Gataca (43 page)

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Authors: Franck Thilliez

Tags: #Thriller, Intriga, Poliiciaca

BOOK: Gataca
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El forense depositó el tarro sobre una mesa contra una pared, se dirigió hacia uno de los cajones, tiró de él y apareció un cadáver con la piel ligeramente azulada. El aspecto era blando, como el del látex, y las venas superficiales parecía que iban a salir del cuerpo. Todas las incisiones entre el cuello y el pubis estaban cosidas a conciencia: si la familia reclamara el cadáver, tenía que estar presentable. Sharko avanzó cuanto pudo, pegándose casi al raíl deslizante. El olor de la podredumbre de la carne era fuerte pero aún soportable. Chénaix señaló algunas partes de la anatomía y explicó:

—El padre fue golpeado varias veces con un atizador y se utilizó la misma arma para perforarle los órganos vitales. Tenía algunas costillas rotas, su asesino ha hecho gala de una fuerza inimaginable. Fue brutal, violento, y todo pasó en unos segundos. Los detalles precisos, la localización de las heridas y demás figurarán por escrito en el informe que le entregaré mañana a tu jefe. Si quieres leerlo, tendrás que apañártelas con él. Lo siento, pero de aquí no saldrá ni una copia…

Sharko observó aún durante unos segundos el cadáver remendado y asintió.

—No será necesario. Vayamos a por el hijo. Es él quien me interesa.

Chénaix dejó el cajón como estaba y abrió el cajón contiguo. Félix Lambert tenía el rostro en un estado lamentable, con la piel más clara, de un tono amarillento blancuzco. Su cadáver corpulento ocupaba la totalidad del espacio, como un bloque de hielo.

—Se parecen —constató Sharko—. La misma nariz, la misma forma del rostro.

—Son padre e hijo de sangre, sobre eso no hay duda.

Presa de ligeros temblores, Lucie se aproximó un poco. Aquél era en verdad uno de los peores lugares del mundo. Allí sólo había almas muertas y cuerpos remendados. No se sentía ningún aura en el aire, ningún calor que se desprendiera de una presencia. Le hubiera gustado poder abrazarse a Sharko, para que le infundiera confianza, le diera calor, pero la mirada del comisario era fiera, imperturbable, absolutamente absorbido como estaba por la investigación. Al advertir la presencia de Lucie, el forense se apartó para dejarle un hueco.

—La causa de la muerte es la ruptura de las cervicales. En este caso, también, fue una muerte instantánea, sin duda alguna.

—Lo confirmo, yo estaba en primera fila. Se tiró por la ventana ante mis narices.

—Incluso cuando las causas son tan evidentes como en este caso, el protocolo nos obliga a llevar a cabo el examen completo. Y, a veces, eso nos permite hallar pequeñas perlas, como en este caso.

—Explícate.

Orientó su dedo hacia el cráneo del cadáver. El cuero cabelludo había sido colocado de nuevo en su lugar, pero aún podía verse la línea roja y regular producida por la sierra Streker.

—Al abrirlo me he dado cuenta de que el cerebro presentaba una degradación increíble en torno a las áreas frontales y prefrontales. En esos lugares el tejido era claramente espongiforme, acribillado de pequeños agujeros. Jamás había visto una cosa semejante.

Fue a buscar el tarro. La masa blancuzca flotaba en el líquido.

—Mirad esto…

Los dos policías pudieron constatar los estragos. La parte superior del órgano parecía roída por centenares de ratones minúsculos. El aspecto esponjoso era sorprendente.

—¿Qué es? —preguntó Lucie sin ocultar su inquietud.

—Parece una infección que comenzó una lenta degradación del tejido cerebral hasta llegar a este estado. He cortado y observado meticulosamente la otra parte del cerebro, el hemisferio izquierdo, para ver a fondo qué sucedía. Creo que la degradación se inició hace varios meses, incluso años, y se desarrolló lentamente hasta llegar a este extremo. La enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, el famoso mal de las vacas locas, provoca exactamente este tipo de degradación espongiforme, pero en este caso no veo indicios de ninguna enfermedad conocida y el resto del organismo está intacto.

El silencio se abatió sobre ellos. Lucie contemplaba los dos cuerpos, con los labios apretados. Pensaba en Grégory Carnot, que murió al arrancarse una arteria del cuello. ¿Su cerebro se había consumido de igual manera?

—¿Cree que Félix Lambert pudo matar a los dos excursionistas y a su padre a causa de esta… cosa?

—Me parece evidente que ambos hechos están relacionados. Las zonas a las que se atribuye albergar las emociones están muy degradadas. Incluso diría invadidas. Y eso tuvo lugar a lo largo de varios meses.

Lucie se llevó las manos frente a la boca y la nariz. Estaba claro que ese descubrimiento cuestionaba la responsabilidad de Grégory Carnot. Esa enfermedad, esa forma de degeneración, tal vez lo llevó a actuar de aquella manera, independientemente de su voluntad o de su conciencia. Las preguntas hervían en su cerebro. ¿Cómo podía Félix Lambert haber contraído aquella «cosa»? ¿Era eso lo que tanto interesaba a Stéphane Terney? Pero ¿qué relación tenía con la placenta, el nacimiento y el hecho de que el ginecólogo se hubiera interesado por Carnot incluso antes de que naciera? ¿Había medicamentos o tratamientos administrados a la madre que podían provocar tales horrores en el hijo? ¿Y qué diantre de relación tenía eso con la selva?

