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Authors: Aquiles Nazoa

Tags: #teatro, #humor, #poesía

Humor y amor (7 page)

BOOK: Humor y amor
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que —condición bien rara en los de banca—

le ha salido más manso que un cordero,

y la opinión que tiene de allí arranca.

Pero, con el perdón de la escritora,

mi opinión es que es todo lo contrario:

no hay para una mujer más calvario

que un marido en la casa a toda hora.

Yo lo saco por mí, que como escribo

y no tengo otro sitio en dónde hacerlo,

me la paso en mi hogar por tal motivo

y en mi propia señora puedo verlo.

Ella, naturalmente, se lo calla,

pero, ¿podrá una esposa ser feliz

al lado de un señor que se amuralla

todo el día a exprimirse la cerviz

y que el derecho a hablar no le concede

porque cuando él se inspira nadie puede

ni siquiera sonarse la nariz?

Y ese soy yo que, haciendo sólo eso,

ya doy lata en exceso

¡conque como serán de fastidiosos

los que "toeros" llaman o "curiosos"

porque ejercen, a más del propio oficio,

muchos otros por vicio!...

Hay que ver lo que sufre la costilla

de un "curioso" cuando éste, por desgracia

de transformar se antoja, verbigracia,

una andadera vieja en una silla

o en una jaula una parrilla!

Cuando no la anodada

pidiéndole corotos

que no van a servirle para nada

y que están en los sitios más remotos,

por eso no saldrá mejor librada,

pues entonces la pone, en una orilla,

a que " le tenga" mientras él martilla...

Total: le ensucia el piso, le hace bulla,

de su quehacer doméstico la arranca

y de ñapa, si un dedo se malluga,

le forma la gran "tranca".

¿Se sentirá feliz una señora

con semejante guama a toda hora?

Lo que la autora inglesa, pues, revela

no va con Venezuela:

Aquí para que el hombre preferido

sea él que está en su hogar siempre metido

sólo falta un detalle:

que las mujeres vivan en la calle.

LA CALVICIE Y LOS SOMBREROS

Un reputado especialista inglés,

según contaba la Associated Press

el otro día

acaba de escribir algo que es

lo último en cuestión de alopecía:

un estudio realmente macanudo

con relación al cuero cabelludo.

"El calvo ante la ciencia"

se titula el estudio en referencia,

y en él dice el calvólogo eminente

que desgraciadamente,

es hoy día un problema la calvicie,

del que sólo se ve la superficie

Dicho lo cual, de lleno se introduce

en la investigación de si el sombrero

nos preserva de un mal tan traicionero

o si, por el contrario, lo produce.

Y examinando el punto,

concluye que el sombrero, en la calvicie,

no es un factor que dañe o beneficie:

el sombrero es neutral en este asunto.

Y yo, que no soy ducho en la cuestión,

siempre he sido también de esa opinión:

Si la calvicie fue ocasionada

por el sinsombrerismo,

¿cómo explicarla en tantos que, aquí mismo,

no aflojan el sombrero para nada?

Y, al contrario, hay personas

que, sin usar sombreros ni cachuchas,

han llegado a quedarse tan pelones

como usando esas cosas otras muchas.

Moraleja

Si es fatal que dejemos el pelero

lo dejaremos con o sin sombrero.

LA DISCUSIÓN DEL CONCILIO

Los prelados que asisten al Concilio

que en la patria de Horacio y de Virgilio

se celebra actualmente,

en una discusión se han enfrascado

de la que todo el mundo está pendiente

por el curioso giro que ha tomado.

El Cardenal de Chile, Silva Henríquez,

que es el que la polémica plantea,

unas palabras dijo en la asamblea

que han debido sonar como repiques.

Pues ha puesto de bulto

que el culto que hoy practica el pueblo inculto

por la Virgen María,

poco a poco ha dejado de ser culto

y se ha ido volviendo idolatría.

