—En las fuerzas armadas de todo el mundo es una práctica habitual utilizar vehículos de campo como los Humvees o los todoterrenos como prisiones portátiles. Encierras a los prisioneros en el coche y después lo inutilizas.
»Los Estados Unidos, sin embargo, son los principales proveedores mundiales de vehículos de campo. Los Humvees, por ejemplo, los fabrica A M General, en South Bend, Indiana.
»La cuestión es que, y esto es algo que no todo el mundo sabe, todos los vehículos de campo fabricados en Estados Unidos llevan incorporado un botón de seguridad que permite reiniciar el vehículo en caso de que lo hayan inutilizado. La teoría es que ningún vehículo estadounidense será empleado como prisión para transportar personal estadounidense, por lo que solo los militares estadounidenses son informados de la existencia y ubicación de ese botón de seguridad. Es una especie de trampilla conocida únicamente por nuestros soldados.
Van Lewen volvió a sonreír y se encaminó a las inmediaciones de la ciudadela, donde se encontraban los demás. Race se apresuró tras él.
Race y Van Lewen se unieron a los demás en la ciudadela.
Al llegar se encontraron con que Frank Nash estaba interrogando a uno de los soldados alemanes desarmados, el hombre al que Race había oído identificarse como Marc Graf, teniente de los
Fallschirmtruppen
.
—¿Así que están aquí por el ídolo? —le preguntó Nash.
Graf negó con la cabeza.
—No conozco los detalles —dijo en inglés—. Solo soy un teniente, no estoy autorizado a conocer el alcance de la misión.
Señaló con la barbilla a otro de los alemanes, un hombre fornido que llevaba vaqueros y la funda de una pistola.
—Creo que sería mejor que le preguntara a mi colega, el señor Karl Schroeder. El señor Schroeder es un agente especial de la
Bundeskriminalamt
. La
Bundeswehr
está trabajando de forma conjunta con la BKA en esta misión.
—¿La BKA? —preguntó Nash, perplejo.
Race sabía lo que Nash estaba pensando.
La
Bundeskriminalamt
era el equivalente alemán del FBI. Su reputación era legendaria; para muchos, la mejor oficina de investigación federal del mundo. Sin embargo, se trataba fundamentalmente de una fuerza policial, razón por la que Nash estaba confundido. No había motivos para que se encontrasen aquí, en busca de un ídolo.
—¿Qué quiere la BKA de un ídolo inca perdido? —le preguntó a Schroeder.
Schroeder esperó unos instantes, como si estuviera sopesando cuánto debería desvelarle a Nash. Después suspiró. ¡Como si aquello fuera a importar después de la matanza de la noche anterior!
—No es lo que piensa —dijo.
—¿A qué se refiere?
—No queremos el ídolo para fabricar un arma —dijo de forma coNCISa Schroeder—. Es más, contrariamente a lo que piensa, mi país ni siquiera tiene una Supernova.
—Entonces, ¿para qué quieren el ídolo?
—Lo queremos por una sencilla razón —dijo Schroeder—. Queremos cogerlo antes de que otros lo hagan.
—¿Quiénes? —preguntó Nash.
—Los mismos responsables de la masacre de aquellos monjes en los Pirineos —dijo Schroeder—. La misma gente responsable del secuestro y asesinato del profesor universitario Albert Mueller tras la publicación del artículo sobre el cráter del meteoro en Perú a finales del año pasado.
—¿Quiénes son?
—Una organización terrorista que se hace llamar
Schutzstaffel Totenkopfverbande
; el principal Destacamento de la Muerte de las SS. Su nombre se debe a la unidad más cruel de las SS de Hitler, los soldados al mando de los campos de concentración nazis en la Segunda Guerra Mundial. Se hacen llamar los Soldados de Asalto.
—¿Los Soldados de Asalto? —preguntó Lauren.
—Son una fuerza paramilitar de élite de alemanes expatriados que residen en un refugio—fortaleza nazi en Chile llamado «Colonia Alemania». Se constituyeron al final de la Segunda Guerra Mundial por un antiguo teniente de Auschwitz llamado Odilo Ehrhardt.
»De acuerdo con los testimonios de supervivientes de Auschwitz, Ehrhardt era un psicópata, un hombre fuerte como un roble al que le encantaba asesinar. Según parece, Rudolph Hóss, el comandante de Auschwitz, le cogió simpatía y durante los últimos años de la guerra lo tomó como su protegido. Con veintidós años, Ehrhardt fue ascendido a
Obersturmführer
, teniente, de las SS. Tras eso, si Hóss te señalaba, un segundo después tenías el cañón de la P-38 de Ehrhardt apuntándote.
Race tragó saliva.
Schroeder prosiguió:
—Según la información de que disponemos, Ehrhardt tendría ahora setenta y nueve años de edad. Pero dentro de la organización, su palabra es ley. Ostenta el rango más alto de las SS.
Oberstgruppenführer
, general.
