Los Caballeros de Takhisis (6 page)

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Authors: Margaret Weys & Tracy Hickman

Tags: #Fantástico

BOOK: Los Caballeros de Takhisis
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Sabía mucho mejor que ella —pues había sido uno de los pocos irdas que había recorrido el mundo— a los peligros que Usha, en su inocencia, se enfrentaba. Estuvo a punto de prevenirla; las palabras acudieron a sus labios. Le había hablado de los caballeros y los kenders. Ahora debería hablarle de los crueles draconianos; de los malvados goblins; de humanos con el alma y el corazón corruptos; de clérigos oscuros que realizaban actos indecibles en nombre de Morgion o Chemosh; de hechiceros Túnicas Negras con anillos que absorbían la vida; de delincuentes, ladrones, perjuros, seductores.

Pero no le dijo nada. No llego a advertirle del peligro. No tuvo corazón para apagar su entusiasmo, para ensombrecer el brillo de su mirada. Pronto lo descubriría por sí misma. Ojalá los dioses velaran por ella, como se decía que velaban por los niños dormidos, los animales extraviados y los kenders.

La ayudó a subir al bote.

—La magia guiará la embarcación hacia Palanthas. Lo único que tienes que hacer, pequeña, es mantener el rumbo de manera que el sol poniente toque tu mejilla izquierda. No temas por las tormentas, pues el bote no puede volcar. Si el viento deja de soplar, nuestra magia será tu brisa marina, empujando al bote en su camino. Deja que las olas te mezan hasta dormirte, y cuando despiertes por la mañana verás las cúpulas de Palanthas brillando tajo el sol.

Levantaron la vela entre los dos. Durante todo el proceso, el protector estuvo abstraído, argumentando consigo mismo, intentando tomar una decisión. Finalmente, lo hizo.

Cuando la embarcación estaba lista para zarpar, el Protector instaló a Usha en la popa, colocando de nuevo sus posesiones a su alrededor, ordenadamente. Hecho esto, sacó un rollo de pergamino atado con una cinta negra y se lo tendió a Usha.

—¿Qué es esto? —preguntó ella, mirándolo con curiosidad—. ¿Un mapa?

—No, pequeña. No es un mapa. Es una carta.

—¿Para mi? ¿Me habla...? —Su rostro se iluminó con la esperanza—. ¿Me habla de mi padre? ¿De por qué me abandonó? Me prometiste que un día me lo contarías, Prot.

El Protector se sonrojó hasta las orejas, sorprendido.

—Eh... Mmmm... No, no es eso, pequeña. Ya conoces la historia. ¿Qué más podría añadir?

—Me dijiste que me dejó después de la muerte de mi madre, pero nunca me dijiste el porqué. Es porque no me quería, ¿verdad? Porque fui la causa de la muerte de mi madre. Me odiaba...

—¿De dónde has sacado esa idea, pequeña? —El Protector estaba conmocionado—. Tu padre te amaba profundamente. Sabes lo que pasó. Te lo contamos.

—Sí, Prot —dijo Usha con un suspiro. Todas sus conversaciones acerca de sus progenitores acababan de este modo. Se negaba a decirle la verdad. Vale, no importaba. Ella encontraría su propia verdad.

—La carta no es para ti —dijo el Protector mientras le daba golpecitos al pergamino con el dedo, deseoso de cambiar de tema—; pero, cuando hayas perdido de vista nuestra isla, puedes abrirla y leerla. La persona a la que has de entregársela tal vez quiera hacer preguntas que sólo tú puedes contestar.

Usha contempló la carta fijamente, con expresión desconcertada.

—Entonces ¿para quién es, Prot?

El Protector guardó silencio un momento, luchando consigo mismo. Sacudió la cabeza para librarse de las dudas que lo acosaban.

—Hay un poderoso hechicero que vive en Palanthas —respondió—. Se llama Dalamar. Después de que hayas leído esta carta, llévasela a él. Es justo que sepa lo que nos proponemos hacer, en caso de que... —calló sin terminar la frase, pero Usha tenía una viva inteligencia.

—¡En caso de que algo vaya mal! —la concluyó por él—. ¡Oh, Prot! —Se aferró al irda con fuerza, ahora que el momento de partir había llegado—. ¡Tengo miedo!

»Siempre lo tendrás, pequeña. Toda tu vida. Es la maldición del ser humano», pensó el Protector, que se inclinó y la besó en la frente.

