Read Las mujeres de César Online

Authors: Colleen McCullough

Tags: #Histórica

Las mujeres de César (133 page)

BOOK: Las mujeres de César
3.67Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Que yo haya preferido el 6 y no el 9 de diciembre —cuatro días en total— se debe a mi interpretación del personaje de César. El 5 de diciembre éste había hablado en la Cámara del Senado con contundente efecto, abogando por una clase de clemencia muy dura para los conspiradores. Uno de ellos era pariente suyo por matrimonio, el marido de la hermana de Lucio César. Por ello existía amicitia, a pesar del hecho de que unos años antes César había demandado al hermano del primer marido de Julia Antonia; aquél había sido un pleito civil, no una acusación criminal. En el caso de Léntulo Sura, César no hubiera podido hacer otra cosa más que pedir clemencia —y aunque todas las fuentes antiguas afirman que los consulares recomendaron la pena de muerte, no podemos suponer que Lucio César hiciera otra cosa más que abstenerse—. Fue Catón quien agitó la marea, y Catón era jefe de un puñado de hombres —¡entre los que se encontraba Cicerón!— que eran capaces de provocar a César hasta hacerle perder la paciencia y sacar el genio. Tenemos ejemplos de con qué rapidez, y con qué desvastadoras consecuencias, podía sacar César su mal genio. También sabemos que César era capaz de actuar con tanta decisión y efectividad que dejaba a sus contemporáneos sin aliento. Cuatro días puede que no fueran suficientes para los demás, pero ¿acaso podemos decir lo mismo de César?

Por último, si se mira el
pro Rabirio perduellionis
desde el supuesto de que todo ello ocurrió entre el 6 y el 9 de diciembre, la única objeción impresionante es la lentitud de los litigios romanos. Pero si aceptamos el formato, descrito en Tito Livio, que se utilizó en el juicio de Horacio, entonces el juicio en sí ante los dos jueces habría sido un asunto muy breve, y la apelación de Rabirio ante las Centurias habría tenido lugar inmediatamente después.

Lo que sí sabemos es que había una fuerte reacción en contra entre el pueblo, incluso entre la primera clase, porque el Senado había ejecutado oficialmente a ciudadanos romanos sin celebrar previamente un juicio y sin que se les proclamara legalmente enemigos públicos. ¿No sería la época inmediatamente después de tales ejecuciones la única ocasión eti que las Centurias —tradicional y obstinadamente contrarias a condenar a hombres que eran juzgados por
perduellio
— pudieran haberse visto movidas a condenar a un hombre por matar a romanos sin juicio previo treinta y siete años atrás? Para mí, el hecho de que las Centurias estuvieran dispuestas a condenar a Rabirio es el argumento fundamental para creer que el juicio tuvo lugar justo después de la ejecución sumaria de los cinco conspiradores.

Por otra parte, el juicio de Rabirio, tal como tenemos noticia de él en las fuentes antiguas, parece trivial y caprichoso; tanto es así que los eruditos, tanto antiguos como modernos, se rascan la cabeza mientras intentan concederle la importancia que al parecer tuvo. Por otra parte, si trasladamos su celebración a los días que siguen inmediatamente al 5 de diciembre, todo cobra de repente perfecto sentido.

También resulta difícil creer que no hubiera ocurrido nada más aparte de las amenazas de Publio Clodio para sumir a Cicerón en semejantes sudores por el miedo a las consecuencias de aquellas ejecuciones. El Clodio del tribunato de la plebe, las bandas callejeras y la violencia en el Foro estaban aún por llegar; y tampoco en el 60 a. J.C. se tenía por cierto que Clodio fuera a ser capaz alguna vez de poner en práctica sus amenazas, pues sus intentos por cambiarse de la categoría de patricio a plebeyo habían fracasado. Al parecer no podían tener éxito sin la connivencia de César. Yo creo que algo muy anterior y mucho más desagradable predisponía a Cicerón a temer las amenazas de Clodio… o de cualquier otro. Pongamos a Rabirio después del 5 de diciembre y el terror de Cicerón resulta mucho más razonable. Además es en la época de su consulado cuando surge el odio de Cicerón hacia César. ¿Acaso un discurso en que se pedía clemencia habría bastado para provocar un odio que duró hasta la muerte de Cicerón? ¿Habría bastado el juicio de Rabirio si se hubiera celebrado antes de la conspiración de Catilina?

Que Cicerón esté muy callado acerca del juicio de Rabirio en sus escritos posteriores quizás no sea sorprendente, pero él, desde luego, tiende a eludir los asuntos que apaguen su lustre. En fecha tan tardía como el 58 a. J.C. todavía había muchos en Roma que deploraban la ejecución de ciudadanos sin juicio, y atribuían la culpa de ello a Cicerón más que a Catón. De ahí que Cicerón huyera al exilio antes de que la plebe pudiera procesarlo.

