El templo (62 page)

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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Histórico

BOOK: El templo
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El tanque Abrams cayó.

Rápido. Muy, muy rápido.

Tan pronto como el tanque cayó de la rampa de carga el avión, cuyo interior había quedado totalmente destruido por la explosión del cañón del carro de combate, comenzó a descender en picado y explotó formando una enorme bola de fuego.

El Abrams cayó por los aires, la parte posterior primero, a una velocidad vertiginosa. Era tan grande, tan pesado, que cortaba el aire como un yunque; un yunque de sesenta y siete toneladas.

Dentro del tanque, Race estaba metido en un buen lío.

Todo se inclinó hacia un lado y la fricción con el aire del exterior hizo que el tanque se agitara con violencia.

Por su parte, Race se encontraba tumbado en medio del centro de mandos, lugar al que había sido arrastrado cuando el tanque había caído marcha atrás por la rampa de carga. A su lado se encontraba la Supernova. Estaba en posición horizontal, bien sujeta entre el techo y el suelo.

Race vio el temporizador de la cuenta atrás en la pantalla:

00.00.21

00.00.20

00.00.19

Diecinueve segundos.

Casi el mismo tiempo de que disponía antes de que el tanque se golpeara contra el suelo desde una altura de aproximadamente siete mil metros.

Joder.

O la Supernova estallaba y él moría con el resto del mundo o la desactivaba y moría solo cuando el tanque impactara contra la tierra en unos diecisiete segundos.

En otras palabras, podía sacrificar su propia vida para salvar la del mundo.

Otra vez.

Maldita sea
, pensó Race. ¿Cómo podía ocurrirle lo mismo en dos días?

Miró la pantalla del ordenador:

DISPONE DE

00:00:16

PARA INTRODUCIR EL CÓDIGO DE DESACTIVACIÓN

INTRODUZCA EL CÓDIGO DE DESACTIVACIÓN

Dieciséis segundos.

El tanque caía en picado.

Race miró la inexorable cuenta atrás con tristeza.

Y entonces, de repente, Race percibió por el rabillo del ojo que algo se movía. Se volvió para mirar y vio a Bittiker arrastrándose por la escotilla del conductor, en la parte superior del tanque, con una Calicó en la mano.

¡Oh, joder!

00.00.15

¡Olvídate de él!

¡Piensa!

¿Pensar? Dios mío, ¿cómo va a pensar un tipo que está dentro de un tanque Abrams que se precipita hacia la tierra a una velocidad aproximada de ciento sesenta kilómetros hora mientras otro hombre armado está entrando por la escotilla del conductor?

00.00.14

Race intentó aclarar sus ideas.

De acuerdo, la última vez sabía que Weber había sido quien había establecido el código de desactivación. Pero esta vez no tenía ni idea de quién había sido, principalmente porque no sabía quién había diseñado el sistema de encendido del dispositivo.

00.00.13

El sistema de encendido…

Esas fueron las últimas palabras de Marty, las palabras que había pronunciado mientras Race lo sostenía moribundo entre sus brazos.

00.00.12

El Abrams alcanzó una velocidad terminal y comenzó a emitir un sonido agudo y estridente, como el de una bomba al caer.

Bittiker había recorrido media escotilla. Vio a Race y disparó su pistola contra él.

Race intentó esquivar el disparo y se guareció tras la Supernova. Cogió el móvil de su bolsillo mientras las balas impactaban en la pared de acero contigua.

—¡Demonaco! —gritó por encima del estruendo del tanque que se precipitaba a la tierra.

—¿Qué ocurre, profesor?

—¡Contésteme rápido! ¿Quién diseñó el sistema de encendido de la Supernova de la Armada?

A casi cinco mil kilómetros de distancia, John-Paul Demonaco cogió una hoja de papel que tenía al lado. Era la lista de los miembros del equipo de la Supernova de la Armada-DARPA. Sus ojos se posaron en una línea.

¡Un tipo llamado Race! ¡Martin Race! —gritó Demonaco por el teléfono.

Marty
, pensó Race.

00.00.11

Marty había diseñado el sistema de encendido. Por eso había intentado decírselo antes de morir.

Por tanto, Marty había establecido el código de desactivación.

00.00.10

Un código numérico de ocho dígitos.

Bittiker ya estaba prácticamente dentro del tanque.

¿Qué código habría usado Marty
?

00.00.09

El tanque seguía cayendo, emitiendo un sonido estridente mientras caía al vacío.

