Read Hermosas criaturas Online
Authors: Kami Garcia & Margaret Stohl
Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico
Demasiado tarde: Macon avanzó un paso dentro del círculo y alzó la vela.
—
Cur Luna hac Vinctum convenimus?
La tía Del se adelantó un paso junto a él. La luz de su vela fluctuó cuando la alzó y tradujo:
—¿Por qué nos reunimos en esta luna y realizamos el Vínculo?
—
Sextusdecima Luna, Sextusdecimo Anno, Illa Capietur
—canturreó el círculo a modo de respuesta, manteniendo en alto las velas.
—En la decimosexta luna, el decimosexto año, ella será Llamada —contestó Lena. La llamarada de su cirio subió hasta dar la impresión de que iba a quemarle el rostro.
Lena permanecía en el centro del círculo, con la cabeza muy alta. La luz de las velas procedía de todas las direcciones e iluminaba su rostro. Una llama verde empezó a arder en su propia vela.
¿De qué va todo esto, L?
No te preocupes. Forma parte del Vínculo.
Si eso sólo era el Vínculo, tuve la convicción absoluta de no estar preparado para la Llamada.
Macon entonó un cántico que yo recordaba de Halloween. ¿Cómo lo habían llamado?
Sanguis sanguinis mei, tutela tua est.
Sanguis sanguinis mei, tutela tua est.
Sanguis sanguinis mei, tutela tua est.
Sangre de mi sangre, tuya es la protección.
Lena se puso blanca como el papel.
Sanguinis
. Un Círculo de Sangre, eso era. Sostuvo la vela y cerró los ojos. La llama verde estalló y se transformó en una enorme llamarada de color rojo anaranjado que saltó de una vela a otra hasta prender todas las del círculo.
—¡Lena! —grité para hacerme oír por encima de la explosión, pero no contestó.
La lengua de fuego subió tan alto en la oscuridad que me di cuenta de que la mansión Ravenwood no tenía techos ni tejado aquella noche. Me puse la mano en los ojos cuando el fuego se intensificó para que no me deslumbrara. No podía pensar en otra cosa que no fuera Halloween. ¿Y si se repetía todo? Me estrujé las meninges para recordar qué habían hecho aquella noche para repeler a Sarafine. ¿Qué habían cantado? ¿Cómo lo había llamado la madre de Macon?
El
Sanguinis
, pero no me acordaba de las palabras, no tenía ni idea de latín. Por una vez deseé haberme unido a los empollones de clásicas.
Alguien aporreó la puerta; al cabo de unos instantes se apagaron las llamas y desaparecieron las túnicas, el fuego, las velas, la oscuridad y la luz. Todo se volatilizó, absolutamente todo. Y en un pispas se convirtieron en una familia corriente y moliente situada alrededor de una tarta de cumpleaños. Y cantaban.
¿Qué demonios…?
—¡… cumpleeeeaños feliiiz!
Las últimas notas de la canción retumbaron mientras proseguía el aporreo. En medio del salón apareció una mesa con manteles blancos, con un juego de té y un enorme pastel de cumpleaños de tres pisos, de color rosa, blanco y dorado. Lena volvía a tener el aspecto de cualquier chica de dieciséis años ahora que llevaba los vaqueros y mi sudadera con el nombre del Instituto Jackson. Apagó las velas de un soplido y manoteó para apartar el humo de sus ojos donde hacía unos instantes había una gran llama. Su familia estalló en aplausos.
—¡Ésa es nuestra chica!
La abuela dejó las agujas de hacer punto y se puso a cortar el pastel mientras la tía Del se ocupaba de servir el té. Reece y Ryan trajeron un montón de regalos. Macon se sentó en su sillón de orejas Victoriano y procedió a servir dos vasos de whisky, uno para él y otro para Barclay.
¿Qué pasa, L? ¿Qué acaba de suceder?
Hay alguien en la puerta. Sólo están teniendo cuidado.
No sé si voy a ser capaz de seguirle el juego a tu familia.
Toma un poco de pastel. Se supone que esto es una fiesta de cumpleaños, ¿te acuerdas?
El golpeteo en la puerta prosiguió. Larkin levantó la vista de su tarta con bizcocho de chocolate.
—¿Es que nadie va a ir a abrir la puerta?
Ravenwood alisó un pliegue de su chaqueta de cachemira y miró a Larkin con aplomo.
—Ve sin falta a ver quién es, Larkin.
Macon miró a su sobrina y negó con la cabeza. Aquel día, no era la encargada de abrir la puerta. Lena asintió y se inclinó para hablar con su abuela. Sostuvo el plato con el trozo de tarta y sonrió como la nieta adorable que en verdad era. Lena dio unas palmaditas en el cojín del sofá. Genial. Había llegado el momento de que me presentaran a la abuela.