El forense prosiguió su explicación.

—Esas regiones de las emociones, cuando funcionan, utilizan básicamente la serotonina, un neurotransmisor que es un inhibidor de la agresividad. Sin esa capacidad de utilizar la serotonina, y sin un correcto funcionamiento de esas regiones, el individuo adopta comportamientos primitivos para…

—… asegurar su supervivencia —completó Sharko.

El forense asintió.

—Es curioso que digas eso y que esta tarde hayamos estado hablando de la intolerancia a la lactosa, pues son nociones puramente evolutivas que me han traído un montón de recuerdos de mis estudios.

—Ilústranos.

—Déjalo, es una locura. No he hablado de ello a tus colegas y…

—Nosotros somos todo oídos.

Titubeó unos segundos y comenzó a explicarlo.

—A decir verdad, al ver ese cerebro me he preguntado cómo podía ese hombre estar vivo, comer, dormir… Vivía con una quinta parte del cerebro en un estado lamentable. Desde el punto de vista neurológico, más de un especialista se habría quedado de piedra. Luego recordé el caso de Phineas Gage, un capataz del ferrocarril que vivió hacia 1800 en Vermont, en Estados Unidos. Su caso se debatió en todas las escuelas de neurología. Tras una explosión, una barra le perforó el cráneo desde abajo, le atravesó el cerebro y un extremo salió por arriba de su ojo izquierdo. Varias zonas frontales de su cerebro habían quedado destruidas, pero Gage sobrevivió. Sin embargo, pasó de ser una persona honesta, fiel y recta, a ser grosero, agresivo y colérico, sin que por ello perdiera su inteligencia ni su capacidad de supervivencia.

Chénaix se apoyó en la mesa.

—Lo que es muy interesante en el cerebro de Félix Lambert es que, a primera vista, las zonas esponjosas sólo se han desarrollado en lo que se denomina neocórtex y cerebro límbico. El cerebro reptiliano, que corresponde
grosso modo
al tronco cerebral situado atrás, está completamente intacto. La barra de Gage tampoco afectó a esa zona.

—Cerebro reptiliano, límbico… Me suena a chino. Explícamelo.

—La teoría de los tres cerebros goza de una aceptación mayoritaria entre los científicos. Se basa en el hecho de que, a lo largo de miles de años, la evolución del cerebro humano se llevó a cabo en tres fases. Por así decirlo, tres estructuras cerebrales sucesivas se fueron superponiendo las unas a las otras, como capas de crema, hasta formar nuestro gran cerebro inteligente y competente de hoy. Eso también explicaría el aumento del volumen del cráneo desde los primeros primates. El primer cerebro, el más antiguo y común en la mayoría de las especies vivas, sería el cerebro reptiliano. Bien protegido, profundamente hundido en el cráneo, es la estructura cerebral más resistente a un traumatismo, por ejemplo. Garantiza nuestra supervivencia y responde a las necesidades primarias: la alimentación, el sueño y la reproducción. También sería el responsable de algunos comportamientos primitivos como el odio, el miedo o la violencia. El segundo cerebro, el límbico, se ocupa principalmente de la memoria y las emociones. El tercero, llamado neocórtex, el más reciente, está situado sobre las capas exteriores y se ocupa de las facultades intelectuales, como el lenguaje, el arte o la cultura. Es el pensamiento, la conciencia.

Sharko observó atentamente el cerebro enfermo, desconcertado. Una serie de conceptos relacionados con la Evolución reaparecían allí, en una morgue, en el interior del órgano más fascinante del cuerpo humano. ¿Podía tratarse de una casualidad, de una extraordinaria suma de circunstancias?

—Así que… ¿me estás diciendo que esta enfermedad que se le comió el cerebro dejó intactas las facultades que garantizan la supervivencia? ¿Que le hizo aflorar los instintos más violentos hasta entonces controlados por los otros dos cerebros, al infectarlos?

—Desde el punto de vista teórico, sí. Desde el punto de vista patológico y anatómico, es mucho más complicado. Se sabe que los tres cerebros interactúan y que una lesión de un milímetro en un mal sitio, incluso en el cerebro límbico o en el neocórtex, puede ser mortal o provocar demencia. Félix Lambert, dentro de la desgracia, tuvo suerte de vivir tanto tiempo. En cuanto al hecho de que la afección, o la infección, llámalo como quieras de momento, no afectara al cerebro reptiliano, no hay que interpretarlo como una supuesta inteligencia de la enfermedad. Creo que era sólo cuestión de tiempo. En cualquier caso, en vista de la progresión de la enfermedad, este hombre estaba destinado a morir.

