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Authors: Barbara Hambly

Tags: #Ciencia Ficción

Los hijos de los Jedi (37 page)

BOOK: Los hijos de los Jedi
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Pero siguió hablando a toda velocidad mientras los centinelas la agarraban de los brazos y empezaban a tirar de ella, llevándola a rastras hacia la puerta.

—¡Ascensor Veintiuno! Diez guardias, hacen rebotar rayos desintegradores por el conducto para que den en las puertas inferiores, hay una trampa a los diez metros de pasillo…

—¡Sí, habíamos de todo eso, asquerosa rebelde!

—¡Al cuerno con la enclisión láser, hervidla hasta que eche vapor!

—¡Arrojadla al triturador!

—¡Metedla en los tanques de enzimas!

—Eh, echadla a los gusanos de la basura…

—Mañana a las dieciséis horas —murmuró Luke mientras un miedo helado luchaba con la rabia al rojo vivo que llameaba en sus venas—. Podemos…

—¡Eh! Tú…

Ugbuz, Krok y tres o cuatro jabalíes más acababan de aparecer ante él. Sus gruesos brazos estaban cruzados delante del pecho, y sus ojillos amarillentos relucían con destellos malévolos bajo el brillo reflejado de las luces de emergencia que habían pasado a ser la única fuente de iluminación existente en la mayor parte del sector. La nave se estaba oscureciendo rápidamente a medida que un número cada vez mayor de sistemas iba dejando de funcionar. Los jawas estaban robando las células de energía de las lámparas de emergencia y todas las varillas luminosas que conseguían encontrar, por lo que alguien había introducido pabilos encendidos en cuencos de plástico rojo llenos de aceite para cocinar y los había esparcido por toda la sala. Ya se había producido un pequeño incendio en una sala de descanso cercana, originado por la misma fuente. Los MSE y los PU-80 todavía estaban muy ocupados con el montón de restos empapados por los rociadores del techo. Cuando Luke pasó por allí para ir a la sala de reunión del sector, había visto jawas que se llevaban a varios MSE y extraían las células de energía de los androides de mayor tamaño, y había pensado que parecían un enjambre de myrmins haciendo estragos en una merienda campestre.

Toda la sección olía a humo y a gamorreanos.

—He introducido tu nombre en el Ordenador Central, Calrissian —dijo Ugbuz, y se interpuso entre Luke y la puerta.

Luke estaba tan agotado que incluso algo tan sencillo como el concentrar la Fuerza sobre la mente de Ugbuz le resultó muy difícil.

—No soy el mayor Calrissian.

—Eso es lo que dice el ordenador, amigo —gruñó Krok—. Bueno, ¿quién eres y qué estás haciendo a bordo de esta nave?

—Sabemos lo que está haciendo…

—Estáis pensando en otro.

Pero Luke sintió la fría sombra de otra entidad oculta dentro de sus mentes, y percibió la espantosa e inquebrantable convicción de la Voluntad agazapada en ellas.

Cetrespeó se volvió hacia el kitonak más próximo y soltó un interminable encadenamiento de silbidos, zumbidos y pausas glotales que fue escuchado con gran atención por todos los kitonaks mientras Ugbuz seguía hablando.

—Desde que pusiste los pies a bordo han estado ocurriendo cosas muy raras, muchacho, y creo que tú y yo tenemos que mantener una pequeña charla acerca de ellas.

Los gamorreanos estrecharon el círculo que habían formado en torno a Luke en el mismo instante en que los kitonaks se acercaban con un repentino ondular de interés acompañado por ruidosos burbujeos y, como una sola entidad, se lanzaban sobre los gamorreanos. Cada kitonak rodeó el brazo de un gamorreano con sus enormes y rechonchas manos, y después todos empezaron a hablar al unísono.

Luke echó a correr por entre ellos mientras Ugbuz chillaba «¡Cogedle!» y se debatía entre los dos enormes y majestuosos hongos que lo mantenían atrapado en una pétrea presa. El gamorreano tiró furiosamente de las manos que lo retenían, pero era como si estuviera intentando extraer los brazos de un cubo de cemento de secado rápido. Los kitonaks por fin habían encontrado un público para lo que tenían que decir, fuera lo que fuese, y no estaban dispuestos a permitir que se les escapara.

—¡Y que alguien me quite de encima a estos yazbos malolientes! Dos seudosoldados ya estaban intentando liberar a sus compatriotas con hachas y mientras cruzaba a toda velocidad el umbral de la sala de reuniones arrastrando a Cetrespeó detrás de él. Luke todavía pudo ver cómo las hojas de las hachas rebotaban inofensivamente en las pieles de aspecto gomoso de los kitonaks. Después la puerta se cerró detrás de él con un furioso siseo.

Las palabras
>Cubierta 6, conducto de la ropa sucia<
aparecieron en la diminuta pantalla del monitor que normalmente habría tenido que mostrar la combinación serial de la puerta.

