confianza en mis posibilidades y, claro está, tener una valoración de mí mismo mucho más ajustada.

—Magnífica reflexión, Topo. ¡Te felicito de todo corazón! Estás dando un gran paso en tu aprendizaje. Por cierto, si no recuerdo mal, querías tener un nombre que te identificara como el ser especial que eres. ¿Has pensado ya cuál podría ser?

—Pues sí, me gustaría llamarme Salomón —dijo con asertividad.

Todos aplaudieron entusiasmados.

El coach se dirigió a Konfi instándola a participar:

Hablábamos antes sobre el tema de las percepciones. ¿Te gustaría compartir con nosotros tus, opiniones al respecto?

—¿Qué queréis que os cuente?

—Sólo lo que tú tengas necesidad de compartir. Has acompañado a tus amigos hasta aquí, imagino que con algún propósito.

Konfi seguía callada, no tenía muchas ganas de hablar. Es verdad que en un principio pensó que el coach podría ayudar a que emprendiera una vida nueva, pero ahora no estaba muy segura. Ella siempre había sido autosuficiente, no como Salomón. De hecho, era una superviviente nata, había sido capaz de entablar batallas y ganarlas.

No estaba muy segura de querer cambiar; tampoco le había ido tan mal en la vida. Y si al final decidía modificar alguna cosa, seguro que por sí misma estaría capacitada para hacer lo que tuviera que hacer sin ayuda de un simple búho.

Parecía que el coach adivinaba lo que pasaba por la cabeza de Konfi, y prefirió no forzar la situación. Sabía que los cambios nunca son fáciles, y, sobre todo, que lo más importante es que uno quiera realmente hacerlos. Se quedó callado, esperando.

En esos momentos, Rey intervino con determinación:

—A mí sí me gustaría que pudiéramos hablar de mi situación. De hecho, yo inicié este viaje expresamente para verte, porque me dijeron que tú me podrías ayudar.

—Adelante, Rey, nos interesa mucho conocer tu historia —lo invitó el coach.

—Primero quiero deciros que yo he aprendido mucho durante mi viaje y que me ha servido para reflexionar sobre mi vida. Yo me había creído que era un líder indiscutible, la madre naturaleza me había hecho poderoso, nadie se atrevía a cuestionarme. Ya desde mi nacimiento estaba llamado a ser el rey de la selva. Mi padre lo había sido, y el padre de mi padre, así que era natural que yo ocupara su lugar y que todos acataran mi voluntad. Así viví en un mundo irreal, sin cuestionarme nunca mis propias capacidades ni valores. Me percibía a mí mismo como alguien que reunía todas las cualidades deseables en un rey. Nunca me planteé si tenía áreas que mejorar y, además, daba por supuesto que los demás tenían la misma opinión que yo. Cuando, un día, alguien se atrevió a cuestionar mi poder, no quise darle importancia; no pensé que aquello supusiera ningún peligro para mi autoridad hasta que fui expulsado de la manada. Entonces fue cuando empecé esta aventura.

Cuentanos que crees que has aprendido?

—Mira, el coach: en primer lugar, que de una mala experiencia es de donde se aprende más. Si no me hubieran echado de la manada, yo nunca habría iniciado este viaje; gracias a él creo que ahora soy diferente y diría que mejor. También me ha permitido aprender el valor de la amistad: que te quieran y te respeten por lo que llevas dentro y por cómo eres o puedes llegar a ser realmente, y no por elementos externos como la jerarquía o un título que se te asigne.

—¿Y crees que para ello es necesario buscar nuevos mundos?

—Yo creí que era la única alternativa, y realmente ha sido una extraordinaria experiencia; sin embargo, ahora veo que si mi comportamiento hubiera sido distinto en mi entorno, también podría haber conseguido amigos allí. Creo, entre otras cosas, que debería haberme mostrado más cercano y más preocupado por ver qué podía aportarles, pero nunca me preocupé por sus inquietudes o sus necesidades. Yo ostentaba el título de rey, y por tanto tenía la convicción de que todos debían estar pendientes de mí. Nunca llegué a plantearme nada diferente, y nunca llegué a ver otras perspectivas.

—Por tanto —dijo el coach—, si entiendo bien lo que dices, ahora estás vislumbrando que hay otras realidades. Por decirlo de otro modo: que tú estás observando el mundo con distintos ojos y que esto te está abriendo nuevas posibilidades. ¿Me equivoco?

—No, no te equivocas. Realmente me siento renacer y sé que todavía tengo un largo camino que recorrer en mis aprendizajes. Lo esencial es que ya no me importa ser rey o no.

—¿Cómo quieres que sea tu vida a partir de ahora? ¿Qué te estás planteando?

—Como digo, sé que tengo un largo camino por delante y además tengo unos inmensos deseos de vivir; está claro que quiero que mi vida ahora sea diferente. Con las últimas vivencias he aprendido que se puede confiar en otros y que los demás también pueden hacer lo propio. Como fruto de esa confianza se logra generar amistad. También me gustaría poder ser de utilidad. ¡No soy tan viejo! Me he demostrado a mí mismo que esto era una simple excusa para no afrontar algunas situaciones. Hasta aquí lo que ahora mismo soy capaz de pensar y decir, pero creo que todavía necesitaré un tiempo para conseguir clarificar mis metas.

