Read Hermosas criaturas Online
Authors: Kami Garcia & Margaret Stohl
Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico
—¿Así que estás de acuerdo con Macon? ¿El chico tiene poderes? —La voz de Del sonaba cada vez más histérica.
—Tenías razón antes, Delphine. Debe de haber alguna otra explicación. Él es mortal y todo lo que sabemos es que los mortales no poseen poderes por sí mismos —la increpó Macon, como si estuviera intentando convencerse a sí mismo, al igual que a los demás.
Pero yo empezaba a preguntarme si no sería verdad. Se lo había dicho a Amma en el pantano, que yo tenía alguna clase de poder. No entendía nada. No era uno de ellos, por lo que yo sabía. No era un
Caster
.
Arelia alzó la mirada hacia Macon.
—Puedes Vincular la casa todo lo que quieras, Macon. Pero yo soy tu madre y te digo que puedes traer aquí a todos los Duchannes y Ravenwood y hacer el círculo tan grande como este condado de mala muerte si quieres. Formula todas las Vinculaciones que quieras. No es la casa lo que la protege, sino el chico. Jamás había visto nada igual. Ningún hechicero puede interponerse entre ellos.
—Así que es eso lo que crees. —Macon lo dijo enfadado, pero no desafió a su madre. Yo estaba demasiado cansado para que me importara. Apenas podía levantar la cabeza.
Escuché a Arelia susurrar algo en mi oído. Sonó como si hablara latín de nuevo, pero las palabras sonaban distintas.
1 DE NOVIEMBRECruor pectoris mei, tutela tua est!
¡Sangre de mi corazón, tuya es la protección!
A
la mañana siguiente, cuando me desperté, no tenía ni idea de dónde me encontraba hasta que no vi los textos de Lena escritos con rotulador Sharpie cubriendo las paredes, la vieja cama de hierro, las ventanas y los espejos. Entonces, me acordé.
Alcé la cabeza y me froté las mejillas. Lena seguía en la cama. Sólo podía verle la punta del pie. Tenía la espalda rígida de haber dormido en el suelo y me pregunté quién y cómo nos había bajado del desván.
La alarma del móvil empezó a sonar. De ese modo, Amma sólo tenía que pegarme tres gritos desde el pie de las escaleras para que me levantara. Pero hoy no sonaba
Rapsodia bohemia
a todo volumen, sino otra canción. Lena se levantó, sobresaltada y todavía grogui.
—¿Qué suce…?
—Shh. Escucha.
La canción había cambiado.
Dieciséis años, dieciséis lunas.
Dieciséis veces has soñado mis recelos,
dieciséis que han de Vincular las esferas,
dieciséis, aunque sólo uno oye los gritos.
—¡Para eso!
Ella echó mano al móvil y lo apagó, pero los versos siguieron sonando.
—Es sobre ti, creo, pero ¿qué es eso de Vincular las esferas?
—Casi me muero anoche. Estoy harta de que todo guarde relación conmigo, estoy harta de que todas las cosas raras me sucedan a mí.
Tal vez esta estúpida canción sea sobre ti, para variar. De hecho, eres el único que tiene dieciséis años.
Frustrada, alzó la mano, la abrió y luego la cerró hasta formar un puño con el que asestó un golpe contra el suelo como si hubiera pretendido matar una araña.
La música se detuvo. Mejor sería no vérselas hoy con ella. Siendo sincero, tampoco la culpaba. Tenía un enfermizo tono verde en la cara y aspecto de estar floja, peor incluso que el de Link en aquella ocasión en que Savannah le retó a darle un buen tiento a la botella de crema de menta que guardaba su madre en la despensa, el último día de clase antes de las vacaciones de invierno. Habían pasado tres años y Link seguía sin probar ni un trocito de dulce si sabía a menta.