Y ahí lo tienen. Por atractiva que sea mi hipótesis en lo que se refiere a la lógica de los acontecimientos y a la sicología de los personajes involucrados, no soy tan tonta como para insistir en que estoy en lo cierto. Lo único que diré es que dentro de la esfera de lo que estoy intentando hacer, el juicio de Rabirio tal como lo he representado tiene perfecto sentido. A lo que todo se reduce es a si uno está preparado o no lo está para aceptar la cronología de Cicerón en aquella carta a Ático en junio del 60 a. J.C. Sus discursos consulares fueron publicados en el orden que él perfiló, supongo, porque todos los escritores posteriores lo siguen. Pero, ¿era ése el orden cronológico correcto, o Cicerón prefirió enterrar a Rabirio y asegurarse así de que las Catilinarias coronasen su carrera como cónsul y
pater patriae
?

A los puristas del latín les pido disculpas por utilizar la palabra
boni
como adjetivo y adverbio además de como sustantivo. Mantenerlo sólo como nombre habría aumentado inmensamente la torpeza de un estilo de prosa en inglés. Por el mismo motivo puede que haya otras infracciones de la gramática latina.

Por necesidad hay unas cuantas discrepancias cronológicas y de identidad sin mayor importancia, tales como la conversación entre Cicerón y Clodio mientras acompafian a un candidato electoral.

Y ahora unas palabras acerca de los dibujos.

He logrado conseguir cinco dibujos de mujeres, pero ninguno de ellos está autentificado. Durante la República a las mujeres no se las santificaba mediante retratos de bustos; los pocos que hubo no se pueden identificar porque ni perfiles en monedas ni descripciones en las fuentes antiguas han llegado hasta nosotros. A Aurelia y a Julia las he tomado a ambas de la estatua de cuerpo entero de una arpía de los jardines de Villa Albani; la he utilizado porque la estructura ósea del cráneo se parece asombrosamente a la de César. Confieso abiertamente que no me habría tomado la molestia con Julia de no haber sido porque algunos de mis lectores más románticos se morirán por saber cómo era, y yo preferiría que fuera propiamente romana en cuanto a la nariz, la boca y el peinado. Pompeya Sila está sacada de un busto de apariencia maravillosamente vacía que lo más probable es que date de los primeros tiempos del Imperio. Terencia es un busto de una matrona romana que se encuentra en la Ny Carlsberg Glypotek, en Copenhague. La más curiosa es Servilia. Los bustos de Bruto revelan todos una flaccidez muscular en el lado derecho del rostro; el busto que utilicé para dibujar a Servilia tiene idéntica flaccidez facial en el lado derecho.

César se me está haciendo más fácil, pues ahora puedo insertar algunas de las arrugas en el rostro maduro. Un parecido autentificado, desde luego. El joven Bruto está tomado de un busto del Museo de Nápoles que se parece tanto a un busto reconocido como auténtico de Bruto en edad madura conservado en Madrid que poca duda cabe en cuanto a quién es el joven del otro busto. Publio Clodio es una versión «rejuvenecida» de un busto que se dice que representa a un Claudio de los últimos tiempos de la República. Tanto a Catulo como a Bíbulo los he sacado de bustos sin identificar y son retratos de los tiempos republicanos. El de Catón es un parecido auténtico, pero está tomado de un busto de mármol de Castelgandolfo y no del famoso bronce hallado en el norte de Africa; es dificil en extremo dibujar copiando del bronce. Utilicé el busto de Cicerón del Museo Capitol porque tiene el aspecto de encontrarse en la cima de su fama, y sirve de maravilloso contraste con otro busto de Cicerón que utilizaré en un volumen posterior. El de Pompeyo es también de la edad adecuada, y es un retrato más atractivo que el famoso de Copenhague.

Dos comentarios más.

No he intentado representar el cabello de estas personas de una manera realista. En cambio les he dado forma de manera que el tipo de cabello, el corte y el peinado sean fáciles de distinguir.

El segundo comentario se refiere a los cuellos. Muy pocos de los bustos existentes conservan el cuello. Como la mayoría de las personas que dibujan bien, yo sólo sé hacerlo si copio del natural. Si el cuello no está, tengo unas dificultades terribles. Así que pido disculpas por algunos de los horribles cuellos que he dibujado.

Por último algunos agradecimientos. A mi editora de siempre, doctora Alanna Nobbs, de Macquarie University, Sidney, y a su esposo, el doctor Raymond Nobbs. A mis amigos de la Macquarie University. A Joseph Merlino, que me consiguió mi propio Mommsen en lengua inglesa. A Pam Crisp, Kaye Pendleton, Ria Howell, Yvonne Buffet, Fran Johnston y el resto del personal de «Out Yenna», con un voto de gratitud especial para Joe Nobbs, que me permite seguir funcionando con todo, desde brazos de sillones a máquinas de escribir. Mi reconocimiento al doctor Kevin Coorey, que me mantiene en funcionamiento cuando los huesos empiezan a desmoronarse. Y finalmente, pero no por ello menos importante, mi agradecimiento a mi mayor seguidor, mi querido esposo Ric Robinson.

