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Authors: J. K. Rowling

Tags: #fantasía, #infantil

Harry Potter y el Misterio del Príncipe (20 page)

BOOK: Harry Potter y el Misterio del Príncipe
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—Hombre, Harry, sólo estaba fardando delante de Parkinson… ¿Qué clase de misión le iba a asignar Quien-tú-sabes?

—¿Cómo sabes que Voldemort no necesita a alguien en Hogwarts? No sería la primera vez que…

—No me gusta que lo llames así —le reprochó una voz a sus espaldas.

Harry se dio la vuelta y vio a Hagrid meneando la cabeza con gesto de desaprobación.

—Pues Dumbledore lo llama así —replicó Harry.

—Sí, lo sé, pero Dumbledore es Dumbledore, ¿no? —rebatió Hagrid—. Oye, Harry, ¿cómo es que has llegado tarde? Estaba preocupado por ti.

—Me he entretenido en el tren. ¿Y tú? ¿Por qué has llegado tarde?

—Estaba con Grawp —contestó Hagrid sonriendo—. He perdido la noción del tiempo. Ahora vive en las montañas, en una bonita cueva que le buscó Dumbledore. Allí es mucho más feliz que en el Bosque Prohibido. Mantuvimos una conversación muy interesante.

—¿En serio? —repuso Harry procurando no mirar a Ron, puesto que la última vez que había visto al hermanastro de Hagrid, un violento gigante con una habilidad especial para arrancar los árboles de raíz, comprobó que su vocabulario constaba de cinco palabras, dos de ellas pronunciadas incorrectamente.

—Sí, sí, ha progresado mucho —afirmó Hagrid con orgullo—. Te sorprenderías. Estoy pensando en entrenarlo para que sea mi ayudante.

A Ron se le escapó una risotada, pero consiguió que sonara como un fuerte estornudo. Ya habían llegado a las puertas de roble del castillo.

—En fin, nos veremos mañana. La primera clase es después de comer. Si venís pronto podréis saludar a
Buck
… quiero decir a
Witherwings
.

Hagrid se despidió de ellos levantando un brazo y salió por las puertas al oscuro jardín.

Los dos amigos se miraron. Harry comprendió que ambos estaban pensando lo mismo.

—Este año no vas a estudiar Cuidado de Criaturas Mágicas, ¿verdad?

Ron negó con la cabeza.

—Tú tampoco, ¿no? —Harry negó también con la cabeza—. ¿Ni Hermione? —agregó Ron.

Harry negó otra vez. No quería pensar qué diría Hagrid cuando se diera cuenta de que sus tres alumnos favoritos habían abandonado su asignatura.

9
El Príncipe Mestizo

Al día siguiente, Harry y Ron se encontraron con Hermione en la sala común antes del desayuno. Con la esperanza de ganar apoyo para su teoría, Harry se apresuró a contarle lo que Malfoy había dicho en el expreso de Hogwarts.

—Es evidente que presumía delante de Parkinson, ¿no? —terció Ron antes de que ella pudiera opinar.

—Bueno —vaciló Hermione—, no sé… Es muy propio de Malfoy aparentar más de lo que es. Pero eso es una mentira muy gorda…

—Exacto —convino Harry, aunque no insistió porque había demasiada gente que intentaba escuchar su conversación o simplemente lo observaba y cuchicheaba con los demás.

—¿Nunca te han dicho que señalar con el dedo es de mala educación? —le espetó Ron a un alumno bajito de quinto cuando los tres amigos se pusieron en la cola para salir por el hueco del retrato.

El chico, que estaba murmurándole algo a un amigo, se ruborizó y, con el susto, tropezó y se cayó por el hueco. Ron rió por lo bajo.

—Me encanta ser alumno de sexto. Además, este año tendremos un montón de tiempo libre, horas enteras sin clases que podremos pasar aquí sentados, descansando.

—Necesitaremos ese tiempo para estudiar, Ron —le recordó Hermione mientras echaban a andar por el pasillo.

