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Authors: Kami García,Margaret Stohl

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Hermoso Caos (40 page)

BOOK: Hermoso Caos
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La cogió, abrió el papel de plata y cortó un trozo.

—Deliciosa. ¿Así que no hay nada nuevo que deba saber? —Cortó otro trozo. La tarta de Amma era una buena distracción.

—¿Qué sabes sobre la Rueda de la Fortuna?

Pareció sorprendida.

—Es curioso que lo preguntes. —Y de ese modo, el tema de la vida personal de Liv se cerró, y regresamos a su tema favorito.

—¿Por qué?

—He estado pensando en ella desde que encontramos la
Temporis Porta.
—Liv sacó su cuaderno rojo y lo abrió por una página hacia la mitad. Había un dibujo de tres círculos perfectamente formados, cada uno dividido en radios colocados de diferentes formas—. Esto es todo lo que pude recordar de la puerta.

—Parece correcto. ¿No dijiste que había algún tipo de código?

Asintió.

—No estoy segura, ya que abriste la puerta sin usarlos. Pero he estado buscando el símbolo en la biblioteca de Macon.

—¿Y?

Señaló el dibujo.

—El círculo repetido. Creo que tiene que ver con lo que llamas la Rueda de la Fortuna.

—¿Y la
Temporis Porta?

—Eso creo. Pero hay algo que no logro entender.

—¿Qué es? —Que Liv no entendiera algo era mala señal.

—La puerta se abrió sola. Ni siquiera tuviste que tocar uno de sus círculos. No lo habría creído de no haberlo visto con mis propios ojos.

Recordé la áspera sensación de la puerta de madera de serbal bajo mi frente.

—Y yo no pude pasar por ella.

—Pero dijiste que no entendías por qué. —No estaba seguro a donde quería ir a parar.

—Lo que quiera que sea la Rueda de la Fortuna, creo que tiene algo que ver contigo, y no conmigo.

Dejé que lo creyera, pero sabía la verdad. Aún podía escuchar la voz de Amma resonando en mi cabeza.

La Rueda de la Fortuna nos aplasta a todos.

6 DE DICIEMBRE
Alma fracturada

—¡E
than!

Lena estaba gritando y no podía encontrarla. Intenté correr, pero me caía constantemente porque el suelo se movía bajo mis pies. El asfalto de Main Street temblaba con tanta fuerza que la tierra y las piedras salían volando hasta mis ojos. La carretera se retorció y sentí como si estuviera al borde de dos placas tectónicas que emergieran.

Permanecí inmóvil, con un pie en cada una de ellas, mientras el mundo se sacudía y la abertura entre las placas seguía creciendo. La grieta era tan grande que sabía que iba a caer. Y cada vez se hacía mayor.

Sólo era cuestión de tiempo.

—¡Ethan! —Escuché la voz de Lena, pero no pude verla.

Miré hacia el fondo de la grieta y la vi a lo lejos, muy por debajo de mí.

Y entonces empecé a caer…

Me golpeé contra el suelo de mi cuarto con más fuerza que de costumbre.

¡Lena!

Escuché su voz, todavía atontado y medio dormido.

Estoy aquí. Era sólo un sueño.

Rodé poniéndome boca arriba, tratando de recuperar el aliento. Tiré de la sábana y la lancé al otro lado de la habitación.

Todo va bien.

Sabía que no sonaba muy convincente.

Ahora en serio, Ethan.
¿Está bien tu cabeza?

Asentí, aunque ella no podía verme.

Mi cabeza está bien. Lo que me preocupan son las placas tectónicas de la Tierra.
Durante un instante se quedó callada.

Y estás preocupado por mí.

Sí, L. Y tú.

Sabía, por cómo me había despertado gritando su nombre, que había sufrido otro violento y aterrador final en otro de mis sueños, aunque no los hubiéramos compartido desde la Decimoséptima Luna. Y los sueños estaban empeorando, no mejorando.

Es
por todo lo que tuvimos que afrontar el verano pasado, Ethan. Yo también sigo reviviéndolo.

Lo que no le dije es que a mí me sucedía cada noche, o que esta vez no era ella la que estaba en peligro. No creo que quisiera saber hasta qué punto lo estaba reviviendo. No quería que pensara que estaba afectando a mi vida.

Sin embargo, sí había otra cosa que afectaba a mi vida, o al menos a mí. La respuesta a la pregunta que Amma no me quiso dar y que yo no lograba descifrar. Pero estaba seguro de que alguien más lo sabía, y finalmente había reunido el valor suficiente para ir a verle.

La única duda que me quedaba era si conseguiría que él me contestara.

Estaba oscuro como boca de lobo cuando cerré la puerta principal detrás de mí. Cuando me di la vuelta, encontré a
Lucille
sentada en el porche, observándome.

—¿No tuviste suficiente con los Túneles la última vez? —
Lucille
ladeó la cabeza, su respuesta de siempre—. Vámonos.

Escuché un desgarro, aunque más bien sonó como el ruido de algo rasgándose torpemente.

Me di la vuelta. No estaba preparado para otra visita de Abraham. Pero esta vez no era él. Nada más lejos.

