El templo (65 page)

Los dos tenían la Marca del Sol.

Y los dos habían luchado contra caimanes y habían mostrado la agilidad y destreza de un felino.

Los dos, sin duda alguna, habían contado con la ayuda de hombres valerosos, hombres que habían dado su vida por la causa.

Y, por último, los dos habían caído…

Un momento, pensó Race.

Renco no había caído del cielo…

En esta ocasión debo dar las gracias muy especialmente a las siguientes personas:

A Natalie Freer: ella siempre es la primera persona en leer mis textos y lo hace en tandas de cuarenta páginas. Gracias otra vez por tu extraordinaria paciencia, generosidad y apoyo. A mi hermano, Stephen Reilly, por su lealtad sin igual y sus agudos comentarios sobre mis escritos (¿He mencionado alguna vez que es autor del mejor guión que haya leído jamás?).

A mis padres, una vez más, por su amor, su ánimo y su apoyo. A mi buen amigo John Schrooten por ser, y ya van tres, mi conejillo de Indias. (John es la primera persona que lee mis libros una vez finalizados. Todavía le recuerdo leyendo
Ice Station
mientras veíamos un partido de criquet en el Sydney Cricket Ground.) Gracias también a Nik Kozlina por sus primeros comentarios sobre la obra, ¡y a Simón Kozlina por dejar que el héroe de este libro tuviera su rostro!

Por último, no debo olvidarme de la buena gente que trabaja en Pan Macmillan. Gracias a Cate Paterson, mi editora, por, bueno, hacer que todo esto sea posible. Sus esfuerzos por publicar novelas de suspense no tienen parangón en el mercado literario de este país. A Anna McFarlane, mi correctora, por sacar lo mejor de mí. A todos y cada uno de los comerciales de Pan que, cada día, se encuentran al pie del cañón en las librerías de todo el país. Y, finalmente, quisiera dar las gracias muy especialmente a Jane Novak, mi publicista en Pan, por ser toda una madraza conmigo y por captar la ironía cuando Richard Stubbs y yo hablamos sobre ella, nuestra publicista, en la radio nacional.

Bueno, eso es todo. Ahora, ¡que comience el espectáculo!…