—Se trata de una organización especialmente repulsiva —dijo Schroeder—. Abogan por la encarcelación y ejecución de negros y judíos, la destrucción de las gobiernos democráticos mundiales, la restauración del gobierno nazi en la Alemania unificada y el establecimiento de la
Herrenvolk
, la raza suprema aria, como la clase dirigente en el mundo.
—¿La restauración de un gobierno nazi en Alemania? ¿El establecimiento de una raza suprema aria como la clase dirigente en el mundo? —dijo Copeland incrédulo.
—Un momento —dijo Race—. Está hablando de nazis. En la década de los noventa.
—Sí —dijo Schroeder—. Nazis. Nazis de nuestro tiempo.
Frank Nash dijo:
—Siempre se ha creído que Colonia Alemania era un refugio seguro para antiguos oficiales nazis. Eisler estuvo allí un breve periodo de tiempo en la década de los sesenta. Eichmann también.
Schroeder asintió.
—Colonia Alemania es un lugar lleno de pastos, lagos y casas de estilo hávaro rodeado de alambrado de espino y torres de vigilancia patrulladas por guardias armados y doberman pinschers las veinticuatro horas del día.
»Se rumorea que durante el régimen de Pinochet, y a cambio de la protección del Gobierno, Ehrhardt permitió que el dictador utilizara Colonia Alemania como un centro de torturas extraoficial. Era un lugar donde se enviaba a la gente para que «desapareciera». Y, con la protección del régimen militar, Ehrhardt y su colonia nazi han gozado de inmunidad para librarse de las investigaciones de agencias como la BKA.
—De acuerdo, entonces —dijo Nash—. ¿Dónde encajan en esta ecuación?
—Verá,
Herr
Nash, ahí está el problema —dijo Schroeder—. Es esta organización la que posee una Supernova.
—¿Que tienen una Supernova? —dijo Nash sin emoción.
—Sí.
—Dios santo…
—
Herr
Nash, por favor. Debe entenderlo. En veinte años de trabajo antiterrorista jamás nos habíamos encontrado con un grupo como este. Está bien financiado, bien organizado y fuertemente jerarquizado. Además, es una organización completamente despiadada.
»Está compuesta por dos tipos de personas: soldados y científicos. Los Soldados de Asalto reclutan fundamentalmente a soldados experimentados, a menudo hombres que fueron expulsados con deshonor del ejército de la Alemania Oriental o de la
Bundeswehr
por su uso excesivo de la fuerza. Hombres como Heinrich Anistaze, entrenados en las artes del terror, la tortura y el asesinato.
—¿Anistaze es uno de ellos? —dijo Nash—. Creía que trabajaba para la Inteligencia alem…
—Ya no —dijo Schroeder con amargura—. Después de que el bloque oriental se colapsara, Anistaze fue contratado por el gobierno alemán para que se ocupara de ciertos «problemas». Pero parece que no logramos mantenerlo a raya.
»Anistaze es un mercenario, un asesino a sueldo. Tan pronto como le ofrecieron más de lo que le estábamos pagando, traicionó a dos de sus agentes secretos y se los entregó al enemigo.
»No nos sorprendió que, no mucho después de que tuviera lugar este incidente, sus característicos métodos de persuasión comenzaran a hacerse latentes en los incidentes relacionados con los Soldados de Asalto. Según parece, su ascenso en la organización ha sido increíble. Creemos que, en su sistema jerárquico, él es ahora
Obergruppenführer
. Teniente general. Solo superado por el propio Ehrhardt.
—Hijo de puta…
—En cuanto a los científicos —Schroeder se encogió de hombros—, se aplican los mismos criterios. Los Soldados de Asalto atraen a hombres y mujeres con una gran formación que trabajan en proyectos que no sintonizan con el sentimiento de culpabilidad colectiva de la Alemania actual.
»Por ejemplo, tras la caída del Muro, algunos científicos alemanes que estaban desarrollando unas granadas de ácido nítrico, diseñadas para causar heridas terribles, pero no matar a sus víctimas, se vieron de repen re sin trabajo. Los Soldados de Asalto siempre están a la caza de ese tipo de gente y, además, están dispuestos a pagarles generosamente por sus servicios.
—¿Cómo? —preguntó Copeland—. ¿Cómo pueden permitirse todo eso?
—Doctor Copeland, el movimiento nazi actual nunca ha estado falto de efectivo. En 1994, la BKA dio con la pista de una posible cuenta nazi en un banco suizo según la cual el dinero del que disponían los Soldados de Asalto ascendía a más de quinientos millones de dólares, lo recaudado con la venta de artefactos de un valor incalculable durante la Segunda Guerra Mundial.
—Quinientos millones de dólares —murmuró Race.
—Caballeros —dijo Schroeder—. Los Soldados de Asalto no secuestran aviones. No asesinan a agentes ni hacen volar por los aires edificios federales. Buscan victorias mayores, victorias que derroquen el actual orden mundial.
