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Authors: Barbara Hambly

Tags: #Ciencia Ficción

Los hijos de los Jedi (38 page)

BOOK: Los hijos de los Jedi
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Un diagrama apareció en la pantalla. No era el mapa exactísimo con cada cable y conducto indicado que hubiese mostrado el ordenador de una nave, sino un esbozo más o menos a escala de una sección del navío con cubierta 17 escrito en una esquina. Un círculo luminoso apareció alrededor de un acceso, y después la pantalla mostró una ventana.

>El conducto está protegido mediante una trampa. Se extiende desde Reciclaje, la zona de la nave a la que sólo van los androides, hasta la Cubierta 19. Si consigues que tu fotrinador sea lo bastante ligero, deberías poder impulsarlo hacia arriba lo suficientemente deprisa mientras interfieres el funcionamiento de la parrilla de enclisión el tiempo suficiente para que el fotrinador pueda pasar sin recibir un número excesivo de impactos<

Luke pensó en ello.

—¿Es así como lo hiciste? —preguntó por fin—. ¿Hiciste que la parrilla no funcionara correctamente?

Una larga vacilación. El diagrama desapareció de la pantalla. Un débil sonido en el pasillo hizo que Cetrespeó saliera con un chirriar de servomotores para investigarlo, y el resplandor blanquecino de la pantalla ribeteó su silueta dorada con hebras de luz cuando se quedó inmóvil delante del cuadrado de negrura absoluta del umbral para escuchar.

>
Es
como interferir el sistema de disparo de un desintegrador. No puedes mantener inactivos todos los rayos porque hay demasiados sistemas independientes y siempre habrá algunos que hagan fuego contra ti, y no puedes evitar que algún disparo te acierte<

Hubo otro largo silencio. Luke pensó que si Callista tuviera un cuerpo habría desviado la mirada, como hacía Leia a veces cuando hablaba de Bail Organa, para impedir que viese la pena en sus ojos.

>Cuantos más impactos recibas, más recibirás después. Pero si colocas el vocalizador dentro de la carcasa de un androide de rastreo vacía, podrás lanzarlo hacia arriba por el pozo lo bastante deprisa para que sobreviva a unos cuantos impactos. Y un mecanismo puede aguantar muchos más impactos que la carne humana<

«Cuantos más impactos recibas, más recibirás después», pensó Luke, y sintió un escalofrío.

Callista había subido por el conducto de la sala artillera, sabiendo que recibiría algún impacto más tarde o más temprano y que el primer impacto afectaría a su concentración en la Fuerza, debilitando su capacidad para impedir que la parrilla disparase contra ella y disminuyendo sus posibilidades de evitar un segundo impacto, y que el segundo impacto haría disminuir todavía más sus posibilidades de evitar un tercero.

Se acordó de cómo la sangre del klagg había goteado a lo largo de los escalones y del olor de la carne quemada. Su corazón se contrajo dentro de él, y se fue llenando de dolor a medida que el silencio se iba prolongando.

—Ojalá no hubiese ocurrido —dijo en voz muy baja y suave. «Ah, sí, unas palabras llenas de sabiduría y de poder que calman y consuelan —aprobó su mente con amargo sarcasmo—. La sabiduría de un auténtico Maestro Jedi.»

>Olvídalo<

Guardaron silencio durante un rato, como si estuvieran separados por una noche insondable y se estirasen sobre ella extendiendo unos dedos que nunca podrían llegar a tocarse.

—¿Naciste en Chad?

La pantalla permaneció a oscuras durante un rato todavía más largo, hasta que Luke empezó a temer que su pregunta la hubiera ofendido o que las baterías se estuvieran agotando. Entonces las palabras aparecieron en la pantalla, flores blancas en la pradera hundida del vacío.

>Teníamos un rancho en las aguas profundas. Nos desplazábamos a lo largo de la Corriente Algica junto con los rebaños, desde el ecuador hasta las proximidades del Círculo Ártico. La primera vez que usé la Fuerza fue para mover unos témpanos un invierno en que quedé atrapada por los hielos junto con un grupo de vacas. Papá nunca comprendió por qué no podía quedarme allí si era feliz<

—¿Eras feliz?

Bajó la mirada hacia la espada de luz que Callista había montado pieza por pieza para que fuese su arma Jedi, en Dagobah, tal vez, o en el planeta al que la hubiese llevado su adiestramiento, fuera cual fuese. Había colocado una hilera de
tsaelke
alrededor de la empuñadura, en recuerdo de las mareas de su hogar.

>Creo que nunca he vuelto a ser tan feliz como entonces<

Luke no le preguntó por qué se había ido. Sabía por qué lo había hecho.

—Es curioso —murmuró—. Siempre odié Tatooine, y siempre odié la granja. Ahora… Bien, en cierta forma creo que tuve mucha suerte. Irme no me costó nada. Aun suponiendo que no hubieran matado a mi familia, creo que no me habría costado ningún esfuerzo marcharme de allí.