Link estaba tendido de espaldas, atrapado en los arbustos.

—Tío, esto de Viajar necesita mucha práctica. —Saltó de allí y se sacudió—. ¿A dónde vamos?

—¿Cómo sabías que iba a alguna parte? ¿Has estado husmeando en mi cabeza? —Si lo había hecho, estaba muerto.

—Ya te lo dije, no quiero enredar en ese Templo Maldito. —Se sacudió su camiseta de Iron Maiden—. No duermo, ¿no te acuerdas? Estaba dando una vuelta por ahí y escuché que te escabullías por las escaleras. Es uno de mis superpoderes. Así que, ¿a dónde vamos?

No estaba seguro de si debía decírselo. Pero la verdad es que no me apetecía ir solo.

—A Nueva Orleans.

—No conoces a nadie en… —Link sacudió la cabeza—. Colega, ¿por qué siempre tiene que haber tumbas y criptas contigo? ¿No podemos ir a alguna parte que no esté llena de cuerpos muertos?

Otra pregunta para la que no tenía respuesta.

La tumba de la reina del vudú Marie Laveau seguía igual. Miré fijamente a la equis tallada en la puerta, y me pregunté si deberíamos poner nuestra propia marca —en caso de que nunca saliéramos allí—. Pero no hubo tiempo para ello, porque Link tuvo la puerta abierta en cuestión de segundos y nos internamos.

Las agrietadas y podridas escaleras aún seguían ahí, descendiendo hacia la oscuridad. Y también el humo y el olor a podrido, que se quedaba pegado a tu piel por mucho que te ducharas.

Link tosió.

—Regaliz y gasolina. Es asqueroso.

—Chist. Cállate.

Llegamos a la base de los escalones, y pude ver la tienda, o como fuera que se llamara ese asqueroso lugar. Una pálida luz llegaba del interior, iluminando los tarros y botellas. Mi piel se erizó ante la visión de los reptiles y de los pequeños ratones que trataban frenéticamente de escapar.

Lucille
se escondió detrás de mi pierna como si tuviera miedo de acabar en uno de esos tarros.

—¿Cómo sabremos si está en casa? —susurró Link.

Antes de que pudiera contestar, una voz se elevó a nuestra espalda.

—Siempre estoy en casa, de una forma u otra.

Reconocí la voz grave del bokor y su fuerte acento. De cerca aún parecía más peligroso. Su piel era tersa, pero su cara estaba surcada de cicatrices. Parecían arañazos o antiguos pinchazos, como si hubiera sido atacado por una criatura que no estuviera en uno de esos tarros. Sus largas trenzas estaban desgreñadas y pude ver pequeños objetos atados en ellas. Símbolos metálicos y amuletos, trozos de hueso y cuentas, entrelazados tan fuertemente que se habían convertido en parte de su pelo. Sostenía su báculo de piel de serpiente.

—Sentimos… sentimos presentarnos así —balbuceé.

—¿Valía la pena correr el riesgo? —Su mano se cerró sobre el báculo—. Entrar ilegalmente es una violación de la ley. De la vuestra y la mía.

—No hemos venido aquí por el gusto de correr un riesgo. —Mi voz aún temblaba—. Hemos venido a buscarle. Tengo algunas preguntas, y creo que es la única persona que puede darme respuestas.

Los ojos del bokor se estrecharon y se acarició las barbas de chivo, intrigado. O quizás meditando qué hacer con nuestros cuerpos cuando nos hubiera matado.

—¿Qué le hace creer que tengo las respuestas?

—Amma. Es decir, Amarie Treadeau. Estuvo aquí. Y necesito saber por qué. —Ahora había captado su atención—. Creo que era por mí.

Me estudió cuidadosamente.

—Así que tú eres ése. Qué interesante que acudas aquí en vez de a tu Vidente.

—Ella no quiere decirme nada.

Percibí algo en su expresión que no fui capaz de descifrar.

—Por aquí.

Le seguimos hasta la habitación con el humo y las velas y el persistente residuo de muerte. Link estaba a mi lado, susurrando.

—¿Estás seguro de que es una buena idea?

—Tengo a un Íncubo conmigo, ¿no es así? —Era un mal chiste, pero estaba tan asustado que apenas podía pensar.

—Sólo un cuarto de Íncubo. —Link respiró hondo—. Espero que sea suficiente.

El bokor se quedó detrás de la mesa de madera mientras Link y yo le mirábamos desde el otro lado.

—¿Qué sabéis de mi asunto con la Vidente?

—Sé que acudió aquí por un vaticinio que no le gustó. —No quería revelar todo lo que sabía. Temía que se diera cuenta de que ésta no era nuestra primera visita—. Quiero saber lo que dijeron las cartas y por qué necesitaba su ayuda.

Me observó atentamente, como si pudiera ver a través de mí. Así era como la tía Del miraba una habitación cuando escrutaba a través de sus capas.

—Eso son dos preguntas, y sólo una importa.

—¿Cuál?

Sus ojos centellearon en la oscuridad.

