Hermosas criaturas (51 page)

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Authors: Kami Garcia & Margaret Stohl

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico

BOOK: Hermosas criaturas
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Una semana más tarde, todas las ventanas se abrieron de pronto en plena clase de inglés. Podía haber sido otra vez el viento, salvo que no soplaba ni una ligera brisa. Por otra parte, ¿cómo era posible que el viento se notara sólo en una única aula?

Como ya no estaba en el equipo de baloncesto, tenía que ir a clase de educación física el resto del curso. Era la peor asignatura del Instituto Jackson con diferencia. Después de una hora de
sprints
cronometrados y de hacerme unas cuantas quemaduras de tanto subir y bajar hasta el techo del gimnasio en una soga con nudos fui a la taquilla y me encontré con que estaba abierta y todos mis papeles tirados por el pasillo. Mi mochila había desaparecido. Link la localizó al cabo de unas horas en un contenedor de basura fuera del gimnasio, pero aprendí la lección: el instituto no era un lugar adecuado para el
Libro de las Lunas
.

A partir de ese momento lo guardé en mi armario y esperé a que Amma lo descubriera, dijera algo o cubriera con sal el suelo de mi cuarto, pero no ocurrió nada de eso.

Me enfrascaba en la lectura de sus páginas, estuviera o no con Lena, con el desgastado diccionario de latín de mi madre. Utilizaba unas manoplas de Amma para reducir al mínimo las quemaduras. Había miles de hechizos y sólo unos pocos estaban traducidos. El resto estaba escrito en idiomas ilegibles para mí o en la lengua
Caster
, que ni siquiera podía aspirar a descifrar. La inquietud de Lena aumentaba conforme nos familiarizábamos cada vez más con sus páginas.

—Llámate a ti misma. Eso no significa nada.

—Por supuesto que sí.

—Ningún capítulo lo menciona. No existe ni una sola descripción sobre la Llamada en el libro.

—Basta con seguir mirando. Esto no vamos a encontrarlo en ningún resumen.

El libro tenía la respuesta… si lográbamos encontrarla. No éramos capaces de pensar en otra cosa, bueno, en eso y en que quedaba un mes antes de que todo estuviera perdido.

Por la noche nos quedábamos despiertos hasta las tantas, charla que te charla, cada uno en nuestra casa, sobre todo ahora, que cada velada parecía estar más cerca de la que podía ser la última.

¿En qué piensas, Lena?

¿De verdad quieres saberlo?

Siempre lo quiero saber.

¿Siempre? Contemplé el mapa arrugado de mi pared. La delgada línea verde unía todos los lugares que conocía por mis lecturas. Ahí figuraban los escenarios de mi futuro imaginario unidos con cinta, indicadores y chinchetas. Habían cambiado muchas cosas en seis meses. Ninguna cinta verde me conducía al futuro, ya no, sólo una chica.

Me costaba oír sus pensamientos. Tenía que esforzarme para escucharla.

Una parte de mí desearía no haberte conocido.

Es una broma, ¿no?

Ella no contestó, al menos no inmediatamente.

Hace que todo sea mucho más complicado. Antes tenía mucho que perder, pero ahora te tengo a ti.

Entiendo lo que quieres decir.

Di un golpe a la pantalla de la lámpara, situada junto a la cama, y me encontré con la vista clavada en la bombilla. Si la miraba directamente, el brillo del filamento me cegaba y me hacía llorar.

Y ahora podría perderte a ti.

Eso no va a suceder, L.

Se mantuvo en silencio mientras espirales y destellos luminosos me cegaban hasta el punto de que era incapaz de ver el tono azul del techo a pesar de tenerlo delante.

¿Lo prometes?

Lo prometo.

No estaba en mi mano cumplir ese compromiso, y ella lo sabía, pero lo hice de todos modos porque iba a encontrar la forma de hacer realidad mi promesa.