>La Fuerza era como el tirón de la marea, como las corrientes de las profundidades del océano que llevan a los rebaños sobre sus espaldas. Desde pequeña supe que había algo allí fuera y cuando descubrí qué era, no me quedó más remedio que buscar a los Jedi<

—Pero tampoco podías explicarlo.

De la misma manera que él no había podido explicar al tío Owen y a la tía Beru aquella marea interior que tiraba de él, y que había empezado a hacerlo casi antes de que supiera hablar.

—Están muertos, ¿sabes? —dijo con un hilo de voz—. Los Jedi están muertos.

Otra prolongada oscuridad, como un agujero en el corazón de Callista, y después más palabras en la pantalla.

>
Lo
sé. Sentí… el vacío en la Fuerza. Supe lo que significaba incluso sin saber lo que había ocurrido<

Luke hizo una profunda inspiración de aire.

—Obi-Wan Kenobi pasó varios años escondido en Tatooine. Él fue mi primer maestro. Después de que…, de que le mataran, fui a Dagobah para estudiar con Yoda. Yoda murió… hace unos siete años.

«Después de que yo le dejase.» La pena y la amargura que llevaban tanto tiempo acosándole volvieron a alzarse dentro de él como un fantasma medio esfumado. «Su último discípulo… Y le dejé allí, y cuando volví ya era demasiado tarde.»

Luke pensó en Kyp Durron, el mejor de todos los estudiantes que había tenido; en Streen, Cilghal y el resto del diminuto grupo que se había ido reuniendo en las junglas de Yavin; en Teneniel de Dathomir, Cray y Nichos, Jacen y Jaina y Anakin, y en todo lo que había tenido que soportar; en la forja infernal del lado oscuro, la fortaleza secreta del Emperador en Wayland y todo lo que había ocurrido allí; en Exar Kun y el Holocrón derretido y convertido en una masa informe, y en las cenizas de Gantoris humeando sobre las piedras de Yavin y en la destrucción de mundos enteros.

Su corazón era el corazón de diamante de un Jedi, templado, duro y poderoso, pero eso no disminuía en lo más mínimo la intensidad del dolor que sentía dentro de él.

—A veces parece que hay un camino tan largo por recorrer… —dijo casi hablando consigo mismo, revelando en un murmullo algo que no le había dicho ni siquiera a Leia, que era como la otra mitad de su alma. —Amo Luke… —Cetrespeó volvió a aparecer en el umbral—. Amo Luke, parece ser que los jawas desean hablar con usted. —A juzgar por su tono, cualquier cosa que pudieran decirle ya contaba de antemano con la desaprobación de Cetrespeó—. Preguntan qué puede ofrecerles a cambio de cables, células de energía y desintegradores.

—¿Sabes una cosa? —murmuró Luke, alzando un espejo de diagnóstico que tenía el tamaño de la palma de su mano para poder ver las delicadas sujeciones de la caja del vocalizador mientras la conectaba a la carcasa vacía del androide de rastreo—. Si alguien me hubiese preguntado qué grupo de los compañeros de viaje con los que estoy compartiendo esta pequeña excursión tenía más probabilidades de haberse instalado justo al lado de las lanzaderas de transporte, habría apostado mis botas y mi espada de luz a que era el Pueblo de las Arenas. Tenían que ser ellos, ¿no?

>Es un aspecto de la naturaleza interior del corazón secreto del universo que ni siquiera los
Maestros revelan<

Las minúsculas hileras de palabras aparecieron en la pantalla del monitor de la caja vocalizadora. Luke no se había dado cuenta de que había vuelto automáticamente la mirada hacia ella esperando ver aparecer una contestación.

>Es el secreto más profundo y oscuro
de cuantos te permite ver la Fuerza<

—¿Y en qué consiste?

Callista creó el efecto visual de un susurro reduciendo todavía más el tamaño de las letras hasta convertirlas en puntitos apenas legibles.

>Que el universo tiene sentido del humor<

Luke se estremeció.

—Tendré que convertirme en un Jedi de un nivel mucho más elevado que el actual antes de que me resulte posible aunque sólo sea el querer pensar en ello.

Y percibió una de las raras carcajadas de Callista como una iridiscencia que danzó en el aire.

Mientras trabajaba en el rastreador que había obtenido de los jawas —era el que Cray había dejado incapacitado en Pzob, y Luke había utilizado la Fuerza al precio de un considerable esfuerzo y bastantes dolores para curar a un jawa de la jaqueca y las náuseas resultado de un impacto de haz aturdidor directo y a otro de quemaduras eléctricas en las manos—, Luke no había parado de hablar. Le había hablado de Tatooine y de Obi-Wan y de Yoda, de la caída del Imperio y las luchas de la Nueva República, de Bakura y de Gaeriel Captison, de Leia, Han, Chewie y Erredós. También le había hablado de la Academia de Yavin y de los peligros a que se exponían los adeptos —que carecían de experiencia y no se habían enfrentado a ninguna prueba, y que apenas habían podido recibir un mínimo de enseñanzas—, cuyo poder estaba creciendo sin que hubiera ningún conocimiento seguro de qué hacer con él o cómo guiarlo. Le había hablado de Exar Kun.