El Cardenal sostiene

que lo que hoy a la Virgen se le tiene

es una adoración desmesurada

y excesiva en vulgares oropeles,

que en vez de agradecida con sus fieles

debe ya tenerla fastidiada,

sobre todo en América Latina

donde es entre los fieles la rutina

"pegarse a la Virgen" para todo:

desde el que de casarse busca modo

hasta el que se le pierde una gallina.

Y lo peor del cuento

—añade el Cardenal en su homilía—

es que este culto ciego por María

va del de Jesucristo en detrimento,

pues mientras a la Virgen le dan todo:

dádivas, rogativas, procesiones,

al pobre Jesucristo —¡que riñones!—

lo suelen arreglar de cualquier modo.

LA MUERTOROLA

Dicen que en Los Teques

estrenado ha sido

de carros mortuorios

un nuevo servicio,

que está dando el palo

como aquí decimos.

Pues para deleite

de grandes y chicos,

son unas carrozas

que por el camino

cuando al muerto lo llevan

van tocando discos.

Asistir a entierros

es siempre un fastidio,

y si es en Los Teques

ya es casi un martirio:

con aquellas calles

que son unos riscos

donde las bajadas

parecen abismos

y en las que subiendo

se cansa hasta el chivo,

nunca en los entierros

falta algún cretino

que pida que sea

llevado el occiso

"por dos o tres cuadras"

en hombros de amigos.

Y entonces, señores,

comienza el suplicio:

—¡los carros vacíos!—

y atrás los zoquetes

haciendo alpinismo,

pujando si suben,

si bajan, lo mismo:

los buenos del grupo

llevando al occiso,

y el resto a los lados

cargando barbisios!

Y es lo peor del caso

que a medio camino,

cuando al fin resuelven

usar los vehículos,

los que cogen carro

son siempre los vivos

y en tierra se quedan

como veinticinco

esperando el clásico

"¡Pero vente, chico!"...

Por eso en Los Teques

— ¡un pueblo tan pío!—

al mejor entierro

no van más de cinco,

y eso si se trata

de un difunto rico;

que si el muerto es pobre

con viuda y con hijos,

¡lo que es a ese entierro

no va sino él mismo!

Pues bien: estudiados

todos los motivos

de la resistencia

de los mirandinos

a asistir a entierros

y a cargar occisos,

una funeraria

de mucho prestigio

resolvió curarles

el paterrolismo

e inventó el sistema

de entierro con discos.

¡Entierros sonoros!

¡Muerto con sonido!

¿Quién no va a un entierro

con ese atractivo?

¿Ni quién va a cansarse

llevando un occiso

a paso de "subi",

o a paso de Billo,

o si es "Micaela"

quien abre el camino?

Así sí ha quedado

resuelto el conflicto;

el todo es que el muerto

tenga buenos discos.

Pues teniendo un mambo

como el mambo Cinco

o un porro tan bueno

como "El Huerfanito",

¿Quién no va a un entierro

por pegarle al ritmo?.

LA MUJER DEL FUTURO

Un modisto parisino

lanzó el anuncio anteayer

de que el busto femenino

tiende a desaparecer.

Las mujeres del mañana

—dice el modisto agorero —

tendrán la pechera plana

como cualquier caballero.

Y añade que las muchachas

que habrá en el año dos mil

serán muchachas más
machas

que cualquier jefe civil:

Recia voz, cara amarrada,

su "mula" en el pantalón

y un puño al que no hay quijada

que le aguante un pescozón.

Con esas damas sin busto

y empaque tan varonil,

¡qué mundo tan de mal gusto

será el del año dos mil!

Menos mal, caro lector,

que para ese año bendito

ya no queda ni el polvito

de un seguro servidor.

LA NIÑITA MORDELONA

La ciudad colombiana de Pamplona,

según informa el cable, teatro ha sido

de un suceso bastante divertido

por culpa de una niña mordelona.

José Enrique Marval,

comerciante de aquella capital,

venía hace algún tiempo enamorando

a cierta joven de apellido Ocando,

con la que proyectaba, Dios mediante,

casarse el año entrante.

Mientras no era Marval

lo que llaman aquí "novio oficial",

jamás pudo pasar de la ventana

para hablar con su linda colombiana.