Me quemé la mano al intentar quitar la luz.

4 DE FEBRERO
Sandman o alguien parecido

F
altaba una semana para el cumpleaños de Lena.

Siete días.

Ciento sesenta y ocho horas.

Diez mil ochenta segundos.

Llámate a ti misma.

Lena y yo estábamos reventados. Hacíamos novillos para pasarnos los días con el
Libro de las Lunas
. Yo era un hacha falsificando la firma de Amma y la señorita Hester no tenía agallas para pedirle a Lena una nota firmada por Macon Ravenwood.

Era un frío día de cielos despejados. Estábamos acurrucados en el gélido jardín de Greenbrier, protegidos por el viejo saco de dormir mientras intentábamos averiguar por enésima vez cómo podía ayudarnos el libro.

Estaba seguro de que Lena empezaba a rendirse. Había llenado el techo con esos garabatos de rotuladores indelebles Sharpie y las paredes rebosaban palabras imposibles de expresar e ideas que le asustaban demasiado para manifestarlas en voz alta.

fuego oscuro, luz oscura / materia oscura, ¿qué importa? la gran oscuridad absorbe la gran luz mientras ellos devoran mi alma / Caster / una chica sobrenatural / antes / a primera vista / siete días / siete días / siete días 777777777777777.

No podía culparla, pues la cosa pintaba muy mal, pero yo no estaba dispuesto a abandonar. Jamás iba a rendirme. Lena se dejó caer sobre el viejo muro de piedra, tan desmoronado como las escasas oportunidades que nos quedaban.

—Esto es imposible. Hay demasiados hechizos y ni siquiera sabemos cuál buscamos.

Había conjuros para cualquier propósito imaginable:
vincular a los traidores, atraer agua marina, vincular runas
.

Pero no decía nada de nada acerca de hechizos para
liberar a tu familia de la maldición de un Vínculo oscuro
, ni
neutralizar el intento de resucitar a un héroe de guerra por parte de la trastatarabuela Genevieve
o
evitar volverse Oscuro el día de la Llamada
. Ni siquiera el que yo estaba buscando con ahínco:
salvar a tu chica, ahora que al fin te has echado novia, antes de que sea demasiado tarde
.

Volví a echarle un vistazo al índice de contenidos:
Obsecrationes, Incantamina, Nectentes, Maledicentes, Maleficia
.

—No te preocupes. Lo averiguaremos. —Pero albergaba serias dudas incluso mientras lo decía.

Crecía en mi interior la sensación de que mi cuarto estaba encantado conforme el libro permanecía cada vez más tiempo en la balda superior de mi armario. Lo de los sueños nos pasaba a los dos todas las noches, y eran casi siempre pesadillas, la cosa iba de mal en peor. Muchas noches sólo lograba dormir un par de horas, los sueños me asaltaban en cuanto cerraba los párpados y me amodorraba. Estaban ahí, al acecho, pero lo malo era que se trataba de la misma pesadilla repitiéndose en un bucle incesante. Perdía a Lena todas las noches, una y otra vez, y eso me estaba matando.

Mi única táctica alternativa era permanecer despierto, así que me entretenía con videojuegos, me ponía hasta las cejas de coca cola y Red Bull para tener en la sangre azúcar y cafeína en abundancia y leía de todo, desde
El corazón de las tinieblas
hasta mi número favorito de
Estela Plateada
, ése en el cual Galactus devora el universo, pero, como sabe todo el que no pega ojo en varios días, a la tercera o cuarta noche estás tan hecho polvo que te quedas dormido de pie.

Ni siquiera Galactus tenía ninguna posibilidad de triunfar contra la somnolencia.

Llamas.

Había lenguas de fuego por doquier.

Y humo. Me asfixiaba por culpa del humo y la ceniza. Aquello estaba oscuro como boca de lobo y resultaba imposible ver nada. El calor era tan intenso que lo sentía como papel de lija sobre la piel.