—Estoy seguro de que conseguirás todo lo que te propongas —le contestó el coach.

—Para empezar mi camino creo que debo ser más humilde —prosiguió Rey—. Y aprender a conocerme mejor, aceptar que tengo áreas de fortaleza y también de mejora, y que si quiero evolucionar, debo poner un gran esfuerzo por mi parte.

Ante esta sabia respuesta, el búho dijo:

—Rey, me gustaría que reflexionases sobre lo que te voy a decir: todos los seres vivos tenemos la oportunidad de mejorar, pero para ello primero es necesario tener un conocimiento lo más amplio y ajustado posible de nosotros mismos; reflexionar acerca de dónde estamos y adonde queremos llegar; iniciar nuestro camino de mejora sin olvidar que debe ser duradero y constante en el tiempo y, por tanto, infinito; y que en más de una ocasión nos cuestionaremos y preguntaremos si vamos en la dirección adecuada; por último y no por ello menos importante, hay que saber que no siempre va a ser un lecho de rosas.

Rey, que escuchaba muy atentamente todo lo que el búho le decía, le respondió:

—Estoy de acuerdo contigo, y soy consciente de que no va a ser fácil.

A continuación, y dirigiéndose a sus amigos, Rey manifestó:

—Quiero comunicaros que he decidido que, por el momento, quiero quedarme aquí, en el bosque.

Entonces, retomando la conversación con el búho, le dijo:

—Yo desearía pedirte que, como coach, me ayudes en mi camino de aprendizaje. ¿Querrás?

—Estaré encantado de poder colaborar en tu camino de búsqueda. —Entonces, el coach, dirigiéndose de nuevo al grupo, añadió—: Es importante que tengamos en cuenta que, además de las propias experiencias, también nos pueden servir de aprendizaje las de los demás, como ya hemos visto en el caso de Salomón. Por ello —continuó—, al hilo de la experiencia de Rey, me gustaría recordaros que las experiencias que vivimos como negativas, en realidad son positivas; además de ser de las que más se aprende, como muy bien ha dicho Rey, son regalos que nos ofrece la vida, pero en el momento en que nos los entrega, como no van envueltos en papel de celofán y con lazos de colores, no los identificamos como tales; habitualmente, sólo los valoramos de manera positiva con el paso del tiempo.

Todos se quedaron pensativos.

El búho hizo una pausa y añadió:

—Antes hemos hablado de percepciones. El tema todavía no ha sido abordado y creo que puede ser muy interesante conocer lo que pensáis al respecto. ¿De qué creéis que sirve la percepción que los demás puedan tener de nosotros?

En este momento, Konfi, que ya no podía resistir más lo que el fondo de su alma le pedía, dijo:

—Está bien, permitidme que intervenga ahora; creo que tengo mucho que aportar sobre la cuestión de las percepciones que los demás tienen de nosotros.

—Estamos ansiosos de que nos hagas partícipes de tus pensamientos y sentimientos —dijo el coach, contento de que Konfi tomara aquella decisión. Sabía que no le era fácil.

—En mi opinión, la mayoría de nosotros solemos actuar de acuerdo con nuestro modo de ser; por tanto, cuando los demás observan nuestras conductas, pueden llegar a tener una percepción de cómo somos.

—Según tu planteamiento, Konfi, entiendo que deberíamos reflexionar respecto a cómo nuestra conducta influye, de una u otra forma, en la percepción que los demás tienen de nosotros.

—Efectivamente, coach. Otra cuestión es la diferencia que existe entre tener una percepción o un prejuicio.

—¿Nos lo puedes aclarar? —la animó el coach.

—Lo intentaré. Si recordamos lo que sucedió ayer, por ejemplo, Rey presuponía que yo iba a tener una determinada conducta, pero lo cierto es que todavía no tenía ninguna prueba de cómo iba a comportarme. Lo que estaba haciendo era juzgar un hecho antes de que sucediera. Era un claro prejuicio. Probablemente —siguió explicando—, sus recelos provenían de tener referencias de comportamientos de algunos de mis congéneres. Por tanto, su opinión respecto a mí se basaba en efectuar una generalización sobre las serpientes y emitir un juicio sobre todas por igual.

—Bien, y ¿qué sucedió?

—El resultado de ello fue que, inicialmente, él no se fiaba de mí y tenía miedo de ser atacado; esto provocaba una respuesta determinada por mi parte, puesto que al percibir que él no se fiaba de mí, yo estaba casi predispuesta a actuar como él esperaba. Se había creado un círculo de desconfianza mutua que evidentemente no nos beneficiaba a ninguno de los dos. Para solventar la situación, se me pidió que realizase una promesa en la que me comprometía a no atacar a ningún miembro del equipo. Acepté la petición, y además les aseguré que podían confiar plenamente en mí. Yo adquirí un compromiso de actuación que cumplí.