Lena tenía los pelos apuntando en quince direcciones distintas y los ojos entrecerrados e hinchados de tanto llorar. De modo que ése era el aspecto de las chicas por la mañana. Jamás había visto a ninguna a esa hora, o al menos no tan de cerca. Procuré no pensar en Amma ni en el infierno por el que ésta iba a hacerme pasar cuando volviera a casa.
Gateé para subirme a la cama de Lena y la atraje hacia mí para que descansara sobre mi regazo; luego, recorrí sus cabellos desmelenados con los dedos.
—¿Estás bien?
Cerró los ojos y enterró el rostro en mi sudadera, que, como yo bien sabía, a primera hora debía de oler tan mal como un pósum salvaje.
—Eso creo.
—Oí tus gritos desde mi casa.
—¡Quién iba a suponer que el
kelting
me salvaría la vida!
Me había perdido algo, como de costumbre.
—¿Qué es el
kelting?
—Así es como se llama la forma que tenemos de comunicarnos unos con otros sin importar dónde estemos. Algunos
Casters
son capaces de hacerlo y otros no. Ridley y yo solíamos hablar en clase de ese modo, y…
—Pero ¿no me habías dicho que esto nunca te había ocurrido antes?
—No con un mortal. Tío Macon opina que es raro, raro de verdad.
Me gusta cómo suena eso
.
Lena me propinó un codazo.
—Procede del lado celta de nuestra familia. Así era como los
Casters
se pasaban mensajes durante los juicios. En Estados Unidos suelen llamarlo el Susurro.
—Pero yo no soy un
Caster
.
—Lo sé, eso es lo extraño. Se suponía que no funcionaba con mortales. —Por supuesto que no.
—¿No crees que es un poco más que raro? Nosotros podemos usar el
kelting
ese, Ridley entra en Ravenwood gracias a mí y hasta tu tío dice que puedo protegerte. ¿Cómo es eso posible? Es decir, no soy
Caster
. Mis padres son diferentes, pero sus peculiaridades no son de este estilo.
Se apoyó en mi hombro.
—Tal vez no haga falta ser
Caster
para tener poderes.
—Quizá sólo sea necesario enamorarse de uno —repuse mientras le colocaba el pelo detrás de la oreja.
Se lo solté así, sin más, sin estúpidos chistes ni cambios de tema. Por una vez no estaba avergonzado, pues era la verdad. Me había enamorado. Creo que siempre lo había estado. Y más valía que ella se enterase si no lo sabía aún, pues ya no había vuelta atrás, al menos para mí.
Lena alzó los ojos para mirarme y el mundo entero se desvaneció cuando lo hizo, como si sólo estuviéramos nosotros dos, como si siempre fuera a ser así y no necesitásemos magia para eso. Era una sensación alegre y triste al mismo tiempo. Yo no podía estar cerca de ella sin sentir cosas, sin sentirlo todo.
¿En qué piensas?
Ella sonrió.
Creo que puedes averiguarlo por tu cuenta. Eres capaz de leer los textos de las paredes.
Tal y como había dicho, había escrito algo en la pared: poco a poco fue apareciendo una palabra tras otra.
Tú
no
eres
el
único
en
estar
enamorado
La frase se escribió por sí sola con la misma ondulada caligrafía negra que cubría el resto de la habitación. El rubor coloreó las mejillas de Lena y se tapó la cara con las manos.
—Como las paredes empiecen a mostrar todos mis pensamientos va a ser de lo más embarazoso.
—¿No lo has hecho a propósito?
—No.
No tienes de qué avergonzarte, L. Le aparté las manos de la cara. Porque yo siento lo mismo.
Cerró los párpados con fuerza y yo me incliné para besarla. Fue un besito, un beso de nada, pero el corazón se me aceleró de inmediato.
Ella abrió los ojos y sonrió.
—Quiero oír el resto, quiero saber cómo me salvaste la vida.
—Ni siquiera recuerdo cómo llegué aquí y luego no podía localizarte, y con toda la casa llena de esa gente repulsiva con aspecto de salir de un baile de disfraces.
—No iban disfrazados.
—Lo supuse.