Sólo era posible oír el rugido del incendio.

Ni siquiera lograba escuchar los gritos de Lena, salvo en mi mente.

¡Suéltame, debes irte!

Sentía chasquidos en los huesos de la muñeca, como cuerdas de una guitarra que se rompen una tras otra. Lena se soltaba de mi mano como si se preparase para que la dejara caer, cosa que yo jamás hacía.

No voy a hacerlo, L. No pienso dejarte.

¡Hazlo! Sálvate, por favor.

Yo nunca la soltaba.

Sin embargo, sentía cómo sus dedos resbalaban entre los míos, y por mucho que apretara con más fuerza, ella seguía escurriéndose…

Entre toses, me incorporé en la cama como impulsado por un resorte. La ilusión parecía tan real que sentía el sabor del humo, pero en mi habitación no hacía calor, sino frío, la ventana volvía a estar abierta. La luz de la luna hizo posible que el iris se me acostumbrara a la oscuridad antes de lo habitual.

Por el rabillo del ojo atisbé cómo algo se movía entre las sombras.

Había alguien allí.

—¡Joder!

El intruso intentó escabullirse antes de que me diera cuenta, pero no fue lo bastante rápido. Cuando supo que le había visto, hizo lo único que podía hacer: volver su rostro hacia mí.

—Aunque no me considero precisamente un santo, ¿cómo voy a reprocharte ese lenguaje después de una escapatoria tan
indigna?

Macon esbozó esa sonrisa suya a lo Cary Grant y se acercó a los pies de mi cama. Llevaba un largo abrigo negro y unos pantalones de sport oscuros. Parecía haberse ataviado como si fuera de paseo al pueblo a principios del siglo pasado en vez de como un intruso de nuestros días.

—Hola, Ethan.

—¿Qué demonios hace en mi cuarto?

Macon parecía un tanto aturullado, lo cual significaba que no tenía en la punta de la lengua una explicación inmediata y estupenda.

—Es complicado.

—Pues simplifíquelo. Se ha encaramado a mi ventana en plena noche, así que debe de ser un vampiro o un pervertido, o un poco las dos cosas. ¿Cuál de ellas es?

—¡Mortales! Para vosotros todo es blanco o negro. No soy un
Hunter
, ni tampoco un
Harmer
. Me estás confundiendo con mi hermano, Hunting. No me interesa la sangre. —Se estremeció sólo de pensarlo—. Ni la sangre ni la carne. —Encendió un cigarro y jugueteó con él. A Amma le iba a dar un síncope cuando oliera la nicotina a la mañana siguiente—. De hecho, ambas cosas me dan un poco de asco.

Se me estaba acabando la paciencia. No había dormido en varios días y estaba harto de que todo el mundo esquivara mis preguntas. Quería respuestas y las quería ahora.

—Ya estoy harto de acertijos. Respóndame a una cosa: ¿qué hace en mi dormitorio?

Ravenwood se encaminó hacia la vieja silla que había delante del escritorio y se sentó con un movimiento rápido.

—Digamos que sólo estaba… escuchando a escondidas.

Había hecho una bola con una vieja camiseta del equipo de baloncesto y la había dejado en el suelo. La recogí y me la puse antes de levantarme.

—¿Y qué escuchaba exactamente? Aquí no hay nadie. Yo estaba durmiendo.

—No, estabas soñando.

—¿Cómo sabe eso? ¿Es ése uno de sus poderes de
Caster
?

—Me temo que no. No soy un
Caster
, técnicamente no.

Se me hizo un nudo en la garganta. El tío de Lena nunca salía de casa durante el día, era capaz de materializarse de la nada, observaba todo a través de los ojos de un lobo al que hacía pasar por perro y había estado a punto de acabar con un
Caster
Oscuro sin inmutarse. Si no era un
Caster
, sólo quedaba una explicación.