Luke agarró a Cetrespeó de un brazo y avanzó cojeando tan deprisa como podía. La puerta tembló en sus guías detrás de ellos, y subió medio metro antes de detenerse. Después hubo un estallido de maldiciones, golpes enfurecidos y silbidos de haces desintegradores que canturrearon, crujieron y rebotaron enloquecidamente por toda la sala de reuniones primero y —un momento después, cuando los gamorreanos por fin lograron salir— por todo el pasillo a continuación. Los fugitivos se metieron en un corredor lateral y atravesaron un módulo de oficinas mientras oían un melifluo coro de «¡A por ellos! ¡A por ellos!» resonando a sus espaldas.

Luke giró sobre sí mismo e hizo acopio de la cada vez más escasa energía de la Fuerza que le quedaba para barrer todas las mesas y sillas de la habitación, haciendo que salieran despedidas como bajo el impacto de un gigantesco huracán contra la abigarrada masa multicolor de affitecanos que cruzó el umbral una fracción de segundo después. Los alienígenas tropezaron, cayeron y se enredaron en los cordones de las terminales y los cables de comunicaciones. La mente de Luke se desplegó en todas direcciones, y durante un momento transformó los cables haciendo que casi parecieran criaturas vivas que intentaban envolver a sus perseguidores como si fuesen serpientes.

Después se tambaleó con la mente dolorida por el terrible esfuerzo, y Cetrespeó tiró de él hasta sacarle de allí. —Tú primero —jadeó Luke.

No estaba muy seguro de si podría levitar a Cetrespeó a lo largo de ocho cubiertas de conducto de reparaciones. Cayó de rodillas delante del panel abierto, temblando y con todo el cuerpo empapado por el sudor del agotamiento.

—Puedo quedarme, amo Luke…

—No, no puedes. No después de ese truquito con los kitonaks —jadeó Luke—. ¿Qué les dirías?

Cetrespeó se detuvo cuando ya tenía medio cuerpo metido por el hueco del panel, lo que suponía una demostración de confianza realmente increíble considerando que no poseía la flexibilidad suficiente para utilizar los peldaños de la escalerilla.

—Les informé de que Ugbuz acababa de mostrar un gran interés por la receta del pastel de domit de sus antepasados —le explicó—. Es lo que han estado discutiendo durante todo este tiempo, ¿sabe? Están intercambiando recetas y genealogías.

Luke rió, y la carcajada hizo que sintiera como una inyección de nuevas energías. Cerró los ojos, llamó a la Fuerza para que acudiese a él y levantó al androide dorado dentro del oscuro recinto del pozo. Después fue bajando lentamente a Cetrespeó. «No hay ninguna diferencia entre esa hoja y tu nave —le había dicho Yoda en una ocasión, mientras levitaba una hoja amarillo verdosa del tamaño del pulgar de Luke y hacía que bailara en el aire húmedo y caliente de Dagobah—. No hay ninguna diferencia entre esa hoja y este mundo.»

Luke vio cómo la hoja —diminuta, casi sin peso, un pequeño destello de iridiscencia dorada— descendía por la negrura del pozo.

Oyó voces en el pasillo detrás de él. Las maldiciones y chillidos de los gamorreanos se mezclaban con el seco parloteo en tonos de soprano de los affitecanos.

Luke se metió en el pozo y se agarró por un momento a la escalerilla mientras intentaba reunir la energía suficiente para levitar hacia abajo. Se concentró desesperadamente en reunir aunque sólo fuese la fuerza física que necesitaba para seguir agarrado mientras bajaba su pierna buena un peldaño, y luego un peldaño más…

«Puedes hacerlo.» Luke sintió su presencia, y supo que ella estaba allí con él. «No te des por vencido, Luke…»

No podía levitar.

—Por allí, capitán —oyó gritar a Krok en el pasillo, y un momento después pudo oír las maldiciones que lanzaba Ugbuz.

El atronar de pies se fue alejando. Luke descendió peldaño a peldaño, un corto tramo de agonía y dolor después de otro, mientras el pozo se perdía en una caída insondable por debajo de él. Sintió el calor y la presencia de Callista junto a él durante cada metro de aquella terrible tortura.

La Cubierta 6 estaba sumida en la negrura más absoluta. La atmósfera muerta y estancada apestaba a jawas, aceite, aislantes y al sudor de Luke mientras avanzaba lentamente por sus pasillos desprovistos de luz, con su sombra y la de Cetrespeó tambaleándose como un par de borrachos bajo la débil claridad de las varillas luminosas que colgaban de su bastón, e incluso ellas estaban empezando a fallar. Tendría que obtener una célula de energía de algún sitio, y pensar en esa pequeña pero irritante tarea hizo que todo su cuerpo dolorido amenazara con rebelarse. Podía oír los crujidos y chirridos de los pies de los jawas por delante de él y en todas direcciones, y también podía ver los destellos de luciérnaga de sus ojos. «Cetrespeó —pensó—. Si pierdo el conocimiento, caerán sobre Cetrespeó en cuestión de segundos…»

De vez en cuando olía y oía a los talz, y lanzó un suspiro de gratitud porque el Pueblo de las Arenas, siendo esencialmente conservador, prefiriese defender su territorio a explorar nuevos pasillos en aquella fase de la situación.

