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Authors: Kami García,Margaret Stohl

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Hermoso Caos (36 page)

BOOK: Hermoso Caos
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—«De sangre, cenizas y dolor. Para los Demonios atrapados en el interior…».

—¡Alto! —grité. Abraham ni siquiera me miró.

Sarafine retorció levemente su puño, y sentí que mi pecho se tensaba.

—Estás presenciando la historia, Ethan, tanto para Caster como para Mortales. Sé un poco más respetuoso.

Abraham aún estaba leyendo.

—«Llamo a su Creador».

En el momento en que Abraham pronunció la última palabra, la señora English jadeó y su cuerpo se arqueó violentamente. Sus ojos se pusieron blancos y se desplomó en el suelo como un guiñapo. Su cuello descansaba contra el pecho en una postura extraña, y en lo único que pude pensar fue en lo exánime que parecía.

Como si estuviera muerta.

Abraham empezó a leer de nuevo. Entonces sentí como si estuviera bajo el agua. Todo era lento y amortiguado. ¿Cuántas personas más morirían por su causa?

—«… para vengarlos. ¡Y servirlos!». —La voz de Abraham resonó a través de la pequeña habitación, y las paredes comenzaron a temblar. Cerró el libro de golpe y se acercó hasta el cuerpo de la señora English.

La planta con aspecto de telaraña se cayó de la televisión, y el tiesto estalló contra la piedra de la chimenea. Las pequeñas figuritas se balancearon hacia delante y hacia atrás, las piezas de la vida de la señora English a punto de romperse.

—¡Ella viene! —anunció Sarafine a Abraham, y comprendí que ambos estaban mirando el cuerpo de la señora English. Intenté levantarme, pero el peso aún aplastaba mi pecho. Lo que quiera que fuera a suceder no podía detenerlo.

Ya era demasiado tarde.

El cuello de la señora English fue lo primero en alzarse, su cuerpo le siguió lentamente, levantándose del suelo como si un hilo invisible tirara de él. Era horrible la forma en que su exánime cuerpo se movía como una marioneta. Cuando su cuerpo se irguió, sus párpados se abrieron de golpe.

Pero sus ojos habían desaparecido. Y en su lugar sólo había unas oscuras sombras.

Los temblores cesaron y la habitación se quedó inmóvil.

—¿Quién me llama? —La señora English estaba hablando, pero la voz no era la suya. Era inhumana. No había modulación en el tono, ni inflexión, era hechizante y siniestra.

Abraham sonrió. Estaba orgulloso de lo que había hecho.

—Soy yo. El Orden se ha roto, y te llamo para que traigas a los sin alma, a aquellos que vagan por el abismo del Inframundo, para que se unan aquí con nosotros.

Los ojos vacíos de la señora English miraron más allá, pero la voz contestó.

—No se puede hacer.

Sarafine, horrorizada, miró a Abraham.

—¿Qué pasa si ella…?

Él la silenció con una mirada, y se volvió hacia la criatura que habitaba en el caparazón de la señora English.

—No me he expresado con claridad. Tenemos cuerpos para ellos. Trae a los sin alma y ofréceles los cuerpos de los Caster de Luz. Éste será el Nuevo Orden. Tú lo Vincularás.

Se escuchó un estruendo dentro del cuerpo de la señora English, como si la criatura se estuviera riendo de forma enfermiza.

—Yo soy la Lilum. Tiempo. Verdad. Destino. El Rio Sin Fin. La Rueda de la Fortuna. Tú no me mandas.

Lilum. Lilian English. Era una especie de broma cósmica de mal gusto. Salvo por un detalle: que no era una broma; un detalle que no dejaba de repetirse en mi cabeza.

La Rueda de la Fortuna nos aplasta a todos.

Abraham parecía angustiado y Sarafine anonadada. Ambos habían creído que podrían controlar a esa Lilum, o lo que quiera que fuese.