Pero pedida ya la señorita

—la costumbre es la misma en todas partes—

le fijaron sus días de visita:

los martes, los domingos y... los martes.

¡No sabía Marval que aquel momento

era el principio de su actual tormento!

Pues en la casa habita

una linda niñita

cuyo fiero carácter no hay quien frene,

y además del carácter, también tiene

la maña de morder desde chiquita.

Con menos de siete años

ya es el terror de propios y de extraños;

mas su especialidad son las visitas:

sin duda le resultan exquisitas.

Visitante que llega

puede dar por seguro

que ella lo velará como un zamuro

y que, al primer descuido, se le pega.

Imaginad la furia de Marval

una noche que, estando de visita,

se le fue por detrás la muchachita

y lo mordió en la zona intercostal.

Marval no dijo nada,

pero al siguiente día

hizo lo que después le costaría

el romántico afecto de su amada

y un tiempo prudencial de policía:

Se habló con un dentista de mercado,

esperaron la próxima visita,

y, después de sacarla a despoblado,

¡dejaron sin un diente a la niñita!

LA PICURIZACIÓN DEL VENEZOLANO

Es una costumbre

muy venezolana

el que a las personas

que nos son simpáticas

les pongamos nombres

que, en vez de encumbrarlas,

al contrario tienden

a animalizarlas.

Viejo, mozo o niño,

caballero o dama,

basta que un sujeto

en gracias nos caiga

para que en seguida

pongámosle un alias :

un curioso nombre

que, según su facha

será el de una fiera

o el de una alimaña

o el de alguna bestia

de leche o de carga.

Y lo mas curioso,

la cosa más rara

es que los que llevan

sobre si esas
chapas

—tal vez porque entienden

que cariño entrañan—

en vez de ofenderse

las encuentran gratas.

Incluso hay algunos

que cuando los llaman

a nadie le atienden

sino es por el alias

¿Ejemplos? Hay muchos:

hay toda una fauna

y el mejor de todos

dentro de Caracas

es Julio Martínez

alias "Carevaca",

el que si de Julio

la gente lo trata

se pone furioso

e incluso se agarra.

(Y esto no es tan sólo

con los de su barra:

que hasta su señora

cuando al bar lo llama,

decirle no puede

sino "Carevaca",

porque de no hacerlo

Julio la regaña.)

Yo de esta costumbre

tan venezolana

de usar entre gentes

zoológicos alias,

mil cosas he dicho

en prosa o rimadas,

todas con su elogio;

en su contra, nada.

¡Ay! Pero sucede

—que broma, caramba—

que la tal costumbre

—tan venezolana—

de ver a las gentes

animalizadas,

en serio esta siendo

por muchos tomada

y de la teoría

pasando a la practica.

Es raro el domingo

en que por su causa

no ocurre en los montes

alguna desgracia

Y es siempre lo mismo:

dos tipos que cazan

de los cuales uno

al otro despacha

porque lo confunde

con picure o lapa.

¡Qué muerte tan triste!

¡Qué muerte tan mala!

Que a un hombre correcto,

de bien, de su casa,

lo maten de un tiro

creyéndolo lapa!

Y estos tienen suerte

si se les compara

con los que, ante el otro,

por chigüires pasan.

Yo no sé qué haría

si alguien me matara

creyéndome zorro

o acure, o iguana.

Porque muerto es muerto,

pero así.... ¡Caramba!

Morir de ese modo

es doble desgracia:

primero, ¡que muerte!

y luego ¡que chapa!

Si tanto se ríe

la gente a distancia

cuando aquí se entera

de alguno a quien "cazan",

¡cómo será eso

del muerto en la casa,

entre las personas

que al velorio vayan!...

(Los grupos furtivos,

las risas taimadas,

los "callate, chico

que hay viene fulana",

los tipos que evitan

mirarse las caras

los tercios que tosen

y no escupen nada...)

No, no, ¡La pistola!

Lo que es esa maña

de aplicar en gentes

nombres de alimañas,

puede ser muy criolla,

muy venezolana,

pero por su culpa,

por su sola causa,

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