—Así pues, es usted un vampiro.

—Nada de eso. —Parecía perplejo—. Eso es un cliché muy vulgar y poco halagador… No existe nada parecido a los vampiros. Supongo que también crees en hombres lobo y en alienígenas. La culpa de todo esto la tiene la televisión. —Dio una prolongada calada al cigarro—. Lamento decepcionarte. Soy un íncubo. Estoy seguro de que es cuestión de tiempo que Amarie te lo diga, dado ese interés suyo en desvelar todos mis secretos. —¿Un íncubo? Ni siquiera sabía si tenía que estar asustado o no. Esa confusión debió de reflejarse en mi rostro, porque Ravenwood se sintió obligado a añadir una explicación—: Los caballeros como yo disponemos de ciertos…
poderes
gracias a nuestra naturaleza, pero tenemos que
reponerlos
con regularidad.

Pronunció el verbo «reponer» de un modo inquietante.

—¿A qué se refiere con eso de reponer?

—A falta de un término más preciso, nos alimentamos de los mortales para reponer fuerzas. —Empecé a ver girar la habitación, o tal vez era Macon quien daba vueltas—. Siéntate, Ethan, te has puesto pálido.

El tío de Lena se plantó junto a mí de dos zancadas y me condujo hasta la cama para que me sentara.

—Como he dicho, empleo la palabra «alimentar» porque no hay otra más adecuada. Sólo un íncubo de sangre se nutre de la sangre de los mortales y yo soy un íncubo de sangre. Aunque los dos somos
Lilum
, los que moran en la Oscuridad absoluta, yo he
evolucionado
. Tomo algo muy abundante entre los mortales, algo que ni siquiera necesitáis.

—¿El qué?

—Sueños. Fragmentos y retazos de sueños. Ideas, deseos, miedos, recuerdos… Nada que vayáis a echar de menos.

Las palabras salían despacio de sus labios, como los términos de un conjuro, mientras yo me devanaba los sesos en mi intento de comprenderlas, pero tenía la mente embotada.

Y entonces lo entendí todo y sentí cómo todas las piezas del rompecabezas chasqueaban en mi mente mientras encajaban en su sitio.

—Los sueños… ¿Se ha llevado una parte de mis sueños? ¿Los ha absorbido? ¿Por eso no recuerdo ni uno entero?

Sonrió y echó el cigarro en una lata vacía de coca cola olvidada encima del escritorio.

—Me declaro culpable, excepto en lo de absorber. No es la palabra más adecuada.

—Si es usted el que absorbe, bueno, el que roba mis sueños, entonces conoce el resto, quiero decir: usted sabe cómo acaba. Puede decírnoslo y entonces podremos detenerlo.

—Me temo que no. Elijo cada fragmento intencionadamente.

—¿Por qué no desean que nos enteremos de lo que pasa? Si conocemos el resto del sueño, tal vez seamos capaces de impedir que ocurra.

—No es que yo no entienda del todo lo que sucede, eres tú quien sabe demasiado.

—Deje ya de hablar de esa forma tan enigmática. Usted sigue diciendo que puedo proteger a Lena, que tengo poder. ¿Por qué no me cuenta de qué va esto en realidad, señor Ravenwood? Porque estoy harto, me he cansado de dar tumbos.

—No puedo revelar lo que ignoro, hijo. Eres un verdadero misterio.

—¡Yo no soy su hijo!

—¡Melquisedec Ravenwood! —El hombre perdió la compostura cuando la voz de Amma retumbó como el tañido de una campana—. ¿Cómo te atreves a entrar en esta casa sin mi permiso? —Estaba en la puerta, en bata y llevaba una larga hilera de cuentas en la mano. Habría pensado que era un collar de no haber sabido lo que era. Agitó el talismán con ira—. Según nuestro trato, no puedes acceder a esta casa. Búscate otro sitio para tus sucios quehaceres.

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