Lucie y Sharko se miraron en silencio, conscientes de que se hallaban muy cerca de algo monstruoso. Éva Louts y Stéphane Terney habían sido asesinados brutalmente para que nadie pudiera remontarse hasta el origen de aquello. ¿Qué era aquella enfermedad? ¿Había sido inyectada, transmitida por herencia genética o provocada?

—¿Has encontrado algo parecido en el cerebro del padre? —preguntó Sharko.

—Nada de nada. Un órgano en plena forma, si puedo decirlo así.

—Y esta afección, ¿podría provocar disfunciones visuales? ¿Como dibujar al revés, por ejemplo?

—Sí. Algunas zonas alrededor del quiasma óptico también parecen afectadas. El individuo debió de experimentar primero trastornos de la visión, pérdidas del equilibrio… Los primeros síntomas del desencadenamiento de violencia y el sufrimiento. Si Lambert acabó suicidándose fue porque ya no soportaba más el dolor que anidaba en su cráneo. Allí dentro, debía de ser como Hiroshima.

Con gesto firme, el médico forense cerró los dos cajones. Los cadáveres desaparecieron engullidos por las frías profundidades. Cuando las puertas metálicas se cerraron de golpe, Lucie se estremeció y se apoyó contra el comisario. El forense se quitó por fin los guantes de látex, los arrojó a la basura y se frotó las manos. Acto seguido, se sacó de los bolsillos una pipa y tabaco.

—Vamos a enviar las dos mitades del cerebro, junto con las diferentes muestras, para que se hagan los análisis biológicos. Este caso me tiene intrigado y los investigadores deberían decirnos pronto de qué se trata, al menos así lo espero.

Se dirigió hacia el interruptor para apagar las luces, pero Sharko se adelantó, con un DVD en la mano.

—Ve a fumarte tranquilamente la pipa, tómate tu tiempo. Pero luego aún necesitaré, un segundo, tu opinión sobre una película. Tu opinión médica.

—¿Una película? ¿Qué tipo de película?

Sharko dirigió una última mirada hacia el cerebro en rotación dentro del líquido, apenas iluminado por los fluorescentes del pasillo. Se dijo que en algún lugar, por las calles o en el campo, solos o con familias, cinco individuos más tenían dentro de su cráneo la misma bomba de relojería, que probablemente ya había comenzado la cuenta atrás. Unos monstruos capaces de asesinar a sus propios hijos, a sus padres o a quien se cruzara en su camino.

Tenían las horas contadas.

Sintió un escalofrío que lo recorrió hasta la nuca y finalmente respondió.

—De esas películas que no te dejan dormir.

40

Situado en la primera planta, el despacho del doctor Chénaix parecía ni más ni menos que una consulta médica. En un rincón había un esqueleto armado con un alambre, dos estanterías se abombaban bajo el peso de estudios y tratados sobre patologías, antropología médico-forense y medicina general. En las paredes colgaban viejas láminas sobre el cuerpo humano, sólo faltaba la mesa de consulta. El único detalle de humanidad era que el forense había colgado, aquí y allá, fotos de su familia: esposa y dos hijas que aún no tenían diez años. Una manera de recordar que la vida no era solamente la muerte.

Impregnado del olor a tabaco frío mezclado con el más rancio de los cadáveres, el médico forense se instaló frente a su ordenador e introdujo el DVD en el lector. Lucie y Sharko se habían sentado frente a él, en silencio. Ninguno de los dos tenía ganas de hablar de nada. La imagen de aquel cerebro destrozado, que había empujado a cometer los más deleznables actos criminales, les rondaba en la cabeza. Lucie pensaba también en las implicaciones de sus últimos descubrimientos, que los ponían ante una evidencia: Grégory Carnot tal vez no hubiera sido más que el desgraciado resultado de algo monstruoso llamado Fénix. ¿Un proyecto, un experimento, un programa de investigación? Qué más daba. Aunque el joven adulto moreno había matado a su hija con sus propias manos, los verdaderos responsables eran otros y se hallaban en libertad. Ellos también habían asesinado a Clara. Y también deberían responder por sus actos.

El doctor miró con atención los diez minutos de la película. Como cualquier otro ser humano normalmente constituido, se sobresaltó ante las imágenes de la choza. Pero, en general, su rostro no traslució ni asco ni una emoción particulares, de manera que los policías fueron incapaces de adivinar qué sentía. La muerte, en todas sus formas, era su oficio, había sabido domarla y la miraba como el albañil mira la pared que está construyendo.

Fue sólo al acabar de verla cuando manifestó un interés evidente.

—Es un documento excepcional. ¿Sabéis de dónde procede?

Sharko meneó la cabeza.

—No, esto no es más que una copia. Se rodó en la Amazonia.

—La Amazonia… Esa tribu fue exterminada por el sarampión.

Lucie frunció el ceño. Esperaba algo mil veces peor, a la altura de los horrores que hasta el momento habían descubierto. Algo inmundo como el Ébola o el cólera. O, ¿por qué no?, lo que había infectado a Lambert. Para ella, el sarampión era una de esas enfermedades que se pillan sistemáticamente en la infancia. Sarampión, rubéola, paperas…

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