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Authors: China Miéville

Tags: #Fantástico, #Policíaco

La ciudad y la ciudad (15 page)

BOOK: La ciudad y la ciudad
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Una vez ahuyenté a un par de ellos, mientras hurgaban en la basura del patio de mi edificio. Les arrojé algo. Tenían el pelaje extrañamente peinado y más de uno de mis vecinos se había quedado sorprendido, como si hubiera cometido una brecha.

La mayoría de los ulqomanistas, como Nancy se llamaba a sí misma, estaban bilocados como ella, explicó con una culpa perceptible en la voz, mencionando una y otra vez que tenía que ser una rareza histórica que los yacimientos arqueológicos estuvieran situados en zonas totalmente ulqomanas, o con un entramado que se inclinaba considerablemente del lado ulqomano. La Universidad Príncipe de Gales tenía acuerdos recíprocos con varias instituciones académicas ulqomanas. David Bowden pasaba más tiempo del año en Ul Qoma que en Canadá. Ahora estaba en Ul Qoma. Tenía, me dijo ella, pocos alumnos y no mucha carga lectiva. Pero yo seguía sin poder ponerme en contacto con él en el número que me había dado.

Fisgoneé un poco en la red. No fue difícil confirmar casi todo lo que me había dicho Isabelle Nancy. Encontré una página en la que aparecía el título de doctorado de Mahalia (aún no habían quitado su nombre ni subido uno de esos homenajes internautas que no me cabía duda que llegaría). Encontré la lista de publicaciones de Nancy, y la de David Bowden. La de este último incluía el libro que Nancy me había mencionado, de 1975; dos artículos de más o menos la misma época; otro más de una década después; y luego sobre todo artículos periodísticos, de los cuales algunos fueron recogidos en un volumen.

Encontré
fracturedcity.org
, el foro principal para los chiflados de la dopplerurbanología, la obsesión por Ul Qoma y Besźel (el enfoque que había adoptado la página de unir a las dos como un único objeto de estudio suscitaría las iras del pensamiento educado de ambas ciudades, pero a juzgar por los comentarios del foro, a la página accedían también bastantes personas, si bien de forma moderadamente ilegal, de las dos ciudades). A través de una serie de enlaces (exhibidos descaradamente, confiados en la indulgencia o la incompetencia de nuestras autoridades y las autoridades ulqomanas, muchos de ellos eran servidores con direcciones
.uq
y
.zb
) conseguí algunos párrafos copiados de
Entre la ciudad y la ciudad
. Su lectura era tal y como Nancy había sugerido.

El teléfono me sobresaltó. Me di cuenta de que estaba oscuro, ya eran más de las siete.

—Borlú —contesté, reclinándome.

—¿Inspector? Joder, señor, tenemos un problema. Soy Ceczoria.

Agim Ceczoria era uno de los policías que habíamos situado en el hotel para custodiar a los padres de Mahalia. Me froté los ojos y recorrí rápidamente con la vista mi correo por si se me había escapado algún mensaje entrante. Detrás de él se escuchó un ruido, un alboroto.

—Señor, el señor Geary… se ha marchado sin permiso, señor. Ha hecho… una puta brecha.

—¿Qué?

—Salió de la habitación, señor.

Detrás de él se oía la voz de una mujer, y estaba gritando.

—¿Qué coño ha pasado?

—No sé cómo cojones se nos ha escapado, señor, no lo sé. Pero no ha ido muy lejos.

—¿Cómo lo sabes? ¿Cómo lo habéis atrapado?

Volvió a maldecir.

—Nosotros no lo hemos hecho. Ha sido la Brecha. Llamo desde el coche, señor, vamos camino del aeropuerto. La Brecha nos está… escoltando. A alguna parte. Nos han dicho lo que tenemos que hacer. Esa a quien oye es la señora Geary. El señor Geary se tiene que ir. Ya.