También le había hablado de su padre.

Y a su vez Callista había ido quedando dibujada poco a poco, con lentitud y muchas vacilaciones y con una o dos frases cada vez, sobre la diminuta pantalla del monitor o en la de mayores dimensiones de la unidad de diagnóstico —la que estuviera más cerca de Luke según el momento—, y Luke había ido sabiendo más cosas sobre lo que significaba crecer en el rancho de Chad, y sobre el padre que nunca la había comprendido y la madrastra que era demasiado desgraciada y estaba demasiado confusa para comprenderles a ninguno de los dos. Callista le había hablado de las lunas y las mareas, del hielo y el fósforo, y de los cánticos de los cy'eens que resonaban en las profundidades marinas; y de Djinn Altis, el Maestro Jedi que había llegado a Chad, y del enclave Jedi de Bespin, que flotaba entre las nubes sin que nadie conociera o sospechase su existencia.

>Era como montar un cy'een<

La pantalla de la unidad de diagnóstico le mostró un gran pez-lagarto de largo cuello, enorme e incomparablemente hermoso y envuelto en una deslumbrante aureola de salvaje poder, y durante un instante fugaz Luke, inmóvil en la oscuridad, sintió el roce del viento salado y la fortaleza contenida y controlada, y oyó las canciones que cantaban aquellas criaturas cuando corrían libremente de un lado a otro en sus rebaños.

>Gigantescos, veloces y aterradores, brillando como el bronce bajo la luz del sol…, pero yo podía hacerlo. A duras penas, pero podía hacerlo<

—Sí —dijo Luke. Se acordó de cómo el poder de la Fuerza había entrado en él cuando libró su última batalla con Exar Kun, y aquel primer momento en que la espada de luz que había llamado a su mano en Hoth se arrancó del banco de nieve y voló hasta sus dedos—. Sí.

Le habló de Cray y de Nichos. Le contó por qué habían ido a Ithor para pedir ayuda a los médicos, y le describió el ataque de Drub McKumb y la misión que había llevado a Han y Leia a Belsavis.

—No ha pasado tanto tiempo —dijo, retrocediendo un poco para manipular el mando a distancia improvisado del fotrinador. No ocurrió nada. Luke dejó escapar un suspiro de resignación y abrió las sujeciones, volvió a colocar el espejo en el ángulo adecuado y probó la segunda de las varias conexiones posibles con la célula de energía tamaño-A. Había quitado todos los sistemas de armamento y brazos de presa así como la mayor parte de los núcleos de memoria, sabiendo que debería hacer subir la carcasa por un túnel muy largo sólo con el poder de su mente—. Todavía tienen que estar ahí. Aunque no estuvieran en Belsavis, ahora hay toda una ciudad con casi treinta mil personas en ese sitio.

>Resulta difícil de imaginar<

Las palabras aparecieron en el monitor, justo al lado de sus ojos.

>La Casa de Plett propiamente dicha era bastante pequeña, aunque las criptas llegaban hasta el acantilado y se extendían en todas direcciones por debajo del glaciar. Pero la parte exterior se reducía a una gran casa de piedra que se alzaba en el centro del jardín más hermoso que he visto jamás. Crecí sin jardines… Si vives en el mar, nunca puedes tener un jardín<

—En el desierto tampoco puedes tener jardines.

>Recuerdo que había un gran silencio y una paz inmensa, como en muy pocos lugares donde haya estado o que haya visto. Tal vez de noche en el arca, después de que todo el mundo hubiera vuelto y estuviese dentro, cuando las estrellas descienden hasta el borde del mundo y brillan con una claridad increíble… Pero resultaba todavía más dulce que esos momentos, porque nunca puedes confiar en el mar ni siquiera cuando está durmiendo<

—¿Amo Luke?

Luke se irguió, consciente de que le dolía la espalda y le estaban temblando las manos a causa de la fatiga. Cetrespeó entró en la sala, sus ojos amarillos como dos lunas gemelas en la casi oscuridad de la débil claridad que brotaba de la única varilla luminosa que seguía funcionando. El olor del café flotaba a su alrededor como una exquisita nube crepuscular.

—Espero que lo encontrará aceptable.

El androide dorado colocó la bandeja de plástico de la cafetería en el suelo y empezó a quitar las tapas que protegían los platos. El comedor más próximo conocido por Callista estaba en la Sala de Oficiales de la Cubierta 7, y Cetrespeó se había ofrecido voluntario para ir hasta allí mientras Luke desmantelaba el rastreador que los jawas le habían entregado en su trueque.

—La selección era bastante limitada, y los artículos por los que expresó sus preferencias no estaban disponibles. He escogido platos alternativos, basándome en la proporción entre proteínas e hidratos de carbono y en que tuvieran aproximadamente la misma textura.

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