—Que la bendición de tu madre, y la de tu padre, vayan contigo.

Bajó del bote y lo empujó fuera de la playa, haciendo que se deslizara sobre las olas.

—¡Protector! —gritó Usha, alargando la mano para agarrarse a él.

Pero el agua, o la magia, o ambas, alejaron el bote rápidamente. El chapoteo de las olas al romper en la orilla ahogaron sus palabras.

El Protector permaneció en la arenosa playa hasta que el bote se perdió de vista. Incluso después de que el pequeño punto hubiera desaparecido en el horizonte, continuó parado allí.

Sólo cuando la marea subió, borrando con las olas el rastro de las pisadas de Usha en la arena, el Protector dio media vuelta y se marchó.

4

Una carta para Dalamar

Usha, sola en el bote, contempló cómo la esbelta figura del Protector se hacía más y más pequeña, vio cómo la costa de su hogar se difuminaba en la distancia hasta no ser más que una línea negra en el horizonte. Cuando el Protector y la costa se perdieron de vista, Usha dio un tirón al timón para hacer que el bote girara y navegar de regreso.

El timón no respondió. El viento sopló con más fuerza y de manera constante. La magia irda mantenía la embarcación rumbo a Palanthas.

Usha se tumbó en el fondo del bote y se entregó a su pena, llorando y gritando hasta casi ponerse enferma. Las lágrimas no aliviaron en absoluto el dolor de su corazón. Por el contrario, le dieron hipo, le pusieron rojos los ojos, que le picaban y le ardían, e hicieron que la nariz le goteara. Manoseando torpemente para coger un pañuelo se topó con la carta que el Protector le había dado. La abrió sin mucho entusiasmo, imaginando que había sido otra excusa para librarse de ella, y empezó a leer...

»Mi Usha: mientras escribo esto, tú duermes. Te miro
--
descansando plácidamente, el brazo echado sobre tu cabeza, el cabello despeinado, las huellas de las lágrimas en tus mejillas
--
y recuerdo a la criatura que trajo alegría y calor a mi vida. Ya te echo de menos ¡y todavía no te has ido!

»Sé que te sientes herida y estás enfadada porque te enviamos lejos de aquí, sola. Por favor, créeme mi querida niña: jamás habría hecho esto si no estuviera convencido de que tu marcha es por tu propio bien.

»La pregunta que planteaste en la reunión, referente a la Gema Gris y su control sobre nosotros, es algo que nos hemos preguntado muchos de nosotros. No estamos seguros de que romper la joya sea el mejor curso de acción. Accedimos a la proposición del Dictaminador porque, sinceramente, creemos que no tenemos otra opción.

»El Dictaminador ha decretado que ni el menor indicio de lo que planeamos debe trascender al mundo exterior. En eso, creo que se equivoca. Durante demasiado tiempo nos hemos mantenido apartados del mundo. Ello ha acabado
-
más de una vez
-
en tragedia. Mi propia hermana...»

En este punto, lo que quiera que hubiera escrito había sido tachado. El Protector nunca le había mencionado que tuviera una hermana. ¿Dónde estaba? ¿Qué le había ocurrido? Usha trató de descifrar las palabras debajo del tachón, pero fracasó. Suspiró y siguió leyendo. Lo que venía a continuación iba dirigido a lord Dalamar, señor de la Torre de la Alta Hechicería, en Palanthas.

Usha pasó con una ojeada las educadas presentaciones preliminares y una descripción de cómo se las habían ingeniado los irdas para robar la Gema Gris, una historia que había oído contar infinidad de veces y que ya le resultaba aburrida. Se saltó hasta la parte interesante.

»La Gema Gris descansa sobre el altar que le hemos construido especialmente para retenerla. A simple vista, el aspecto de la piedra es modesto. Al examinarla más detenidamente se vuelve más interesante. Su tamaño parece variar según quién la contempla. El Dictaminador insiste en que es tan grande como un gato adulto, mientras que yo la veo con un tamaño como el del huevo de una gallina.

»Es imposible determinar su número de facetas. Todos nosotros las hemos contado y ninguno ha llegado a la misma cifra. Esas cifras no varían en uno o dos números, sino que son radicalmente distintas, como si cada uno de nosotros hubiese contado las facetas de gemas diferentes.

