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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Historia

La formación de Francia (18 page)

BOOK: La formación de Francia
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La batalla confirmó a los caballeros franceses en la fe puesta en su táctica de caballería y en su juicio de la batalla de Courtrai como una rareza militar. En consecuencia, el hecho mismo de que la batalla de Cassel fuese una victoria aceleró la inminente catástrofe de Francia.

La victoria de Felipe en Flandes, al someter aún más a los hoscos flamencos por el momento, elevó el valor del gobierno de ese territorio. La parte más occidental de Flandes (donde se había librado la batalla de Cassel) fue llamada Artois, y durante muchos años un tal Roberto pretendió ser su conde y se hizo llamar Roberto de Artois, pero no se le debe confundir con el Roberto de Artois que murió en la batalla de Courtrai. El condado estaba ahora en manos de Eudes IV, duque de Borgoña, en virtud de las pretensiones de su esposa, Juana, que era la hija mayor de Felipe V. El argumento de Roberto afirmaba que él, si bien era un pariente más lejano que Juana, era un varón y heredaba por vía masculina, por lo cual debía tener precedencia sobre una mujer. Años antes de la batalla de Cassel, Felipe V había decidido a favor de su yerno, y Roberto, enfurecido, llegó a tomar las armas contra el rey. Pero fue forzado a capitular en 1319.

Luego decidió aprovechar la muerte de los hijos de Felipe sin dejar herederos masculinos y se alió con Carlos de Valois, casándose con una hija de éste. Defendió ardientemente las pretensiones de Felipe de Valois al trono y contribuyó de manera importante a la aceptación de Felipe como rey.

Roberto razonó que ahora era él, no el duque de Borgoña, quien estaba estrechamente emparentado con el rey por matrimonio. Más aún, Felipe VI había obtenido el título poniendo la herencia masculina por encima de la femenina y estaba obligado a aferrarse a este precedente. Sin duda, Roberto ahora sería confirmado en su título. Después de la victoria de Felipe VI en Cassel, cuando Artois quedó completamente pacificado, Roberto planteó la cuestión.

Felipe examinó el problema, pero, independientemente de cuáles hayan sido sus sentimientos personales, Eudes de Borgoña era aún mucho más fuerte que Roberto de Artois, y era más político confirmar al primero en su posesión. Roberto, estupefacto y amargado, decidió que si no podía tener su condado, al menos tendría su venganza y, en 1334, acudió a Inglaterra con este pensamiento.

Eduardo III de Inglaterra fue como un retroceso a Ricardo I Corazón de León. Eduardo era un caballero que soñaba con realizar grandes hazañas. Fue él quien hizo de San Jorge el santo patrono de Inglaterra, porque en la leyenda San Jorge era descrito como un caballero con una armadura completa que mataba a un dragón. Además, se hizo llamar Plantagenet, porque era chozno de Enrique II, el hijo de Godofredo Plantagenet. Era un transparente intento de volver a los grandes días del Imperio Angevino de siglo y medio antes.

Naturalmente, un monarca semejante era propenso a prestar oídos a las insidiosas tentaciones de Roberto de Artois, lleno de odio. Roberto señaló que Felipe VI, al negar a Roberto su condado de Artois, estaba proclamando el derecho de la herencia femenina sobre un varón más distante. En tal caso, ¿no admitía el mismo Felipe que el derecho de Eduardo III por vía femenina (su madre) era superior al del varón más distante, Felipe?

El argumento, en realidad, era malo, pues la asamblea que había elegido a Felipe VI rey de Francia aplicó la regla de la no herencia y la no transmisión por línea femenina a la realeza solamente. No existía el menor indicio de que se quisiera convertir en una regla general para toda propiedad territorial.

No obstante, malo o no, el argumento era atractivo para un rey sediento de gloria, y podía ser usado (y lo fue) con gran éxito para despertar a la opinión pública de Inglaterra y convencer a, los ingleses de que la justicia estaba de su parte en cualquier guerra con Francia.

Desastre marítimo

Inglaterra y Francia empezaron a acercarse cada vez más a la guerra, y ambas redoblaron sus esfuerzos para mantener ocupado al enemigo en otras partes. Francia subvencionó a los escoceses y los alentó a realizar incursiones e invadir la frontera septentrional inglesa, mientras los ingleses trabajaron para mantener viva la resistencia de las ciudades flamencas.

Empezó lo que hoy llamaríamos una «guerra fría» en Flandes. Los franceses arrestaron allí a los comerciantes ingleses, mientras Eduardo III prohibió las exportaciones de lana. Pero no estallaron hostilidades concretas. Una de las razones era que Eduardo no podía hacer mucho, y Francia podía permitirse esperar y dejar a Eduardo que se metiera en líos. En caso de necesidad, los franceses podían atacar Guienne a su gusto y mantener a Inglaterra ocupada allí. En cuanto a la Isla misma, Felipe no tenía interés en ella; los escoceses podían hacer allí su labor por él.