Mirara donde mirase, Luke sólo veía paneles arrancados, huecos de los que había desaparecido el cableado y androides PU y MSE a medio desmontar que yacían junto a las paredes. Había cascos, planchas, desintegradores y morteros iónicos desmantelados esparcidos por todos los pasillos. Luke examinó las armas y descubrió que no quedaba ni una sola a la que no le hubieran extraído las células de energía. Siguió cojeando lenta y penosamente por aquella negrura repleta de ecos, y tuvo la extraña e inquietante sensación de estar atrapado en las entrañas de una bestia a medio pudrir, un zombi asesino que seguía fanáticamente decidido a sembrar la destrucción a pesar de que todo su cuerpo estaba siendo roído desde el interior.

Aquella sección de la Cubierta 6 estaba muerta para la Voluntad, y eso explicaba por qué Callista le había guiado hasta allí.

Cray… No sabía cómo, pero tenían que rescatar a Cray. Ella sabría vérselas con la Voluntad, y sabría cómo se podía dejar incapacitada a la inteligencia artificial que gobernaba aquel microcosmos de metal.

«A las dieciséis horas.» Todo el cuerpo de Luke parecía hallarse al borde del colapso. Tenía que descansar el tiempo suficiente para poder subir por el pozo del ascensor mañana. Trece niveles. Su mente se negaba a pensar en ello. «Hacen rebotar rayos desintegradores por el pozo…»

—Callista…

Pero no hubo contestación. «Estoy al lado de la Voluntad.»

Callista había muerto en el núcleo del ordenador. Luke había visto cómo el espíritu de un Jedi podía desprenderse del cuerpo físico e impregnar otros objetos, tal como había hecho Exar Kun cuando esparció su esencia por las piedras de Yavin.

Sabía que había inutilizado el activador automático y que el Imperio podía enviar un agente para que activara el
Ojo de Palpatine
de manera manual, y había permanecido dentro de los ordenadores del sistema artillero durante treinta años, vigilando la entrada a la máquina que le había arrebatado la vida, un fantasma cada vez más impalpable que montaba guardia sobre un campo de batalla olvidado.

—Vamos, Cetrespeó —dijo, y se inclinó para coger un trozo de cable del cuerpo de un MSE destripado—. Tenemos que encontrar una terminal.

>En Chad<
dijo Callista, y las palabras fueron apareciendo poco a poco bajo la forma de un solo párrafo, como si surgieran enteras y completas de las profundidades de su memoria.
>si nuestra arca se encontrase en territorio wystoh, y los wystohs cazaban en la mayor parte de los profundos océanos donde estaba nuestro rancho,
y
tuviéramos que hacer una reparación en el casco o ir con el rebaño para ayudar en un parto fuera de temporada, la noche anterior enviaríamos algo llamado un fotrinador, un flotador que emite bramidos y trinos. Los wystohs son frenéticamente territoriales, así que se lanzarían sobre el flotador, que a esas alturas ya se encontraría a unos diez kilómetros del arca,
y
eso permitiría que papá, yo o el tío Claine tuviéramos una oportunidad de hacer lo que teníamos que hacer en aguas abiertas y volver sin que nos ocurriese nada. ¿Crees que los klaggs responderían a la presencia de un fotrinador durante el tiempo suficiente para permitirte subir por el pozo? Me ha parecido que son unas criaturas altamente territoriales<

—Bueno, si creyeran estar oyendo a Ugbuz y los gakfedds, estoy seguro de que reaccionarían enseguida.

Luke se recostó en el montón de mantas y chalecos térmicos que Cetrespeó había recogido para que pudiera estar cómodo en un rincón del taller de reparaciones, y contempló la pantalla que tenía delante. Activar incluso la más pequeña de las unidades de diagnóstico portátiles del taller le había obligado a interconectar casi todas las baterías y células de energía que había ido recuperando de los sistemas saqueados. Con los jawas controlando la mayor parte de la cubierta, resultaría muy difícil encontrar más. Pero Luke estaba dispuesto a pagar ese precio, y un instante después comprendió que no se trataba meramente de que necesitara los consejos de Callista.

Quería disfrutar de su compañía.

—Cualquier sistema de juegos un poco grande de las salas tendrá un vocalizador —dijo por fin—. Supongo que conoces los límites y particularidades de la gama vocal gamorreana, ¿verdad, Cetrespeó?

—Puedo reproducir con toda exactitud el lenguaje y las tonalidades de más de doscientas mil civilizaciones inteligentes —replicó el androide con un orgullo tal vez disculpable—. Los tonos verbales de los gamorreanos empiezan en los cincuenta hertzios y llegan hasta los trece mil; los chillidos empiezan en…

—Entonces podrías ayudarme a programar el vocalizador, ¿no?

—Con la máxima facilidad, amo Luke.

—Bien, en ese caso lo que necesitamos es una forma de llevar el vocalizador hasta la Cubierta Diecinueve y conseguir que esté allí a tiempo para que aleje a los centinelas klaggs del pozo.

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