»Sabernos que la joya es caótica por naturaleza. Sabemos también que el dios Reorx ha hecho muchos intentos para recapturarla, pero que siempre ha fracasado. La Gema Gris está más allá de su poder para retenerla. Entonces ¿por qué se nos ha permitido que nosotros la conservemos?

»La respuesta del Dictaminador a esta pregunta es que Reorx es un dios débil, fácil de distraer, e indisciplinado. Tal vez sea verdad, pero me pregunto por qué los otros dioses no han hecho nunca el menor intento de controlar la gema. ¿Será porque ellos, también, son débiles contra ella? Y sin embargo, si los dioses son todopoderosos, ¿cómo es eso posible? A menos que la propia Gema Gris posea un poder mágico mucho más fuerte que el de los propios dioses.

»Si es así, la piedra es inmensamente más poderosa que nosotros. Y ello significa que la Gema Gris no está bajo nuestro control. Nos está engañando, utilizándonos... no sé con qué propósito. Pero me da miedo.

»Por ello he incluido una copia de la historia de la creación del mundo y de la Gema Gris, según la tradición irda. Encontraréis, milord Dalamar, que difiere considerablemente de las otras historias recopiladas, y ésa es una razón por lo que considero esencial que esta información llegue al Cónclave de Hechiceros. Quizá se puedan recoger algunas claves respecto a la Gema Gris a través de este relato.»

—¡La historia de los irdas! —exclamó Usha, que a punto estuvo de enrollar el pergamino—. ¡La tengo oída de sobra! ¡Me la sé de memoria!

Había aprendido a leer y escribir el lenguaje irda y también el conocido como Común, que los irdas jamás hablaban entre sí pero que se consideró aconsejable que ella supiera. Aunque había sido buena estudiante, Usha no disfrutaba demasiado con el aprendizaje. A diferencia de los estudiosos irdas, ella prefería hacer cosas antes que leer sobre las cosas que se hacían.

Pero no tenía otra cosa que hacer ahora salvo lloriquear y gemir y compadecerse de sí misma. Se inclinó sobre el macarrón, metió el pañuelo en el agua de mar, se refrescó la cara y la frente calientes, y se sintió mejor. Y así, para evitar pensar en su pena, siguió leyendo —aburrida al principio— pero sintiéndose cautivada de manera gradual. Podía oír la voz del Protector en las palabras escritas y se encontró de nuevo sentada a la pequeña mesa, escuchando su relato de la creación del mundo.

»Según nuestros antepasados , los tres dioses tal como los conocemos ahora, Paladine, Takhisis y Gilean, moraban juntos en el plano inmortal. Los tres eran hermanos, ya que habían nacido de Caos, Padre de Todo y de Nada. Paladine, el hijo mayor, era concienzudo, responsable. Gilean, el mediano, era estudioso y contemplativo. Takhisis, la pequeña y la única hija, era, en cierto modo, la favorita. Era impaciente, ambiciosa y estaba aburrida.

»Quería poder, quería imponerse a los demás. Lo intentó pero no consiguió dominar a sus hermanos. Paladine era demasiado enérgico, y Gilean estaba demasiado abstraído. Por esto nosotros, los irdas, creemos que fue a instigación de Takhisis que el mundo de Krynn y toda la vida en este plano se crearon.

»Takhisis sabe ser encantadora y muy lista cuando se lo propone, y fue a sus hermanos mayores con la idea de crear un mundo y espíritus que lo habitaran. Con Paladine hizo hincapié en cómo estos espíritus traerían el orden a un universo que, de otra manera, seguiría siendo caótico. Hacía tiempo que a Paladine lo venía incomodando el hecho de que sus existencias no tuvieran propósito alguno, ningún significado. A él y a su consorte, Mishakal, les complació la idea de este cambio y dieron su consentimiento.

»--
Supongo que le habrás hablado a Padre sobre esto
--
dijo Paladine
--
, y que habrás obtenido su permiso.

»--
Por supuesto, mi querido hermano
--
contestó Takhisis.

»Paladine debería haber sabido que su hermana mentía, pero estaba tan ansioso de poner orden en el universo que cerró los ojos a la verdad.

»Takhisis fue a ver a Gilean y le habló de las oportunidades para el estudio, una ocasión de ver cómo otros seres que no fueran ellos reaccionaban ante diferentes situaciones.

»A Gilean le resultó interesante esta idea. Al no tener consorte (no tenemos noticia de lo que ocurrió con ella), Gilean consultó con Zivilyn, un dios que venía de otro de los planos inmortales al que se lo llamaba simplemente Más Allá. Se dice que Zivilyn existe en todos los planos y en todos los tiempos.