Bittiker lo vio y levantó el arma.

¿Qué código era el que siempre usaba Marty
?

00.00.08

¿Su cumpleaños? ¿Una fecha importante
?

No. Marty, no
.

Si tenía algo que necesitara un código numérico, una tarjeta de crédito o el número pin, siempre usaba el mismo número.

El número de soldado de Elvis Presley en el ejército estadounidense.

00.00.07

Bittiker apuntó con la Calicó a Race.

Dios, ¿cuál era
?

Lo tenía en la punta de la lengua…

00.00.06

Race se metió otra vez tras la Supernova, pues Bittiker no se atrevería a dispararlo si se guarecía tras ella, y se encontró delante del ordenador de activación del arma.

¿Cuál era el número
?

533

¡Piensa, Will! ¡Piensa
!

00.00.05
5331

…07

…61

¡53310761
!

¡Ese era
!

Race comenzó a teclear en el ordenador. Tecleó la cifra 53310761 y después pulsó la tecla «intro».

La pantalla emitió un
bip
.

CÓDIGO DE DESACTIVACIÓN

INTRODUCIDO

CUENTA ATRÁS DE LA DETONACIÓN PARADA EN

00:00:04

Pero Race no se paró a contemplar la pantalla.

Al contrario, corrió para alejarse de Bittiker, protegido tras la Supernova ya desactivada, y se dirigió a la escalerilla que conducía a la escotilla de la torreta del tanque.

No sabía por qué se había dirigido allí. Tenía la idea totalmente ilógica de que si se encontraba fuera del tanque cuando este impactara contra el suelo quizá tendría más posibilidades de sobrevivir al impacto.

El impacto debía de estar cerca.

De camino a la ahora horizontal escalerilla, vio el ídolo, que tenía un agujero en la base, y lo cogió.

Agarrándose al techo (ahora vertical) del Abrams, cerró rápidamente la escotilla tras de sí, dejando encerrado a Bittiker dentro del tanque justo cuando la escotilla de acero era acribillada por disparos automáticos procedentes del interior.

Race miró hacia abajo, al viento que le golpeaba en las gafas, y vio la selva verde acercándose a él a una velocidad más que vertiginosa.

El tanque iba a impactar contra la tierra.

Dos segundos para el impacto.

Llegó la hora. Un segundo.

La tierra se precipitó hacia él.

Y en el segundo antes de que el tanque Abrams se golpeara contra la tierra a gran velocidad, William Race cerró los ojos y rezó una última oración.

Y entonces ocurrió.

El impacto.

El impacto del tanque contra la tierra fue demoledor.

El mundo entero pareció estremecerse cuando las sesenta y siete toneladas del tanque impactaron a una velocidad terminal. Implosionó al contacto con el suelo, achatándose en una milésima de segundo. Los fragmentos del tanque salieron despedidos en todas direcciones.

Earl Bittiker se encontraba dentro del Abrams en el momento del impacto. Cuando esto ocurrió, sus paredes lo aprisionaron al instante; metales afilados penetraron en su cuerpo, perforándolo desde todos los costados un nanosegundo antes de que el tanque quedara aplastado por el impacto.

Una cosa era segura, Earl Bittiker había gritado antes de morir.

William Race, por su parte, no se encontraba cerca del tanque cuando este había explotado.

El segundo antes de que el tanque impactara en el suelo, cuando se encontraba a unos veinticinco metros por encima, Race había experimentado una sensación de lo más extraña.

Había escuchado un sonido no muy diferente al de una bomba sónica desde algún lugar muy cercano y, de repente, había sentido cómo una poderosa fuerza invisible tiraba de él hacia arriba.

Pero el tirón no había sido como un latigazo, sino algo repentino pero suave, como si hubiese quedado conectado con el cielo por alguna correa elástica invisible.

Así que, cuando el tanque y Bittiker chocaron contra el suelo, Race se hallaba suspendido en el aire a unos nueve metros por encima de la explosión, sano y salvo.

Entonces, miró por encima de su hombro y vio lo que había ocurrido.

Vio dos columnas de gas salir de la parte en forma de A que estaba unida a la sección posterior de su peto de kevlar. Las dos columnas gemelas de propergol salían de dos pequeños puertos de escape situados en la base de la A.

Aunque Race no lo sabía, el peto de kevlar que Uli le había dado en el foso de residuos era un J-7, el cinturón cohete de última generación que había sido creado por la DARPA junto con el Ejército de los Estados Unidos y la 82 División Aerotransportada.