Para Eduardo, esperar equivalía a echarse atrás, pero no sabía qué otra cosa hacer. Eduardo iba a demostrar que era un maestro en el arte de librar batallas (esto es, era un gran táctico). Pero en el arte de la guerra en general, que es mucho más que librar batallas solamente, no era muy hábil; era un pobre «estratega». Por eso, estaba nervioso.

Pero en las ciudades flamencas aumentó la inquietud. La guerra fría perjudicaba a su economía y deseaban hallar una solución. Un rico mercader de Gante, Jacob Van Artevelde, tomó la batuta y empezó a urgir la formación de una liga de ciudades flamencas que presentase un frente unido contra Felipe VI y contra Luis de Nevers, el conde de Flandes. Para que tal unión tuviese éxito, debía contar con el apoyo de Inglaterra, y se enviaron emisarios flamencos para que agregasen sus voces a la de Roberto de Artois e instar a Eduardo a que se proclamase rey de Francia.

Felipe, confiando en la incapacidad para moverse de Eduardo, dio alas al conflicto declarando a Guienne confiscada en beneficio de la corona francesa, en mayo de 1337, y empezó su ocupación. Eduardo se vio obligado a actuar. Debía hacer algo o capitular. En octubre de 1337, Eduardo III se proclamó formalmente legítimo rey de Francia.

Esto es considerado como el comienzo de lo que habitualmente recibe el nombre de «la Guerra de los Cien Años», porque los ingleses trataron de mantener su pretensión por la fuerza de las armas durante aproximadamente ese lapso, aunque en realidad se acerca más a los ciento veinte años. Pero es un nombre inadecuado, porque durante el siglo siguiente no se luchó en forma continua, sino que hubo largos períodos de paz.

Pero el declararse rey de Francia no hizo más fácil para Eduardo decidir cómo llevar adelante la guerra. Probablemente, tenía que invadir Francia y, para tal fin, necesitaba aliados continentales. Para empezar, estaban las ciudades flamencas, ahora más o menos unidas bajo el gobierno fuerte y nada insensato de Van Artevelde, quien era entusiasta proinglés. Eduardo también obtuvo la alianza del emperador alemán, que era por entonces Luis IV.

Resuelto todo esto, Eduardo reunió las escasas fuerzas que pudo reclutar y navegó hacia Amberes, para estar seguro en territorio flamenco. Allí trató de persuadir a los flamencos a que emprendiesen una enérgica acción ofensiva e intentó también inducir al Imperio (dividido y débil, como de costumbre) a que suministrase hombres.

Si bien todos deseaban estimular a Eduardo a combatir, nadie se sentía demasiado ansioso de unirse a él. Todos preferían permanecer a la defensiva. Dos veces Eduardo condujo un ejército a la vista de las armas francesas, pero en ninguna de las dos veces pasó nada. Felipe no necesitaba luchar; sólo tenía que dejar a Eduardo agitarse inútilmente, y todo iría bien para Francia.

Así, por dos años y medio, la guerra consistió en pequeñas acciones en Guienne, donde lentamente los franceses iban ocupando territorio inglés, y otras pequeñas acciones en el norte, donde Eduardo III trataba de ampliar una franja de territorio ocupado por los ingleses sobre la costa del Canal de la Mancha, en el noreste de Francia. Todo lo que Inglaterra ganó con esta guerra lenta fue llegar prácticamente a la bancarrota.

Finalmente, Felipe no pudo resistirse al impulso de apresurar la segura derrota de Inglaterra. Pensó que sólo se necesitaba una única acción; alguna jugada que destruyera la moral inglesa, como sencillamente desembarcar algunos soldados franceses en Inglaterra. Entonces seguramente Eduardo III admitiría la paz en términos dictados por los franceses.

Para llevar a cabo esa jugada, Felipe empezó a reunir barcos y hombres en Sluis, sobre la costa flamenca
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. Eduardo III se dio cuenta fácilmente de lo que Felipe planeaba, y juzgó que la única respuesta segura era atacar esos barcos y tratar de abortar la invasión antes de que empezase.

Por ello, navegó hacia Sluis con una flota de 150 barcos bajo su mando personal, para atacar a los 190 barcos reunidos por los franceses. La batalla se libró el 24 de junio de 1340.

La flota francesa esperó el ataque a la manera medieval de lucha a la defensiva. Mantuvieron sus barcos en el puerto, atados, e hicieron lo posible por convertirlos en una extensión de la tierra firme. Del lado francés luchaban algunos mercenarios conducidos por un corsario genovés, Barbavera, quien urgió a los franceses a levar anclas para poder maniobrar y separarse si era necesario. Los almirantes franceses, llenos de ignorancia caballeresca consideraron la sugerencia como una típica cobardía de gente de bajo nacimiento y permanecieron donde estaban, a la espera de los ingleses.