—Ya, pero hoy no. Lo de hoy va a ser pan comido.

—¡Espera! —saltó Hermione, y le interceptó el paso a un alumno de cuarto que llevaba un disco verde lima en la mano—. Los discos voladores con colmillos están prohibidos, dámelo ahora mismo —le ordenó con autoridad.

El chico puso mala cara pero le entregó el disco, que no paraba de gruñir. Luego se coló por debajo del brazo estirado de Hermione y echó a correr detrás de sus amigos. Una vez se hubo perdido de vista, Ron le arrebató el disco a Hermione y dijo:

—¡Qué bien! Siempre quise tener uno de éstos.

Las protestas de ella quedaron ahogadas por una fuerte risa: al parecer, Lavender Brown encontraba divertidísimo el comentario de Ron. Siguió riendo mientras los adelantaba y volvió varias veces la cabeza para mirar a Ron, que parecía muy ufano.

El techo del Gran Comedor mostraba un cielo sereno y azul surcado de algunas tenues y frágiles nubes, igual que los trozos de cielo que se veían por las altas ventanas con parteluces. Mientras comían gachas de avena, Harry y Ron le contaron a Hermione la embarazosa conversación que habían mantenido con Hagrid la noche anterior.

—¡Pero cómo puede pensar Hagrid que seguiremos estudiando Cuidado de Criaturas Mágicas! —observó ella, consternada—. A ver, ¿cuándo ha expresado alguno de nosotros el menor entusiasmo?

—Pues él no lo ve así —farfulló Ron, y acabó de tragarse un huevo frito entero—. Nosotros éramos los que más nos esforzábamos en sus clases porque nos cae bien. Pero él cree que nos gusta esa absurda asignatura. ¿Creéis que alguien va a continuar estudiándola para obtener el
ÉXTASIS
?

No era necesario responder. Los tres sabían que nadie de su clase querría seguir cursando Cuidado de Criaturas Mágicas. Durante el desayuno evitaron mirar a Hagrid, y cuando éste se levantó de la mesa, diez minutos más tarde, ellos le devolvieron con parquedad el alegre saludo que el guardabosques les dirigió con la mano.

Después de desayunar, se quedaron sentados en el banco esperando que la profesora McGonagall abandonara la mesa de los profesores. Ese año la distribución de los horarios era más complicada de lo habitual, porque previamente la profesora tenía que confirmar que todo el mundo había obtenido las notas necesarias en los
TIMOS
para continuar con los
ÉXTASIS
elegidos.

Hermione recibió autorización para continuar estudiando Encantamientos, Defensa Contra las Artes Oscuras, Transformaciones, Herbología, Aritmancia, Runas Antiguas y Pociones, y sin más preámbulos salió disparada hacia su primera clase de Runas Antiguas. El caso de Neville era más complicado; la redondeada cara del muchacho delataba una gran ansiedad mientras McGonagall repasaba su solicitud y luego consultaba los resultados de sus
TIMOS
.

—Herbología, de acuerdo —dijo por fin—. La profesora Sprout se alegrará de volver a verte después del extraordinario que obtuviste en su
TIMO
. Y tienes un supera las expectativas en Defensa Contra las Artes Oscuras, así que también puedes cursar esa asignatura. Pero el problema está en Transformaciones. Lo siento, Longbottom, pero un aceptable no basta para pasar al nivel de
ÉXTASIS
; no creo que pudieras seguir el ritmo de trabajo. —Neville agachó la cabeza y la profesora lo miró a través de sus gafas cuadradas—. Pero ¿por qué te interesa tanto continuar con Transformaciones? —preguntó—. Siempre me ha parecido que esa asignatura no te gusta mucho.

Neville, con cara de pena, murmuró algo parecido a «mi abuela quiere».