—¿Y entonces me encontraste? —Apoyó la cabeza en mi regazo y alzó la mirada hacia mí con una sonrisa—. ¿Irrumpiste a lomos de un caballo blanco y me salvaste de una muerte segura a manos de un
Caster
Oscuro?
—No te rías. Aquello asustaba de verdad y no había ningún caballo, más bien se parecía a un perro.
—Mi último recuerdo es del tío Macon hablando sobre el Vínculo. —Lena jugueteó con su pelo en ademán pensativo.
—¿Qué era la cosa esa del Círculo?
—El Círculo
Sanguinis
o Círculo de Sangre.
Hice lo posible por no parecer asustado. Apenas tenía estómago para tolerar la imagen de Amma y los huesos de pollo, así que no sabía si iba a ser capaz de soportar la sangre auténtica, aunque esperaba que al menos fuera su sangre y nada más.
—No vi la sangre.
—No es sangre de verdad, tonto. La sangre se refiere al lazo de parentesco, a la familia. Toda mi familia está aquí por vacaciones, ¿lo recuerdas?
—Cierto, perdona.
—Te lo dije: Halloween es una noche poderosa para la magia.
—¿Y qué estabais haciendo todos ahí, dentro de ese Círculo?
—Macon deseaba Vincular la mansión. Ravenwood está Vinculada siempre, pero él lo repite cada Halloween para el Año Nuevo.
—Y algo salió mal.
—Eso imagino, porque pude oír a mi tío hablando con tía Del mientras estábamos en el Círculo, y luego todo el mundo se puso a gritar y empezaron a hablar de una mujer. Sara-no-sé-qué.
—Sarafine, yo también lo oí.
—Sarafine. ¿Era ese nombre? Jamás lo había escuchado antes.
—Debe de ser una
Caster
Oscura. Todos parecían, no sé, parecían asustados. Jamás había oído a tu tío hablar de ese modo. ¿Sabes qué sucedió? ¿Realmente intentaba matarte?
No estaba muy seguro de querer saber la respuesta.
—No lo sé. No recuerdo demasiado, excepto esa voz lejana, como si alguien me hablara desde un lugar remoto, pero no logro recordar sus palabras. —Se movió en mi regazo y con cierta torpeza se acomodó encima de mi pecho. Daba la impresión de que casi podía sentir su corazón palpitando sobre el mío; sonaba como el aleteo de un ave dentro de una jaula. Estábamos tan cerca como podían estarlo dos personas, sin mirarnos el uno al otro. Ésa era la forma en que yo creía que ambos necesitábamos estar aquella mañana—. Se nos acaba el tiempo, Ethan. ¿Qué más da? En cualquier caso, sea quien sea ella, ¿no crees que venía a por mí porque voy a volverme Oscura dentro de cuatro meses?
—No.
—¿No? ¿Eso es todo lo que tienes que decir después de la peor noche de mi vida, después de que he estado a punto de morir? —Lena se retiró de mi lado.
—Piensa en ello. Esa Sarafine, sea quien sea, ¿te estaría dando caza si fueras a convertirte en uno de los malos? No, y además, si fueras a volverte Oscura, los buenos irían a por ti. Fíjate en Ridley. Nadie de tu familia le ha puesto precisamente una alfombra de bienvenida.
—Excepto tú, tontaina —replicó, y me dio un codazo en las costillas en plan juguetón.
—Exactamente, porque yo no soy un
Caster
, sino un insignificante mortal y, como tú misma aseguraste, si ella me dice que salte por un barranco, yo lo haría.
Lena se sacudió los cabellos.
—¿Es que acaso tu madre no te dijo, Ethan Wate, que cuando tus amigos se tiraran por un barranco te cuidaras de hacerlo tú?
La estreché entre mis brazos, sintiéndome mucho más feliz de lo que debería, dada la nochecita que habíamos pasado. O tal vez era Lena quien se sentía mejor, y a mí me pasaba lo mismo. La conexión existente entre nosotros esos días era tan fuerte que resultaba difícil determinar qué era yo y qué era ella.
