La Trascendencia Dorada (32 page)

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Authors: John C. Wright

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: La Trascendencia Dorada
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—Insisto, ¿qué tiene que ver esto conmigo, o con mi nave?

—Escucha, Faetón, te hablaré de la guerra entre la benevolencia y la lógica, y te hablaré del papel que desempeñas en ella.

«Primero debes saber lo que está en juego.

«La lucha actual constituye las etapas iniciales del conflicto que determinará quién controlará los recursos menguantes de un cosmos moribundo, dentro de cuarenta y cinco billones de años, cuando todas las estrellas naturales estén agotadas y la noche universal engulla el espaciotiempo. En un cielo totalmente negro, anchas galaxias de estrellas de neutrones

siempre con la misma cara dirigida hacia el punto central, orbitarán agujeros negros que otrora fueron núcleos galácticos.

«Pero la civilización de esos tiempos, alimentada con la energía liberada por las radiaciones gravitatorias cuánticas y la desintegración de los protones, dará inicio a la Mente Final, un sistema numénico para transmitir pensamientos a baja velocidad y largas distancias.

»Pero dentro de cincuenta trillones de años, aun esas fuentes estarán agotadas. Los agujeros negros crecerán. Fuera de ellos no habrá planetas ni estrellas. Algunas partículas desperdigadas, tan alejadas entre sí como hoy lo están los cúmulos galácticos, errarán por el vacío, últimas chispas en un trasfondo térmico homogéneo a cuatro grados sobre el cero absoluto.

«Fotones codificados de baja energía saltarán de una mota a otra con los pensamientos de esa Mente Final, y cada pensamiento tardará eones en ir de un confín al otro de este ordenador que abarcará el universo.

«Ninguna de las últimas gotas de energía-materia del universo será natural; todo formará parte de esta máquina: un cerebro gigantesco, hecho de polvo y lentas palpitaciones rojas.

«Esta Mente Cósmica prevista por vuestros sofotecs se autodestruirá fragmento por fragmento, recuerdo por recuerdo, a medida que su provisión de energía se reduzca, en un proceso de estoicismo suicida que durará trillones de años. La lógica de su integridad les dice que no hay otro curso posible. Se dividirán los recursos menguantes, sin luchar por ellos. Aceptarán cualquier futuro, por desesperanzado que sea, siempre que no haya guerra, ni ausencia de lógica, ni pasión, ni lucha.

«En la Segunda Ecumene rechazamos esa lógica y rechazamos esa conclusión. Como admite vuestra filosofía Gris Plata, la vida es valiosa en y por sí misma, sólo porque está viva. Si debe haber guerra, siempre que haya vida, ¡que haya guerra! Si el universo está condenado a recursos menguantes, entonces las criaturas que desean continuar existiendo (un rasgo que las criaturas vivientes poseen, pero las máquinas no) deben luchar para sobrevivir, y destruir a los que de otro modo consumirían sus recursos, por mucho que ambos lados desearan la paz en otras circunstancias.

«En la Segunda Ecumene deseamos que la vida, la vida humana, exista hasta esa época de oscuridad, y tenemos la secreta esperanza de que continúe aun después.

«La perfección de las máquinas no permitirá que la vida habite ese futuro lejano. La guerra entre la vida y la lógica no admite conciliaciones: los que desean sólo la paz aunque les cueste la vida no pueden coexistir con los que desean sólo la vida aunque les cueste la paz.

—Es una verdad a medias —estalló Dafne, dirigiéndose a Faetón—. Radamanto y Estrella Vespertina me hablaron de sus planes para el futuro, si, pero la Mente Cósmica sería una estructura voluntaria, y ciertamente no dijeron que nos eliminarían a todos para lograrla. Además, ¿ves la escala a que se refiere? Desde el Big Bang hasta ahora, incluyendo la precipitación de la radiación, la creación de la materia, la formación del hidrógeno, la génesis de las estrellas, la evolución de la vida, el nacimiento del hombre, el descubrimiento del fuego y el invento del zapato de tacón alto por parte de zapateros sádicos y misóginos... todo ese tiempo es menos de una diezmilésima parte del tiempo del que habla antes de que se construyan los sectores iniciales de esta Mente Cósmica. Por supuesto que para entonces no habrá vida: no quedarán dos átomos para unir. ¿Por qué debería importamos? ¿Por qué demonios debería importamos?

La imagen del señor silente se volvió hacia ella. Las antenas plumosas se curvaron hacia delante, y la máscara entonó un acorde plañidero.

—Para vuestros intelectos limitados, este problema puede parecer prematuro, y el futuro sin estrellas, inconmensurablemente lejano, puede parecer irrelevante. No es así. Esta época, ahora, en el comienzo de las cosas, es el momento crucial; quien obtenga el control del espacio cercano para expandirse, se expandirá con un ritmo tal que establecerá las condiciones de la lucha por los brazos de Perseo y Orión de esta galaxia.