—¿Y creen que disponen de una Supernova? —dijo Nash.
—Hasta hace tres días, todo eran suposiciones difíciles de probar —dijo Schroeder—, pero ahora estamos seguros de ello. Hace seis meses, los agentes de reconocimiento de la BKA desplazados en Chile fotografiaron a un hombre paseando en Colonia Alemania con Odilo Ehrhardt. Ese hombre fue identificado como el doctor Fritz Weber.
Herr
Nash, me imagino que usted sabe quién es el doctor Weber.
—Sí, pero… —Nash paró de hablar y frunció el ceño—. Fritz Weber fue un científico alemán durante la Segunda Guerra Mundial, un físico nuclear; rayaba la genialidad, pero también la psicopatía. Fue uno de los primeros en afirmar que la creación de un dispositivo para destruir el planeta era posible. En 1944, cuando solo tenía treinta años, trabajó en el proyecto de la bomba atómica de los nazis. Pero, antes de eso, se decía que Weber había participado en los infames experimentos de tortura nazis: ponían a un hombre en agua helada y controlaban cuánto tiempo tardaba en morir. Pero yo pensaba que Weber había sido ejecutado tras la guerra…
Schroeder asintió.
—Así es. El doctor Fritz Weber fue juzgado en los juicios de Nuremberg por crímenes contra la humanidad, en octubre de 1945. Fue declarado culpable y condenado a muerte. Fue oficialmente ejecutado el veintidós de noviembre de 1945 en la prisión de Karlsburg. Si la persona a la que habían ejecutado se trataba realmente de Weber o no ha sido durante años objeto de controversia. En las últimas décadas han llegado testimonios de gente que afirma haber sido torturada por él en Irlanda, Brasil, en Rusia…
Schroeder dijo muy serio:
—Creemos que los soviéticos sacaron a Weber de Karlsburg la noche antes de su ejecución y lo sustituyeron por un impostor. A cambio de haber salvado su vida, los soviéticos se valieron de los conocimientos de Weber para avanzar en su programa de armamento nuclear. Pero cuando la Unión Soviética se vino abajo en 1991 y la BKA intentó buscar a Weber, ya no había ni rastro de él. Había desaparecido de la faz de la tierra.
—Para aparecer ocho años después en el cuartel general de una organización terrorista nazi —añadió Nash.
—Correcto. En ese momento, pensábamos que los nazis estaban construyendo un arma nuclear convencional. Pero los Soldados de Asalto atacaron el monasterio en Francia cuando descubrieron que poseían el legendario manuscrito de Santiago —dijo Schroeder—. Cuando reconstruimos el asesinato de Albert Mueller y su descubrimiento del cráter de un meteorito en Perú y la supuesta historia que contaba el manuscrito de Santiago de un ídolo de extrañas propiedades, nuestras sospechas adquirieron una nueva dimensión. Quizá, bajo la tutela de Weber, la organización estaba haciendo algo más que construir una bomba nuclear convencional, quizá habían logrado crear una Supernova e iban ahora en busca del tirio.
—Y entonces, hace tres días, el mismo día que leímos la noticia de la masacre en el monasterio francés, nuestro equipo de reconocimiento en Chile captó esto.
Schroeder sacó una hoja de papel doblada del bolsillo de su camisa y se la pasó a Nash.
—Es una transcripción de una conversación telefónica realizada desde un teléfono móvil en Perú al principal laboratorio de Colonia Alemania hace tres días —dijo Schroeder.
Nash le enseñó la transcripción alemana a Race, que la tradujo en voz alta.
Voz 1
: —base de operaciones ha sido establecida —el resto del—será—mina—
Voz 2
: —del arma?— ¿lista?
Voz 1
: —hemos adoptado la formación en reloj de arena de acuerdo con el modelo estadounidense—dos detonadores termonucleares encima y debajo de una cámara interior de aleación de titanio. Las pruebas indican que—el dispositivo—operativo. Todo lo que necesitamos ahora—tirio.
Voz 2
: —no se preocupe. Anistaze se está ocupando de eso—
Voz 1
: —¿Qué hay del mensaje?
Voz 2
: —saldrá tan pronto como tengamos el ídolo—a cada primer ministro y presidente de la UE—además del presidente de los EE. UU. por—de emergencias interno—el rescate será de cien mil millones de dólares—o de lo contrario detonaremos el dispositivo…
Nash miró la transcripción horrorizado.
El resto de los allí presentes permaneció en silencio.
Race miró las palabras de nuevo: cien mil millones de dólares o de lo contrario detonaremos el dispositivo.
¡Por todos los santos!
Nash se giró hacia Schroeder:
—¿Qué es lo que han hecho al respecto?
—Hemos ejecutado un ataque por dos flancos —dijo el alemán—. Dos misiones distintas y separadas, diseñadas para reforzarse entre sí en caso de que una de esas misiones fallase.