En esos instantes me llegó a los oídos una voz familiar y supe que prefería enfrentarme a esa anciana antes que lidiar con quienes esperaban fuera, detrás de la puerta, porque allí estaban Ridley y Link, Savannah y Emily, Edén y Charlotte, y el resto de su club de fans, y también el equipo de baloncesto del instituto. Ninguno de ellos llevaba su uniforme de diario: la camiseta de los Ángeles Guardianes. Entendí la razón cuando advertí las manchas de barro en sus mejillas. Venían de la recreación de la batalla. Entonces caí en la cuenta de que Lena y yo nos la habíamos perdido y de que nos iban a catear en historia. A esas horas, ya sólo quedaba la campaña vespertina y los juegos artificiales. Menuda guasa, cualquier otro día un suspenso nos habría parecido algo gordo.
—¡Sorpresa!
La palabra sorpresa se quedaba muy corta para describir todo aquello. Una vez más, yo había permitido que el caos y el peligro se abrieran paso hasta el interior de la mansión. La abuela saludaba con la mano a cuantos se apiñaban en el vestíbulo de la entrada y Macon bebía su whisky a sorbos, tan imperturbable como siempre, y sólo te dabas cuenta de que estaba en un tris de perder los nervios si le conocías.
De hecho, ahora que lo pensaba, ¿por qué les había dejado entrar Larkin?
Esto no puede estar sucediendo.
La fiesta sorpresa… ¡Me había olvidado por completo!
Emily se abrió paso a empujones hasta ponerse al frente del grupo.
—¿Dónde está la cumpleañera?
Y extendió los brazos en cruz como si albergara la intención de darle un gran abrazo a Lena. Ésta retrocedió, pero Emily no era de las que desistían con facilidad y le pasó el brazo por la cintura, rodeándola como si fueran viejas amigas que no se veían desde hacía tiempo.
—Nos hemos tirado toda la semana planeando la fiesta. Hemos traído música en directo y Charlotte ha alquilado un equipo de iluminación al aire libre para que todo el mundo pueda verlo, ya sabes lo oscuros que son los terrenos de Ravenwood. —Emily fue bajando el volumen de la voz como si estuviera discutiendo la venta de mercancías de contrabando en el mercado negro—. Y tenemos licor de melocotón.
—Tienes que verlo —aseguró Charlotte arrastrando las palabras. La verdad es que prácticamente jadeaba entre una y otra, probablemente por culpa de aquellos jeans tan apretados—. Hay un cañón láser. Es una macrofiesta
rave
en Ravenwood, ¿a que es guay? Se parece a una de esas fiestas universitarias de Summerville.
¿Una fiesta
rave?
Ridley había hecho uso de todos los recursos a su alcance para montar aquello. ¿Emily y Savannah dando una fiesta a Lena y haciéndole la pelota como si fuera la Reina de los Hielos? Eso debía de ser más duro que tener que tirarse las tres por un barranco.
—Ahora, subamos a tu cuarto para prepararte, cumpleañera —dijo Charlotte, con su jovialidad de animadora más acentuada de lo normal en ella, que ya de por sí solía ser algo exagerada.
Lena se puso verde. ¿Su cuarto? Probablemente, la mitad de las pintadas de las paredes estaban dedicadas a ellas.
—Pero ¿qué dices, Charlotte? Está guapísima. ¿No te parece, Savannah? —terció Emily al tiempo que propinaba un codazo de desaprobación a Charlotte, como si le quisiera indicar que debía dejar el pastel y molestarse en mirar semejante belleza.
—¿Bromeas? Moriría por este pelo —replicó Savannah, jugueteando con un mechón de la melena de Lena entre los dedos—. Es tan… increíblemente… negro.
—El año pasado yo tenía el pelo negro, al menos las puntas —protestó Edén. El curso anterior, en uno de sus torpes intentos por llamar la atención, se había teñido la capa inferior del pelo de color negro y se había dejado rubia la parte superior. Savannah y Emily se habían ensañado con ella sin misericordia hasta que al día siguiente volvió teñida por completo.
—Pero tú parecías una mofeta —repuso Savannah, aunque luego sonrió aprobadoramente a Lena—. Sin embargo, tú tienes aspecto de italiana.
—Vamos, todo el mundo te está esperando —le instó Emily al tiempo que la cogía del brazo.
Lena se las quitó de encima.
Esto
ha de tener algún tipo de truco
.
Y lo tiene, sin duda, pero no creo que sea de la clase que tú imaginas. Probablemente, guarda más relación con una
Siren
y una piruleta.
Ridley. Debería haberlo sabido
.
Lena miró a la tía Del y a Macon. Estaban horrorizados, como si todos los latines del mundo no les hubieran preparado para esto. La abuela sonrió, poco familiarizada con este tipo de ángeles en particular.
—¿A qué viene tanta prisa? ¿Os gustaría quedaros a tomar una taza de té, niños?
—Hola, ¿qué hay, abuela? —saludó Ridley a grito pelado desde más allá de la entrada, pues se había quedado rezagada en el porche, dándole lametones a la piruleta roja con una intensidad tal que me llevó a pensar que si ella se paraba, todo aquel montaje se desmoronaría como un castillo de naipes.
Esta vez, cuando franqueó la entrada, no me tenía en mente. Se quedó a medio dedo de Larkin. A éste pareció hacerle gracia, pero permaneció delante de ella. Ridley estaba a punto de hacer estallar el apretado chaleco de encaje, a medio camino entre un top de lencería y las prendas habituales de las modelos de la revista
Hot Rod
, y la minifalda vaquera de talle bajo.