—Tu Vidente necesita mi ayuda para hacer algo que ella no puede. Para unir el
ti-bon-ange,
remendar las costuras que ella misma ha desgarrado.

No tenía idea de lo que me estaba hablando. ¿Qué costuras había desgarrado Amma?

Link tampoco entendía mucho más.

—¿El
t-bone
qué? ¿De qué clase de chuletón estamos hablando?

Los ojos del bokor se cerraron sobre mí.

—¿De verdad no sabes lo que te espera? Ahora mismo nos está mirando.

Me quedé sin habla.

Ahora mismo nos está mirando.

—¿Qué… qué es? —Apenas pude articular las palabras—. ¿Cómo puedo quitármelo de encima?

El bokor caminó hacia el terrario lleno de sibilantes serpientes y levantó la tapa.

—Eso vuelven a ser dos preguntas. Sólo puedo responder una.

—¿Qué es lo que me está observando? —Mi voz estaba temblando, y también mis manos y cada parte de mi cuerpo.

El bokor cogió una serpiente, su cuerpo anillado en negro, rojo y blanco. La serpiente se enroscó en su brazo, pero el bokor sostuvo su cabeza como si supiera que podía atacar.

—Te lo enseñaré.

Nos condujo al centro de la habitación, cerca del origen del nauseabundo humo, un enorme pilar que semejaba una vela y que parecía estar hecho a mano.
Lucille
se agazapó bajo una mesa cercana, tratando de evitar los humos, o quizás a la serpiente o al chiflado brujo que llevaba lo que parecían cáscaras de huevo hasta un cuenco que estaba a nuestros pies. Aplastó las cáscaras con una mano, poniendo cuidado en sostener la cabeza de la serpiente con la otra.

—El
ti-bon-ange
está hecho para ser uno. Nunca separado. —Cerró los ojos—. Llamaré a Kalfu. Necesitamos la ayuda de un espíritu poderoso.

Link me soltó un codazo.

—No sé si me gusta cómo suena eso.

El bokor cerró los ojos y empezó a hablar. Reconocí trazos del criollo francés de Twyla, mezclado con un idioma que no había oído nunca. Las palabras salían amortiguadas como si el bokor estuviera hablando con alguien tan cercano como para susurrarle.

No estaba seguro de lo que se suponía que debíamos ver, pero no podía ser mucho más raro que ver a la tía Prue fuera de su cuerpo o a la Lilum dentro del de la señora English.

El humo empezó a arremolinarse lentamente, haciéndose más denso. Observé cómo se curvaba
y
empezaba a tomar forma.

El bokor ahora estaba cantando más fuerte.

El humo empezó a cambiar de negro a gris y la serpiente siseó. Algo se estaba formando del humo. Ya lo había visto antes, en el cementerio de Bonaventure, cuando Twyla convocó al Sheer de mi madre.

No podía apartar mis ojos del humo. El cuerpo se fue formando desde abajo hacia arriba, igual que lo había hecho el de mi madre. Los pies y las piernas.

—¿Qué demonios…? —Link trató de retroceder, pero tropezó.

El torso y los brazos.

La cara fue el último elemento en emerger.

Me quedé mirándome a mí mismo.

Un rostro que hubiera reconocido en cualquier parte.

El mío.

Di un salto para alejarme, y caí hacia atrás.

—¡Mierda! —gritó Link, pero su voz parecía muy lejana.

El pánico se apoderó de mí como si dos manos se cerraran sobre mi cuello. La figura empezó a desvanecerse.

Pero antes de hacerlo, el Sheer habló.

—Estoy esperando.

Y luego desapareció.

El bokor dejó de cantar, la apestosa vela se apagó y todo terminó.

—¿Qué era eso? —Estaba mirando al bokor—. ¿Por qué hay un Sheer que es como yo?

Se dirigió otra vez al terrario y dejó la serpiente en su interior junto a las otras.

—No se parece a ti. Es tu
ti-bon-ange.
La otra parte de tu alma.

—¿Cómo dice?

El bokor cogió una cerilla y volvió a encender la vela.

—La mitad de tu alma está con los vivos, y la mitad con los muertos. Tú la has dejado atrás.

—¿Dejado dónde?

—En el Más Allá. Cuando moriste. —Lo dijo casi con hastío.

Cuando morí.

Hablaba de la noche en que Lena y Amma me trajeron de vuelta, en la Decimosexta Luna.

—¿Cómo?

El bokor sacudió su muñeca y la cerilla se apagó.

—Si regresas demasiado rápido, el alma puede fracturarse. Dividirse. Una parte de ella vuelve con los vivos, y la otra mitad se queda con los muertos. Atrapada entre este mundo y el Otro, unida a la parte que falta hasta que vuelvan a estar juntas.

Dividida.

No debía estar explicándose bien. Eso significaba que sólo tenía media alma. Ni siquiera parecía posible. ¿Cómo podía alguien tener media alma? ¿Qué había sucedido con el resto? ¿Dónde había…?

Unida a la otra mitad.

Reconocí qué era lo que había estado siguiéndome todo este tiempo, agazapándose en las sombras.

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