Los diez mandamientos del siglo XXI (9 page)

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Authors: Fernando Savater

Tags: #Ensayo, Filosofía

BOOK: Los diez mandamientos del siglo XXI
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Los padres son dos elementos básicos de la biografía individual. Pero además de preguntarnos por esta relación entre hijos y padres en cada uno de los núcleos familiares, hay una consideración más amplia, más abierta y más social que hay que tener en cuenta: ¿cuál es la relación en nuestras sociedades entre los jóvenes, las personas maduras y los ancianos? ¿Cuál es el trato que damos a quienes forman parte del eufemismo llamado «tercera edad»? ¿Qué hacemos con las personas que ya no se encuentran en el orden productivo, con quienes representan la memoria, la tradición y que a veces constituyen un obstáculo para ciertas renovaciones? ¿Cuál es el papel de la gente venerable en la sociedad actual? Éstas son las grandes preguntas sobre las que debemos debatir, y que nacen del análisis actualizado del cuarto mandamiento.

V
No matarás

Yahvé escucha en silencio las acusaciones del señor Savater

Éste es el mandamiento que menos vamos a discutir. Nadie, ni los más escépticos y menos entusiasmados por las prohibiciones, rechaza este impedimento: no matarás. Es imprescindible y necesario, pero reconoce que estamos frente a una gran contradicción. En la historia se ha matado más en tu nombre que en el de los demás dioses...

Perdón... perdón... no te enfades, ya sabemos que no hay más dioses que tú, y que los demás son falsos. Lo que sí debes reconocer es que utilizándote como excusa se han declarado terribles guerras, cometido saqueos, se ha asesinado a millones de hombres, mujeres y niños.

¿Recuerdas la guerra de los albigenses? Seguro que sí. En una ciudad habían decidido pasar a cuchillo a, los pobres albigenses. Le preguntaron al obispo cómo había que hacer para reconocer quiénes eran herejes y quiénes no antes de ejecutarlos, entonces tu representante en la tierra recomendó matarlos a todos, ya que Dios reconocería a los suyos.

Debes aceptar que no te honran este tipo de planteamientos que se han repetido a lo largo de la historia.

Pero además hay otros problemas. Tú dices: «No matarás», pero tú nos matas a todos. No cabe duda de que eres el gran asesino universal. Claro, dirás que el quinto mandamiento sólo cabe para los humanos y no para ti, que estás por encima de ellos. Bueno... aceptémoslo así, pero de todas formas quedan una serie de dudas y temores, porque ya ves cómo está el mundo. No es un lugar donde reine el «no matarás» que tú nos ordenaste, sino todo lo contrario.

No matarás, pero sin exagerar

El precepto sólo dice «no matarás», y a simple vista es una norma más que razonable. Sin embargo, dentro de la propia Biblia existen numerosos reos que merecen la muerte. Hay castigo mortal para los sodomitas, los adúlteros o los enemigos del pueblo elegido. Hay otros ejemplos que añaden confusión. Todos los ejércitos llevan su capellán castrense que bendice sus tropas, los condenados a muerte tienen a su lado a un sacerdote que los acompaña hasta el patíbulo.

En su libro
¿Qué sabemos de la Biblia?,
el padre Ariel Álvarez Valdez enumera los pecados mortales que se definen en el Deuteronomio:

—«Si aparece alguien entre ustedes diciendo vamos a servir a otros dioses, distintos de Yahvé, ese hombre debe morir».

—«Si un hombre o una mujer va a servir a otros dioses y se postra ante ellos o ante el sol, la luna o las estrellas, los apedrearás hasta que mueran.»

—«Si alguno no obedece lo que se le mandó en un juicio en el que se comprometió jurando por el nombre de Yahvé en vano, ese hombre debe morir.»

—«Si un hombre tiene un hijo rebelde que no obedece a sus padres lo apedrearás hasta que muera.»

—«Si un hombre mata a otro, el homicida debe morir.»

—«Si una joven se casa con un hombre y resulta que no es virgen, la apedrearás hasta que muera.»

—«Si un hombre rapta a otro, el ladrón debe morir.»

—«Si un testigo injusto se presenta ante otro y da testimonio falso, lo harás morir.»

—«Si se sorprende a un hombre acostado con una mujer casada, morirán los dos.»

En la Inglaterra del siglo XIX se intentó suprimir la condena a la horca para el robo, que incluía delitos por quince o veinte libras. Entre las fuerzas que se opusieron estaban los tres arzobispos que tenían representación en el Parlamento inglés.

Con estos ejemplos quiero mostrar cómo este «no matarás» que nos parece tan sublime ha sido desmentido no sólo por los laicos, sino también por los propios eclesiásticos.

Pero la lista es innumerable; por ejemplo, los conductores irresponsables que cogen un coche habiendo bebido unas copas y causan un accidente, también matan; matan las personas que consienten políticas que llevan al hambre o al abandono de millones de personas.