Abraham apretó con fuerza el
Libro de las Lunas
y cambió de táctica.

—Entonces apelo a ti como Reina Demonio. Ayúdanos a forjar el Nuevo Orden. Uno en el que la Luz sea finalmente eclipsada para siempre por la Oscuridad.

Me estremecí. Todo comenzaba a encajar. La Canción de Presagio tenía razón. Incluso aunque nunca hubiera oído hablar de esa Lilum lo que fuese, la canción me había advertido sobre la Reina Demonio y la Rueda de la Fortuna más de una vez.

Intenté no dejarme llevar por el pánico.

La Lilum respondió, su voz inquietantemente plana.

—La Luz y la Oscuridad no tienen sentido para mí. Sólo hay un poder, nacido del Fuego Oscuro, donde se crea todo poder.

¿De qué estaba hablando? Ella era la Reina Demonio. ¿Eso no la hacía Oscura?

—No. —La voz de Sarafine era poco más que un susurro—. No es posible. La Reina Demonio es auténtica Oscuridad.

—Mi verdad es el Fuego Oscuro, el origen del poder de Luz y Oscuridad.

Sarafine parecía confusa, algo que nunca había visto en ella durante mis visiones.

Así fue como me di cuenta de que ni ella ni Abraham comprendían en absoluto a la Lilum. Yo no podía presumir que lo hacía, pero sabía que no era Oscura de la forma que ellos creían. Era algo especial. Tal vez la Lilum fuera gris, una nueva sombra en el espectro. O tal vez fuera lo contrario, y no poseyera ni la Oscuridad ni la Luz y fuera una ausencia de ambos.

En cualquier caso no era uno de ellos.

—Pero puedes forjar un Nuevo Orden —dijo Sarafine.

La cabeza de la señora English se giró hacia el sonido de la voz de Sarafine.

—Puedo. Pero habrá que pagar un precio.

—¿Cuál es el precio? —pregunté sin pensar.

La cabeza se giró hacia mí.

—Un Crisol.

La Reina Demonio, la Rueda de la Fortuna o, quienquiera que fuera, no se refería a mis deberes de inglés.

—No lo entiendo.

—¡Cállate, chico! —espetó Abraham.

Pero la Lilum aún mantenía su mirada vacía en mi dirección.

—Este Mortal tiene las palabras que quiero. —La Lilum hizo una pausa. Estaba hablando de la señora English—. Crisol. Un caldero para fundir metales. Una alegoría Mortal. —¿Estaría buscando las palabras adecuadas en la mente de la señora English?—. Una dura prueba. —Se detuvo—. Sí. Una prueba. En la Decimoctava Luna.

—¿Cuál es esa prueba?

—En la Decimoctava Luna —repitió—. Para Uno que restablecerá de nuevo el Orden.

Era el mensaje de mi Canción de Presagio, al menos en gran parte.

El Uno Que Son Dos.

—¿Quién? —inquirió Abraham—. ¡Dímelo ya! ¿Quién restablecerá el Orden?

El cuello de la señora English se retorció de forma extraña hacia Abraham, las oscuras y sombreadas cuencas de los ojos mirándole. Un sonido atronador desgarró la casa.

—Tú no me mandas.

Antes de que pudiera responder, una luz cegadora irradió desde las oscuras cuencas donde debían estar los ojos de la señora English directamente hacia Abraham y Sarafine. Abraham ni siquiera tuvo tiempo para desmaterializarse. La luz les golpeó y estalló a su alrededor, llenando la habitación. La garra invisible de Sarafine desapareció y me llevé el brazo a los ojos para protegerme de la luz. Pero aun así podía sentirla, como si estuviera mirando al sol.

En pocos segundos, el insoportable resplandor se debilitó y pude apartar el brazo de mi cara. Miré hacia el lugar donde habían estado Sarafine y Abraham de pie. Unas manchas negras nublaban mi visión.

Abraham y Sarafine habían desaparecido.

