James Potter y La Maldición del Guardián (66 page)

BOOK: James Potter y La Maldición del Guardián
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—¿Te alimentan bien aquí? —preguntó James.

Nobby chasqueó el pico y erizó sus plumas suntuosamente. James advirtió que las esquinas del suelo de la Lechucería estaban llenas de huesos de roedores.

—Supongo que te sientes muy a gusto aquí, ¿verdad? —dijo James, con una sonrisa. El gran pájaro pareció estar de acuerdo. Agachó la cabeza bajo la mano acariciante de James, acicalándose. Al cabo de un momento, James sacó la carta de su bolsillo. La sujetó con cuidado a la pata de Nobby con un poco de cuerda.

—Esto es realmente importante, Nobby —explicó James—. Llévasela a papá cuanto antes, ¿de acuerdo? Y espera para ver si él envía respuesta. Si lo hace, tráela cuando vuelvas.

Nobby chasqueó el pico otra vez y anduvo arrastrando los pies sobre la percha, obviamente ansiosa por marcharse. En cuanto James liberó su pata, Nobby extendió las alas. Se balanceó un momento, y luego se lanzó hacia arriba, agitándose hacia las enormes ventanas de la Lechucería. Voló en círculo, inquietando a algunas de las demás lechuzas en sus perchas, y luego, con un movimiento rápido de la cola parecida a un timón, se fue.

James se sintió mucho mejor. Volvió sobre sus pasos y bajó la estrecha escalera. Cuando llegó al pasillo de abajo, se detuvo. Los pasillos se habían vaciado casi completamente durante su viaje a la Lechucería, pero ahora alguien estaba de pie en el oscuro corredor, mirando por una de las altas ventanas. James pensó que era particularmente raro ya que la Lechucería no estaba cerca de ninguna de las salas comunes. La figura era una silueta contra la luna llena de la ventana. James sólo podía decir que era una muchacha con el pelo largo. Tuvo la extraña y breve esperanza de que fuera Petra, pero no lo creyó. Continuó su camino a lo largo del pasillo y la muchacha no se movió cuando él se acercó. Casi la había pasado cuando ella habló sin darse la vuelta.

—Un poco tarde para enviar una carta —reflexionó—. Debe ser bastante importante, James.

A James se le heló la sangre. Era Tabitha Corsica.

—¿Y a ti qué te importa? —preguntó, sin detenerse. Quería alejarse de ella, pero sus siguientes palabras le detuvieron.

—No detendrán al Guardián, sabes —dijo ella ociosamente, medio girándose para mirar a James por encima del hombro—. No importa a quién se lo cuentes. Es demasiado tarde para eso.

James se quedó atontado. Su mente corría de tal modo que no supo qué decir. ¿Cómo sabía Tabitha lo del Guardián? Ni Rose, ni Ralph, ni él se lo habían dicho a nadie. Pero mientras se lo preguntaba, comprendió que la respuesta era bastante obvia. Tabitha sabía lo del Guardián porque formaba parte del complot para controlarlo, para liberarlo sobre la tierra. Simplemente no había ninguna otra explicación.

Tabitha se volvió hacia la luna. Se apoyó cómodamente en el alféizar de piedra.

—Crees que sabes lo qué pasa, ¿verdad? Te has convencido de que entiendes todas las implicaciones de la Maldición del Guardián —se rió ligeramente—. Es lo que me gusta de ti, Potter. Ves el mundo en los términos más simples. De algún modo logras omitir los detalles esenciales y el cuadro completo. Nunca ha sido más obvio que ahora.

James empezó a hablar, pero su voz era ronca y asustada. Carraspeó y lo intentó otra vez.

—¿Estás aquí para detenerme?

—¿Detenerte? —contestó Tabitha, todavía sin volverse—. ¿Detener qué? ¿No me has oído? Es demasiado tarde para detener nada. El descenso del Guardián se ha cumplido. Ese día está al alcance de la mano. Solo hay una tarea más que completar, y está muy cerca de concluir. Estoy aquí sólo para regodearme, James. Quería ver tu cara cuando comprendieses que tu mundo está a punto de terminarse.

Finalmente, Tabitha se dio la vuelta completamente. James dio un involuntario paso hacia atrás. Nunca había visto así a Tabitha. Su pelo estaba lacio y su cara parecía muy pálida, casi descarnada. Sus ojos estaban teñidos de rojo, ávidos y hambrientos.

—Sí —suspiró, inclinándose ligeramente hacia adelante—. Esa es la expresión que esperaba. Lo ves ahora, ¿verdad? La Maldición del Guardián está finalmente al alcance de la mano, pero no es una maldición para todos. Acabará con tu mundo, y el deteriorado mundo de los muggles, pero no será una maldición para los que han permanecido puros de corazón. Será una bendición para nosotros. Salazar Slytherin lo sabía en su tiempo, cuando orquestó este día. ¡El descenso del Guardián dará paso a una edad de perfección sangrepura! No más restricciones de leyes de gobiernos débiles, no más vivir a la sombra de los zánganos muggles, ocultándonos como escarabajos bajo una roca. ¡Para nosotros, el Guardián es un presagio de supremacía!

