El templo (54 page)

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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Histórico

BOOK: El templo
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Bueno, esto es nuevo, Will. ¿Qué demonios has hecho para acabar en esta situación
?

Justo entonces, una sección rectangular de la enorme puerta de bambú, una especie de puerta dentro de la puerta, fue levantada por unos cuantos indígenas colocados en el borde del hoyo y al instante se formó una gran abertura en medio de la puerta más grande, entre el hoyo y el foso infestado de caimanes.

Race observó con horror cómo la puerta subía y subía, dejando un espacio cada vez más grande. Unos segundos después alcanzó su altura máxima y se detuvo. Se produjo un largo silencio.

Los habitantes de la aldea estaban ahora en el borde del hoyo, expectantes ante la llegada de alguno de los caimanes.

Race se tocó los bolsillos buscando cualquier cosa que le pudiera servir de ayuda. Todavía llevaba los vaqueros y la camiseta blanca y el peto de kevlar que Uli le había dado en la mina y, por supuesto, sus gafas y la gorra de béisbol de los Yankees.

No llevaba encima ningún arma, salvo el gancho que colgaba de su cinturón.

Race lo cogió. El gancho iba unido a una cuerda y, por el momento, estaba retraído, como un paraguas cerrado.

Lo miró pensativo durante unos instantes. Quizá pudiera usarlo para trepar y salir de allí.

Fue en ese momento cuando algo muy grande se deslizó por la puerta abierta del foso.

Race se quedó inmóvil.

A pesar de tener prácticamente tres cuartas partes de su cuerpo sumergidas en el agua, seguía siendo monstruoso.

Race vio sus orificios nasales, sus ojos, su lomo blindado sobresaliendo por encima de la superficie… todo él moviéndose al unísono mientras surcaba inquietantemente las aguas del hoyo. Race observó cómo su cola acorazada se movía perezosamente de un lado a otro, propulsándolo hacia delante.

Era un caimán y era enorme.

Medía al menos cinco metros y medio de largo.

Una vez se hubo deslizado por completo hasta el hoyo, la puerta de bambú fue bajando lentamente hasta volver a su posición inicial.

Ahora solo estaban Race y el caimán.

Frente a frente.

Dios santo…

Race se replegó a una de las esquinas del hoyo cuadrangular. Sus pies chapotearon por el agua.

El caimán no movió un músculo.

Es más, aquella enorme criatura ni siquiera parecía percatarse de su presencia.

Race podía oír el batir de su corazón repiqueteándole en la cabeza.

El caimán seguía sin moverse.

Race permaneció inmóvil en la esquina.

Y entonces, de repente, sin previo aviso, el caimán se movió.

Pero no fue un movimiento rápido. No corrió hacia Race ni arremetió o se lanzó hacia él. Al contrario, se sumergió lentamente bajo la superficie del agua embarrada.

Los ojos de Race se abrieron como platos.

Mierda. Mierda.

¡El caimán se había sumergido por completo! No podía verlo. Por si fuera poco, la luz de la luna y de las antorchas de los indígenas no le dejaban ver más que las pequeñas ondas que se formaban en la superficie del agua.

Silencio.

Las olas golpeaban contra las paredes de tierra del hoyo. Todos y cada uno de los músculos del cuerpo de Race estaban en tensión, alertas para cuando el caimán emergiera de nuevo. Apretó el gancho de acero en sus manos como si fuera un garrote.

La superficie del agua estaba totalmente calma.

Silencio total y absoluto.

Race podía sentir cómo el miedo crecía en su interior.

Joder, joder, joder, joder, joder, joder, joder, joder.

Se preguntó cómo podía el caimán permanecer bajo la…

El ataque vino de la izquierda, justo cuando Race estaba mirando a la derecha.

Con un estruendoso rugido, el caimán surgió de las aguas con las fauces abiertas de par en par y su cuerpo de dos toneladas volando por los aires.

Race vio al instante al caimán y se echó a un lado, cayendo al agua justo cuando el caimán se lanzaba hacia él. El caimán se golpeó contra el agua.

Race se puso en pie y se volvió para a continuación lanzarse de nuevo al agua cuando el caimán volvió a intentar atacarlo. Cerró las fauces delante de su cara con un ruido sordo y carnoso.

Race estaba ahora cubierto de barro, pero le daba igual. Volvió a incorporarse. Estaba cerca de la pared de tierra del hoyo. Se giró. Justo para ver cómo el caimán se acercaba a toda velocidad.

Se agachó y sumergió todo el cuerpo bajo la superficie. El caimán pasó por encima de él y se golpeó el morro contra la pared embarrada del hoyo.

Race volvió a salir a la superficie y se encontró con los vítores de los indígenas que observaban la escena en el borde. Caminó hacia su derecha, pero allí el agua tenía más profundidad. Comenzó a desenrollar la cuerda que estaba unida al gancho.

Alzó la vista al borde del hoyo.

Unos cuatro metros y medio.