—¡Bah, bah! —dijo McGonagall—. Ya va siendo hora de que tu abuela aprenda a estar orgullosa del nieto que tiene y no del que cree que merecería tener. Sobre todo, después de lo ocurrido en el ministerio. —Neville se sonrojó y parpadeó varias veces, aturdido; era la primera vez que la profesora le dedicaba un cumplido—. Lo siento, Longbottom, pero no puedo aceptarte en mi clase de
ÉXTASIS
. Sin embargo, veo que has obtenido un supera las expectativas en Encantamientos. ¿Por qué no haces ese
ÉXTASIS
?

—Mi abuela dice que es una asignatura demasiado fácil —murmuró el chico.

—Haz Encantamientos —decidió ella—, y ya le escribiré yo unas líneas a Augusta recordándole que, si bien ella suspendió su
TIMO
de esa materia, no por eso la asignatura es una bobada.

La profesora esbozó una sonrisa al ver la cara de felicidad e incredulidad de Neville. Luego dio unos golpecitos con la punta de la varita en un horario en blanco y se lo entregó con la información de sus clases. A continuación se dirigió a Parvati Patil, cuya primera pregunta fue si Firenze, el apuesto centauro, todavía enseñaba Adivinación.

—Este año, la profesora Trelawney y él se repartirán las clases —refunfuñó McGonagall; todo el mundo sabía que ella despreciaba esa asignatura—. Las de sexto las dará la profesora Trelawney.

Cinco minutos más tarde, Parvati se marchó a su clase de Adivinación con aire alicaído.

—Bueno, Potter… —prosiguió la profesora, consultando sus anotaciones y volviéndose hacia Harry—. Encantamientos, Defensa Contra las Artes Oscuras, Herbología, Transformaciones… todo correcto. Permíteme decirte que estoy muy contenta con tu nota de Transformaciones, Potter. Y ahora dime, ¿por qué no has solicitado continuar estudiando Pociones? Creía que tu gran ambición era ser
auror
.

—Lo era, pero usted me dijo que tenía que sacar un extraordinario en el
TIMO
, profesora.

—Ya, pero eso era cuando el profesor Snape daba la asignatura. En cambio, el profesor Slughorn no tiene inconveniente en aceptar alumnos que obtienen simples supera las expectativas en el
TIMO
. ¿Quieres seguir estudiando Pociones?

—Sí, pero no he comprado los libros, ni los ingredientes, ni nada…

—No dudo que el profesor Slughorn te prestará lo que necesites. Muy bien, Potter, aquí tienes tu horario. Ah, por cierto: ya se han inscrito veinte aspirantes para jugar en el equipo de
quidditch
de Gryffindor. Te haré llegar la lista en su debido momento para que organices las pruebas de selección cuando te parezca.

Pasados unos minutos, Ron recibió autorización para estudiar las mismas asignaturas que Harry, y ambos amigos abandonaron la mesa.

—Mira —dijo Ron, jubiloso, mientras repasaba su horario—, tenemos una hora libre ahora, otra después del recreo y otra después de comer… ¡Genial!

Regresaron a la sala común, donde sólo había media docena de alumnos de séptimo, entre ellos Katie Bell, el único miembro que quedaba del equipo de
quidditch
de Gryffindor en el que Harry había entrado durante su primer año en Hogwarts.

—Ya me imaginaba que te nombrarían capitán. Felicidades —dijo Katie señalando la insignia que el chico llevaba en la pechera de la túnica—. ¡Avísame cuando convoques las pruebas de selección!

—No digas tonterías —replicó Harry—, tú no necesitas pasar las pruebas. Hace cinco años que te veo jugar y…

—No empiezas bien —le previno ella—. Sabes perfectamente que hay jugadores mucho mejores que yo. El nuestro no sería el primer equipo que se hunde porque su capitán se empeña en hacer jugar a los de siempre o a sus amigos…

Ron se sintió un poco incómodo y se puso a lanzar el disco volador confiscado al alumno de cuarto. El disco empezó a describir círculos por la sala común, gruñendo e intentando morder la tapicería.
Crookshanks
observaba su trayectoria y bufaba cada vez que se le acercaba demasiado.