»Zivilyn miró delante y miró detrás. Miró a su izquierda y a su derecha. Miró arriba y miró abajo, y finalmente declaró la idea como buena.

»En consecuencia, Gilean aceptó.

»--
Por supuesto, habrás mencionado este asunto a Padre
--
dijo Gilean como si se le hubiera ocurrido de pronto, sin siquiera alzar la vista de su libro.

»--
Desde luego, mi querido hermano
--
contestó Takhisis.

»Gilean sabía que Takhisis mentía, ya que Zivilyn le había advertido que lo haría. Pero la oportunidad de obtener conocimientos era una tentación demasiado grande, así que Gilean cerró los ojos a la verdad.

»Habiendo obtenido el consentimiento de sus hermanos, Takhisis puso en marcha su plan.

»En Más Allá vivía un dios llamado Reorx. No se sabe mucho sobre su pasado, aunque hay rumores de que alguna horrible tragedia lo había llevado a rehuir la compañía de otros inmortales. Vivía solo en su plano, en su forja, pasando el tiempo en crear cosas bellas y horrendas, maravillosas y terribles. La creación era su único placer. Ninguno de los objetos que creaba tenía utilidad y, una vez que estaban terminados, simplemente los arrojaba a un lado. Todavía los vemos, pues alguno cae de vez en cuando al suelo. Se conocen como estrellas fugaces.

»Takhisis fue a ver a Reorx y alabó sus creaciones.

»--
Pero ¡qué pena
--
dijo
--
que tengas que tirarlas! Tengo un plan en mente. Crearás algo que no te aburrirá, sino que te ofrecerá nuevos retos cada día de tu vida inmortal. Crearás un mundo y lo poblarás con espíritus a los que enseñarás todas las artes que conoces.

»La idea cautivó a Reorx. Por fin su interminable creación tendría una utilidad, un beneficio. Aceptó de buena gana.

»--
Habrás aclarado este asunto con Padre, ¿no?
--
preguntó a Takhisis.

»--
No habría venido de no ser así
--
contestó ella.

»Reorx
--
sencillo y sin doblez
--
no tenía ni idea de que Takhisis estaba mintiendo.

»Los dioses se reunieron: Paladine, Mishakal y sus hijos; Gilean y su única hija natural, junto con sus hijos adoptivos; y Takhisis, su consorte, Sargonnas, y sus hijos. Reorx llegó, instaló su forja y, en medio de la oscura e interminable noche de Caos, colocó un trozo de metal fundido al rojo vivo y dio el primer golpe con su martillo.

»En ese momento, los dos hermanos fueron obligados a abrir los ojos.

»Takhisis no había consultado a Caos, Padre de Todo y de Nada. Consciente de que se opondría a su plan para poner orden en el universo, había mantenido su plan deliberadamente en secreto para él. Y no cabe duda de que sus hermanos lo sabían.

»Caos podría haber destruido a sus hijos y a su juguete allí mismo, en ese instante, pero, como haría cualquier padre, decidió que sería mejor darles una lección.

»--
Crearéis el orden, en efecto
--
tronó
--
, pero me ocuparé de que el orden engendre discordia, tanto entre vosotros como entre aquellos que habiten vuestro mundo.

»No se podía hacer nada para cambiar lo que había pasado. Las chispas que hizo saltar el martillo de Reorx ya se habían convertido en estrellas. La luz de las estrellas había dado vida a los espíritus vivientes. El propio Reorx forjó un mundo en el que estos espíritus pudieran morar.

»Y fue entonces cuando la maldición de Caos se puso de manifiesto.

»Takhisis quería que los recién creados espíritus estuvieran bajo su control a fin de dominarlos y obligarlos a hacer su voluntad. Paladine quería tener a los espíritus bajo su control con intención de criarlos y conducirlos por los caminos de la rectitud. Gilean no veía ventaja en ninguna de las dos opciones, en un sentido académico. Quería que los espíritus permanecieran libres para que pudieran elegir el camino que quisieran tomar. De ese modo, el mundo sería mucho más interesante.

»Los hermanos pelearon. Sus hijos y dioses de otros planos fueron arrastrados a la batalla. Empezó la Guerra de Todos los Santos.

»El Padre de Todo y de Nada se rió, y escuchar su risa fue horrible.