Corwi se había marchado y no contestaba al teléfono. Cogí un coche patrulla sin identificación alguna de la flota del aparcamiento, pero lo conduje con las sirenas puestas, de tal forma que pudiera saltarme las normas de tráfico. (Solo se me aplicaban a mí las leyes de Besźel y por lo tanto esas eran las que estaba ignorando con autoridad, pero las normas de tráfico son una de esas áreas comprometidas en las que el Comité de Supervisión garantiza una estrecha similitud entre las leyes de Besźel y las de Ul Qoma. Aunque la cultura de conducción no es idéntica, por el bien de los coches y de los peatones que, desviendo, tienen que tratar con mucho tráfico extranjero, nuestros vehículos y los suyos circulan a velocidades comparables de maneras comparables. Todos aprendemos a evitar con tacto los vehículos de emergencia vecinos, al igual que los nuestros).

No salía ningún vuelo en un par de horas, pero mantendrían aislados a los Geary y de alguna forma desconocida la Brecha los vigilaría hasta que subiesen al avión, para asegurarse de que lo cogían, y a bordo de él mientras despegaba. Nuestra embajada en los Estados Unidos ya debía de estar informada, así como los representantes en Ul Qoma, y junto a sus nombres ya habrían marcado en rojo un «sin visado» en ambos sistemas. Una vez que se marcharan no los dejarían volver a entrar. Recorrí a toda velocidad el aeropuerto de Besźel hasta la comisaría de
policzai
y enseñé mi placa.

—¿Dónde están los Geary?

—En las celdas, señor.

Dependiendo de lo que viera, ya tenía preparado un «Es que no sabéis por lo que acaba de pasar esta gente, hayan hecho lo que hayan hecho acaban de perder a una hija» y todo eso, pero no fue necesario. Les habían dado de beber y de comer y los habían tratado bien. Ceczoria estaba con ellos en la pequeña habitación. Hablaba en susurros a la señora Geary en un inglés rudimentario.

La mujer me miró envuelta en lágrimas. Su marido estaba, pensé durante un segundo, dormido en la litera. Me di cuenta de lo inmóvil que estaba y cambié de opinión.

—Inspector —dijo Ceczoria.

—¿Qué le ha pasado?

—Él… Ha sido la Brecha, señor. Seguramente estará bien, se despertará en un momento. No tengo ni idea de qué coño le han hecho.

La señora Geary dijo:

—Habéis envenenado a mi marido…

—Señora Geary, por favor. —Ceczoria se levantó y se me acercó, bajó el tono de voz aunque ahora hablaba en besź—. No sabíamos nada de esto, señor. Había un poco de jaleo fuera y alguien entró en el vestíbulo donde estábamos nosotros. —La señora Geary estaba llorando y hablando con su marido inconsciente—. Geary consigue marcharse a escondidas. Los de seguridad del hotel van tras él y se fijan en esa silueta, alguien detrás de Geary en el pasillo, y los guardias se detienen y esperan. Yo escucho esta voz: «Ya sabes a qué represento. El señor Geary ha cometido una brecha. Retiradlo». —Ceczoria sacude la cabeza, impotente—. Entonces, y aún no consigo ver nada del todo bien, quienquiera que está hablando desaparece.

—¿Cómo…?

—Inspector, no tengo ni puta idea. Me… me hago responsable, señor. Geary tiene que haber pasado a nuestro lado.

Lo miré fijamente.

—¿Quieres una puta galleta? Claro que es tu responsabilidad. ¿Qué es lo que ha hecho?

—No lo sé. La Brecha desapareció antes de que yo pudiera abrir la boca.

—Y ella… —Señalé con la cabeza a la señora Geary.

—A ella no la deportaron: ella no hizo nada. —Me hablaba en susurros—. Pero cuando le dije que teníamos que llevarnos a su marido, dijo que iría con él. No quiere quedarse sola.

—Inspector Borlú. —La señora Geary intentaba sonar calmada—. Si está hablando de mí tendría que hablar conmigo. ¿No ve lo que le han hecho a mi marido?

—Señora Geary, lo lamento profundamente.

—Debería…

—Señora Geary, yo no he hecho esto. Tampoco Ceczoria. Ni ninguno de los agentes. ¿Entiende?

—¡Ya! Brecha, Brecha, Brecha… —dijo con un soniquete de burla.