Luis de Sebastián habla de muerte directa e indirecta: «Todos los días más de diez mil niños mueren en el mundo de causas relacionadas con la desnutrición. A esos niños los mata el hambre, dirán algunos. Pero ¿quién es el responsable de esas muertes? Miles de personas cada año quedan mutiladas a causa de las minas antipersonas que se sembraron en distintos escenarios de guerras. ¿Quién es el responsable de esas muertes? También deberíamos fijarnos en los millones de muertes que se producen anualmente por la mala organización de la economía, por la discriminación en el reparto de los bienes materiales contra los que no tienen dinero y por falta de solidaridad». Hay una serie de conductas insensatas que tienen que ver con este mandamiento, como por ejemplo las de los médicos y científicos que durante el nazismo hicieron terribles experimentos utilizando a seres humanos como cobayas con la excusa del progreso de la ciencia.

Este precepto no se puede entender simplemente como «tú no emplearás la violencia de muerte contra otro», ya que habría que tomarlo de una manera más amplia como «no causarás por acción u omisión la muerte de otros».

La verdad es que el precepto «no matarás» se aplica a los de la propia tribu. Nadie admite el asesinato entre congéneres. Ni siquiera ocurre esto entre una banda de gángsters. La cuestión es si se puede asesinar a los otros. El precepto se vuelve sublime cuando se aplica a toda la humanidad y no solamente a los de la propia facción.

Ningún grupo humano podría sustentarse ante el peligro de ser asesinado por los más próximos. El enemigo es exterior, ajeno, el que es distinto, el que no es como yo. Esos no están protegidos por el «no matarás».

El rabino Sacca amplía el tema: «La traducción exacta del mandamiento es "no asesinarás". Obviamente el matar no está prohibido en la Biblia de una forma total. Uno puede defenderse cuando lo atacan, reaccionar y matar a su opositor antes que éste lo mate a uno. La Biblia también contempla la pena de muerte en algunos casos, por ejemplo al que asesina. Cuando se cumplen los requisitos se enjuicia al culpable y puede ser ejecutado, debe ser ejecutado.

»Lo que está prohibido es el asesinato, y cualquier forma de quitarle la vida a otro individuo, cuando la propia Tora no lo contempla. Aquí también entra en juego la honorabilidad de los seres humanos. ¿En qué medida considero que una persona me viene a matar?, ¿cómo sé que el que pasa por mi vereda es una amenaza para mí y para mi familia? Aquí debo dar muestras de sentido común y raciocinio para evaluar qué grado de peligro tiene mi supuesto enemigo».

Los que aman y sus cómplices

Los grandes asesinatos masivos no habrían podido llevarse a cabo si los inspiradores no hubiesen tenido cómplices y voluntarios emprendedores que los ayudaran a cometer sus delitos. En muchas ocasiones dichas personas no se sienten culpables y dicen que cumplían órdenes. La famosa y siniestra obediencia debida que tantas veces hemos escuchado mencionar.

Ellos son el final de una escala, el responsable es la cabeza, el que organiza y decide. Los cómplices creen que no hacen nada. En un libro espléndido de Hannah Arendt,
Eichmann en Jerusalén,
se comenta el proceso a Adolf Eichmann. Arendt explica que se trataba de un burócrata que se consideraba a sí mismo totalmente inocente, que todo lo que hizo fue poner la firma en un papel y que no cometió ningún delito. Sin embargo, ya no queda ninguna duda de que él fue parte imprescindible para cometer esos terribles crímenes y asesinatos.

La verdad es que nunca le faltan razones a quien desea matar; desde las justificaciones que busca Raskolnikov para asesinar a la vieja usurera en la novela
Crimen y castigo
de Dostoievski, que se elimina a un ser superfluo y dañino, hasta las grandes justificaciones heroicas, la salvación de la patria, la revolución, el triunfo del proletariado.

En cualquier caso, nunca han faltado argumentos para justificar muertes y crímenes. Frente a estas circunstancias se alza esta súplica, esta exigencia de «nunca más». Quizá sea mucho pedir que «nunca más» se cometan crímenes y violaciones. Pero no que «nunca más» se intente justificar, legitimar, convertir en decentes asesinatos y abusos. «Nunca más» se incurrirá en la legitimación de la muerte.

¿Cuándo comienza la muerte?

¿Qué es la muerte? ¿Cuándo se está muerto? El límite que distingue entre la vida y la muerte se desplazó poco a poco a lo largo de los siglos. Hoy se recuperan personas que hace cien o doscientos años estaban clínicamente desahuciados. Los avances tecnológicos nos permiten sorprendentes posibilidades de reactivación del corazón, del cerebro y, en definitiva, de la vida.