A diferencia de los paracaídas actuales del ejército, los MC1-1B, que dejaban a sus portadores suspendidos a la vista de sus enemigos durante al menos varios minutos antes de que aterrizaran, los cinturones cohete permitían una caída libre a veinticinco metros del suelo y, antes de descender en picado, se detenían justo encima de la zona de aterrizaje de una forma muy parecida a la de las aves.

Al igual que los paracaídas, sin embargo, todos los cinturones cohete J-7 iban equipados con mecanismos de seguridad que reaccionaban con la altitud y que activaban los sistemas de propulsión en caso de que la persona que lo llevaba no los pudiera activar antes de caer por debajo de los veinticinco metros. Tal como le había ocurrido a Race.

No había forma de que Race pudiera saber que el 25 de diciembre de 1997, cuando los soldados de asalto sustrajeron cuarenta y ocho cargas isotópicas de cloro de un camión de la DARPA que recorría la autopista de Baltimore, también robaron dieciséis cinturones cohete J-7.

Race fue descendiendo lentamente y con suavidad al suelo.

Suspiró casi sin aliento y dejó que su cuerpo cayera inerte mientras descendía por una zona arbolada de la selva.

Segundos después, sus pies tocaron el suelo y Race se desplomó sobre sus rodillas, exhausto.

Miró la selva que lo rodeaba y en un lugar recóndito de su mente se preguntó cómo demonios iba a salir de allí.

Entonces decidió que eso no importaba. Acababa de desactivar una Supernova mientras caía de una altura de diecinueve mil pies dentro de un carro de combate de sesenta y siete toneladas.

No. Aquello no le importaba lo más mínimo.

Y entonces la solución a sus problemas apareció en forma de un pequeño hidroavión que volaba por encima de los árboles. La mano de un hombre se agitó feliz por la ventanilla del piloto.

Vio a Doogie y el Goose.

Genial.

Treinta minutos después, gracias a un tramo de río convenientemente ubicado en las inmediaciones, Race estaba de nuevo a bordo del Goose con los demás, planeando por el cielo despejado de la tarde por encima de la selva.

Apoyó su cabeza contra la ventanilla de la cabina de mando, mirando a la nada. Estaba totalmente exhausto.

Doogie, a su lado, dijo:

—¿Sabe lo que creo, profesor? Creo que es hora de que salgamos de este maldito país, ¿no le parece?

Race se giró para mirarlo.

—No, Doogie. Aún no. Todavía nos queda una cosa por hacer antes de marcharnos.

Séptima maquinación

Miércoles, 6 de enero 17.30 horas

El Goose aterrizó en el río contiguo a Vilcafor, poco antes de que se pusiera el sol, el día 6 de enero de 1999.

Tras rociarse de nuevo de orina de mono, Race y Renée se dirigieron una vez más a la aldea situada en las montañas. Dejaron a Doogie y a Gaby en el Goose, para que Gaby se ocupara de las numerosas heridas del boina verde.

Los dos recorrieron Vilcafor con dificultad, pues estaban exhaustos. Race vio que no había ningún cuerpo en la calle.

A pesar de que cerca de doce científicos de la Armada y la DARPA, además de Marty, Lauren y Van Lewen habían sido asesinados en ese lugar hacía apenas unas horas, no había ni rastro de los cuerpos.

Race contempló con tristeza la calle desierta. Tenía una ligera idea de adonde habían ido a parar los cuerpos.

Race y Renée entraron en la aldea justo cuando el anochecer se posaba sobre las estribaciones andinas.

El jefe de los indígenas, Roa, y el antropólogo, Miguel Moros Márquez, salieron a su encuentro en el foso que rodeaba la aldea.

—Creo que esto les pertenece —dijo Race mientras sostenía el ídolo en sus manos.

Roa le sonrió.

—Realmente eres el Elegido —dijo—. Algún día mi gente cantará canciones sobre ti. Gracias, gracias por devolvernos nuestro Espíritu.

Race inclinó la cabeza. No se consideraba para nada un Elegido. Tan solo había hecho lo que consideraba correcto.

—Prométanme una cosa —le dijo a Roa—. Prométanme que, cuando me vaya, dejarán esta aldea y se adentrarán en la selva. Volverán en busca del ídolo, de eso estoy seguro. Llévense este ídolo lejos de aquí, donde nunca sea encontrado.

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