Quería besarla, no sabía nada más.
Vas a ser Luminosa.
Y eso hice.
Luminosa, definitivamente
.
La besé otra vez mientras la abrazaba. Besarla era tan necesario como respirar: tenía que hacerlo, no podía evitarlo. Estreché mi cuerpo contra el suyo. Oí su jadeo y sentí su corazón latir contra mi pecho. De pronto, empezó a arderme hasta la última terminación del sistema nervioso y se me puso el pelo de punta. Ella se acomodó sobre mi cuerpo. Su melena negra se desparramó entre mis manos y cada roce de sus cabellos fue como un chispazo. Había deseado hacer esto desde que la conocí, desde la primera vez que soñé con ella.
Era como si te alcanzase un rayo. Éramos uno solo.
Ethan.
Percibí la nota de urgencia en su voz incluso a pesar de que ella le hablara a mi mente. Yo también me daba cuenta: era como si no pudiera estar lo bastante cerca de ella. Su piel era suave y cálida. Noté cómo se intensificaban los pinchazos y los labios en carne viva, pues no podíamos besarnos con más fuerza. La cama empezó a dar sacudidas y de pronto se alzó y se bamboleó debajo de nosotros, lo sentí, y también que me fallaban los pulmones, que la piel se me helaba y las luces de la habitación se encendían y apagaban mientras el cuarto mismo empezaba a dar vueltas, o tal vez se volvía negro, sólo que yo no sabía qué estaba pasando, ni siquiera si era cosa mía o de la luz del dormitorio.
¡Ethan!
La cama se estampó contra el suelo. Oí a lo lejos el sonido del cristal al hacerse añicos, como si hubiera estallado una ventana, y también escuché el llanto de Lena, y luego una voz de niña que preguntó:
—¿Qué te pasa, Lena Beana? ¿Por qué estás tan triste?
Sentí una manita caliente sobre el pecho. La calidez de esa palma se extendió por todo mi cuerpo y la estancia dejó de dar vueltas. Luego, fui capaz de respirar y abrí los ojos.
Era Ryan.
Me incorporé con el cerebro todavía a punto de estallar. Lena se hallaba a mi lado, con la cabeza pegada a mi pecho, justo como había estado hacía una hora, sólo que esta vez las ventanas de su cuarto estaban rotas, la cama se había venido abajo y tenía delante de mí a una niña rubia de diez años que mantenía la mano en mi pecho. Lena, aún sorbiéndose la nariz, intentó apartar de mi lado un trozo roto de espejo y los restos de su cama.
—Creo que ya hemos averiguado qué es Ryan. —Lena sonrió, pero aún tenía los ojos llorosos. Atrajo a la niña hacia sí, y la abrazó—. Una
Thaumaturge
. Jamás habíamos tenido una en la familia.
—Supongo que debe de ser uno de esos nombres vuestros para referiros a una sanadora —aventuré mientras me frotaba la cabeza.
Lena asintió y le plantó un beso a la niña en la mejilla.
—Algo por el estilo.
T
ras Halloween, pareció reinar la calma característica de después la tormenta y a pesar de saber que el reloj no detenía su avance, nos sumimos en la rutina: yo caminaba hasta la esquina para esconderme de Amma, Lena me recogía con el coche fúnebre y
Boo Radley
se unía a nosotros delante de Stop & Steal, desde donde nos seguía hasta el insti. Con la excepción de Winnie Reid, el único miembro del equipo de debate del Jackson, lo cual no facilitaba discusión alguna, y Robert Lester Tate, ganador del concurso estatal de deletreo dos años consecutivos, sólo Link se sentaba con nosotros en la cafetería. Fuera de clase, cuando no nos íbamos a comer a las gradas ni nos espiaba el director Harper, nos escondíamos en la biblioteca para releer los papeles del guardapelo, con la esperanza puesta en que Marian cometiera alguna indiscreción y nos contara algo.