James dio otro paso hacia atrás, desanimado por la ferocidad de aquella loca mirada.

—Tú… tú realmente no puedes creer eso —tartamudeó—. Nadie controla al Guardián. Traerá la muerte a todos y a todo. Incluso su anfitrión humano será asesinado al final.

Tabitha sonrió despacio.

—Qué curioso que creas que nadie puede controlar al Guardián. Y sin embargo sé por qué tienes que aferrarte a esa creencia. Insistes en confiar en Merlinus Ambrosius, cuya presencia en esta época es obra tuya. Te convences de que, al final, no se pondrá de nuestro lado. Eso te ofrece una brizna de esperanza, ¿verdad?

James asintió. No lo había sabido hasta ese momento, pero Tabitha tenía razón. En lo más profundo del corazón de James, confiaba en Merlín. No sabía exactamente por qué, pero lo hacía. A pesar de sus dudas y su temor y a pesar de todas las pruebas en contra, James simplemente no creía que Merlín fuera a utilizar la Piedra Faro para el mal. Creía que Merlín la usaría, en cambio, para combatir al Guardián incluso si era una batalla perdida.

La sonrisa de Tabitha se volvió indulgente.

—Abriga esa esperanza mientras puedas, James —dijo, casi susurrando—. Y cuando el Guardián sea nuestro, cuando Merlín entregue la piedra y nos reúna, espero poder estar allí para ver como la luz de esa esperanza muere en tus ojos. Realmente lo espero.

James finalmente empezó a encolerizarse. Se irguió cuan alto era y dio un paso adelante.

—Mientes —dijo firmemente—. Solo intentas asustarme. Sabes que tus proyectos todavía pueden ser impedidos. No es demasiado tarde, no importa lo que digas. Puedes contarle a quienquiera que te enviara que me has entregado el mensaje, para lo que haya servido. Pero no voy a echarme atrás. Encontraremos la otra mitad de la Piedra Faro

La sonrisa de Tabitha desapareció cuando James dijo esto. Lo miró con algo parecido al franco aturdimiento. Y luego, despacio, la sonrisa emergió de nuevo, amaneciendo en su cara como una salida del sol.

—¿La otra mitad de la Piedra Faro? —dijo con voz divertida—. Aún no lo comprendes, ¿verdad? ¡No me asombra que hayas estado tan lleno de vitalidad y vigor! ¡Mi querido James, ya tenemos la otra mitad de la Piedra! ¡Ha estado en nuestro poder durante años! Usamos nuestras artes para encontrarla. No fue particularmente difícil, sabes. Tu padre simplemente la dejó caer en el Bosque Prohibido. La dejó allí para que alguien la encontrara si tenía una idea de dónde mirar. ¡Yo estaba allí la misma noche en que fue sacada de la tierra! —Tabitha se rió otra vez, suavemente, y James oyó tintinear la locura en su risa. Ella se detuvo, tomando aire, y sacudió la cabeza—. Que terriblemente desafortunado para ti, James. ¡Pero, ah! Para eso la carta a tu padre, ¿verdad? ¡Le preguntas dónde fue a parar la piedra! Ah, realmente siento tanto que hayas perdido el tiempo. Pero ahora ves realmente cuán precaria es tu situación, ¿verdad? La cuestión se reduce solo a la lealtad más bien voluble de Merlinus. ¡Qué deliciosamente excitante debe ser para ti!

La cólera de James no había disminuido ante esta revelación. Si acaso, se había intensificado.

—No te creo, Corsica. Dirías cualquier cosa para impedirme trabajar en tu contra. ¡Esto no funcionará! Incluso si tu gente realmente tiene la mitad de la Piedra Faro, Merlín no las unirá. ¡No le dejaré! Así que di a tus camaradas que recibí su mensaje, y que podéis metéroslo por donde os quepa.

Con esto, James se dio media vuelta y empezó a alejarse. Después de unos pasos, se detuvo y miró hacia atrás.

—Y te diré algo más, y esto es solo para ti, Corsica: Sé que crees tener a mi hermano comiendo de la palma de tu mano, pero si consigues complicarlo en esto de algún modo, vendré a por ti personalmente. No lo dudes.

—¿Albus? —dijo Tabitha, la sonrisa desapareció de su cara—. Creo que es lo bastante mayor como para tomar sus propias decisiones, ¿verdad?

James entrecerró los ojos y asintió despacio.

—Puedes apostarlo.

Cuando James se dio la vuelta otra vez y se alejó, Tabitha le gritó.