—Señora Geary, su marido acaba de hacer algo muy grave. Muy grave. —Estaba en silencio salvo por la respiración agitada—. ¿Me entiende? ¿No lo entendió bien? ¿No nos habíamos expresado lo suficientemente claro sobre el sistema de equilibrio de poderes que existe entre Besźel y Ul Qoma? ¿No entiende que esta deportación no tiene nada que ver con nosotros, que no tenemos ninguna autoridad para hacer algo al respecto, y que él tiene, escúcheme, que él tiene muchísima suerte de que esto sea lo único que le ha pasado? —Ella no dijo nada—. En el coche me dio la sensación de que su marido no tenía del todo claro cómo son aquí las cosas, así que dígame, señora Geary, ¿algo ha ido mal? ¿Su marido no entendió bien nuestro… consejo? ¿Cómo es que mis hombres no le vieron salir? ¿Adónde iba?

Ella estaba tan quieta como si fuera a ponerse a llorar; entonces miró de reojo a su abúlico marido y cambió de postura. Se irguió más recta y le susurró algo al señor Geary que yo no pude oír. La mujer me miró.

—Estuvo en las fuerzas aéreas —dijo—. ¿O es que se cree que tiene delante a un hombre viejo y gordo? —Lo tocó—. Nunca nos preguntó quién podía haber hecho esto, inspector. No sé qué pensar de usted, de verdad que no. Como dijo mi marido: ¿es que cree que no sabemos quién lo hizo? —Agarró con fuerza un trozo de papel, lo dobló y lo desdobló, sin mirarlo, lo cogió de un compartimento lateral de su bolso, lo volvió a meter—. ¿Es que cree que nuestra hija no hablaba con nosotros? Qoma Primero, los Ciudadanos Auténticos, el Bloque Nacional… Mahalia tenía miedo, inspector…

»No sabemos exactamente quién ha hecho qué, y no sabemos por qué, pero ¿quiere saber dónde iba él? Iba a tratar de averiguarlo. Le dije que no funcionaría, no hablaba el idioma, no lo leía, pero tenía direcciones que conseguimos en internet y una guía de conversación y ¿qué?, ¿iba yo a decirle que no fuera? ¿Que no fuera? Me siento muy orgullosa de él. Esa gente llevaba años odiando a Mahalia, desde que llegó aquí.

—¿Las imprimió de internet?

—Y me refiero a aquí, a Besźel. Cuando vino para la conferencia. Después lo mismo con otros, en Ul Qoma. ¿Es que va a decirme que no hay ninguna relación? Ella sabía que había hecho enemigos, nos dijo que había hecho enemigos. Cuando se puso a investigar sobre Orciny hizo enemigos. Cuando investigó más a fondo hizo más enemigos. La odiaban, por lo que estaba haciendo. Por lo que sabía.

—¿Quién la odiaba?

—Todos ellos.

—¿Qué es lo que sabía?

Ella sacudió la cabeza y se encorvó.

—Mi marido iba a investigar —le espetó, recalcando la última palabra.

Se había encaramado a una ventana del baño de la planta baja para esquivar a mis policías de guardia. Solo unos pocos pasos en la calle, lo que podría haber sido solo una infracción de las normas que le habíamos dictado, pero cayó en una zona entramada y luego entró en una zona álter, un patio que existía solo en Ul Qoma; y la Brecha, que debía de estar vigilándolo todo el tiempo, fue a por él. Esperaba que no le hubieran hecho demasiado daño. Si se lo habían hecho, estaba bastante convencido de que en su tierra no habría ningún médico capaz de identificar la causa de su herida. ¿Qué podía decir?

—Siento lo que ha pasado, señora Geary. Su marido no tendría que haber intentado eludir a la Brecha. Yo… Estamos en el mismo bando. —Ella me miró detenidamente.

Al final me susurró:

—Déjenos marchar, entonces. Vamos. Podemos volver a la ciudad. Tenemos dinero. Nosotros… mi marido se está volviendo loco. Necesita investigar. Va a volver. Volveremos a través de Hungría, o vendremos vía Turquía, o Armenia: hay formas en las que podemos regresar, lo sabe… Vamos a averiguar quién ha hecho esto.