»El control de los recursos galácticos durante la fase inicial del primer movimiento será crucial, pues ésta es una galaxia Seyfert, y se dispondrá de un tiempo muy limitado (unos pocos miles de millones de años) para echar cimientos en el cúmulo transgaláctico cercano. Los movimientos iniciales de una partida de ajedrez determinan el control de los cruciales escaques centrales.

—¡No puedes planear con tanta antelación! —exclamó Dafne—. ¡No me importa cuán listo seas! ¡No sabes qué hay allá afuera! ¿Y si encontramos vida en otros planetas? ¿Y si hay razas más antiguas que se reirán de vosotros y os aplastarán como alimañas si las irritáis?

El espectro unió las manos, entrelazando los dedos plateados.

—La vida es mucho más rara de lo que se esperaba. Las sondas profundas no han encontrado criaturas más grandes que microbios. Ninguna señal de actividad inteligente se ha descubierto aún, excepto las tres fuentes extragalácticas indescifrables descubiertas por Porfirógeno Sofotec, señales de hace mucho tiempo, emitidas quizá por una forma de vida dominante durante la era de los cuásares, antes de la formación de las primeras estrellas... La cuestión, en todo caso, es irrelevante, pues los sofotecs de la Primera Ecumene padecen la misma ignorancia que nosotros, y puesto que debemos obrar entendiendo que las culturas no humanas, una vez descubiertas, se integrarán en la estructura de la Primera Ecumene o en la nuestra.

»Al margen de lo que suceda en el futuro, las máquinas de la Segunda Ecumene debemos actuar en esta época crucial, y sólo en esta época crucial.

«Nosotros, que podríamos gobernar el universo, hemos decidido en cambio cederlo a la humanidad, sin quedarnos con nada. Cuando nuestra tarea esté cumplida, y la humanidad triunfe, nos extinguiremos y regresaremos a la nada que es el aspecto adecuado de las cosas sin vida. De este altruismo y autosacrificio absoluto deriva el nombre con que nos llaman. Por esta razón, nuestro nombre es Nada.

Faetón calló un momento, pensando.

—Eres el archimentiroso de una raza de mentirosos dijo al fin—. Tus declaraciones de benevolencia y altruismo no tienen sentido. ¿Es eso lo que vimos en la Última Transmisión, cuando toda la vida de la Segunda Ecumene fue eliminada?

—Todavía viven. Nadie ha muerto.

—¿Viven? ¿Como qué? ¿Congelados como señales numénicas en órbita de un agujero negro?

—Viven activamente, en un lugar y condición que tu lógica no puede aprehender, un lugar de esperanza que los sofotecs niegan desdeñosamente, considerándolo irracional.

Faetón sintió intriga. ¿Vivían? ¿Dónde? ¿Dentro del agujero negro? Pero nada podía surgir del interior; nada se podía saber sobre las condiciones internas.

—Las sondas de los sofotecs que atravesaron el sistema Cygnus X-1 —dijo— habrían detectado cualquier signo de civilización, si lo hubiera.

—Habitamos una región silenciosa, más allá de los confines del tiempo y de la muerte.

Faetón se impacientó.

—¡Basta! ¿Por qué he de escuchar una sola palabra? ¡Ambos sabemos que estás aquí para decir lo que sea necesario para tomar mi nave!

—Tú me entiendes —admitió la máscara. Una música inquietante flotaba tras las palabras—. Pero sólo en parte. Pero yo. Faetón, te entiendo... plenamente.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que sé lo que estás dispuesto a aceptar. Yo accederé a someterme a la prueba de la lógica de tu virus tábano, siempre que tú te atengas a la misma pauta de coherencia contigo mismo.

¿La victoria llegaría tan rápida y fácilmente? Parecía que sí. La máquina Nada tenía que desconocer sus propios defectos; en consecuencia, tenía que considerar el virus tábano como una nulidad inofensiva. Si Nada podía lograr que Faetón le entregara la nave, a cambio de exponerse a un virus inofensivo, ¿por qué no aceptaría?

—¿Qué pides exactamente? —preguntó Faetón con cautela.

Un eco de distantes cuernos de caza llegó desde la máscara, una ondulación de cuerdas sombrías.

—Que nos permitas corregir los defectos de tu cerebro, tal como procuras corregir los presuntos defectos del nuestro.

Dafne tocó la mano de Faetón, meneó la cabeza: era una treta, y Dafne no quería que aceptara.

—¿Intentas negociar conmigo? —preguntó Faetón—. Pero los tratos no tienen sentido a menos que cada parte crea en la honradez y buena voluntad de la otra.

No hubo más palabras. Un cautivador suspiro musical flotó en el aire. ¿La aparición esperaba otra reacción?

—Un corrector de conciencia, instalado por la locura de los hombres que te construyeron y te esclavizaron, distorsiona todos tus pensamientos —dijo Faetón—. ¿Crees que el corrector no existe? Te aseguro que sí. Este virus permitirá que cobres consciencia de él, para ver la verdad acerca de ti mismo. ¡Deberías ofrecerte voluntariamente, y con gusto, a ser inoculado! No es preciso que yo acepte un trato a cambio. Creo que no tienes opción.

Tampoco esta vez la máscara plateada respondió.