Glosario

abogado
.
Palabra empleada generalmente por los eruditos modernos para describir a un hombre que ejercía en activo en los tribunales judiciales romanos.

absolvo
.
Término que utilizaba el jurado cuando votaba la absolución del acusado. Se usaba en los tribunales, no en las Asambleas.

actio
.
Plural,
actiones
. En el sentido con que se usa en este libro, segmento completo de un juicio en los tribunales de justicia. Solía haber dos
actiones, prima
y
secunda
, separadas por un período de varios días. La duración exacta de este intermedio era a discreción del presidente del tribunal, el
iudex.

adamas.
Diamante.

adrogatio
.
El acto legal de adopción, en el cual el
adrogatus
era adoptado formal y legalmente por el
adrogator
. Al menos en los casos en que la situación de la persona adoptada cambiaba de patricio a plebeyo o de plebeyo a patricio, la ceremonia de
adrogatio
tenía que celebrarse necesariamente en los
comitia curiata
, donde los treinta lictores que representaban las treinta
curiae
romanas eran testigos de la adopción y aprobaban una
lex curiata
de consentimiento en la adopción.

aedilis.
Había cuatro magistrados romanos llamados ediles; dos eran ediles plebeyos y los otros dos ediles curules. Sus obligaciones se circunscribían a la ciudad de Roma. Los ediles plebeyos fueron creados primero, en el 493 a. J.C., para ayudar a los tribunos de la plebe a llevar a cabo sus obligaciones, pero sobre todo con la intención de salvaguardar el derecho de la plebe a tener su propia sede, el templo de Ceres, en el Foro Boarium. Los ediles plebeyos pronto heredaron la tarea de supervisión de todo el conjunto de los edificios de la ciudad y la custodia de los archivos donde se guardaban todos los plebiscitos que se aprobaban en la Asamblea Plebeya, así como todos los decretos senatoriales (
consulta
) que marcaban las directrices para la aprobación de plebiscitos. Se les elegía en la Asamblea Plebeya. Más tarde, en el 367 a. J.C., se crearon dos ediles curules para que los patricios también participasen en la custodia de los edificios publicos y de los archivos, los elegia la Asamblea Popular. No obstante desde tiempos muy remotos los ediles curules podian ser tanto plebeyos como patricios. A partir del siglo III a. J.C. los cuatro fueron responsables del cuidado de las calles de Roma, del abastecimiento de aguas, drenajes y alcantarillas; del tráfico de los edihcios publicos, monumentos e instalaciones de los mercados, de los pesos y medidas (se conservaban modelos de éstos en el sótano del templo de Cástor y Pólux), de los juegos y del abastecimiento público de grano. Tenían autoridad para multar a los ciudadanos y a los no ciudadanos por igual si infringían las normativas referentes a cualquiera de los motivos antes mencionados, y depositaban el dinero en sus arcas para ayudar a financiar los juegos. Ser edil —plebeyo o curul— no formaba parte del
cursus honorum
, pero al estar asociado a los juegos se consideraba una magistratura valiosa para que cualquier hombre la ostentase antes de presentarse al cargo de pretor. Como los ediles plebeyos eran elegidos por la Asamblea Plebeya, se ha llegado a la conclusión de que no tenían
imperium
, y por ende se piensa que no tenían derecho a sentarse en la silla curul ni a tener lictores.

aether
.
La parte superior de la atmósfera, impregnada por fuerzas divinas, o el aire que está inmediatamente alrededor de un dios. También significa el cielo, especialmente el cielo azul a la luz del día.

ager publicus.
Tierras conferidas a la propiedad pública romana. La mayor parte de dichos tcrrenos se adquirían por derecho de conquista o se les confiscaban a los propietarios originales como castigo a su deslealtad. Esto último era especialmente corriente dentro de la propia Italia. El
ager publicus
romano existía en todas las provincias romanas de ultramar, en la Galia Italiana y dentro de la península Itálica. La responsabilidad de disponer de ellas (generalmente en forma de grandes arrendamientos) quedaba próxima a las obligaciones de los censores, aunque gran parte del
ager publicus
extranjero no se utilizaba.

ágora
. Espacio abierto, normalmente rodeado de columnatas o de alguna clase de edificios públicos, que servía en las ciudades griegas o helénicas de lugar de reuniones públicas y centro cívico. El equivalente romano era el Foro.

Alba Longa.
Ciudad situada en el monte Albano que se suponía fundada por Julo, también llamado Ascanio, el hijo de Eneas. En la época del rey Tulo Hostilio, Roma la atacó, la derrotó y luego la arrasó. Algunas de las familias ciudadanas más preeminentes de esta ciudad ya habían emigrado a Roma; otras se vieron obligadas a hacerlo después siguiendo la orden del rey Tulo Hostilio.

BOOK: Las mujeres de César
3.67Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Smoke on the Water by Lori Handeland
Retail Therapy by Roz Bailey
When Day Breaks by Mary Jane Clark
Horses of God by Mahi Binebine
The Lost Brother by Rick Bennet
Singapore Sling Shot by Andrew Grant
The Golden Rendezvous by Alistair MacLean
The Hard Way (Box Set) by Stephanie Burke