—Konfi, si hubieras roto tu promesa y hubieras atacado a alguno de tus compañeros, y más concretamente al león, ¿qué crees que habría cambiado?

—Está claro que en ese caso yo habría sido totalmente responsable no sólo de romper una promesa, sino de transformar con mi conducta lo que inicialmente era un prejuicio en una percepción.

—¡Pero afortunadamente no fue así! —aplaudió el coach. El león asintió ante esta afirmación, y el coach esbozó una amplia sonrisa al ver la camaradería que existía entre Rey y Konfi. Y siguió—: Pero... si no estoy mal informado, hubo algún momento en que, a pesar de ese acuerdo, surgieron dudas por parte de Rey. ¿A qué crees que fue debido, Konfi?

—Los hábitos y los prejuicios condicionan y hasta puede ser que lleguen a invalidar los compromisos. En este caso Rey casi llegó a romper el compromiso que teníamos. Evidentemente, lo cómodo es no afrontar nuevos retos y quedarnos con los modelos antiguos que, más o menos, nos han servido hasta ese momento.

—Como tú dices, si nos han servido, ¿por qué hay que cambiarlos? —la invitó a seguir el coach.

—Mmm... Pues yo diría que, desde mi punto de vista, si no exploras y abres ventanas para conocer nuevas cosas, te vas empobreciendo, porque siempre utilizas aquello que ya conoces, no indagas, no pruebas... El mundo es dinámico y cambia, existen nuevas situaciones y hay que gestionar nuevas experiencias. En definitiva, si no abres nuevas posibilidades que te vayan enriqueciendo puedes quedarte, por decirlo de alguna manera, fuera de juego.

—Si me permites, Konfi —intervino el coach—, te diré que estoy totalmente de acuerdo contigo. La experiencia de este viejo búho me dice que la mayoría de los seres nos movemos dentro de nuestro círculo de confort, que es aquel que conocemos y que nos ha funcionado; nos aferramos a nuestras viejas costumbres y tenemos cierto miedo a probar nuevas formas de comportamiento o a cambiar de hábitos. A veces, el hecho de encontrarnos ante situaciones totalmente nuevas nos obliga a identificar nuevas respuestas, puesto que las que conocemos quizá no son útiles. Pero lo que resulta más difícil es cuestionarnos si aquello que opinamos, o como actuamos, o la forma en que solucionamos los problemas, podrían ser diferentes. En definitiva, nos aferramos a los viejos estilos, y esto evidentemente limita las posibilidades de reflexionar, analizar, resolver y, al fin, de aprender. Siguiendo en la línea de lo que nos dices, Konfi, ¿qué sucedió para que Rey cambiara su opinión? —inquirió el búho.

—Creo, tal como yo lo veo, que se hallaba ante una situación que no sabía muy bien cómo resolver; sin embargo, en lugar de tomar el camino más cómodo, que habría sido dejarse llevar por los prejuicios, supo romper con ellos y dar una muestra de confianza. Posteriormente, ante una situación realmente peligrosa, el hecho de que tuviéramos una total confianza el uno en el otro hizo que la afrontáramos en la forma en que lo hicimos, y esto fue clave para el éxito de nuestra empresa. Los dos teníamos un objetivo común y luchamos para conseguirlo. Fuimos audaces.

»Pero, de todas formas, éste es mi parecer, no sé si él —en ese momento Konfi miró directamente a Rey con una amplia sonrisa— opina lo mismo.

Rey parecía estar un poco azorado por la situación. No hizo falta que dijera nada al respecto, puesto que se veía claramente, a través de la emoción que se reflejaba en su curtido rostro, lo que en esos momentos estaba sintiendo.

—Después de esta experiencia, ¿cuál crees que es la percepción de Rey con respecto a ti?

—En mi opinión, las experiencias que hemos vivido, tal como ya se ha comentado, han sido muy enriquecedoras, y lo más importante es que nos hemos dado la oportunidad de conocernos realmente. Ahora estoy segura de que la percepción que tiene de mí es muy diferente a la del inicio de nuestra relación, pues mis acciones han permitido que él pueda elaborar un juicio fundamentado.

—¿Es así? —preguntó el búho a Rey.

—Sí, es tal como cuenta Konfi. Tuve mis miedos, todo era nuevo para mí, pero ahora mi parecer ha cambiado radicalmente. Es más, entre mis aprendizajes también está el de reconocer la importancia de no tener prejuicios ni respecto a los demás ni en lo que se refiere a mí mismo. He de saber emitir juicios con fundamento.

BOOK: El perro pastor que perdió su rebaño
7.31Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

The Boleyn Reckoning by Laura Andersen
Raiders Night by Robert Lipsyte
What Comes Next by John Katzenbach
Pigs in Heaven by Barbara Kingsolver
The Dark Monk by Oliver Pötzsch, Lee Chadeayne
The Stepmother by Claire Seeber
The Opium Room by Kendrick, Charisma