La soledad de la reina (64 page)

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Authors: Pilar Eyre

Tags: #Biografico

BOOK: La soledad de la reina
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—Se dedica profundamente a los temas de estudio, es capaz de leer varios libros a la vez y en distintos idiomas, es valiente en sus ideas, desde las primeras veces que la vi hasta ahora ha sufrido una gran evolución, de ser muy poco sociable e introvertida, se la ve más segura de sí misma, aunque sigue siendo muy tímida.

La abogada Magda Oranich, que por su dedicación política ha estado con ella a menudo en estos años, me dice:

—Estoy segura de que la causa que defendería la reina con más ahínco y más pasión sería la de los animales, pero alguien le debe haber aconsejado que no se implique… pero ella, que es muy valiente, cuando sabe que la están enfocando aprovecha para acariciar un perro, un burro, un gato, lo que tenga más a mano, sabiendo el valor de esa imagen. Recuerdo una vez, en una visita a Cuba. Pasó un gatito famélico y seguramente lleno de pulgas. La reina dejó a su séquito oficial y se agachó para acariciarlo… Esa fotografía dio la vuelta al mundo e incluso reclutó algún premio…

Magda me resume de forma castiza:

—Mira, unos cuernos pueden aguantarse; con la edad te das cuenta de que tampoco tienen tanta importancia, ¡pero que tu marido sea cazador y le gusten los toros! ¡Me imagino lo que eso debe representar para ella!

Un marido que se comporta habitualmente como si su mujer no existiese, haciendo caso omiso a los consejos de su amigo Bouza, su Pepito Grillo particular:

—Le aconsejo ser discreto por nuestras esposas, que están en una edad muy difícil, y que prodigue los gestos de cariño con la reina en público, cogiéndola cuando baje por las escalerillas del avión…

El rey, por supuesto, no le ha hecho ni caso a su amigo del alma. La pobre reina sí que un par de veces ha pretendido cogerse del brazo de su marido, más por él que por ella, pero es tal la violencia de la respuesta, que no ha vuelto a intentarlo, porque ha estado a punto de dar con la cara en el suelo. No solamente el rey aparta el brazo, sino que le recrimina con palabras airadas. En una ocasión, en un programa de televisión, hicieron descifrar a un lector de labios una conversación que al final no pudo emitirse por temor a la respuesta de la Casa Real.

Una Casa Real que mira con lupa todas las informaciones que aparecen sobre ella. El mismo Paolo Vasile, presidente de Telecinco, ha comentado:

—Ojalá la Casa Real fuera tan respetuosa con nuestro trabajo como lo es el gobierno.

Y Pedro J. Ramírez, director de El Mundo, ha tenido que protestar en alguna ocasión ante alguna queja:

—No tengo por costumbre inmiscuirme en el trabajo de mis periodistas.

Los que dedicamos nuestra vida a estos temas nos mantenemos siempre en un difícil equilibrio entre lo que se puede decir y lo que se debe decir para no defraudar la valentía de los editores que apuestan por nosotros, la confianza que nos muestran nuestros lectores y las consecuencias que nuestro trabajo, tan poco amable para muchos, puede tener en nuestro futuro profesional.

En este caso concreto del que hablaba más arriba, la interpretación que un lector de labios dio a las palabras de don Juan Carlos en un acto religioso, sí puedo decir que denotaban el hastío, el desgaste y el malestar que solo se da en los matrimonios que llevan largo tiempo juntos pero que están obligados a mantener el vínculo.

Esta situación cristalizó, a la vista de todo el mundo, cuando el rey fue operado de un nódulo benigno en el hospital Clínic de Barcelona.

Barcelona, un lugar en el que don Juan Carlos se siente muy cómodo. Por este deseo de privacidad, posiblemente, el rey escogió Barcelona para operarse y para pasar el postoperatorio. Yo volví a mis orígenes de reportera para cubrir este suceso micrófono en mano para Telecinco. Desde Madrid nos preguntaban:

—Pero ¿el rey está solo? ¿Cómo es que no va la reina?

Nosotros sabíamos perfectamente por qué no iba la reina, y por qué el rey quería recuperarse no en su casa, en Zarzuela, sino en el pequeño departamento que tiene en la clínica Planas, donde goza de una entrada particular y secreta.

Hay quien dice, incluso, que el propio rey es uno de los propietarios del centro hospitalario, junto a los médicos Planas.

Un clamor unánime e indignado se levantó en España:

—El rey se está operando, tal vez de un cáncer. ¿Y no está la reina?