El agua le llegaba ahora por la cintura. Mientras iba soltando la cuerda, no dejaba de mirar a su alrededor para ver dónde se encontraba el caimán.

Pero no lo veía.

El caimán no estaba por ninguna parte.

El hoyo estaba completamente desierto.

Debía de haberse sumergido de nuevo…

Race miró con temor a las aguas que lo rodeaban.

Oh, mierda
…, pensó.

Y entonces sintió cómo algo golpeaba su pierna a gran velocidad y un dolor agudo le recorría el tobillo. Después fue arrastrado bajo el agua.

Race abrió los ojos y vio a través de las aguas oscuras que lo rodeaban, ¡que el caimán había atrapado su pie entre sus fauces!

Pero no lo había agarrado bien y abrió las fauces un segundo para cogerlo mejor.

Eso era todo lo que necesitaba. Tan pronto como el enorme reptil hubo soltado su pie Race se alejó y las fauces del caimán volvieron a errar su objetivo.

Race salió de nuevo a la superficie con la cuerda del gancho flotando por el agua tras él. Sus pulmones le pedían aire a gritos.

El caimán también salió a la superficie tras él, bruscamente, y apresó la cuerda del gancho con su mandíbula. La cuerda se rompió. Race perdió el equilibrio y cayó torpemente en una zona menos profunda, lejos del caimán.

Se giró rápidamente y vio cómo el caimán se acercaba hacia él desde un lateral. Tenía las fauces abiertas de par en par. Su boca llena de dientes ocupaba todo el campo de visión de Race. Sin nada más con que poder defenderse, Race metió el gancho, junto con todo su brazo derecho, en las fauces abiertas del caimán.

El enorme reptil cerró las fauces justo cuando Race apretó el botón del gancho.

En ese momento, un nanosegundo antes de que los dientes afilados del caimán se cerraran en su bíceps derecho, el gancho se desplegó con una fuerza monumental.

La cabeza del caimán explotó.

Dos de los garfios de acero salieron por las cuencas de los ojos del caimán y, en aquel asqueroso segundo, los ojos del caimán se separaron de la cabeza y fueron reemplazados por las puntas afiladas de los ganchos.

Los otros dos se abrieron por la parte inferior de la cabeza del caimán, lacerando y perforando su piel con facilidad.

Los dos garfios que habían perforado las cuencas de los ojos del caimán debían de haber perforado también su cerebro, pues el enorme animal murió al instante. Ahora Race estaba sentado en el suelo del hoyo con un caimán de cinco metros y medio unido a su brazo derecho; su boca triangular alargada apresando su brazo desnudo; sus dientes a milímetros escasos de su piel; su inmenso cuerpo negro, inerte, extendido en el hoyo…

El grupo de indígenas congregados en el borde del hoyo se quedaron allí, aterrorizados y asombrados.

Y entonces, lentamente, comenzaron a aplaudir.

Race salió del hoyo y se encontró con la adulación de los indígenas. Le dieron palmaditas en la espalda y le dedicaron sus mejores sonrisas, melladas y amarillentas.

Abrieron inmediatamente la jaula en la que estaban Nash y los otros y unos instantes después se unieron a Race en el centro de la aldea.

Van Lewen negó con la cabeza mientras se acercaba a Race.

—¿Qué demonios acaba de hacer? No podíamos ver nada desde esa jaula.

—Acabo de matar a un gran lagarto —dijo Race.

El antropólogo, Márquez, se acercó y sonrió a Race.

—¡Bien hecho, señor! ¡Bien hecho! ¿Cómo dijo que se llamaba?

—William Race.

—Felicidades, señor Race. Acaba de convertirse en un dios.

El móvil de John-Paul Demonaco sonó.

Demonaco y el investigador de la Armada, Mitchell, seguían en las dependencias de la DARPA. Mitchell estaba atendiendo otra llamada.

—Dice que es de Bittiker… —dijo Demonaco por el teléfono. De repente, su cara se tornó lívida—. Llame al Departamento de Policía de Baltimore y que envíen allí a la brigada antiexplosivos. Llegaré tan pronto como pueda.

Mitchell se acercó cuando Demonaco colgó.

—Era Aaronson —dijo el investigador de la Armada—. Acaban de concluir la redada en el supuesto emplazamiento de los Freedom Fighters. No hay nada. Está vacío.

—No importa —dijo Demonaco dirigiéndose a la puerta.

—¿Qué ocurre? —dijo Mitchell mientras le seguía.

—Acabo de recibir una llamada de uno de los míos en Baltimore. Está en el apartamento de uno de nuestros informadores del Ejército Republicano de Texas. Dice que tiene algo gordo.

Hora y media después, Demonaco y Mitchell llegaron a un almacén viejo y en mal estado en el área industrial de Baltimore.

Tres coches patrulla, un par de Buicks sin distintivos (coches del fbi) y una enorme furgoneta azul con las palabras «Brigada antiexplosivos» en un lateral ya estaban aparcados delante del edificio.