Los ingleses no se molestaron en llegar hasta allí. Permanecieron a cierta distancia, maniobrando cómodamente de modo de tener el viento y el sol a sus espaldas. Luego, todavía a distancia, descargaron oleadas de flechas sobre los soldados franceses concentrados en masa y a la espera, a bordo de sus barcos inmovilizados, inclusive flechas especiales destinadas a dañar velas y Jarcias. Los barcos ingleses, al maniobrar libremente, pudieron concentrarse en los barcos más afectados y abordar aquellos cuyo abordaje parecía más efectivo. Fue como si hombres con puños libres combatiesen contra hombres atados de pies y manos. La flota francesa fue destruida casi totalmente (sólo Barbavera y algunos de sus barcos lograron escapar, cuando los genoveses cortaron desesperadamente las amarras que los ataban al resto de la flota). Los marineros sufrieron una matanza implacable.

La batalla de Sluis inició un período de supremacía inglesa sobre los franceses en el mar que duraría, con pequeñas excepciones, seis siglos. Su consecuencia inmediata fue poner el Canal de la Mancha firmemente bajo control inglés. Desde entonces, los ingleses siempre pudieron embarcar libremente hombres y armas para Francia; y casi nunca fue posible para los franceses hacer lo inverso.

Pero aunque Sluis fue una gran victoria naval inglesa y aunque el Canal fue un camino despejado para Inglaterra, Eduardo III aún no podía hacer nada. Ni entonces ni más tarde supo explotar las victorias en batalla que era capaz de obtener. Como estaba prácticamente en la bancarrota, se vio obligado a concertar una tregua de seis meses, el 25 de septiembre de 1340, tregua que dejaba sin dirimir las cuestiones en disputa.

Pero la tregua no condujo a la paz. Como tampoco otras treguas acordadas más tarde. Siempre hubo una guerra dispersa constante aquí o allí, hubiese o no tregua. En Bretaña, por ejemplo, hubo una disputa por la sucesión al trono ducal en la que Felipe VI apoyó a un candidato y Eduardo III al otro. En definitiva, la victoria se inclinó de parte del candidato de Felipe.

También se siguió luchando en Guienne, donde Felipe trató de convertir la confiscación de la región de teórica en práctica. También allí, en general, los franceses llevaron la mejor parte.

Hasta la amistad flamenca con Inglaterra quedó afectada, en julio de 1345. Van Artevelde, quien era ahora prácticamente el dictador de Flandes, propuso que el conde de Flandes fuese depuesto formalmente y que se otorgase el título al hijo mayor de Eduardo III. Este hijo, Eduardo, Príncipe de Gales, tenía quince años por entonces
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.

La propuesta de Artevelde tenía cierto mérito. El Príncipe de Gales, también llamado el Príncipe Negro, era semi-flamenco. Pero los flamencos no querían un gobernante extranjero. Su amistad con Inglaterra era puramente política y nada más. Hubo revueltas y, el 24 de julio de 1345, Van Artevelde fue capturado por una multitud y muerto.

Así, pese a la victoria naval de Sluis, Eduardo III, después de casi una década de guerra, estaba perdiendo en tres frentes: Bretaña, Guienne y Flandes.

Todo lo que mantenía viva su causa era que también Francia estaba pasando por dificultades. Toda la lucha se libraba en suelo francés, y ello costaba dinero a Felipe. Tuvo que recaudar impuestos. En 1341, por ejemplo, por primera vez estableció un impuesto sobre la sal; era un impuesto particularmente ineludible y, por tanto, oneroso, pues la sal es una necesidad básica para la vida.

La insatisfacción empezó a brotar por todas partes, y algunos de los nobles aprovecharon esto para encabezar revueltas en Normandía y Bretaña. Felipe tuvo que enfrentarlas firmemente y cortó algunas cabezas. Luego convocó reuniones de los Estados Generales para permitir que se presentasen peticiones de enmiendas y tratar de conciliarse a los gruñones burgueses haciendo economías en la administración.

Eduardo decidió ahora, en su desesperación, intentar el tipo de golpe que Felipe había planeado antes de la batalla de Sluis. El Canal de la Mancha era inglés; ¿por qué no desembarcar un ejército en Francia? Este era un juego peligroso, pues si el ejército era derrotado, Inglaterra, con seguridad, tendría que ceder. Por otro lado, quizá ni siquiera tuviese que luchar. El cansancio de los franceses por la guerra tal vez los llevase a hacer concesiones, si el ejército inglés hacía algún progreso, por pequeño que fuese.

Desastre por tierra

El 12 de julio de 1346 Eduardo desembarcó su ejército en Saint-Hogue, Normandía, allí donde la costa francesa avanza hacia el norte, en el Canal, a unos 320 kilómetros de París. Fue la primera vez que hubo fuerzas inglesas en Normandía desde la época de Juan, siglo y medio antes. Por alguna razón desconocida, los barcos de Eduardo luego se alejaron, dejando al ejército inglés aislado en Francia.

Rápidamente, Eduardo marchó hacia el sudeste, apoderándose de la ciudad de Caen el 27 de julio. Continuó avanzando en dirección a París, en general. Su intención era hacer que fuesen retiradas tropas francesas de Guienne y Bretaña, desafiar al rey francés pasando cerca de París y, de este modo, ganar una enorme victoria propagandística. Si podía librar una batalla en situación ventajosa para él, tanto mejor.

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