»Finalmente, Paladine y Gilean se dieron cuenta de que la batalla podía destruir todo lo creado. Aliaron sus fuerzas contra las de su hermana y, aunque no alcanzaron una victoria completa, por fin la forzaron a llegar a un acuerdo. Ella accedió de mala gana a que los tres gobernaran el nuevo mundo juntos, manteniendo un equilibrio entre ellos. De este modo esperaban terminar con la maldición que su Padre, Caos, les había echado.

»Los tres dioses decidieron que cada uno de ellos regalaría a los espíritus unos dones que les permitirían vivir y prosperar en el mundo recién forjado.

»Paladine dio a los espíritus la necesidad de control. Así trabajarían para obtener control sobre su entorno y traer el orden al mundo.

»Takhisis dio a los espíritus ambición y deseo. Los espíritus no sólo controlarían el mundo, sino que constantemente buscarían mejorarlo... y mejorarse a sí mismos.

»Gilean les otorgó el don de la elección. Cada uno tendría libertad para tomar sus propias decisiones. Ningún dios poseería un poder absoluto.

»Todos estos dones eran buenos, ninguno malo... a menos que se llevaran a extremos. La necesidad de control, llevada al extremo, conduce al miedo por el cambio, la supresión de ideas nuevas, la intolerancia de cualquier cosa diferente.

»La ambición, llevada al extremo, conduce a la determinación de alcanzar el poder a toda costa, a la esclavitud. Los deseos pueden convertirse en obsesiones y llevar a la gula, la lujuria, la avaricia y la envidia.

»La libertad llevada hasta su extremo es anarquía.

»Los espíritus adquirieron forma física, brotando de la imaginación de los dioses. De la mente de Paladine surgieron los elfos, su raza ideal. Disfrutan controlando el mundo físico, dándole forma a su antojo. Viven largo tiempo y cambian poco.

»Takhisis imaginó una raza de criaturas de una belleza absoluta, todas tan ambiciosas y egoístas como ella misma. Éstos fueron los ogros y, al acrecentarse sus apetitos, su belleza se consumió. Pero son extraordinariamente fuertes y muy poderosos.

»Puede decirse que nosotros, los irdas, somos creación de Takhisis ya que fuimos los ogros originales. Vimos lo que le estaba ocurriendo a nuestro pueblo, y algunos de nosotros nos volvimos hacia Paladine, suplicándole ayuda. Nos dio capacidad para separarnos de la Reina Oscura, pero fue a un alto coste. No podíamos vivir en contacto con otras razas o sucumbiríamos a la tentación y caeríamos de nuevo. Seríamos unos seres aislados, solitarios, que al disfrutar del aislamiento perpetuaríamos nuestra propia soledad. Incluso unirnos para tener progenie nos resultaría difícil, de manera que nuestro pueblo nunca sería numeroso. Aceptamos todas estas condiciones a fin de escapar del destino de nuestros hermanos. Y, así, el mundo no sabe nada de nosotros... o lo que cree saber es falso.

»Gilean imaginó la raza de los humanos. Tienen la vida más corta de todas, son los que cambian con más rapidez y los que con más facilidad se pasan de uno a otro bando.

»El Padre, para su propia diversión y para incrementar la probabilidad de desorden, creó a los animales. Irritó mucho a sus hijos al otorgar ventajas a muchos de los animales; de todos ellos, los principales son los dragones, que poseen inteligencia, sabiduría, larga vida, magia, fuerza y armas formidables.

»Desde la llegada de los dragones a Krynn, las otras especies mortales han combatido contra ellos o se han esforzado para aliarse con ellos.

»Así tuvo lugar la creación del equilibrio en el mundo. Los elfos se consideraron a sí mismos como la encarnación del Bien, mientras que los ogros eran la representación del Mal. (Resulta interesante señalar que, desde el punto de vista de los ogros sobre el mundo, el planteamiento es completamente contrario. Son los ogros los que se ven a sí mismos como representantes del Bien, y los elfos y los que como ellos abogan por la exterminación de la raza de los ogros, son el Mal.) Los humanos, en el medio, podían moverse para unirse a uno u otro lado y así lo hicieron... constantemente.

»Por llevar los humanos en su sangre todos los dones de los dioses
--
necesidad de ejercer control, ambición, deseos y libertad de elección para utilizar estos dones de modo beneficioso o perjudicial
--
, son los que avanzan velozmente a través del tiempo, creando, cambiando, alterando, destruyendo. A esto se lo llama progreso.