Cuando la reina de España Victoria Eugenia, la mujer del infiel Alfonso XIII, tan infiel como su nieto, tan engañada ella como Sofía, no acudió a una celebración familiar dolorida por la última traición conyugal, la prensa se alzó en armas. Carretero, por otro nombre El Caballero Audaz, escribió: «¿Por qué no está allí la reina de España? ¡Falta la mujer, la esposa, la madre! ¡Mujeres de España todas iguales ante el corazón! La pescadera y la marquesa, la dama de corte y la obrera. ¡Así son las madres de España!». Carretero, que conocía perfectamente que esos días Alfonso XIII tenía nada más y nada menos que tres amantes distintas, además de frecuentar los prostíbulos romanos, terminaba sentenciando a la infeliz reina exiliada: «Las madres españolas ya no la dejarían entrar en España, ¡la han desalojado de su corazón!».

Sofía también estaba siendo desalojada del corazón de los españoles, que veían únicamente que al rey lo operaban de una lesión grave y que la reina no estaba a su lado.

Y otra vez los viejos anatemas:

—¡Es fría, es alemana! ¡No quiere a nadie! ¡No deja de ser extranjera! ¡Por su culpa el rey se morirá solo como un perro! ¡Tantos palacios y tanto barco para nada!

Nosotros sabíamos perfectamente por qué la reina no quería ir a Barcelona. Las razones se reducían a una y tenían nombre de mujer: Corinne. «La novia alemana del rey», según decía tranquilamente Raúl del Pozo en su columna de El Mundo.

Pese a saberlo también, la reina tuvo que echar mano de su «profesionalidad», ponerse la «máscara», coger un avión, presentarse en la clínica, estar unos minutos en la habitación y salir luego a «tranquilizar» a los españoles:

—El rey está bien… ha bromeado. Regreso a Madrid a cumplir con mis obligaciones.

Era sábado.

Fue el último gesto que hizo por su marido, aunque quizás todavía le quede mucho trabajo que hacer por el rey.

Inolvidable esa imagen suya tan igual a sí misma, en el peinado, el cuello esbelto surgiendo de su camisa estampada, la sonrisa impávida, los ojos vacíos, su rostro de reina que ya no se quita nunca, en las escaleras del Clínic. Completamente sola.

Le pedimos que se hiciera una foto con nosotros, los periodistas que estábamos apostados en la puerta, informando en directo desde hacía veinte horas. Su jefe de prensa se lo propuso y le señaló el sitio donde debía colocarse:

—Señora, aquí, por favor.

Yo estaba muy cerca de ella. Mientras mis compañeros iban ajustando objetivos y tomando posiciones, vi como cerraba un momento los ojos con un temblor de párpados y de pestañas rubias, y tomó el aspecto conmovedor y vulnerable de la chica joven que debió ser, tantos años antes, en Grecia, cuando la vida empezaba y el mundo parecía un lugar luminoso y limpio donde los maridos no engañaban a sus mujeres y las familias estaban unidas y eran felices.

Un ascensor subía al piso donde estaba su majestad. Con una sola persona.

Quizás la reina lo vio. Quizás todos lo sabían. Vislumbró compasión en algunos ojos.

Eso no, la basilisa que no lloraba cuando oía caer las bombas, la princesa que curaba con sus propias manos las heridas de los niños, la muchacha modesta que viajaba a las aldeas remotas a enterarse de cómo vivían los griegos, la princesa que visitaba a las madres que habían perdido a sus hijos en el Vallés o en Ortuella no podía provocar compasión. Nunca.

Su madre se lo había enseñado:

—Tú sí debes sentir compasión por las penas de tus hermanos en la tierra, pero nadie debe sentir compasión por ti. Pase lo que pase, recuerda nuestra divisa: nuestra fortaleza es el amor de nuestro pueblo.

Necesita creérselo.

Engalló la cabeza.

Quizás le pareció que la voz de su madre le soplaba al oído:

—Yo te he dicho siempre que vueles alto,????? µ??.

—Sigo siendo tu hijita querida, mamá. Mutti.

—Nadie me ha querido como tú, ¿sabes?

Cuadró los hombros, creció un par de centímetros, pareció asentir a algún comentario inaudible para nosotros. Después recobró su sonrisa y se sometió dócilmente a la luz de los flashes.

A continuación se fue al aeropuerto. Sola.

En la sala de autoridades se encerró largo rato en el cuarto de baño y, según me contó una azafata:

—Cuando salió vi que se había lavado la cara, tenía el pelo un poco mojado y los ojos brillantes.

Yo le comenté que quizás había llorado.

La azafata se asombró:

—¡Llorar, la reina! ¡Qué cosas tienes! ¿Por qué iba a llorar la reina?

Esa noche llamé a mi editora y le dije:

—Quiero escribir un libro sobre Sofía.

—¿Y cómo lo vas a llamar?

—¡La soledad de la reina!

Notas bibliográficas

En la mayoría de las ocasiones, intercaladas en el texto, salen las citas textuales y sus autores, también el medio en el que han aparecido.

Asimismo explico quiénes han sido mis fuentes orales cada vez que relato un suceso inédito, fruto de la investigación que he seguido para escribir este libro. Las fuentes que no he citado expresamente se detallan en las siguientes notas.