Demonaco y Mitchell entraron en el almacén y subieron algunas escaleras.

—Este lugar pertenece a un tipo llamado Wilbur Francis James, más conocido como «
Bluey
» —dijo Demonaco—. Fue radiotelegrafista en la Armada, pero le dieron de baja por robar equipos de su lugar de trabajo (escáneres de frecuencia, M-16…). Ahora es un delincuente de poca monta que actúa como enlace entre el Ejército Republicano de Texas y ciertos delincuentes que les proporcionan armas e información. Hace un par de meses lo pillamos con tres contenedores robados de gas nervioso XV, pero decidimos retirar los cargos si nos ayudaba a obtener información. Hasta la fecha ha sido una fuente muy fiable.

Llegaron a un pequeño apartamento en la parte superior del almacén que estaba custodiado por un par de policías. Entraron dentro. El apartamento era una porquería. Las baldosas del suelo estaban sucias y el papel de las paredes despegado.

Conforme fue avanzando, Demonaco se encontró con un joven agente de color llamado Hanson y el jefe de la brigada antiexplosivos del Departamento de Policía, un hombre rechoncho y bajo llamado Barker.

Bluey
James estaba sentado en un rincón de la habitación con los brazos cruzados. Estaba fumando un cigarrillo de forma desafiante. Era un alfeñique sin afeitar, con el pelo castaño recogido en rastas y una camisa hawaiana llena de mugre. En los pies llevaba unas chanclas. Con calcetines.

—¿Qué tienen? —le preguntó Demonaco a Hanson.

—Cuando llegamos, no encontramos nada —dijo el joven agente mientras observaba con desdén a
Bluey
James—. Pero cuando procedimos a registrar el apartamento encontramos esto.

Hanson le pasó a Demonaco un paquete del tamaño de un libro de bolsillo. Estaba envuelto en papel de estraza y todavía no había sido abierto. También había un sobre blanco normal que sí estaba abierto.

—Estaba oculto en una pared falsa —dijo Hanson.

Demonaco se volvió hacia Bluey.

—Menuda inventiva —dijo—. Te estás volviendo más inteligente con la edad, Bluey.

—Chúpamela.

—¿Rayos X? —le dijo Demonaco al hombre llamado Barker.

—Está limpio —le dijo el hombre de la brigada antiexplosivos—. A juzgar por el escáner, parece un CD o algo así.

Bluey
James resopló.

—No sabía que era un puto delito en este país que un hombre se compre un cd. Aunque probablemente lo sea la música de mierda que escuchas, Demonaco.

—¿Por qué, no te gusta
Achy Breaky Heart
? —dijo Demonaco. Miró el sobre blanco y sacó una hoja de él. La hoja decía:

Cuando tengamos el tirio, contactaré contigo directamente. Después de que recibas mi llamada, manda por
e-mail
el contenido de este CD a cada una de las siguientes organizaciones.

Bittiker

A continuación venía una lista de cerca de una docena de nombres y direcciones, todos ellos relativos a cadenas de televisión: CNN, ABC, NBC, CBS,FOX.

Demonaco le dio la vuelta al paquete marrón que tenía en sus manos. ¿Qué podría querer enviar Bittiker por correo electrónico a las principales cadenas de televisión del país?

Abrió el paquete.

Vio un reluciente CD plateado.

Lo primero que percibió, sin embargo, era que no se trataba de un cd normal.

Era un VCD, un
video compact disc
.

Se volvió:

—Bluey, ¿qué demonios es esto?

—The Best of Billy Ray Cirus
. Para ti, gilipollas.

—Demonaco —dijo Mitchell señalando con la cabeza a un reproductor de VCD que había sobre el televisor triniton de Bluey. Al lado había un ordenador IBM negro. Los tres objetos parecían completamente fuera de lugar en aquel apartamento ruinoso.

Demonaco metió el CD en el reproductor de VCD y le dio al «play».

El rostro de Earl Bittiker apareció en la pantalla del televisor.

Era un rostro repugnante, maléfico, lleno de cicatrices y odio. Bittiker era rubicundo, con rasgos hundidos, pelo rubio greñudo y unos ojos grises gélidos que solo dejaban entrever la ira que existía tras ellos. Demonaco y Mitchell vieron la Supernova detrás del terrorista.

Bittiker comenzó a hablar directamente a la cámara.

—Gente del mundo, mi nombre es Earl Bittiker y soy el anticristo.

»Si están viendo este mensaje, eso significará que están a punto de morir. A las doce en punto del mediodía, hora Este estándar, morirán a manos de un arma que fue creada con sus propios impuestos. Un arma que en pocas horas va a enviar a este mundo vil al lugar donde pertenece.

»Gente del mundo, mi lucha no es contra ustedes. Es el mundo en el que habitan lo que odio, un mundo que no merece seguir existiendo. Es un perro enfermo y debe ser sacrificado.

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