—Señora Geary, la Brecha nos está observando ahora. Ahora. —Levanté despacio mis manos abiertas y las llené de aire—. No llegarían ni a caminar diez metros. ¿Qué cree que podemos hacer? No habla besź, o ilitano… Le… Déjeme a mí, señora Geary. Permítame hacer mi trabajo para usted.

El señor Geary estaba aún inconsciente cuando embarcaron. La señora Geary me miraba con reproche y esperanza y yo traté de decirle de nuevo que no había nada que pudiera hacer, que el señor Geary se lo había buscado.

No había muchos más pasajeros. Me preguntaba dónde andaría la Brecha. Nuestra competencia acababa donde se cerraban las puertas del avión. La señora Geary protegía la cabeza de su marido mientras él se balanceaba en la camilla en la que lo habíamos puesto. En la puerta del avión, cuando se llevaron a los Geary a sus asientos, enseñé mi placa a uno de los ayudantes.

—Sed buenos con ellos.

—¿Los deportados?

—Sí. Lo digo en serio.

Enarcó las cejas con recelo pero asintió.

Fui hacia donde estaba sentado el matrimonio. Ella me clavó la mirada. Yo me acuclillé.

—Señora Geary. Por favor, transmítale mis disculpas a su marido. No tendría que haber hecho lo que hizo, pero entiendo el porqué. —Vacilé—. Sabe… si hubiera conocido mejor Besźel puede que hubiera evitado caer en Ul Qoma y la Brecha no le habría detenido. —Ella se limitaba a mirarme fijamente—. Permítame eso. —Me puse en pie, le cogí el bolso y lo coloqué arriba—. Por supuesto que cuando sepamos lo que ocurre, si tenemos alguna pista, cualquier información, se lo haré saber. —Ella seguía sin decir nada. Movía los labios: estaba intentando decidir si rogarme algo o acusarme de algo. Me incliné un poco, de forma anticuada, me di la vuelta y dejé el avión y a los dos en él.

De vuelta en el aeropuerto, saqué el papel que le había cogido del lateral de su bolso y lo miré. El nombre de una organización, los Ciudadanos Auténticos, copiado de internet. Ellos serían los que su hija le había dicho que la odiaban y donde iba el señor Geary con sus propias investigaciones disidentes. Una dirección.

9

Corwi se quejó, con más diligencia que fervor.

—¿De qué va todo esto? —dijo—. ¿Es que no van a invocar a la Brecha a la de ya?

—Sí, pero se lo están tomando con calma. Ya tendrían que haberlo hecho; no sé a qué viene esta espera.

—Entonces, ¿qué coño importa, jefe? ¿Por qué nos damos tanta prisa en hacer esto? Mahalia tendrá a la Brecha a la caza de su asesino. —Yo conducía—. Mierda. Tú no quieres pasarles el caso, ¿es eso?

—Sí que quiero.

—Entonces…

—Solo me gustaría comprobar algo primero, en este tiempo inesperado del que disponemos.

Ella dejó de mirarme fijamente cuando llegamos a la sede de los Ciudadanos Auténticos. Había llamado antes para que alguien me confirmara la dirección: era la misma que estaba escrita en el papel de la señora Geary. Había intentado ponerme en contacto con Shenvoi, mi contacto infiltrado, pero no lo conseguí, así que confié en lo que ya tenía y pude leer rápidamente sobre los CA. Corwi estaba a mi lado y vi que tocaba la culata del arma.

La puerta era blindada, las ventanas estaban tapiadas, pero la casa en sí era o había sido residencial, como el resto de la zona. (Me pregunté si habían intentado cerrar la sede del CA por algo relacionado con impuestos de urbanismo). La calle parecía casi entramada, por sus variaciones de apariencia errática entre viviendas adosadas y viviendas unifamiliares, pero no lo era. Era una zona íntegra de Besźel; la variación de estilos, una rareza arquitectónica, aunque estaba a una sola esquina de una zona muy entramada.

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