También he contado con el testimonio de algunos informantes que, por diversos motivos, me han pedido que su nombre no apareciera en esta biografía. Mis editoras tienen constancia de sus nombres y de la absoluta fiabilidad y solvencia de las confidencias que me han realizado. Vaya para todos mi más profundo agradecimiento.

Notas.-

[1] Apezarena, José, El príncipe, Plaza y Janés, Barcelona, 2000.
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[2] Peñafiel, Jaime, Retrato de un matrimonio, La Esfera de los Libros, Madrid, 2008.
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[3] Soriano, Manuel, Sabino Fernández Campo. A la sombra del rey, Temas de Hoy, Madrid, 1995.
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[4] Diálogos extractados de Grecia, Federica de, Memorias, G. del Toro, Madrid, 1971.
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[5] Urbano, Pilar, La reina, Plaza y Janés, Barcelona, 1996.
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[6] Roger Peyrefitte, citado en José Luis Herrera, Doña Sofía, FIES, 1984.
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[7] Butt Magazine (revista editada en Holanda y publicada en inglés) y Diarios de Christopher Isherwood.
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[8] Grecia, Federica de, op. cit.
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[9] Bertin, Celia, Marie Bonaparte, one life, Yale University Press, New Haven, 1982.
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[10] Urbano, Pilar, op. cit.
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[11] Anson, Luis María, ABC, 2 de octubre de 1981.
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[12] Citado en José Luis Herrera, op. cit.
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[13] Urbano, Pilar, op. cit.
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[14] Grecia, Federica de, Memorias, G. del Toro, Madrid, 1971.
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[15] Grecia, Federica de, op. cit.
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[16] Urbano, Pilar, La reina, Plaza y Janés, Barcelona, 1996.
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[17] Herrera, José Luis, Doña Sofía, FIES, Círculo de Lectores, Barcelona, 1984.
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[18] Parrotta, Ricardo, Las mejores anécdotas del rey, Planeta, Barcelona, 1982.
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[19] Herrera, José Luis, op. cit.
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[20] Urbano, Pilar, op. cit.
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[21] Herrera, José Luis, op. cit.
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[22] Vilallonga, José Luis, La cruda y tierna verdad, Plaza y Janés, Barcelona, 2000.
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[23] Reyes, Luis, Tiempo, 8 de julio de 2008.
[volver]

[24] Eyre, Pilar, Secretos y mentiras de la familia real, La Esfera de los Libros, Madrid, 2007.
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[25] Gurriarán, José Antonio, El rey en Estoril, Planeta, Barcelona, 2000.
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[26] Laot, Françoise, Juan Carlos y Sofía, Espasa Calpe, Madrid, 1987.
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[27] Urbano, Pilar, La reina, Plaza y Janés, Barcelona, 1996.
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[28] Herrera, José Luis, Doña Sofía, FIES, Círculo de Lectores, Barcelona, 1984.
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[29] Grecia, Federica de, Memorias, G. del Toro, Madrid, 1971.
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[30] Laot, Françoise, op. cit.
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[31] Balansó, Juan, Los reales primos de Europa, Planeta, Barcelona, 1992.
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[32] Robilant, Olghina de, Reina de corazones, Grijalbo, Barcelona, 1991.
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[33] Robilant, Olghina de, op. cit.
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[34] Robilant, Olghina de, op. cit.
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[35] Soriano, Manuel, Sabino Fernández Campo. A la sombra del rey, Temas de Hoy, Madrid, 1995.
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[36] Balansó, Juan, Los reales primos de Europa, Planeta, Barcelona, 1992.
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[37] Robilant, Olghina de, op. cit.
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[38] Urbano, Pilar, La reina, Plaza y Janés, Barcelona, 1996.
[volver]

[39] Grecia, Federica de, Memorias, G. del Toro, Madrid, 1971.
[volver]

[40] Dampierre, Emanuela de, Memorias, La Esfera de los Libros, Madrid, 2003.
[volver]

[41] Urbano, Pilar, op. cit.
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[42] González de Vega, Javier, Yo, María de Borbón, El País-Aguilar, Madrid, 1995.
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[43] Clogg, Richard, A short History of Greece, Cambridge University, Londres, 1979.
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[44] Laot, Françoise, Juan Carlos y Sofía, Espasa Calpe, Madrid, 1987.
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[45] Revista Oggi, 13 de septiembre de 1982.
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[46] Suárez, Eugenio, Caso cerrado, Oberón, Barcelona, 2005.
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[47] Sagrera, Ana de, Ena y Bee, en defensa de una amistad, Velecio Editores, Madrid, 2006.
[volver]

[48] Pemán, José María, Mis encuentros con Franco, Dopesa, Barcelona, 1976.
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[49] Palacios, Jesús, «Los informes secretos de Franco», Tiempo, 1990.
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[50] López Rodó, Laureano, La larga marcha hacia la monarquía, Noguer, Barcelona, 1977.
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[51] González Doria, Fernando, Mis bodas reales, Afrodisio Aguado, Madrid, 1962.
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