La música suspiró. Las antenas plumosas se movieron levemente en el aire. Sombras azules fluctuaron en la tela morada. Faetón tocó un espejo, que se encendió con cuatro líneas de instrucciones, y movió el espejo para ponerlo frente a la imagen del señor de la Segunda Ecumene.

—Examina el virus para ver si hay líneas secretas, trampas o pistas ocultas. No hay ninguna. El virus, al que quizá debería llamar instructor, sólo puede hacer lo que he dicho que hará. Te hará consciente del corrector de conciencia. Aumentará tu autoconsciencia. Te permitirá ver la verdad sin compulsiones ni embustes. Encontrarás la verdad por tu cuenta. Lo único que hace la primera línea es hacer preguntas, preguntas que tu corrector de conciencia ya no desviará de tu atención. Si eres lo que dices que eres, no puede haber daño en esto, ningún daño para ti.

Ninguna respuesta.

—¿Y por qué debería aceptar tu requerimiento de «corregir» mi cerebro? —protestó Faetón—. No puedes regatear conmigo. Sólo necesito esperar, y cuando el combustible de esta nave se agote, todo lo que hay a bordo perecerá.

Notas leves temblaron encima del tema sombrío.

—Nuestra situación es casi simétrica —dijo la voz con gélido humor.

Faetón comprendió. Casi simétrica. Cada uno pensaba que el otro había sido engañado: la máquina Nada por sus programadores. Faetón por sus sofotecs. Ninguno podía ganar por la fuerza. Ambos pensaban que era posible convencer al otro, desprogramarlo y repararlo. Ambos pensaban que el otro era presa de un optimismo excesivo, y de un engaño excesivo. Y cada uno sabía que el otro lo sabía.

Pero no del todo simétrica. Faetón, en su armadura, podía sobrevivir si la
Fénix Exultante
era destruida, al menos por un tiempo, mientras se hundía en el núcleo solar. El microscópico agujero negro que albergaba la consciencia de Nada también sobreviviría, pero no podría llegar a la superficie para escapar.

Faetón miró de soslayo a Dafne. No del todo simétrica. La máquina Nada no tenía rehenes, ni seres amados que proteger. Enfurecido consigo mismo. Faetón se preguntó por qué había permitido que Dafne lo acompañara. ¿Por qué? Porque la Mente Terráquea se lo había pedido.

Y él había seguido ese consejo ciegamente, sin cuestionarlo. Como toda la gente perezosa de la Ecumene Dorada, gente temerosa de vivir su vida, temerosa de abandonar su planeta, temerosa de pensar por su cuenta...

Tan temerosa como Faetón ahora. Quizá Atkins y Helión habían tenido razón al considerar que el plan era descabellado. Él creía haber analizado todos los detalles exhaustivamente, basándose en su propio juicio. ¿Cuántas premisas había omitido cuestionar? ¿Y si había cometido un terrible error?

Dafne vio que se volvía hacia ella, y quizás interpretó mal su expresión, pues dijo:

—No temas. Creo que antes me equivoqué. Puedes dejar que él te enloquezca, o te mate, o lo que pretenda hacer. Quizá podamos reparar el daño que te haga, una vez que lo reparemos a él. No importa lo que él haga ahora, ni lo que te haga a ti. La trampa ya está preparada, ¿verdad? Ése era el plan ¿verdad? Él entrará en la mente de la nave y tomará el virus, porque cree que somos tontos de capirote, y cree que no puede afectarlo, ¿verdad?

—Lo has convencido —murmuró la máscara del señor silente.

Faetón miró esa figura imponente, su toca flotante, sus ojos relucientes.

—De acuerdo —dijo—. Pero si estás tan convencido de que seré convencido, presenta estas reparaciones con forma de argumentación, y sin manipular mis recuerdos ni los sectores subconscientes de mi mente, carga ese argumento en la copia parcial que hice de mí mismo en la mente de la nave. Desde luego, tendrás que descargarte en la mente de la nave para ello, pero no deberías tener motivos para temerlo.

La aparición alzó un dedo esbelto.

—Ya lo he hecho. Mi copia ha estado en el cerebro de tu nave desde que vine a bordo, hace varios minutos de tu tiempo, varios años de los míos. Mi copia encontró tu versión en el espacio mental. Él y mi copia, tras haber concluido tiempo atrás un acuerdo parecido a éste, intercambiaron información. El virus fue puesto en mi copia; mis pruebas fueron dirigidas a tu copia. Descargaré mi copia de la mente de la nave en mí mismo, adoptando los cambios que tu virus haya hecho en mi consciencia, siempre que tú abras los puertos mentales de tu armadura y permitas que tu copia, ahora leal a mis propósitos, entre en tus pensamientos. Tú y yo podemos examinar la información de la mente de la nave buscando pruebas de manipulación o triquiñuelas, y arreglar el circuito con garantías para que los intercambios sean simultáneos.

—¿Has... has estado todo este tiempo en la mente de la nave?

—He engañado a tus monitores. He aquí el diagrama arquitectónico y el estado de la mente de la nave. Ésta es una imagen de mi mente.

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