Una hora más tarde, Harry y Ron salieron a regañadientes de la soleada sala común y se encaminaron hacia el aula de Defensa Contra las Artes Oscuras, situada cuatro pisos más abajo. Encontraron a Hermione haciendo cola delante de la puerta, cargada de pesados libros y con cara de víctima.

—¡En Runas nos han puesto demasiados deberes! —se quejó, angustiada, cuando se le unieron sus amigos—. ¡Una redacción de cuarenta centímetros y dos traducciones, y tengo que leerme todos estos libros para el miércoles!

—¡Qué palo! —murmuró Ron.

—Pues espera y verás —replicó ella—. Snape también nos pondrá un montón de trabajo.

En ese momento se abrió la puerta del aula y Snape salió al pasillo. Como siempre, dos cortinas de grasiento cabello negro enmarcaban el amarillento rostro del profesor. De inmediato se produjo silencio en la cola.

—Adentro —ordenó.

Harry miró alrededor mientras entraba con sus compañeros en el aula. La estancia ya se hallaba impregnada de la personalidad de Snape: pese a que había velas encendidas, tenía un aspecto más sombrío que de costumbre porque las cortinas estaban corridas. De las paredes colgaban unos cuadros nuevos, la mayoría de los cuales representaban sujetos que sufrían y exhibían tremendas heridas o partes del cuerpo extrañamente deformadas. Los alumnos se sentaron en silencio, contemplando aquellos misteriosos y truculentos cuadros.

—No os he dicho que saquéis vuestros libros —dijo Snape al tiempo que cerraba la puerta y se colocaba detrás de su mesa, de cara a los alumnos; Hermione dejó caer rápidamente su ejemplar de
Enfrentarse a lo indefinible
en la mochila y la metió debajo de la silla—. Quiero hablar con vosotros y quiero que me prestéis la mayor atención.

Recorrió con sus negros ojos las caras de los alumnos y se detuvo en la de Harry una milésima de segundo más que en las demás.

—Si no me equivoco, hasta ahora habéis tenido cinco profesores de esta asignatura.

«"Si no me equivoco…" Como si no los hubieras visto pasar a todos, Snape, con la esperanza de ser tú el siguiente», pensó Harry con rencor.

—Naturalmente, todos esos maestros habrán tenido sus propios métodos y sus propias prioridades. Teniendo en cuenta la confusión que eso os habrá creado, me sorprende que tantos de vosotros hayáis aprobado el
TIMO
de esta asignatura. Y aún me sorprendería más que aprobarais el
ÉXTASIS
, que es mucho más difícil. —Empezó a pasearse por el aula y bajó el tono de voz; los alumnos estiraban el cuello para no perderlo de vista—. Las artes oscuras son numerosas, variadas, cambiantes e ilimitadas. Combatirlas es como luchar contra un monstruo de muchas cabezas al que cada vez que se le corta una, le nace otra aún más fiera e inteligente que la anterior. Estáis combatiendo algo versátil, mudable e indestructible.

Harry lo miró con fijeza. Una cosa era respetar las artes oscuras y considerarlas un peligroso enemigo, y otra muy diferente hablar de ellas como lo hacía Snape, con una voz que parecía una tierna caricia.

—Por lo tanto —continuó el profesor, subiendo un poco la voz—, vuestras defensas deben ser tan flexibles e ingeniosas como las artes que pretendéis anular. Estos cuadros —añadió, señalándolos mientras pasaba por delante de ellos— ofrecen una acertada representación de los poderes de los magos tenebrosos. En éste, por ejemplo, podéis observar la maldición
cruciatus
—era una bruja que gritaba de dolor—; en este otro, un hombre recibe el beso de un
dementor
—era un mago con la mirada extraviada, acurrucado en el suelo y pegado a una pared—, y aquí vemos el resultado del ataque de un
inferius
—era una masa ensangrentada, tirada en el suelo.

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