»Fue también durante esta época cuando la magia apareció en el mundo. Tres de los hijos de los dioses habían crecido juntos y habían estado inusualmente unidos: Solinari, hijo de Paladine y Mishakal; Nuitari, hijo de Takhisis y Sargonnas; y Lunitari, hija de Gilean. Todos los dioses poseen el poder de la magia, pero en estos tres ese poder estaba realzado por su amor a la magia y su dedicación a este arte. Esto creó un vínculo entre ellos, que tan distintos eran en otros aspectos.

»Cuando tuvo lugar la Guerra de Todos los Santos, estos tres estuvieron bajo una gran presión por parte de sus respectivos padres para que se unieran a uno u otro bando. Los tres primos temían que la guerra destruiría lo que más amaban: la magia. Hicieron el juramento de permanecer fieles a ella, leales entre sí, y abandonaron el panteón de los dioses. Asumieron forma mortal y caminaron por la faz de Krynn.

»Cada primo encontró un seguidor entre los mortales, y a ese seguidor cada uno de ellos le otorgó el don de la magia. Este don podía pasarse a otros mortales, y estos mortales podrían, en momentos de necesidad, invocar la ayuda de los tres dioses. Después los tres primos abandonaron Krynn, aunque permanecieron cerca, girando a su alrededor en el firmamento, observando con ojos siempre abiertos a los mortales que utilizaban sus dones. Los mortales conocen a esos «ojos» como las tres lunas de Krynn: la plateada Solinari, la roja Lunitari y la invisible (salvo para sus seguidores) Nuitari.

»Nosotros, los irdas, poseemos unos poderes mágicos inmensos, pero no sabemos con exactitud de dónde emana ese poder. No estamos alineados con los hechiceros de Krynn y, de hecho, se nos considera "renegados". Nos veis como una amenaza, un peligro para vuestras órdenes. Nuestra magia es una de las muchas razones por las que evitamos el contacto con otras especies. La magia es crucial para nuestra supervivencia. Todos los irdas nacen con ella. Llevamos la magia en la sangre, por decirlo de alguna forma, y funciona de un modo tan innato como lo hacen los otros sentidos: la vista, el olfato, el oído, el tacto y el gusto. ¿Alguien nos pregunta que expliquemos cómo vemos? No encuentro razón alguna para que el mundo exija que expliquemos cómo realizamos lo que son, a sus ojos, milagros.

»Bien, continuemos con la historia de la creación.

»El nuevo mundo era joven y salvaje, como lo eran los espíritus de los mortales que lo habitaban. Los elfos trabajaban duro, sumisos, en su parte del mundo. Los ogros aprendían a adaptarse a la suya. Los humanos buscaban manipular y mejorar la suya. Reorx, el dios solitario, se ofreció a ayudarlos. Se dice que Reorx únicamente se siente feliz de verdad cuando se mezcla e interfiere en la vida de los mortales.

»Reorx enseñó a un grupo de humanos innumerables habilidades, en las que estaba incluida la técnica de forjar acero. Los elfos y los ogros codiciaban el metal, que ninguno de ellos sabía cómo fabricar. Fueron en busca de los humanos para comprar espadas, cuchillos, herramientas. Los humanos se sintieron inmensamente enorgullecidos de sus habilidades y empezaron a hacer alarde de ellas. Olvidaron, en su orgullo, honrar a Reorx, su maestro. Incluso lo rechazaron cuando el dios apareció entre ellos, y se rieron de él porque era mucho más bajo que ellos, ridiculizando su interés en el mismo arte con el que estaban obteniendo tanta riqueza.

»Enfurecido, Reorx maldijo a estos humanos. Les arrebató las habilidades que les había enseñado, dejándoles sólo el deseo de inventar, construir, fabricar. Decretó que estos humanos fueran bajos, ajados, y ridiculizados por las otras razas. Los transformó en gnomos.

»Durante este tiempo, conocido como la Era de la Luz o del Albor, el equilibrio del mundo
-
que había sido relativamente estable
-
empezó a perturbarse. Los humanos, que ya no se contentaban con lo que tenían, empezaron a codiciar las posesiones de sus vecinos. Los ogros, incitados por Takhisis, ansiaban el poder. Los elfos querían que los dejaran en paz y solos, y estaban dispuestos a luchar para preservar su aislamiento.

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