—Abriga esa esperanza, James… Abrígala mientras puedas…

James temblaba en el momento de pasar por el agujero del retrato. El encuentro con Tabitha lo había acobardado completamente a pesar de sus valientes palabras. Era todo demasiado apabullante. ¿Era cierto que el padre de James simplemente había dejado caer la Piedra de Resurrección en el Bosque antes de su confrontación con Voldemort? Si Tabitha y sus cohortes secretas realmente tenían ya la mitad de la Piedra Faro, ¿qué esperanza quedaba? James comprendía ahora que, a pesar de todo, confiaba en que Merlín no se pondría del lado del mal. ¿Pero Merlín era de confianza, o James simplemente no podía afrontar la posibilidad de que el famoso hechicero pudiera traicionarlos? Con un estremecimiento, recordó que Judith, la Dama del Lago, también había confiado en Merlín, hasta el momento en que él la había matado. Extrañamente, frente a todo esto, todo lo que James quería hacer era acostarse y dormir.

Subió a su dormitorio, se quitó la ropa, y se tiró en la cama. La luna brillaba a través de la pequeña ventana cruzando el cuarto, aguijoneando sus ojos. James se dio la vuelta, tirándose la almohada sobre la cara. No fue hasta que estuvo casi dormido, cuando todos sus pensamientos a la carrera finalmente se calmaron, que una inquietante pregunta final estalló extrañamente en su cabeza. James se incorporó, mirando fijamente hacia la brillante y plateada luna en la ventana mientras la pregunta se repetía en su mente: ¿cómo sabía Tabitha Corsica que él estaba en la Lechucería?

James miró fijamente a la luna, pero ésta no le ofreció ninguna respuesta. Se dejó caer sobre la almohada. Finalmente, se quedó dormido.

17. El Linaje

La semana siguiente pareció pasar a toda prisa con la inercia de un tren de mercancías. A medida que el final de curso se acercaba amenazador, la biblioteca se llenaba más y más. Los estudiantes mayores se movían a través de una especie de niebla apresurada, estudiando y practicando unos con otros temas que James apenas podía entender. Incluso los Gremlins parecían tensos. Noah, Sabrina, Damien, y Petra estaban sentados en el sofá frente al fuego, rodeados de pergaminos sueltos, libros y envoltorios de caramelos.

—Eh, Damien —dijo—, gracias por lo del otro día en la oficina del director.

—Solo hacía mi trabajo —masculló Damien, con la nariz enterrada en un enorme libro de gráficos de estrellas.

Mientras bajaba a la biblioteca, James repasó los acontecimientos de los días anteriores. Todo se movía tan rápido que se estaba haciendo difícil seguir el rastro. El lunes, James había informado a Scorpius que a él, Ralph y Rose se les había ordenado cerrar el Club de Defensa como castigo por escaparse a Hogsmeade. Scorpius se había mostrado extrañamente imperturbable.

—Una pena que no podáis seguir asistiendo —dijo despreocupadamente, mirando por encima de sus gafas desde el libro que había estado estudiando.

—No creo que lo entiendas —dijo James, sentándose—. El club ha sido desmantelado. Merlín lo ha ordenado.

Scorpius bajó la mirada a su libro de nuevo, pasando una página.

—Lo entiendo tan bien como deseo. Por lo que a mí concierne, a los tres os han prohibido liderar el club. Como co-profesor, no tengo ninguna intención de cerrarlo. Le cambiaremos el nombre si es necesario. Lo llamaremos, oh, el "Ejército de Scorpius".

—Eso no tiene gracia —dijo James, sacudiendo la cabeza.

—¿No? —replicó Scorpius—. Vaya, y yo que estuve levantado toda la noche pensando en ello. Qué imbécil.

James lo pensó durante un momento, y después preguntó quedamente.

—¿De verdad vas a seguir enseñando en el club? ¿Aunque Merlín crea que ha sido cerrado?

—Desde luego no sé qué quieres decir —respondió Scorpius—. Si el director ha determinado que el Club de Defensa debe disolverse, entonces se disolverá. Es pura y simple coincidencia que yo, junto con el Espectro del Silencio y la Dama Gris, vaya a enseñar en un club completamente nuevo que da la coincidencia de que se reúne en el mismo lugar y momento para estudiar los mismos temas. Seguro que el director reconocerá la diferencia.

James sacudió la cabeza, sonriendo torvamente.

—En realidad no caíste muy lejos del árbol Slytherin, ¿no? ¡Eres tan retorcido como un sacacorchos!

—Ser retorcido es simplemente tener capacidad para pensar rodeando los escollos —dijo Scorpius, volviendo a su libro—. Eso me lo enseñó mi padre.

James empezó a levantarse, luego se detuvo y volvió a mirar al chico pálido.

—¿De veras Cedric te hace llamarle el "Espectro del Silencio"?

Scorpius se ajustó las gafas.

—¿Quién soy yo para discutir la elección de nombre de un fantasma?

Al parecer, Scorpius tenía palabra. El martes por la noche James, Rose y Ralph rondaban por los pasillos cerca del gimnasio. Desde luego, cuando pasaron junto a las puertas de cristal esmerilado, pudieron oír los sonidos del club, practicando y ensayando bajo el paciente tutelaje de la Dama Gris.

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