El punto donde se establece la muerte irreversible es cada vez más tenue. Se trata no sólo de la prolongación de la vida vegetativa, sino de la posibilidad de la existencia personal y consciente. Con toda seguridad, los años que están por venir nos permitirán tener más posibilidades de recuperar personas del seno de las tinieblas irreversibles.

Existe una justificación religiosa del no matarás a partir de la orden divina. Pero recordemos a otro personaje de Dostoievski, aquel de
Los hermanos Karamázov
que decía: «Si Dios no existe, todo está permitido». Los que no somos religiosos pensamos de otra manera: «Pese a que Dios no existe, hay muchas cosas que no pueden estar permitidas».

Entonces, ¿cuál es la justificación racional del quinto mandamiento? Matar significa introducir un principio antisocial por excelencia dentro de la comunidad. La sociedad se basa en la confianza mutua de quienes la componen. Los que están en ella deben ser socios, cómplices en la vida, y no deben transformarse en los enemigos que la amenazan y la destruyen. El hombre que está rodeado de asesinos vive peor que en la selva, porque sus propios semejantes pueden representar el crimen.

De modo que hay una visión religiosa: «No matemos porque Dios no quiere que matemos», a pesar de que él —insisto— nos mata a todos, algo que no debemos olvidar. Pero, por otra parte, está el principio racional: no matemos porque eso destruye la sociedad y termina con la confianza imprescindible para que los seres humanos podamos reposar y descansar unos al lado de otros, sabiendo que nos guardamos las espaldas y no estamos amenazados por los que están cerca de nosotros.

El mayor crimen está ahora, no en los que matan, sino en los que no matan pero dejan matar.

José Ortega y Gasset

El quinto mandamiento convierte el matar en un acto escandaloso por excelencia, la muerte en algo antinatural. Sin embargo, todos sabemos que la muerte es lo más natural que existe, lo menos escandaloso y lo más absolutamente trivial. El mismo dios que prohibe que los hombres se asesinen unos a otros es el que ha establecido que la muerte es el precepto universal que prolonga la vida: morimos para que los demás puedan vivir.

Entonces la muerte es el gran instrumento, el mecanismo por el cual se prolonga la existencia en la naturaleza, en la divinidad, en la creación o en lo que ustedes quieran. ¿Cómo puede ser que ese precepto sea el más divino y el más natural? En el fondo los seres humanos hemos luchado contra la muerte y el asesinato, en contra de la naturaleza y la propia divinidad, que nos mata a todos por igual.

La guerra, la gran excusa para matar

No hay nada que diga que un territorio es o no imprescindible para la subsistencia de un determinado grupo humano. Hitler consideraba que el espacio vital de su país exigía la conquista de Polonia, Austria y de Europa entera. Y así hemos visto en la modernidad muchos otros casos en los que distintas naciones vieron como necesaria la posesión de territorios limítrofes.

Desde el siglo XVI los estudiosos del derecho natural han hablado de la existencia de guerras justas e injustas. Y entre las primeras, se encuentran aquellas que se producen en defensa de la vida humana, aunque destruyan otras vidas.

Creo que no hay que entender el proceso biológico como un absoluto, como un criterio zoológico. Hay que tomarlo como referencia a la vida humana, que exige libertad, autonomía, capacidad de intervención y decisión en los asuntos que nos afectan. En esa instancia, en la defensa de esos valores, entonces sí creo que se debe recurrir a la violencia, cuando todo está amenazado por la tiranía y la invasión destructora.

Me parece muy bueno no verter sangre humana, pero hay un momento en que el tirano se convierte en una causa de sufrimientos, crímenes y muerte, por lo que el respeto a la vida exige el enfrentamiento en un terreno en el que también pueden perderse vidas biológicas.

León Tolstoi se preguntaba y contestaba en
Guerra y paz:
«¿Qué es la guerra? ¿Qué se necesita para tener éxito en las operaciones militares? ¿Cuáles son las costumbres de la sociedad militar? La finalidad de la guerra es el homicidio; sus instrumentos, el espionaje, la traición, la ruina de los habitantes, el saqueo y el robo para aprovisionar al ejército, el engaño y la mentira, llamadas astucias militares; las costumbres de la clase militar son la disciplina, el ocio, la ignorancia, la crueldad, el libertinaje y la borrachera, es decir, la falta de libertad. A pesar de esto, esa clase superior es respetada por todos. Todos los reyes, excepto el de China, llevan el uniforme militar, y se conceden las mayores recompensas al que ha matado más gente... Los soldados se reúnen, como por ejemplo sucederá mañana, para matarse unos a otros. Se matarán y mutilarán decenas de miles de hombres, y después se celebrarán misas de acción de gracias porque se ha exterminado a mucha gente (cuyo número se suele exagerar) y se proclamará la victoria creyendo que cuantos más hombres se ha matado mayor es el mérito».

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