—¿Están muertos? —Me descubrí deseándolo. Tal vez Abraham había utilizado el
Libro de las Lunas
demasiadas veces. El Libro siempre se llevaba algo a cambio.

—Muertos. —La Lilum hizo una pausa—. No. No ha llegado su momento de ser juzgados.

No estaba de acuerdo, pero no pensaba discutirlo con una criatura tan poderosa como para hacer desaparecer a Abraham y Sarafine.

—¿Qué les ha pasado?

—He querido apartarlos. No deseo escuchar sus voces. —No contestó exactamente a mi pregunta.

Pero aún tenía otra, y tenía que reunir el valor para hacerla.

—Respecto a aquel que debe enfrentarse a la prueba en la Decimoctava Luna, ¿se refiere al Uno Que Son Dos?

Las oscuras cuencas de sus ojos se volvieron hacia mí, y la voz comenzó a hablar.

—El Uno Que Son Dos, a Quien el Equilibrio se paga. El Fuego Oscuro, del que emana todo poder, creará un nuevo Orden.

—¿Entonces puede restablecerse? ¿El Orden, quiero decir?

—Si el Equilibrio se paga, habrá un Nuevo Orden. —Su voz era completamente plana, como si lo que yo esperaba no tuviera ninguna importancia.

—¿Qué quiere decir con el Equilibrio?

—Equilibrio. Retribución. Sacrificio.

Sacrificio.

Por el Uno Que Son Dos.

—Lena no —susurré. No podía perderla de nuevo—. Ella no puede ser el sacrificio. No pretendía romper el Orden.

—Oscuridad y Luz a la vez. El Equilibrio Perfecto. La Verdadera Magia. —La Lilum estaba tranquila. ¿Estaría pensando, buscando las palabras en la mente de la señora English, o simplemente cansada de oír mi voz?—. Ella no es el Crisol. La criatura de la Oscuridad y Luz Vinculará el Nuevo Orden.

No era Lena.

Respiré hondo.

—Un momento. ¿Entonces quién es?

—Hay otro.

Tal vez no entendía lo que le preguntaba.

—¿Quién?

—Tú encontrarás al Uno Que Son Dos. —Las vacías sombras negras me miraron desde el rostro de la señora English.

—¿Por qué yo?

—Porque eres el Wayward. Aquel que marca el camino entre nuestros mundos. El mundo de Demonios y el mundo Mortal.

—Quizá no quiera ser el Wayward —dije sin pensar, pero era cierto. No sabía cómo encontrar a esa persona. Y no me gustaba que el destino del mundo Mortal y Caster descansara en mí.

Las paredes volvieron a temblar, las figuritas de cerámica chocaron unas con otras. Observé cómo la pequeña luna se movía peligrosamente hasta el borde de la repisa.

—Lo entiendo. No podemos elegir lo que somos en el Orden. Yo soy la Reina Demonio. —¿Estaba diciendo que tampoco le gustaba ser quien era?—. El Orden de las Cosas existe por encima de todo. El Río fluye. La Rueda gira. Este momento cambia el siguiente. Tú lo has cambiado todo. —Las paredes dejaron de temblar, y la luna se detuvo justo antes de caer.

—Este es el camino. No hay otro.

Eso lo entendí.

Fue la última cosa que la Lilum dijo antes de que el cuerpo poseído de la señora English se desplomara sobre el suelo.

1 DE NOVIEMBRE
El Lado del Ojo Malo

V
iéndola sin gafas, con su ojo de cristal cerrado y el cabello suelto de su siempre tirante moño, Lilian English casi parecía una persona.

Una buena persona.

Llamé al 911. Luego me senté en el raído sillón de flores, mirando el cuerpo de la señora English, y esperé a la ambulancia. Me pregunté si estaría muerta. Otra baja más en esta guerra que no estaba seguro de si podríamos ganar.

Otra cosa que era culpa mía.