Ridley se reclinó contra el marco de la puerta.
—¡Sorpresa, sorpresa!
La abuela dejó la taza de té sobre la mesa y cogió sus agujas de punto.
—Ridley, ¡cuánto me alegro de verte, cielo! Tu nuevo aspecto es de lo más apropiado. Estoy segura de que con él tendrás un buen número de pretendientes. —La anciana le dedicó una sonrisa inocente, pero no había cariño ninguno en sus ojos.
Ridley hizo un mohín, pero no dejó de chupar la piruleta. Me dirigí hacia ella.
—¿Cuántos lengüetazos has necesitado, Rid?
—¿Para qué, Perdedor?
—Para conseguir que Savannah Snow y Emily Asher le organicen una fiesta a Lena.
—Más de los que te imaginas, señor novio.
Me sacó la lengua, lo cual me permitió apreciar que la tenía a rayas rojas y púrpuras, una imagen algo repulsiva.
Larkin suspiró y me miró al pasar.
—Ahí fuera, en el prado, debe de haber un centenar de críos. Han montado un escenario con altavoces, y hay aparcados coches a lo largo de todo el camino.
—¿De verdad? —Lena miró a través de la ventana—. Pues sí, hay un escenario en medio de los magnolios.
—¿De mis magnolios? —saltó Macon, poniéndose en pie.
Todo aquello era una farsa, yo sabía que Ridley había montado aquel tinglado dándole insinuantes lengüetazos a la piruleta, y Lena también, pero, aun así, pude leerlo en sus ojos: una parte de ella deseaba salir fuera.
Una fiesta sorpresa a la cual asistía todo el mundo debía figurar también en la lista de cosas que supuestamente hacen todas las chicas normales en el instituto. Era capaz de sobrellevar lo de ser una
Caster
, pero estaba harta de ser una marginada.
Larkin miró a Macon.
—No vas a conseguir que se vayan. Acabemos con esto de una vez. Estaré con ella todo el rato, yo o Ethan.
Link se abrió camino a empellones hasta situarse delante del gentío.
—Tío, vamos, es el debut ante el instituto de mi banda, los Holy Rollers. Va a ser la leche.
Jamás en la vida le había visto tan feliz. Eché un vistazo a Ridley. Ella se encogió de hombros y chupeteó la piruleta.
—No vamos a ir a ninguna parte, esta noche no.
No podía creer que Link estuviera allí. A su madre iba a darle un infarto si se enteraba.
Larkin miró a Macon, que estaba irritado, y a la aterrada tía Del. Ésta era la noche en que menos deseaban perder de vista a Lena.
—No. —Macon ni siquiera se detuvo a considerarlo.
Larkin lo intentó de nuevo.
—Cinco minutos.
—Rotundamente no.
—¿Cuándo van a volver a darle una fiesta un montón de compañeros del instituto?
—Por suerte, nunca —replicó de inmediato Ravenwood.
Lena puso mala cara. Yo tenía razón. Deseaba formar parte de todo aquello, aunque no fuera real. Era como el baile o el partido de baloncesto. Ése era el principal motivo por el cual se molestaba en ir al instituto, sin importarle lo horrorosamente mal que la trataran. Por eso aparecía por clase un día tras otro, aunque tuviera que comer en las gradas o sentarse en el Lado del Ojo Bueno. Fuera o no una
Caster
, tenía dieciséis años, y por una noche eso era todo lo que quería ser.
Sólo había una persona más tozuda que Macon Ravenwood: su sobrina, y si yo conocía bien a Lena, su tío no tenía ninguna oportunidad de salirse con la suya. Esta noche no.
Se acercó a Macon y le cogió del brazo.
—Sé que suena a locura, tío M, pero ¿puedo ir a la fiesta? Sólo un ratito, sólo para oír al grupo de Link.
Permanecí a la espera de que se le rizara el pelo y soplase la delatora brisa mágica, pero no fue así. No era su magia de
Caster
lo que estaba desplegando. Era algo de naturaleza muy diferente. Bajo la vigilancia de Macon, no podía valerse de sus poderes para marcharse, así que había puesto en acción una magia más antigua y poderosa, la que mejor había funcionado con su tío desde que se había mudado a Ravenwood. Puro y simple amor.
—¿Por qué quieres ir con toda esa gente después de todo lo que te han hecho pasar? —Percibí cómo Macon se ablandaba conforme hablaba.
—Nada ha cambiado. No quiero ir con esas chicas, pero quiero ir a la fiesta.
—Eso no tiene ningún sentido —replicó, frustrado.
—Lo sé, y también soy consciente de que es una tontería, pero sólo quiero saber qué se siente siendo normal. Quiero ir a un baile sin que prácticamente termine destrozándolo. Quiero ir a una fiesta a la que sí me han invitado. Sé que todo es cosa de Ridley, ¿pero tan mal está que eso no me importe? —Alzó los ojos y se mordió el labio.