La ambulancia llegó poco después. Cuando Woody Porter y Bud Sweet le encontraron el pulso, por fin pude respirar. Me quedé mirando mientras cargaban la camilla en la parte trasera del
autobús,
tomo lo llamaba Woody.

—¿Hay alguien a quien puedas avisar? —preguntó Bud mientras torraba las portezuelas de la ambulancia.

Había una persona.

—Sí. Ya me ocupo yo. —Volví a entrar en la diminuta casa de la señora English y atravesé el vestíbulo empapelado con dibujos de colibríes en dirección a la cocina. No quería llamar a mi padre, pero al menos le debía eso a la señora English, después de todo por lo que había pasado. Levanté el auricular color rosa pastel y miré fijamente las filas de números.

Mi mano empezó temblar.

No podía recordar el número de teléfono de casa.

Tal vez estaba conmocionado. O eso es lo que no paraba de decirme, pero sabía que había algo más. Algo me estaba sucediendo. Lo que no sabía era el qué.

Cerré los ojos, deseando que mis dedos encontraran los números correctos. Distintas combinaciones de números desfilaron por mi mente. El número de Lena y el de Link, el de la Biblioteca del Condado de Gatlin. Sólo había un número que no podía recordar. El mío.

Lilian English faltó a una clase por primera vez en aproximadamente ciento cincuenta años. Su diagnóstico fue agotamiento severo. Supongo que tenía sentido. Abraham y Sarafine podían provocar eso en cualquiera, incluso sin la ayuda de la Reina Demonio.

Y eso, a su vez, fue el motivo por el que Lena y yo decidimos quedarnos solos en el aula unos pocos días después. La clase había terminado y el director Harper había recogido la pila de papeles que nunca calificaría, pero aún seguíamos sentados en nuestros sitios.

Creo que ambos queríamos quedarnos un poco más en ese lugar en el que la señora English nunca había sido una marioneta, sino más bien una Reina Demonio en toda regla. La verdadera señora English era la mano de la justicia, aunque no fuera la Rueda de la Fortuna. Nunca había permitido que en su clase ocurriera algo anormal. Entro eso y todo el asunto de
El crisol,
podía entender porque la Lilum se había metido en el cuerpo de la señora English.

—Debería haberlo imaginado. Llevaba todo el año comportándose de forma extraña —suspiré—. Sabía que su ojo de cristal estaba en el lado equivocado más de una vez.

—¿Crees que la Lilum ha estado dando nuestra clase de inglés? Dijiste que hablaba muy raro. Lo hubiéramos notado. —Lena tenía razón.

—La Lilum debía llevar algún tiempo dentro de la señora English porque Abraham y Sarafine aparecieron en su casa. Y, créeme, sabían lo que buscaban.

Estábamos sentados en silencio en los lados opuestos de la habitación. Hoy yo estaba en el Lado del Ojo Malo. Era esa clase de día. Había repasado con Lena cada detalle de la otra noche al menos tres veces, excepto la parte en la que no podía recordar mi número de teléfono. No quería preocuparla por eso también. Pero a ella aún le costaba desentrañar todo el entuerto. No podía culparla. Yo había estado allí y tampoco lo entendía mucho mejor.

Finalmente Lena dijo algo desde el Lado del Ojo Bueno.

—¿Por qué crees que tenemos que encontrar a ese Uno Que Son Dos? —Estaba más preocupada que yo, tal vez porque acababa de enterarse de todo. O tal vez porque involucraba a su madre.

—¿Hay algo que no hayas entendido de lo que te he contado del Crisol? —Le había contado todo lo que pude recordar.

—No. Lo que quiero decir es, ¿qué puede hacer ese Uno que nosotros no podamos? Para forjar el Orden Nuevo, o lo que sea. —Dejó su sitio y se sentó en el borde de la mesa de la señora English, con las piernas colgando. El Nuevo Orden. No me extraña que estuviera pensando en él. Lena sabía que la Lilum diría que ella era la que tenía que Vincularlo.

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